Qué Sistema – Septiembre 2021

Setiembre 2021

Con planes de manipulación de los miedos sociales e individuales para crear mercados cautivos e implantar la expansión de estados permanentes de excepción.

Comprobamos que es falsa la guerra al virus cuando la realidad efectiva es la “tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”.

Conciliación de clases/ Concentración y centralización capitalista/
Alternativas emancipatorias

Conciliación de clases

Necesitamos, abajo y a la izquierda coherente con su esencia común-ista, que una creciente mayoría de los oprimidos, por el sistema mundo capitalista y su local, rompa con la conciliación de clase implícita en que haya identificación con los ricos o sea con los grandes expropiadores o usurpadores de tierras y de otros bienes comunes al protestar sólo por las tomas de tierras o de edificios que realizan quienes han sido despojado de todos sus derechos humanos durante esa acumulación gran capitalista de riquezas y poder.

Hay otro imperativo quizás más trascendente por la gran escala de la expropiación y por consiguiente implicar degradación casi irreversible de biomas o ecorregiones: son los acaparamientos de la Amazonía, la Cordillera. las cuencas hidrográficas, las selvas y bosques nativos, la Patagonia, etc.

Con la justificación de cuidarnos del Covid19, el sistema ha maximizado la obediencia debida en las grandes mayorías. Es hora de expandir la deliberación sobre:

Coronavirus, agronegocios y estado de excepción

 29 febrero 2020

Silvia Ribeiro

Mucho se dice sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo, muy poco. Hay aspectos fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios.

El primero se refiere al perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas, para no hacer nada sobre ellas porque afecta sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto los estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de “enfrentar” los problemas se transforma en negocio cautivo para las trasnacionales, por ejemplo con vacunas y medicamentos.

La referencia dominante a virus y bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben ser eliminados, prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de saltar entre especies, los virus y bacterias son parte fundamental de la co-evolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.

El Covid-19 que ahora ocupa titulares mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan enfermedades respiratorias generalmente leves, pero que pueden ser graves para un muy pequeño porcentaje de los afectados, debido a su vulnerabilidad. Otras cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS por sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003, pero desaparecido desde 2004 y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS), prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera a su vez que el virus mute nuevamente.

La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias: la cría industrial de animales

Hay consenso científico de que el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS, se presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.

La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se trasmiten a humanos, es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más del 70 por ciento de los antibióticos a nivel global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que “las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos”. A este caldo, las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias, le agregan además dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.

No obstante, es más fácil y conveniente señalar unos cuantos murciélagos o civetas -a los que seguramente se les ha destruido su hábitat natural- que cuestionar estas fábricas de enfermedades humanas y animales.

El estado de excepción como paradigma normal de gobierno

La amenaza de pandemia es también selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos décadas recientes, incluso el Covid19, han producido muchos menos muertos que enfermedades comunes como la gripe –de la cual según la OMS mueren hasta 650,000 personas por año globalmente. No obstante estas “nuevas” epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.

Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así “la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”.

Refiriéndose al caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno “por razones de salud y seguridad pública” da lugar a una verdadera militarización “de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión”, una fórmula tan vaga que permite extender el estado excepción a todas la regiones. A esto, agrega Agamben, se suma “el estado de miedo que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.”

Silvia Ribeiro es investigadora y directora para América Latina del Grupo ETC 

El Grupo ETC, o el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración se dedica a la conservación y promoción de la diversidad cultural y ecológica y los derechos humanos. Con este objetivo, ETC promueve el desarrollo de tecnologías socialmente responsables que sirvan a los pobres y marginados. También trabajamos en cuestiones de gobernancia internacional y monitoreo del poder corporativo.

https://www.etcgroup.org/

Fuente: https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/02/29/coronavirus-agronegocios-y-estado-de-excepcion-silvia-ribeiro-9431.html

Tomemos conciencia sobre porqué urge frenar al capitalismo.

Vacunas transgénicas:
experimento masivo en favor de trasnacionales

Silvia Ribeiro*

La vacunación contra el SARS-CoV-2, causante del Covid-19, alcanzó en septiembre de 2021 un promedio de 44 por ciento de la población mundial. En realidad sólo una veintena de países ha vacunado de 60 a 80 por ciento de su población, mientras en África no llega a 3 por ciento. Un apartheid de vacunas, le llaman organizaciones sociales y gobiernos. Refleja una situación de desigualdad sistémica, ya que las trasnacionales farmacéuticas, con el apoyo de sus gobiernos sede, principalmente en Europa y Estados Unidos, han causado la escasez de vacunas para mantener mercado, altos precios y poder de negociación (https://tinyurl.com/3pcdz88k).

Hay otros aspectos también muy preocupantes. La mayoría de las vacunas aplicadas son transgénicas, con procesos de elaboración nóveles, que nunca se habían usado en seres humanos. Por ejemplo las que usan ARN modificado (Pfizer-BioNTech y Moderna) o ADN vectorizado por adenovirus modificados (AstraZeneca, Janssen, Sputnik V y CanSino).

Otras vacunas aplicadas en América Latina son Sinovac y Sinopharm (chinas, públicas). Esas usan métodos convencionales probados por décadas. Son nuevas para Covid y tienen algunos efectos secundarios, pero no conllevan los altos riesgos e incertidumbres de las vacunas transgénicas. Las vacunas producidas en Cuba (en instituciones públicas) usan métodos biotecnológicos, pero no son transgénicas, sino basadas en métodos probados por más de 15 años.

Desde el principio de la pandemia, las trasnancionales farmacéuticas afirmaron que sus nuevas vacunas genéticas serían más efectivas y estarían disponibles mucho más rápido que otras. Sin embargo, a medida que avanzó el experimento sin precedente de inocular a cientos de millones de personas con vacunas corporativas transgénicas, varias empresas, ya con su mercado establecido, reconocieron que sus porcentajes de efectividad son menores que los alegados. Incluso algunas vacunas transgénicas podrían tener menor nivel de efectividad que las convencionales.

Por otro lado, la gran diferencia de tiempo para disponer de vacunas convencionales, que en diciembre 2020 se argumentó esencial para iniciar la vacunación prometiendo a la gente que sería el boleto de salida de la pandemia, apenas fue de un par de meses. Resumiendo, no existió ninguna razón objetiva, salvo afirmaciones vacuas e intereses comerciales, para exponer a millones de personas a los riesgos e incertidumbres de vacunas transgénicas: se podrían haber desarrollado vacunas con métodos convencionales, tanto públicas como privadas. Algo que habría facilitado que muchos más países e instituciones nacionales pudieran producir y distribuir vacunas más ágilmente.

Sobre los riesgos de las vacunas transgénicas, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL) acaba de publicar un pronunciamiento y un extenso artículo científico de revisión bibliográfica que plantea elementos que se deben tener en cuenta para la evaluación de riesgos de las nuevas vacunas de ARN modificado y/o adenovirus recombinantes contra SARS-CoV-2 (https://tinyurl.com/3b5xcsym).

Entre otros aspectos, el artículo plantea los impactos potenciales a corto y largo plazos de las vacunas transgénicas. Se basa en un centenar de artículos científicos y en el análisis de los efectos adversos a vacunas reportados en Estados Unidos y otros países. Uno de los efectos graves con vacunas de ADN vectorizadas son coagulopatías y trombosis, a los que se ha agregado el síndrome de Guillain-Barré (parálisis) y el aumento del riesgo de contraer VIH. Las vacunas de ARN se han asociado, entre otros, a riesgos de efectos inflamatorios multisistémicos y miocarditis. En el caso de la Pfizer, puede haber también reacciones posteriores causadas por el uso de nanolípidos como vectores, que al ser nanopartículas, no son reconocidas por el sistema inmunológico y se pueden acumular en diferentes órganos. Estudios científicos han mostrado en ratones de laboratorio la presencia de ARN modificado en múltiples órganos y no sólo en el lugar de inoculación. Los reportes de efectos adversos, incluyen varios miles de muertes que podrían estar relacionadas a vacunas transgénicas, cuya vinculación causa-efecto es difícil de establecer, aunque se considera probable si ocurre dentro de los 3 días posteriores a la vacunación y en relación a los efectos antes mencionados.

Si bien es cierto que el porcentaje de efectos adversos graves reportados es un porcentaje mínimo en relación con cientos de millones de personas vacunadas, existiendo alternativas vacunales y otros tratamientos posibles, no se debería haber expuesto a nadie, mucho menos a miles de personas, a esos riesgos. Las estadísticas indican que la vacunación ha reducido la mortalidad y hospitalización, pero también las vacunas con metodologías convencionales.

Tampoco está claro cuánto dura la inmunidad con las vacunas, por lo que de todos modos es un enfoque limitado, que se ha impuesto a despecho de considerar seriamente tratamientos más integrales y fuera del control de las empresas. A dos años de la debacle múltiple que ha provocado esta pandemia, es hora de un debate mucho más amplio sobre todos sus aspectos, incluso sus causas y qué ciencia y otros enfoques necesitamos para fortalecer nuestros sistemas inmunológicos personales, como comunidades y sociedades.

* Investigadora del Grupo ETC

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/09/25/opinion/020a1eco?fbclid=IwAR0nlPQk1A1ouR0IWc2b2lS1tPl0E3Iu18luy36wnunV0djHxyNmGw5AN8s#.YU8sTitmXDE.facebook

Coincidimos con Silvia Ribeiro cuando nos advierte: «A dos años de la debacle múltiple que ha provocado esta pandemia, es hora de un debate mucho más amplio sobre todos sus aspectos, incluso sus causas. Y sobre qué ciencia y qué otros enfoques necesitamos para fortalecer nuestros sistemas inmunológicos personales, también como comunidades y sociedades».

Aún más urge multiplicar espacios en común de deliberación y toma de decisiones -por una crítica mayoría de las diversidades de abajo- respecto a metodologías que involucren la autodeterminación de los pueblos en viabilizar emancipación del capitalismo porque a su criminalidad tanto de lesa humanidad como de lesa naturaleza se suma:

 ERA DE LA ESCASEZ

El otoño de la civilización (y la ruptura de la cadena de suministros)

Hemos pasado el verano de la historia, en el que todo iba cada vez a más y mejor, en el que la abundancia material fue la norma

Antonio Turiel / Juan Bordera 17/09/2021

Históricamente, en nuestras latitudes, el otoño era un tiempo de recogimiento. De frenar el ritmo trepidante del verano. De prepararse para el inevitable y crudo invierno. Pero eso era antes. En la actualidad hemos logrado difuminar las estaciones. Gracias a nuestro ingenio, hemos creado un desarrollo tecnológico que nos permite –a los privilegiados– habitar ambientes cálidos en inviernos fríos y viceversa. Las frutas y verduras ya nos llegan en todas las estaciones y de cualquier parte del mundo en cualquier momento, gracias a la complejidad de nuestro sistema. En uno de los grandes –quizá aparentes– avances de nuestra civilización, en cierta manera, hemos disciplinado a la fuerza de los ciclos naturales.

Sin embargo –habrá quien le encuentre un reverso poético a esto–, para lograr someter a los ciclos, hemos usado tal cantidad de combustibles fósiles que ya no solo los tiempos están cambiando. Las estaciones también. Nuestra pírrica victoria solo ha sido temporal. Temporal, como los que estamos desatando. No solo hemos diluido los ciclos, digamos, de puertas para dentro, sino que estamos creando un nuevo estado climático caótico que nos va a sorprender con fenómenos meteorológicos cada vez más abruptos, inesperados, potentes y frecuentes. Es la consecuencia de haber pretendido dominar los ciclos, sin antes comprenderlos.

A la cadena de suministros le está pasando algo que parece que tampoco comprendemos bien. Al principio fueron los microchips. No se producían los suficientes. Las fábricas de coches empezaron a parar algunos días para acomodar su producción. Después, la escasez de chips afectó a la PlayStation 5. Si quieres una nueva, tienes que encargarla y esperar unos meses.

Luego empezaron a escasear –y a aumentar de precio– muchos materiales de construcción: acero laminado, aluminio, cobre, cemento…hasta madera. También faltan ya algunos pigmentos, resinas epoxi y varios tipos de plásticos. La lista de materias primas que está escaseando es cada vez más larga, y eso empieza a afectar a las materias elaboradas a partir de las materias primas. Faltan recambios para algunos coches, o para bicicletas. Hay ordenadores e impresoras que discretamente han desaparecido del catálogo.

La lista de materias primas que está escaseando es cada vez más larga, y eso empieza a afectar a las materias elaboradas a partir de las materias primas

Pero el problema no se acaba en lo más anecdótico: ocurre que algunos alimentos comienzan también a escasear. Que este año la cosecha de trigo en Rusia será mala y el precio del trigo está aumentando. Que falta acero y aluminio para las latas, que los costes de los contenedores, de los transportes marítimos, se han multiplicado por diez o por veinte. Que falta de todo.

Pero eso no es todo, ojalá. De repente el precio de la electricidad también se ha disparado, y las familias y empresas lo sufren. Rápidamente los medios de distracción y los tertulianos han puesto el grito en el cielo, atacando al Gobierno o a las eléctricas, pero –aunque hay responsabilidades compartidas y el pulso del oligopolio a un ejecutivo blando pero que no controlan del todo es evidente–, poco a poco se empieza a escuchar cuál es la causa principal de la subida de la luz: falta gas natural. Y no falta solo en España: falta en toda Europa. Argelia, antaño suministrador fiable de gas a España, ahora solo nos envía menos de la mitad que hace unos años, y las energéticas han buscado gas en otros países. Obviamente, pagándolo a un precio mucho más caro. Incluso hemos llegado al punto en el cual compañías productoras de fertilizante están paralizando ya algunas de sus plantas en España y Reino Unido debido al creciente precio del gas. Habrá que vigilar bien esto: tras aquella “revolución verde” en la agricultura, que más bien fue negra, color crudo, la cadena alimentaria es absolutamente petrodependiente.

El mundo se ha vuelto loco. Después de la convulsión de la covid, cuando se esperaba la recuperación económica, todo parece irse al garete, así, por las buenas. Sin previo aviso.

¿Sin previo aviso?

En realidad, sí que hubo aviso. Y no uno: muchos. Y no solo recientes, sino algunos que vienen resonando desde hace décadas. Nada de lo que pasa es casual ni del todo inesperado. Se sabía que acabaría pasando. Se sabía, pero no se quería actuar, porque eso implicaba cambiarlo casi todo. Tantas cosas, que cada gobernante y cada consejero delegado decidió cerrar los ojos y esperar a que el problema se solucionase solo o lo solucionase otro. Tal vez llegara un milagro tecnológico, pensaron. Pero no vino otro que lo solucionase ni se resolvió solo. Y el milagro no llega.

Hace 16 años, en 2005, la producción de petróleo crudo tocó su máximo. Es lo que se conoce como cenit del petróleo convencional, el peak oil del petróleo más versátil y fácil de extraer. Desde entonces, se han introducido un montón de (malos) sucedáneos del petróleo para compensar el estancamiento y posterior caída de la cantidad de petróleo bueno que se producía cada año; así, se empezaron a producir biocombustibles obtenidos a través de cultivos, se extrajeron alquitranes en Canadá y Venezuela para combinarlos químicamente con gas natural y obtener algo vagamente parecido al petróleo. Por último, se impulsó la locura/burbuja del fracking en los EE.UU. Había que intentar rebañar las gotas dispersas de hidrocarburos degradados que se encuentran en algunas rocas. Todo prácticamente en vano. Estos sucedáneos, los petróleos no convencionales, son demasiado caros de extraer y tratar, y encima no son tan buenos. Algunos no valen ni para producir diésel.

Las compañías petroleras intentaron seguir en el negocio, pero tras años de pérdidas enormes a pesar de que el petróleo se vendía caro, en 2014 decidieron comenzar a arrojar la toalla. No merecía la pena seguir luchando. Desde 2014, las petroleras han reducido un 60% su inversión en la búsqueda y puesta en explotación de nuevos yacimientos. Ese frenazo tan rápido garantizaba que la producción de petróleo comenzaría a caer en breve, y así ha sido: desde diciembre de 2018 la producción va cayendo, problema que ha agravado en 2020 la covid. Ojo, importante: agravado. No provocado.

Como hemos dicho, este proceso de caída de la producción de petróleo es conocido desde hace décadas, se ha avisado de él con frecuencia. Y ya está pasando, con el carbón, el uranio y, en menor medida, con el gas natural. Hemos topado con los límites de muchos de los recursos naturales esenciales. Tal y como se avisó ya en 1972. Hemos entrado en el siglo de los límites. Durante décadas, geólogos, ingenieros de minas y científicos de diversos ramos habían advertido sobre la inevitable crisis energética y de materiales que causaría el peak oil. Y no se ha hecho nada. Se ha esperado a que la escasez comenzara a ser notoria.

Falta diésel desde 2015, y por ello, la extracción de minerales y el transporte marítimo se encarecen. Todas las carencias que se van desencadenando se retroalimentan y hacen el problema cada vez más grave: si hay menos plástico y menos cobre faltan cables, y entonces faltan máquinas, que disminuyen la producción de tantas otras materias primas y elaboradas. Si se extrae y transporta menos hierro por la falta de diésel y el encarecimiento de los portes marítimos, se fabrican menos contenedores y eso hace que los precios del transporte por mar se disparen aún más. El efecto mariposa de la complejidad, dentro de la propia cadena de suministros.

Europa se enfrenta a una crisis de suministro de gas natural en los próximos meses. Motivo: sus dos principales proveedores (Rusia y Argelia) llegaron a su máximo de producción, su peak gas, y su producción ya cae en este momento. Esto encarece la electricidad, pero también la fabricación de cemento, los fertilizantes y un largo etcétera. Las ramificaciones de la escasez de petróleo y de gas se extienden por todo el tejido industrial y productivo del mundo. Tanto el mundo empresarial como el político asisten aparentemente perplejos, no saben cómo reaccionar. Bueno, algunos en realidad sí saben: la compañía Maersk –el principal operador mundial de transporte marítimo de mercancías- ha multiplicado por 10 sus beneficios en el primer semestre.

Falta diésel desde 2015, y por ello, la extracción de minerales y el transporte marítimo se encarecen

La propia Agencia Internacional de la Energía, el organismo de referencia en su sector, aún no ha anunciado las conclusiones principales de su informe anual cuando falta un mes para su publicación: ni siquiera se han atrevido a abrir la compra previa –que en julio habitualmente ya estaba disponible–, seguramente porque no saben cómo tiene que continuar la historia para resultar creíble. Todo ello entremezclado además con el enorme reto climático que tantos sustos ha dado ya este verano: olas de calor por todas partes que llevan el termómetro a valores inéditos, incendios que arrasan casi países enteros, DANAS, inundaciones sin precedentes y trombas de agua en medio mundo. Por supuesto también en España. Hasta tornados estamos viendo en algunas zonas del interior de nuestro país. E incluso hemos asistido a un pequeño terremoto dentro del IPCC.

Volviendo a la cruda cuestión de la energía: no se puede resolver la crisis energética y de materias primas con más inversión. El problema es estructural. Los yacimientos han tocado máximos y decrecen inevitablemente. Cada vez costará más obtener petróleo, gas u otras materias primas.

Y como las materias primas ya escasean, no podremos implementar todos esos masivos parques de energías renovables que se proyectan en todas partes al mismo tiempo –presionando más la cadena de suministros–, y que requieren de ese neodimio, plata, disprosio y otros tantos materiales cada vez más buscados. Además, el abaratamiento de muchos de esos paneles o aerogeneradores (que tienen una vida útil determinada de unas pocas décadas y luego han de ser sustituidos) ha sido posible gracias a la globalización y a las economías de escala. Cuestionable, como mínimo, que se puedan mantener a medio plazo.

Aún tenemos tiempo para hacer preparativos y evitar lo peor. Pero no podemos esperar más, porque de hecho ya llegamos tarde

Deberíamos dejar de hablar de macroproyectos y tecnofábulas fantasiosas, y centrarnos en cosas más simples e imprescindibles. Garanticemos el suministro de alimentos, garanticemos el agua limpia, aseguremos las necesidades locales, relocalicemos el trabajo, trabajemos con materiales de proximidad y montemos los sistemas locales y resilientes que necesitamos, tanto de producción de energía como de todo lo demás. Dejemos de encandilarnos con las eternas promesas tecnológicas incumplidas y salvemos lo salvable. Adaptémonos a lo que ha de venir igualmente.

Repensemos el modelo Just In Time, ese modelo basado en la aceleración perpetua y evitar almacenar para ahorrar costes. Asumamos que solo fue posible mientras sobraba de todo. Que nos ha dado problemas durante la pandemia –ahora sabemos bien que las cosas no siempre llegan justo a tiempo– y que su influencia en la escasez creciente también es notoria. Al fin y al cabo, qué era el otoño sino el momento de almacenar para afrontar el duro invierno.

Hemos pasado el verano de nuestra civilización, en el que todo iba cada vez a más y mejor, en el que la abundancia material fue la norma. Como la cigarra de la fábula, no hemos aprovechado la bonanza del verano para hacer acopio para los malos tiempos. Ahora se acerca el otoño de la civilización.

El otoño siempre fue una especie de ruptura natural en la cadena de suministros. De repente, pasado el cénit energético del verano, se llegaba a un punto en el que se empezaba a tener menos, y había que adaptarse para afrontar el invierno. Aún tenemos tiempo para hacer preparativos, para tomar medidas adecuadas con determinación, para evitar lo peor. Pero no podemos esperar más, porque de hecho ya llegamos tarde. Estos preparativos tardíos de otoño no serán tan efectivos como habrían podido serlo en pleno verano.

El otoño de la civilización no es ni más ni menos que nuestro inexorable regreso –en principio lento– a vivir dentro de unos ciclos que nunca debimos dar por vencidos. En tiempos que cada vez serán menos complejos, pero más difíciles, vamos a tener menos energía para aclimatarnos a un invierno profundo que puede durar décadas, incluso siglos. Y ni la primavera ni el siguiente verano aparentemente invencible están asegurados. Habrá que ganárselos. Benedetti, a su manera, también lo vio venir: aprovechemos el otoño / antes de que el invierno nos escombre […] aprovechemos el otoño / antes de que el futuro se congele / y no haya sitio para la belleza /porque el futuro se nos vuelve escarcha.

Fuente: https://ctxt.es/es/20210901/Firmas/37191/civilizacion-escasez-trigo-petroleo-gas-suministros-antonio-turiel-juan-bordera.htm?fbclid=IwAR2QvTOF8j8NWoGCNIjiAOLbGhNwfdbkdML-Qr9-nRUJC28wrKYvYBK0QeE

En consecuencia, es hora de asumir la realidad capitalista tal cual es y esforzarse por generalizar el compromiso antisistémico para constituir la unión en diversidad con planes de transformaciones radicales a realizar, elaborados horizontalmente y sometidos a revisión constante por los protagonistas.

Concentración y centralización capitalista

Necesitamos, como afirma, Silvia Ribeiro, “un cambio de sistema, no cambiar una tecnología por otras, manteniendo la brutal inequidad de consumo y recursos globales”.

Por ello, como dicen Amigos de la Tierra, La Vía Campesina y la Red Ambiental Indígena en el reporte  Cazando unicornios de carbono, “lo que queda meridianamente claro en esta historia es que los más grandes y ricos del mundo no tienen ninguna intención ni ambición de reducir realmente las emisiones. Describir sus esfuerzos por encubrir el aumento continuo de emisiones fósiles como “maquillaje verde” se queda bastante corto: los términos ecocidio y genocidio sintetizan con mayor precisión los impactos que el mundo enfrentará”.

Caos climático y acaparamiento de tierras

27 julio 2021

Por Silvia Ribeiro

Las trampas de las empresas para ignorar la gravedad del cambio climático que ellas mismas han provocado no sólo empeoran el clima, también producen otra serie de nuevos impactos sobre las comunidades que se agregan a los del cambio climático, como nuevos acaparamientos de tierra y desplazamiento de comunidades.

Casi cada mes hay nuevos informes de ONU y expertos sobre cambio climático, que corroboran lo que cada vez más gente sufre aunque no los haya leído: largas sequías o demasiada lluvias, demasiado calor o demasiado frío, tormentas y huracanes más fuertes, todo fuera de lugar y tiempo esperados. Un sombrío informe conjunto de dos paneles globales de expertos sobre cambio climático (IPCC) y sobre biodiversidad (IPBES) publicado en junio pasado alerta que con el caos del clima,  lo peor aún está por venir. (Emmanuel González, Biodiversidad en América Latina)

Uno podría pensar que como afecta a las bases mismas de todo el sistema de producción, el capitalismo tendría que reaccionar poniéndose algún límite, aunque sea por auto-preservación, para poder seguir explotando a la gente y al planeta. Pero las empresas causantes del cambio climático siguen procurando mantener sus ganancias sin cambiar nada realmente, aunque sí hacer nuevos negocios con la nueva ola de proyectos de economía verde relacionada al clima. En lugar de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), hacen planes basados en conceptos engañosos como “cero emisiones netas” o “ neutralidad climática”. Son trampas contables, para que una suma y resta termine en un supuesto cero, por eso se llama “neto” y no sólo cero emisiones. Se proponen incluso aumentar sus emisiones, ya que las podrían compensar con proyectos lucrativos como mega plantaciones de árboles y monocultivos, proyectos de “conservación” de áreas naturales -que le quitan control de sus territorios a las comunidades, como REDD+ y similares, y finalmente, también técnicas de geoingeniería.

Varias publicaciones recientes, de  GrainAmigos de la Tierra Internacional y  Corporate Accountability junto a otras organizaciones como La Vía Campesina y la red Ambiental Indígena explican qué significan en realidad esta serie de nuevos anuncios de las empresas sobre clima.

Grain analiza por ejemplo, los “compromisos” que han hecho varias trasnacionales de agronegocios. El IPCC reconoce que el sistema alimentario industrial es responsable de al menos 37 por ciento de las emisiones de GEI, que es una cifra tremenda, pero que si extrapolamos todas la emisiones de la cadena del campo al plato, especialmente la industria cárnica y láctea, es un porcentaje aún mayor. Grain estima que es cerca de la mitad de la emisión global de gases GEI.

Un ejemplo ilustrativo es la trasnacional Nestlé, cuyo principal accionista es BlackRock, la mayor empresa mundial de gestión de activos. Junto a otras 545 empresas financieras, BlackRock se comprometió a que los grandes emisores de GEI en los que invierten transiten a “emisiones cero neto” en 2050.

Tal como demanda BlackRock, Nestlé anunció en 2020 un “Plan hacia cero emisiones netas”, en el que se compromete a llegar a “cero neto” en 2050 en todas sus operaciones, incluidas las causadas en su cadena de abastecimiento, conocidas como “emisiones de alcance 3”. Solamente ese sector de emisiones de Nestlé representa casi el doble de las emisiones totales de Suiza, su país sede.

Pese a ello, el plan de Nestlé no implica reducir sus ventas de alimentos basados en lácteos, carnes u otros productos con alto porcentaje de emisiones, sino que proyecta aumentar en 68 por ciento sus compras de estos insumos y otras materias primas agrícolas hasta el 2030. La acción climática de Nestlé, se conseguiría a través de que sus proveedores hagan cambios en la forma de producir; a través de reducir las emisiones ligadas a los fertilizantes por usos supuestamente más eficientes (y/o manipular genéticamente el ganado o sus forrajes) y a través de compensar las emisiones restantes, que la empresa reconoce serán mucho mayores. Esto último a través de “soluciones basadas en la naturaleza” y “remoción de gases de la atmósfera”, probablemente invirtiendo en empresas de geoingeniería, que le rendirán una nueva fuente de ganancias.

Aunque no da detalles, Nestlé asigna 1200 millones de dólares durante los próximos 10 años para este plan. Poniendo la cifra en perspectiva, explica Grain, Nestlé pagó a BlackRock y sus accionistas 8,000 millones de dólares en ganancias el último año. O sea que representa 1.5% de lo que Nestlé paga a sus accionistas en dividendos (o sea, en ganancias) y tres veces menos de lo que paga a BlackRock anualmente. Es importante notar que BlackRock, junto a sus anuncios de estimular a las empresas en las que invierte a hacer planes de emisiones cero netas, es simultáneamente una fuerte inversora en combustibles fósiles y  no piensa dejar de hacerlo)

Cero emisiones neta es peor que nada, afirma certeramente Grain, porque no se trata solamente de maquillaje, sino de una coartada para aumentar exponencialmente sus actividades que ya se conoce tienen un efecto devastador en el cambio climático.

Como hay cada vez más empresas que han anunciado sus planes de “ soluciones basadas en la naturaleza” para “compensar” el aumento de emisiones con grandes plantaciones, cercamiento de áreas naturales, apropiación de humedales, etc, aunque no cumplan todo lo que anuncian y sólo avancen con una parte de estos planes, ello “resultará en un masivo acaparamiento de tierras, bosques y territorios de pueblos indígenas y comunidades rurales del Sur global”.

Grain estima que la ambición de Nestlé de compensar 13 millones de toneladas de emisiones de CO2 con estas llamadas “soluciones basadas en la naturaleza” requeriría disponer de al menos 4 millones 400 mil hectáreas de tierra anuales. La compañía italiana de energía Eni señala que necesita el doble de esa área hasta 2030 y ya avanzó con el proyecto de establecer 8 millones 100 mil hectáreas en África. Shell, otra de las petroleras que hablan de “cero emisiones netas” y para ello usar “soluciones basadas en la naturaleza” requiere 8 millones 500 mil hectáreas de tierras por año hasta 2035. O sea, entre solo tres empresas ¡proyectan apropiarse de más de 20 millones de hectáreas anuales!

Considerando que al momento más de 1500 grandes empresas han hecho promesas similares, está desatada la caza y disputa para controlar (comprar y/o controlar) tierras naturales y agrícolas, bosques y áreas naturales. Todas áreas donde viven y trabajan la mayoría de las comunidades campesinas e indígenas del planeta, que en realidad son sus territorios.

En el reporte “ La gran estafa”, se analizan en detalle los planes “cero neto” de varios de los mayores contaminadores climáticos, que incluyen grandes petroleras como Shell, Chevron, BP y Eni, varias de las mayores empresas digitales como Microsoft y Amazon, gestoras de inversión como BlackRock, empresas de agroalimentación industrial como Walmart y JBS, además de compañías de aviación y otras. También los mecanismos que usan para legalizar el engaño, desde cabildeo en organismos internacionacionales a corrupción de informes científicos para medir y controlar el supuesto “secuestro” de carbono en diferentes áreas.

Los planes de estas empresas exceden con mucho la disponibilidad de tierras, bosques y otros ecosistemas, como humedales y mares, que además no son ecosistemas vacíos y ya cumplen una función en el equilibrio global del clima, por lo que si se aumentan las emisiones, por más que cada empresa diga será “compensada” no va a cambiar el desequilibrio que ya existe, solamente lo empeorará al agregar más carga de gases de efecto invernadero. El cálculo exacto de lo que se porponen las empresas no es posible, porque la mayoría son suficientemente vagas para que no se pueda tampoco controlar que dicen y qué hacen realmente. Los ecosistemas tienen límites naturales: no se puede seguir agregando emisiones y suponer que por arte de magia -o  cazando unicornios de carbono– el caos climático no va empeorar.

La auténtica restauración de ecosistemas dañados, desde las comunidades que allí viven, es necesaria, pero solo es posible desde abajo, desde los pueblos, las comunidades indígenas, rurales y urbanas, respetando y afirmando sus derechos integrales. Es necesario un cambio de sistema, no cambiar una tecnología por otras, manteniendo la brutal inequidad de consumo y recursos globales.

Por ello, como dicen Amigos de la Tierra, La Vía Campesina y la Red Ambiental Indígena en el reporte  Cazando unicornios de carbono, “lo que queda meridianamente claro en esta historia es que los más grandes y ricos del mundo no tienen ninguna intención ni ambición de reducir realmente las emisiones. Describir sus esfuerzos por encubrir el aumento continuo de emisiones fósiles como “maquillaje verde” se queda bastante corto: los términos ecocidio y genocidio sintetizan con mayor precisión los impactos que el mundo enfrentará”.

Referencias

En busca de unicornios de carbono: el engaño de los mercados de carbono y la reducción de emisiones a “Cero Neto”

Amigos de la Tierra Internacional, La Vía Campesina, Red Ambiental Indígena y otras organizaciones. Febrero 2021.  https://www.foei.org/es/recursos/unicornios-mercados-de-carbono-cero-neto-informe

El “maquillaje verde” de las corporaciones: las “emisiones netas cero” y “las soluciones basadas en la naturaleza” son un enorme fraude

Grain, marzo 2021.  https://grain.org/es/article/6635-el-maquillaje-verde-de-las-corporaciones-las-emisiones-netas-cero-y-las-soluciones-basadas-en-la-naturaleza-son-un-enorme-fraude

La gran estafa. Cómo los Grandes Contaminadores imponen su agenda “cero neto” para retrasar, engañar y negar la acción climática

Corporate Accountability, Friends of the Earth International, Global Forest Coalition. Julio 2021  https://www.corporateaccountability.org/wp-content/uploads/2021/06/La-Gran-Estafa_SP.pdf

Desinformémonos

Fuente: https://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/Caos-climatico-y-acaparamiento-de-tierras

Destaquemos el acelerado e intensificado avance capitalista hacia el acaparamiento oligopólico de las semillas que Silvia Ribeiro explica: “Sin semillas y sin campesinado no sería posible la agricultura. Desde que comenzaron la agricultura y la crianza de animales, campesinas, campesinos y agricultores, han desarrollado, compartido y conservado cuidadosa y libremente millones de variedades de cultivos diferentes, adaptadas a nuevas y diferentes condiciones sociales y ambientales. Hoy la gente del campo se enfrenta a amenazas extremas por la privatización de sus semillas mediante leyes que prohíben las variedades locales y originarias que no se ajustan al modelo industrial, restringiendo el acceso y la circulación, explican las organizaciones que convocan a la semana de acción contra la UPOV, entre ellas La Vía Campesina, las organizaciones Alianza por la Biodiversidad en América Latina, las africanas COPAGEN y African Center for Biodiversity, las redes Stop Golden Rice y APBREBES de Asia, además de internacionales como Grain, Amigos de la Tierra y Grupo ETC”.

UPOV: 60 años de más

28 de agosto de 2021

Silvia Ribeiro*

Organizaciones internacionales y continentales de Asia, África y América Latina lanzaron este mes un llamado a organizar una semana de acciones contra la UPOV, (Unión internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales) con la demanda central de terminar con este nocivo organismo internacional que cumple 60 años en diciembre (https://tinyurl.com/jfdawh3w).

La UPOV tiene como meta principal la privatización de las semillas y en consecuencia, la criminalización de quienes las intercambien o usen libremente. Comenzó en 1961 con seis países europeos como miembros, para instaurar algo parecido a las patentes aplicado a plantas y que tuviera validez internacional. Le llamaron certificados de obtentor, ya que se refieren al desarrollo de plantas como obtenciones vegetales. Ese certificado les permite alegar que una variedad vegetal desarrollada en un laboratorio está protegida e impedir que otros la usen o para obligar a pagarle regalías.

Esto es un concepto enfermo, porque todas las variedades vegetales que usamos o consumimos, son un desarrollo previo de muchas otras personas, no individualmente, sino en colectivo, en pueblos y comunidades. Por tanto, el trabajo que investigadores y agrónomos puedan hacer por algunos años en laboratorio, siempre se basa en ese trabajo colectivo anterior construido durante milenios.

Sin semillas y sin campesinado no sería posible la agricultura. Desde que comenzaron la agricultura y la crianza de animales, campesinas, campesinos y agricultores, han desarrollado, compartido y conservado cuidadosa y libremente millones de variedades de cultivos diferentes, adaptadas a nuevas y diferentes condiciones sociales y ambientales. Hoy la gente del campo se enfrenta a amenazas extremas por la privatización de sus semillas mediante leyes que prohíben las variedades locales y originarias que no se ajustan al modelo industrial, restringiendo el acceso y la circulación, explican las organizaciones que convocan a la semana de acción contra la UPOV, entre ellas La Vía Campesina, las organizaciones Alianza por la Biodiversidad en América Latina, las africanas COPAGEN y African Center for Biodiversity, las redes Stop Golden Rice y APBREBES de Asia, además de internacionales como Grain, Amigos de la Tierra y Grupo ETC.

El llamado destaca el papel fundamental de las mujeres en el origen, cuidado, selección y adaptación de semillas a muchísimos usos alimentarios, medicinales, para abrigo, construcción, forrajes. No es algo pasado, es un proceso continuo y actual, base de la subsistencia en todo el mundo. En esos sistemas colectivos, compartir conocimientos, intercambiar semillas y aumentar su diversidad todo el tiempo es como el aire que respiramos, la base de la vida. Esos procesos son los que la UPOV ataca, criminalizándolos.

Este organismo ha sido muy útil para las empresas, sobre todo las corporaciones trasnacionales que dominan el sector semillero, como Bayer-Monsanto, Syngenta, Corteva y Basf. En 2020, seis empresas –incluyendo las nombradas– concentraron 78 por ciento del mercado global de semillas comerciales y un porcentaje aún mayor del mercado de agrotóxicos. La mayoría de los derechos de obtentor registrados en todo el mundo son a favor de empresas trasnacionales con sede en Estados Unidos o la Unión Europea.

La UPOV tiene actualmente 77 estados miembros y se rige por un convenio que ha tenido actualizaciones en 1978 y 1991. La última coincide con el agresivo proceso de las trasnacionales de agrotóxicos para engullir a las semilleras nacionales y lograr marcos cada vez más restrictivos que consoliden la propiedad intelectual de las empresas sobre las semillas, que castiguen a quien no cumpla y penalicen los intercambios no controlados por ellas, incluso para investigación.

Paralelamente a la UPOV, las empresas cabildearon normativas de propiedad intelectual sobre plantas y seres vivos en la Organización Mundial de Comercio y en los tratados de libre comercio regionales y bilaterales, todo lo cual se refuerza mutuamente. Por ejemplo, tratados como el T-MEC, el Transpacífico (ATP) y con la Unión Europea (TLCUE), exigen a México cambiar sus leyes de semillas para que cumplan con el acta 1991 de la UPOV. Esas cláusulas contra el campesinado, la soberanía alimentaria y en favor de las trasnacionales las retomó el diputado Eraclio Rodríguez de Morena, con una iniciativa de reforma de la Ley Federal de Variedades Vegetales, que está pendiente y ha sido rechazada por muchas organizaciones, entre ellas la Red en Defensa del Maíz (https://tinyurl.com/5ep9f3ut).

En muchos otros países hay iniciativas casi iguales, porque todas provienen del mismo centro de interés: las trasnacionales de semillas y agrotóxicos globales, que se basan en el marco de la UPOV.

Esas normativas nunca debieron existir, porque las semillas son la base de la alimentación de todas y todos, y como bien estableció La Via Campesina, son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Cualquier forma de privatizarlas es por tanto un robo, por ello no se trata de reformar sino de desmantelar la UPOV.

Para conocer con detalle el tema y sus implicaciones, recomiendo leer un excelente resumen de Grain y la Alianza Biodiversidad en América Latina, que también ofrece un breve video didáctico (https://tinyurl.com/c8pxy57k).

* Investigadora del Grupo ETCFuente: https://www.jornada.com.mx/2021/08/28/opinion/021a1eco?fbclid=IwAR1Utuw9TQC7lBI_DpKxDS8n9VshHKI_R0TMxn2u6Ca9CUI6m_NwBlidrgY#.YSqxO0jDnLU.facebook

En consecuencia, abajo y a la izquierda, urge generalizar la percepción (conocimiento y posicionamiento) sobre el acaparamiento de fundamentales e inmensos territorios que el capitalismo convierte en tierras para súper negocios de corto plazo y concreta a través de etnocidios y genocidios silenciosos, silenciados e invisibilizados. También urge generalizar la constatación que fue y es garantizado tanto por gobiernos progresistas como por neoliberales a través de militarizar esa ocupación económico territorial para expandir los extractivismos.

Este aniquilamiento capitalista de la vida y sus condiciones de existencia se agrava mediante la Unión internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) cuya meta principal es la privatización de las semillas y por lo tanto, la criminalización de quienes las intercambien o usen libremente.

Como Silvia Ribeiro señala: sus “normativas nunca debieron existir, porque las semillas son la base de la alimentación de todas y todos, y como bien estableció La Vía Campesina, son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Cualquier forma de privatizarlas es por tanto un robo, por ello no se trata de reformar sino de desmantelar la UPOV”.

Alternativas emancipatorias

Consideremos la opinión de Jaime Breilh quien es un referente latinoamericano en epidemiología crítica y en el ámbito de la salud colectiva. Docente e investigador, cuestiona las formas hegemónicas de ejercer la medicina y la ciencia. Denuncia “la dictadura del paper científico” y las décadas de domesticación del pensamiento académico. Lejos de los antivacunas, señala riesgos de las nuevas tecnologías que se utilizan contra el coronavirus y llama a “romper la idea de la vacuna como salvación única”. Propone que se apunte a las causas del Covid-19 y asegura que, para la pospandemia, es urgente frenar al extractivismo.

Entrevista a Jaime Breilh, docente e investigador ecuatoriano

 “En el corazón de la pandemia está el sistema agroalimentario”

30 de agosto de 2021

Por Leonardo Rossi /Agencia TierraViva

Jaime Breilh es un referente latinoamericano en epidemiología crítica y en el ámbito de la salud colectiva. Docente e investigador, cuestiona las formas hegemónicas de ejercer la medicina y la ciencia. Denuncia “la dictadura del paper científico” y las décadas de domesticación del pensamiento académico. Lejos de los antivacunas, señala riesgos de las nuevas tecnologías que se utilizan contra el coronavirus y llama a “romper la idea de la vacuna como salvación única”. Propone que se apunte a las causas del Covid-19 y asegura que, para la pospandemia, es urgente frenar al extractivismo.

El nombre Jaime Breilh es sinónimo de epidemiología crítica en América Latina. Referente del campo de la salud colectiva, este docente e investigador ecuatoriano es un incansable pedagogo de la reflexión aguda en torno a la práctica científica y crítico al ejercicio de la medicina hegemónica. Aunque cuenta con innumerables credenciales académicas y la reciente publicación de su libro Epidemiology and The People´s Health (Epidemiología y salud de los pueblos), por Oxford University Press, Breilh no se atrinchera en la supuesta superioridad de la voz científica, convoca a “salir de la dictadura del paper” y reconocer otras formas no hegemónicas de pensar la salud. En esa línea, llama a mirar las estructuras profundas del capitalismo para abordar de forma realista el actual mundo pandémico. “No ubicar a las vacunas como panacea”, denunciar la “infodemia del campo médico-hegemónico”, y desarmar “décadas de domesticación de las academias de medicina” son algunos de los puntos que señala como claves. Su voz es una apuesta para salir del cada vez más estrecho campo de discusión entre negacionistas, de un lado, y la monocultura de la farmo-industria, gran parte de los gobiernos y los medios masivos, del otro.

Una mirada estrecha, un abordaje reduccionista

—¿Cómo analiza el abordaje hegemónico que se está realizando en torno a la pandemia?

—Veo que pensar la pandemia desde la lógica de una causalidad nos tiene entrampados. Si me aproximo a esta problemática de forma reduccionista, la pandemia va a ser un virus, vacunas, medicamentos, prevención etiológica individual, contagio. Y eso es apenas el pico del iceberg, apenas una parte de los efectos observables de un proceso mucho más complejo. El primer gran vínculo que tenemos que establecer es entre la pandemia y el sistema agroalimentario del capitalismo en su versión 4.0. por sus impactos ecológicos, sanitarios y sociales. En el corazón de la pandemia está el sistema agroalimentario del capitalismo. Y hay que decir entonces que no hay agricultura a secas, ni sistema agroalimentario a secas sino que sobre esas categorías hay una disputa profunda de sentidos, de implicaciones y de prácticas que debemos discutir y poner en diálogo urgente con la salud.

Usted apunta a un tipo de forma de producción agrícola y de alimentación.

—Primero tenemos que empezar distinguiendo entre los modelos agrarios. Hay dos grandes paradigmas productivos, políticos y sociales alrededor de la agricultura. Por un lado, la agricultura de la vida, y del otro, la de las corporaciones, la del negocio. Y no son compatibles, son antagónicas. Porque hay una agricultura que se piensa para defender, proteger, alimentar al sujeto vivo social. Y hay otra que se piensa a partir de la codicia, y busca la forma de convertir todo en una commodities, desde el ser humano y la fuerza de trabajo, hasta el genoma, la tierra, el agua. Todo es parte de una estructura de acumulación de capital. Es el sistema agroalimentario de la muerte, porque tiene consecuencias profundas sobre la vida humana y no-humana, y lo vemos con los brotes virales que se suceden en los últimos años, y con la vulnerabilidad en la salud de las poblaciones. No podemos ya desconocer esto.

Mirar el todo, comprender la sindemia global

—En el campo crítico de la salud se habla de que atravesamos una sindemia (sinergia de varias problemáticas sanitarias con alcance epidémico). ¿Qué definición tiene usted sobre este concepto?

—Es verdad que estamos en una sindemia mucho antes de la expansión del Sars-CoV-2 (Covid-19). Es decir, nos encontramos ante una confluencia de varios procesos correlativos, sinérgicos, que se potencian, y el efecto es más que la mera suma de esos procesos. Mi visión desde la epidemiología crítica entiende que el problema no es sólo las enfermedades virales y no virales, las enfermedades crónicas, la salud mental. Esa es una parte de la salud, muy importante, claro, pero es mucho más que eso. Los procesos sindémicos van más allá y debemos pensar lo estructural. Ahí encontramos una confluencia de procesos políticos, económicos, sociales, ecológicos y culturales.

En el corazón de esto está el capitalismo, cuya capacidad de concentración y destrucción es inédita, con un crecimiento galopante de la desigualdad social a niveles explosivos. Este marco destruye el bien común, y produce una exclusión a escala masiva de todo lo necesario para el buen vivir humano y no humano.

—¿Qué otros procesos conforman esta sindemia?

—Otro punto central es la sistemática acumulación de condiciones de ‘pandemicidad’. Es una estructura globalizada de un sistema cada vez más acelerado para transformar las bases mínimas de desarrollo de los ecosistemas. Esa estructura es la que ha provocado las pandemias de los últimos años, y de las que vendrán. Es imposible seguir pensando en los virus como un sistema biológico con su lógica, sus procesos de adaptación y los ritmos que históricamente han tenido. Si tenemos hoy una agroindustria que está generando condiciones de masividad animal con uniformidad genética, que es la base para la combinación y mutación viral; un sistema de vacunación inconsulto y descoordinado que va a catapultar la diversificación de las cepas virales; y un sistema social donde la ciudad neoliberal y el campo neoliberal son propicios para la concentración de una alta carga viral y una alta carga de poblaciones vulnerables no podemos pensar los virus como algo que fluye naturalmente. Esto es lo estructural que hay que entender.

—Es decir que hay que explicitar la dimensión política en la propia propagación del virus.

—No se trata de un virus actuando de acuerdo a la lógica de un manual, porque hablar de eso sería hacer neo-darwinismo del más perverso. Pensar que el virus está caminando por su propia dinámica, a partir de su propia estructura genética, y que está buscando aceleradamente mutar solito como en un ensayo experimental, eso es falso. El virus está impulsado por un sistema de recomposición de la relación entre humanos y naturaleza tan brutal que tiene la mesa servida para su reproducción.

—¿Qué rol tiene la acelerada crisis climática en esta sindemia?

—Dentro de estas transformaciones drásticas, un cuarto punto de esta sindemia y que es central es el cambio climático. Pareciera ser que tal como estamos viendo con las inundaciones, los incendios, la pérdida de glaciares, la acidificación del mar y los ciclones del último tiempo, estamos frente a señales gravísimas de un trastorno ambiental integral que da sus últimos avisos al ingresar al punto de no retorno. Y esa dimensión no sólo que no puede quedar fuera a la hora de pensar la salud desde una perspectiva crítica e integral sino que debe hacer parte de los abordajes de la pandemia.

Información democrática es salud

—Usted ha criticado la información hegemónica sobre el abordaje sanitario. ¿Qué hay para apuntar sobre esto?

—Aquí tenemos el quinto punto de esta sindemia, que es la desinformación que existe sobre un tema como esta pandemia y que atañe a toda la población global. Y sobre esto tengo una mirada crítica de los discursos que han hegemonizado el abordaje sanitario. En su momento la OMS (Organización Mundial de la Salud) habló de infodemia en torno a las fakenews y la desinformación sobre la pandemia en redes sociales. Está bien, pero al final eso es ridículo al lado de la pandemia de información manipulada que ejerce el poder corporativo real en torno al virus. Los sistemas de salud del mundo están estructurados alrededor de un sistema mega infodémico. La ciencia del poder trabaja sobre todo esto con sofisticación de datos en torno al pico del iceberg que mencionamos antes. Es decir, hablan de los efectos del virus, de los contactos, presentan sistemas de multiplicación, tasa de letalidad diferencial. A lo más que se llega es a decir que en Estados Unidos la letalidad de los negros y latinos es más alta que la de los blancos.

Hay una desinformación dramática donde no está la información ni actualizada ni cubre lo necesario para un abordaje integral. Los aspectos estructurales que venimos hablando como parte del abordaje sanitario están totalmente fuera. Esta información que hegemoniza el discurso en torno a la pandemia no es democrática, y está totalmente manipulada en favor de los grandes intereses del negocio de la farmo-industria.

—¿Qué podría decir de ese status de ‘verdad única’ que ha adquirido la ciencia médica hegemónica en el contexto de la pandemia?

—Para entender eso primero hay que saber que arrastramos décadas de domesticación del pensamiento académico en salud. Una domesticación alrededor de la ciencia positivista, cartesiana, de mirar la realidad de forma fragmentada. La idea de sofisticación de la ciencia es poder manejar pedacitos de realidad que se llaman variables, con eso hacer sistemas complejos formales, y con eso predecir una probabilidad o describir un comportamiento empírico. Pero ahí, en ese pico del iceberg que podemos conocer en detalle, no está la esencia de lo que nos está pasando. Hay un control profundo sobre la operación de los centros hegemónicos de investigación, que muy de a poco empieza a resquebrajarse. El otro día en la legislatura de Texas, uno de los grandes cardiólogos de ese centro hegemónico de la ciencia dijo ‘estamos enloqueciendo’. Se preguntaba: «¿Cómo podemos invertir millones y millones sólo en una herramienta como la vacuna de la que ni siquiera está del todo demostrada su efectividad, y dejamos todo el resto de cuestiones básicas abandonadas?».

—¿Hay lugar para voces disidentes a esta mirada médico-hegemónica?

—En el mundo andino y en otros países muchas prácticas médicas que salen del modelo hegemónico, de la revisión por pares, han sido perseguidas. Lo que sale de la estructura hegemónica como prácticas sociales de médicos que trabajan con comunidades y saberes de las propias comunidades es satanizado. Estamos viviendo la dictadura del paper científico. Lo que vale para calificar tu voz como válida es cuántos papers escribiste en revistas de alto impacto. Uno no niega que en esas revistas hay cosas muy valiosas, y muchos hacemos un esfuerzo para escribir trabajos. Pero cuando caemos en confiar sólo en ese plano, debemos saber que las revistas de alto impacto no son neutrales. Y al final ¿qué lee el estudiante, el residente de medicina o el personal de salud? Lo que está en la revista científica de alto impacto. Pero el conocimiento no se reduce a eso ni mucho menos. La pandemia puso esto en evidencia. Tenemos infinidad de campos para estudiar de zonas ciegas de la ciencia que son fundamentales para hacer prevención profunda, real y consistente de la pandemia. Y eso no se toma en cuenta porque no entra en la lógica hegemónica.

—Como usted planteaba, no se puede separar este abordaje del comando capitalista.

—Hay que entender que la ciencia médica está controlada por una lógica comercial, muchas veces disfrazada de neutralidad científica. Ese tipo de irracionalidad gobierna en este mundo. Es lo mismo que pasa con las vacunas, que en su gran porcentaje se desarrollaron en un coeficiente de 9 a 1, de 7 a 3 o de 6 a 4 entre fondos públicos y privados. Pero no tenemos código abierto para saber cómo están hechas, y para en todo caso ver de elaborarlas en otros lados de forma pública. Eso es una locura. Asimismo este mismo sistema de salud está estructurado en gran parte del mundo para provocar una alta mortalidad del personal sanitario de primera línea, y la pandemia dejó eso también en evidencia. Entonces no se puede dejar de señalar, revisar y cambiar estos aspectos que denotan una forma de entender la salud como negocio antes que para cuidar la vida.

Más allá de negacionistas y “dogmas científicos”, otras voces

—Un punto crítico en esta clausura del debate científico es la vacunación. ¿Qué mirada puede aportar frente a este tema cuando el debate se simplifica a vacunas o antivacunas ante un tema tan delicado como el cuidado de la trama de la vida?

—Primero que nada hay que romper la panacea de la vacuna como la gran vía, la salvación única, hasta por el hecho de que la tan mencionada inmunidad de rebaño es una entelequia. ¿Qué es lo clásico de la inmunidad de rebaño? Si tengo una epidemia de sarampión, tengo una cierta cobertura de vacunación, un número de contactos controlado. Eso genera un paro o disminución hasta la desaparición del sistema de contagio. Hoy hay varias discusiones sobre esta posibilidad en torno a este virus específico. Estudios ya marcan su preocupación porque el personal de primera línea en hospitales ha sido contagiado por vacunados. Hay evidencia acumulándose respecto a esto, al menos de vacunados con Pzifer en Estados Unidos. Los propios vacunados están siendo elemento de contagio. El sistema clásico de que vacuno a la población y listo, no está claro que sea lo que funciona ahora.

—Se habla asimismo genéricamente de vacunas cuando en realidad hay tecnologías clásicas, otras novedosas basadas en modificación genética, y las de ARN-Mensajero. ¿Qué nos puede decir sobre este punto?

—Hay que precisar que una vacuna, propiamente llamada así, es un virus inactivado o un virus atenuado y punto. En el caso de las vacunas clásicas no ha pasado nada con tu genética, no hay introducción de un código de producción de proteínas anómalo, artificial en tu cuerpo ni estamos introduciendo o inoculando las instrucciones. Tenemos que investigar qué va a pasar de acá a diez, quince, veinte años con estas tecnologías que yo no le llamo vacunas sino medicamentos de generación de inmunidad a base de un mecanismo de inducción genética de ARN-M. Hoy no lo sabemos. Y quien diga que sí lo sabe no está dando un dato científico.

—Este tipo de advertencia, que es propia del principio de precaución científico, es cancelado como “antivacuna”.

—Cualquier investigación o alerta en torno a esto es cuestionado desde los centros que controlan estas decisiones. Están teniendo que aprovechar la aceleración de la venta de vacunas y nada lo puede cuestionar. Todo eso no se está debatiendo, porque los medios nos tienen embobados con los últimos acontecimientos de la vacuna tal o cual. Cuando nos detenemos y pensamos que no estamos pudiendo debatir esto, pareciera realmente que el mundo enloqueció, mientras los jinetes del apocalipsis de la codicia están desatados. Esa es la lógica del mundo en la pandemia, y es lo que las academias debieran estar cuestionando.

—¿Y qué sucede como práctica hegemónica en las academias hoy día?

—La mayoría dentro de las universidades ni se enteran de estos trasfondos, de las zonas de incertidumbre respecto a algunas tecnologías, ni cuestionan todo esto. Sólo están desesperados por obtener una vacuna. Y uno no cuestiona eso en medio del miedo personal a padecer un caso grave, pero al mismo tiempo no debieran dejar de discutir todas estas estructuras de poder que afectan al campo científico. Desde las ciencias de la salud hay que ver qué áreas de incertidumbre hay en torno a una transgénesis que pudiera ser peligrosa a futuro. Entonces hay que ser cautelosos con la información. Por ejemplo hay que pensar bien qué hacer con los jóvenes y niños que mayormente no han transitado casos graves. En todo caso habría que hacer algo secuenciado, altamente monitoreado, en grupos de observación para poder tomar decisiones certeras y muy específicas.

Agroecología para la pospandemia

—¿Qué políticas urgentes necesita este tiempo?

—Tiene que haber una propuesta integral para salir de la pandemia, donde veo que una herramienta muy importante es la agroecología. La lucha por la agroecología y por sistemas alimentarios de la vida, que sustituyan el extractivismo agroindustrial, es una vía de salida. Tenemos que construir políticas de fomento a la producción ecológica, al empleo rural de calidad, bonificar a quienes cuidan el ambiente, no usan agroquímicos, que no destruyen ecosistemas, que protegen el agua. Esas son políticas anti-pandémicas.

—La agricultura ecológica como un eje clave.

—Yo hablo de promover las cuatro “S” de la vida: Sustentabilidad, Soberanía, Solidaridad y (bio)Seguridad integral. Para salir de los ciclos pandémicos tenemos que crear sociedades sustentables donde sin dudas la agricultura juega un rol fundamental por sus implicancias en torno al uso de agua, de la tierra, de la biodiversidad y de las relaciones sociales. Este proceso debe ser soberano, no puede seguir dependiendo de las lógicas que nos imponen las grandes corporaciones. Para lograr esto debemos cultivar la solidaridad a todo nivel como un aspecto político fundamental para dejar atrás esta sociedad patriarcal, racista y clasista. Y finalmente la seguridad última que no podemos omitir como proyecto es la de la vida, y eso depende de políticas muy concretas. Para la pospandemia necesitamos un freno urgente al extractivismo, prohibir el uso masivo de agrotóxicos, prohibir los transgénicos, las formas de producción masiva de animales y su alta carga viral. Esos son ejemplos concretos de políticas que dan seguridad a la vida, y una verdadera vía de organización antipandémica.

Leonardo Rossi es miembro del Colectivo Ecología Política del Sur -IRES/Conicet

https://agenciatierraviva.com.ar/en-el-corazon-de-la-pandemia-esta-el-sistema-agroalimentario/
Fuente: https://rebelion.org/en-el-corazon-de-la-pandemia-esta-el-sistema-agroalimentario/

Tengamos en cuenta que sin agua no hay vida y el modo capitalista de producción no sólo la agota sino también la envenena. Desde hace un año generó el bajísimo caudal del Río Paraná que abastece a varios países y a sus poblaciones más densas.

¿Tiene valor el agua?
Apuntes para discutir el uso del Río Paraná

septiembre 20, 2021

El agua cotiza en la Bolsa de Nueva York, se profundizan las sequías en América del Sur y el debate sobre quién controla la Hidrovía Paraná-Paraguay, principal vía de exportación de Argentina. Y la pregunta: ¿un bien común o un producto de compra-venta? Son algunas de las reflexiones que ayudan a mirar el fondo: el extractivismo y la necesidad de otro modelo.

Por Julio Gambina

El interrogante que encabeza esta reflexión es una pregunta habitual que hace décadas incluyo en mis cursos sobre Economía Política, lo que genera un gran debate. La misma pregunta remite a la tierra. ¿Tiene valor la tierra?

Claro, profundizando en la teoría del valor explicamos que para tener “valor” se requiere que una mercancía tenga utilidad (valor de uso), esté destinada al mercado (valor de cambio) y sea producto del trabajo humano. Se trata de una síntesis de discusiones sostenidas por décadas, desde antes de la Escuela Clásica en la disciplina científica, que aún mantiene vigencia.

Tanto la tierra como el agua tienen valor de uso y no son producto del trabajo humano, salvo cuando están procesadas o envasadas, por lo que no tienen valor. Sin embargo, la tierra natural tiene precio, no valor, porque es susceptible de ser apropiada. No ocurre igual con el agua, aun cuando existen quienes pretenden apropiarse, en sus territorios privados, de los cursos naturales de agua.

Por eso cuando hablamos de agua o de tierra aludimos a “bienes comunes”, que no deberían ser susceptibles de apropiación privada.

Bienes comunes y capitalismo: el debate sobre la Hidrovía

Los bienes comunes trascienden a la generación actual, por lo que deben resguardarse para el futuro de la humanidad, amenazada hoy por un modelo productivo de saqueo y destrucción de la vida natural y social. Ahí está la explicación de la contaminación, producto del accionar productivo del ser humano.

El tema ambiental o ecológico es evidente y por eso se habla de “cambio climático” y se emiten argumentos en cónclaves de todo tipo para intentar contener los desastrosos efectos de la producción ejercida por la iniciativa del capital sobre la naturaleza. Todos esos argumentos eluden el tema principal que supone afectar el modo de producción capitalista.

Resulta de interés el debate teórico que proponemos a propósito del análisis sobre la llamada Hidrovía Paraná-Paraguay, que arrastra ya una larga historia. Incluso desde los tiempos en que se definió la inserción subordinada de los territorios y poblaciones del sur de América en la dinámica del capitalismo mundial (europeo).

Con la conquista y colonización se le daba forma universal a la producción y circulación “capitalista” de bienes y servicios. Carlos Marx describió ese proceso de manera brillante en El Capital, apuntando que la modernidad europea brilla por la apropiación de los bienes comunes de la región latinoamericana y caribeña con base en la explotación y saqueo.

Sin ese proceso, además sustentado en la violencia física y cultural, no puede explicarse la constitución y consolidación del orden capitalista como sistema mundial. La discusión es el uso del curso de agua, caso del río Paraná, u otros, con qué destino o propósito, a favor de quiénes y con qué fines.

La “Hidrovía” como empresa supone puertos privados y privatización del transporte ferroviario, naval, aéreo o carretero, organizado al servicio de la lógica de la ganancia y la acumulación, apropiada por un núcleo reducido de capitales transnacionales, más allá de algunos de origen local enganchado en esa lógica productiva, muchas veces de manera delictiva, caso Vicentin.

Vivimos en una sociedad global “monetario-mercantil”, por lo que la “ley del valor”, explica por qué “bienes y servicios” de distinta calidad son comparables, intercambiables, mediante los precios, que son expresión monetaria del valor.

El río, los ríos, los bienes comunes se subordinan a una lógica de las relaciones de intercambio al servicio de la ganancia y la acumulación.

La relación de intercambio (comercial) opera mediante la intermediación del dinero (monedas, billetes, en sus diversas manifestaciones a través del tiempo, incluso electrónica en el presente).

Insistamos en que ni el agua, ni la tierra son producidos por el trabajo humano, salvo el agua o la tierra procesada, la que se vende en botellas o bolsas, por ejemplo. Estas formas de oferta en el mercado sí son producto del trabajo humano, pero no las aguas y las tierras naturales. Sin embargo, no teniendo “valor”, tienen precio a partir de la apropiación privada.

Es larga la historia de la apropiación de tierras y territorios, a las que remito con invasiones en todo el planeta. Con el agua es más difícil la apropiación privada, pero son conocidos casos de cursos de agua apropiados ilegítimamente al transitar (naturalmente) por propiedad privada territorial, lo que genera conflictos históricos.

Apropiación privada y derecho a los bienes comunes

La propiedad privada, categoría jurídica histórica -es decir, que no siempre existió- pretende expandir su jurisdicción sobre todo lo que sea posible. Hace medio siglo que se generalizaron las políticas de privatización del capital público, a su vez, una forma específica del desarrollo, estimulado por la lógica productiva hasta la crisis de la década del 70. Luego vendrían las privatizaciones.

En ese marco no sorprende que los “derechos de uso” del agua hayan desembarcado recientemente en el mercado de capitales estadounidense, o que la utilización de cursos de aguas se oriente con fines de acumulación de ganancia, caso del río Paraná, ahora en debate a propósito de la concesión para la gestión del transporte de la producción del modelo del agro-negocio.

Los pueblos en su desarrollo histórico se asentaron a la vera de los cursos de agua, facilitando la reproducción social individual y colectivamente, lo que estimuló la regulación de los usos del agua, tanto para el consumo individual como para la producción social.

Existe una cantidad importante de personas (agricultores, pescadores, etc.) que asocian su subsistencia al río Paraná, hoy afectado por una bajante que no debe disociarse de los problemas ambientales generados por el modelo productivo y de desarrollo, dominado por corporaciones transnacionales y su objetivo específico por las ganancias y la acumulación.

Los pobladores a la vera de los cursos del agua demandan el derecho al agua, como derecho a la vida por encima del uso capitalista del curso de agua.

El avance actual de las relaciones económicas se asienta en la expansión de la propiedad privada de los medios de producción. En sentido histórico de las formas productivas, debemos remitirnos a formas previas, comunitarias o de articulación individual-familiar sobre medios naturales ocupados y trabajados comunitariamente.

No siempre hubo propiedad privada de los medios de producción y por ende podría no haberla a futuro. Tanto el capital público como el privado son formas histórico transitorias de organizar el proceso de producción y circulación.

Por eso, la discusión actual no trata solo de cómo gestionar la vía navegable o quién cobra el peaje del uso de la “autopista” por donde transitan el 80 por ciento de las exportaciones e importaciones de la Argentina.

El debate se extiende al conjunto del modelo productivo, que incluye el agronegocio de inserción subordinado a la dominación de las grandes transnacionales de la alimentación y la biotecnología, la industria de ensamble para el mercado mundial y una dependencia de la especulación fuertemente asociado al endeudamiento, gran condicionante de la política económica.

Todos estos mecanismos derivados de la “propiedad privada de los medios de producción” inducen que el excedente económico de la producción local migre al exterior, lo que se llama “fuga de capitales”, sea por cancelaciones parciales y reiteradas de deudas impagables de eterna negociación; como parte de las habituales remesas de utilidades al exterior y/o directamente para favorecer constitución de activos en el exterior.

Al no renovarse la concesión privada sobre el uso del río Paraná, habilita a discutir el conjunto del problema, con el eje en la defensa de los bienes comunes, el derecho a ellos o -si se quiere- el derecho a la vida.

*Publicado originariamente en el sitio del autor.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/tiene-valor-el-agua-apuntes-para-discutir-el-uso-del-rio-parana/#:~:text=Tanto%20la%20tierra%20como%20el,lo%20que%20no%20tienen%20valor.

Atendamos a Julio Gambina explicando: «No siempre hubo propiedad privada de los medios de producción y por ende podría no haberla a futuro. Tanto el capital público como el privado son formas histórico transitorias de organizar el proceso de producción y circulación.

Por eso, la discusión actual no trata solo de cómo gestionar la vía navegable o quién cobra el peaje del uso de la “autopista” por donde transitan el 80 por ciento de las exportaciones e importaciones de la Argentina.

El debate se extiende al conjunto del modelo productivo, que incluye el agronegocio de inserción subordinado a la dominación de las grandes transnacionales de la alimentación y la biotecnología, la industria de ensamble para el mercado mundial y una dependencia de la especulación fuertemente asociado al endeudamiento, gran condicionante de la política económica.

Todos estos mecanismos derivados de la “propiedad privada de los medios de producción” inducen que el excedente económico de la producción local migre al exterior, lo que se llama “fuga de capitales”, sea por cancelaciones parciales y reiteradas de deudas impagables de eterna negociación; como parte de las habituales remesas de utilidades al exterior y/o directamente para favorecer constitución de activos en el exterior».

Si no frenamos al capitalismo su afán ilimitado de acumular riquezas y poder va arruinar por completo la vida y las condiciones de su existencia planetaria. Sepamos que el 2% del agua planetaria es dulce y sin embargo el capitalismo sigue envenenándola y destruyendo su vida.

La Cuenca del Plata en alerta por
«feed lot» de peces exóticos

22 septiembre 2021

Por Era Verde  

Investigadores argentinos y brasileros llevan adelante estudios en conjunto en los que analizan los efectos ecológicos de la introducción de peces no nativos en los cuerpos de agua dulce. Los científicos señalaron que el incremento de la acuicultura en embalses de Brasil amenaza seriamente la biodiversidad del río Paraná.

El espécimen bajo la lupa es la tilapia del Nilo, un pez de origen africano que se cría en los lagos de represas en grandes jaulas. El escape de algunos individuos de los habitáculos de encierro para el engorde “puede tener muchas consecuencias de impacto negativo”, advirtió a ERA Verde el científico de Conicet Santa Fe, Luis Espinola.

Desde el Instituto Nacional de Limnología (Inali) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) Santa Fe se señaló el riesgo que constituyen la presencia de especies foráneas en los embalses en Brasil. Luis Espínola, investigador del Inali Conicet, participa junto con pares brasileños de trabajos donde analizan el efecto del incremento exponencial de la acuicultura en los lagos de las represas brasileras.  En este sentido, se apuntó que son varios los estudios que dan cuenta de políticas del actual gobierno de Jair Bolsonaro que amenazan la riqueza ictícola del río Paraná, a raíz del fomento de los negocios a grandes corporaciones.

Espínola precisó a ERA Verde que estos temores radican en un decreto del gobierno federal brasileño, el Nº 10.576/20 que habilita el cultivo de especies de peces no nativos en los principales embalses brasileños sin ningún tipo de control por parte de las instituciones competentes. Es así que este incremento exponencial de la acuicultura en embalses “constituye en el principal vector de introducción y propagación de peces no nativos”, lo que acarrearía consecuencias negativas sin los cuidados ni los contralores correspondientes. El temor se funda en que es muy factible que se produzcan escapes de los tanques redes usados para la cría artificial. Se trata de enormes jaulas de acero que se ubican en los lagos que forman las represas. La especie utilizada para estos “feed lot” es la tilapia del Nilo (Oreochromis niloticus), “un pez de origen africano, que puede tener muchas consecuencias de impacto negativo, porque pueden comer las larvas y huevos de los peces nativos. Además como su dieta es también herbívora, puede tener impacto en las especies vegetales”, describió Espínola. Además, “cuando se cultiva en exceso, se genera un volumen de materia orgánica que produce floraciones algales tóxicas”, similares a las que popularmente se conoce como verdín.

Amenaza a países vecinos 

Espínola apunta que la práctica de la acuicultura en cuerpos acuáticos es citada como el principal vector de introducción y propagador de peces no nativos. Esta situación, sin duda alguna, afectará ecológicamente a los cuerpos de agua dulce que se hallan en territorio argentino, al igual que a los de los demás países vecinos. “Hay que tener en cuenta que el efecto que produce una especie que se torna invasora sobre el medio ambiente y sobre la fauna acuática va a depender de las características ecológicas del ambiente y de la propia especie. Esto significa que las consecuencias se empiezan a visualizar a mediano y/o largo plazo, cuando generalmente la especie no nativa ya se torna imposible de erradicar del ambiente”, se observó.

El especialista reitera que “la acuicultura de especies no nativas y sin medidas de control representa uno de los principales vectores de introducción de especies, por lo que debe haber acciones en conjunto orientadas a evitar diversos problemas ecológicos a toda la región”. Es así que de mantenerse las actuales decisiones del gobierno de Brasil, generarán daños ecológicos irremediables que impactarán en la biodiversidad acuática del conjunto de países que integran la Cuenca del Plata. En este escenario, habrá de tenerse en cuenta que Argentina se vería directamente afectada dado que muchos de los grandes embalses se encuentran en los ríos Paraná e Iguazú, pocos kilómetros aguas arriba de la frontera. Por este motivo, “una posible invasión de especies causaría impactos globales sobre la fauna piscícola nativa del tramo argentino, tales como homogeneización biótica, reestructuración de la comunidad nativa, depredación, extinción y propagación de enfermedades y parásitos”.

De acuerdo con el investigador, hay que prestar atención e invertir recursos para abordar todo el trabajo que se debe hacer. “Es necesario trabajar de forma holística, a escala de paisaje o con un enfoque ecosistémico de la cuenca. El control para evitar la llegada de especies no nativas debe ser responsabilidad de ambos países, ya que hay muchos actores que dependen de la pesca nativa y la llegada de una especie invasora podría ser un riesgo social, económico y ecológico de largo plazo. Los efectos no se detectan de inmediato. Todo esto impone difundir la problemática y encarar más estudios ecológicos con el fin de establecer planes de manejo destinados a detectar y erradicar la introducción de especies no nativas y así poder reducir los potenciales establecimientos y dispersiones de estas especies en nuestros cuerpos de agua”, señala Espínola.

Aportes

Estudios ya publicados sobre la problemática han sido aportados por la investigadora brasileña Patricia Charvet y otros colaboradores de la Universidade Federal do Paraná (Brasil). En una publicación en la revista Science en enero pasado, señala que el cultivo de especies no nativas, principalmente la tilapia del Nilo, acarreará importantes consecuencias sociales, económicas y ecológicas, máxime, si esta práctica se potencia sin la fiscalización de los órganos estatales pertinentes.

En la misma línea, en la revista Annals of the Brazilian Academy of Sciences se publicó recientemente otro documento de la participa Luis Espínola. En el escrito encabezado por Rosa María Dias, investigadora brasileña de la Universidade Estadual de Maringá, se asegura que el avance de estas políticas también favorecerá otras actividades económicas con fuertes implicancias ecológicas para los ecosistemas acuáticos, tales como la minería, la energía hidroeléctrica y la agricultura. También advierte este trabajo que al quitarle los atributos de control al Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAM) se afectará la ecología acuática de Brasil y de los países vecinos.

Diversos artículos científicos realizados por especialistas brasileños –además de denuncias de organizaciones sociales y ambientales-, advierten que el desarrollo de negocios empresariales en detrimento de la naturaleza y los pueblos originarios se ha incrementado durante el gobierno de Jair Bolsonaro, jaqueando la existencia misma de la principal agencia ambiental de Brasil y, consecuentemente, la biodiversidad del propio país. De hecho, un reciente decreto federal brasileño (10.576/2020) habilita el cultivo de especies de peces no nativos en los principales embalses sin ningún tipo de control por parte de las instituciones competentes.

Era Verde

Fuente: https://www.biodiversidadla.org/Noticias/La-Cuenca-del-Plata-en-alerta-por-feed-lot-de-peces-exoticos

En consecuencia, hoy es imprescindible la voluntad política que sea creación de los pueblos. Vandana Shiva nos señala hacia dónde dirigirla:

«Tenemos que aprender de una vez por todas que somos miembros de la familia planetaria y que la verdadera economía es la economía de los cuidados: el cuidado del planeta y el cuidado mutuo.

Tenemos que reducir de manera consciente nuestra huella ecológica para dejar recursos y espacio disponibles para otras especies, para el resto de seres humanos y para las generaciones futuras. La emergencia sanitaria y el confinamiento ha demostrado que cuando hay voluntad política, se puede revertir el proceso de globalización. Hagamos que esta reversión sea permanente y volvamos a la producción local y de cercanía en línea con los principios del swadeshi (autosuficiencia) que promulgaba Gandhi, es decir, el restablecimiento de la economía doméstica».

Vandana Shiva nos aparta de condenar al sistema mundo capitalista cuyo criminal objetivo, cada vez más exclusivo y excluyente, es el crecimiento incesante del lucro oligopólico. Nos dice:

Los pronósticos de los científicos establecen que si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar. Nuestra extinción será una más de las 200 que se producen a diario. Nos vamos a convertir en una especie en peligro de extinción por la avaricia, arrogancia e irresponsabilidad humanas.

Si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar.

Renán Vega Cantor -al enfocar el antropoceno como capitaloceno- nos plantea con mayor precisión que debemos emanciparnos, los pueblos y sus diversidades, del sistema mundo capitalista y sus locales para garantizar la vida humana y la no humana en el planeta.

Recordemos: https://www.confraternizarhoy.com.ar/Enfoquemos.htm