Octubre-2024

Qué Sistema

Conciliación de clases/ Concentración y centralización capitalista/
Alternativas emancipatorias

Conciliación de clases

(…) Al caracterizar a la ciencia como campo, Bourdieu enfrenta a dos concepciones corrientes acerca de la actividad científica. Por un lado, están quienes consideran que la ciencia progresa a través de un progreso lineal, acumulativo y pacífico. Frente a ellos, 

“Decir que el campo es un lugar de luchas (…) es sólo romper con la imagen pacífica de la «comunidad científica» como la ha descrito la hagiografía científica – y a menudo después de ella la sociología de la ciencia -, es decir, con la idea de una suerte de «reino de los fines» que no conocería otras leyes que las de la competencia pura y perfecta de las ideas, infaliblemente diferenciadas por la fuerza intrínseca de la idea verdadera.” (p. 13).

Por otro lado, se encuentran quienes conciben a la ciencia como un espacio donde domina la imparcialidad y la neutralidad. Mediante la noción de campo, Bourdieu presenta una visión diferente:

“[Decir que el campo es un lugar de luchas] Es también recordar que el funcionamiento mismo del campo científico produce y supone una forma específica de intereses (las prácticas científicas no aparecen como «desinteresadas» más que por referencia a intereses diferentes producidos y exigidos por otros campos.” (…). Leer

Concentración y centralización capitalista

El costo económico de matar

7 de octubre de 2024

Por Alejandro Marcó del Pont 

El tábano economista

Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual (Martin Luther King)

(…) El nivel de actividad y las expectativas económicas han caído, el empleo, al igual que los salarios, se ha mantenido a la baja. Se han impuesto controles estrictos al movimiento de trabajadores, sobre todo el sector de la construcción, que depende principalmente de mano de obra extranjera, en su mayoría palestina. Tras el ataque a Gaza, el Gobierno israelí suspendió las licencias de trabajo de palestinos, renunciando a 160.000 trabajadores. Para hacer frente a esa escasez, Israel ha llevado a cabo campañas de contratación en la India y Sri Lanka con resultados dispares. Pero los mercados laborales siguen estando desabastecidos, en particular en los sectores de la construcción y la agricultura.

El estado de Haryana, donde se encuentra Nueva Delhi, en la India, anunció la apertura de 10.000 puestos para trabajadores de la construcción en Israel, incluidos 3.000 para carpinteros y herreros, 2.000 para instaladores de baldosas y 2.000 para yeseros. En el anuncio se decía que el salario para esos puestos sería de aproximadamente 1.625 dólares al mes, en un estado donde el ingreso per cápita es de unos 300 dólares al mes. En enero, Uttar Pradesh, el estado más poblado de la India, también publicó un anuncio similar para contratar a otros 10.000 trabajadores. Según los informes, la campaña de contratación comenzó en la capital del estado, Lucknow, el martes y atrajo a cientos de solicitantes.

Pero el plan de la India de enviar trabajadores a un país efectivamente involucrado en un genocidio de palestinos ha sido criticado por grupos laborales y la oposición. En noviembre del 2023, diez de los sindicatos más importantes de la India emitieron una declaración enérgica instando al Gobierno a no enviar trabajadores indios a Israel en medio de la guerra en curso en Gaza.

Nada podría ser más inmoral y desastroso para la India que la supuesta ‘exportación’ de trabajadores a Israel. El hecho de que la India esté siquiera considerando la posibilidad de “exportar” trabajadores demuestra la forma en que ha deshumanizado y mercantilizado a los trabajadores indios”. La Federación de Trabajadores de la Construcción de la India, otro sindicato importante, también se opuso a “cualquier intento de enviar a los pobres trabajadores de la construcción de nuestro país a Israel para superar su escasez de trabajadores y apoyar de cualquier manera sus ataques genocidas contra Palestina”.

Aun y con estos trabajadores, CofaceBdi -especializada en la recopilación y procesamiento de datos- afirma que 46.000 empresas han cerrado desde el 7 de octubre en medio de la guerra en curso; los sectores de la construcción, la agricultura y los servicios son los más afectados. Las empresas israelíes tendrán que lidiar con las consecuencias de la guerra que ya lleva meses, y tendrán que esperar que en 2024 cierren hasta 60.000 empresas. En comparación, el récord de 76.000 empresas que cerraron durante la pandemia de coronavirus en 2020.

El directos de CofaceBdi, en The Times of Israel, entiende que “las empresas se enfrentan a una realidad muy compleja: el miedo a una escalada de la guerra, sumado a la incertidumbre sobre cuándo terminarán los combates, junto con desafíos constantes como la escasez de personal, la baja demanda, las crecientes necesidades de financiación, el aumento de los costes de adquisición y los problemas logísticos y, más recientemente, la prohibición de las exportaciones por parte de Turquía, hacen que a las empresas israelíes les resulte cada vez más difícil sobrevivir a este período

La guerra también obligó a casi 500.000 israelíes y más de 17.000 trabajadores extranjeros a abandonar el país, según datos de la Autoridad de Población e Inmigración de Israel. Además, alrededor de 764.000 israelíes, o casi una quinta parte de la fuerza laboral de Israel, están actualmente desempleados debido a evacuaciones, cierres de escuelas o llamados a filas de reserva del ejército para la guerra.

La guerra de Gaza le ha costado a la economía israelí más de 67.300 millones de dólares, según el Banco de Israel. La guerra ya le ha cargado a la economía israelí más de 67.300 millones de dólares, y las necesidades de defensa requieren un aumento anual de al menos 5.500 millones de dólares. “El déficit es mucho mayor, tenemos evacuados, heridos y muchas necesidades económicas que ni siquiera se contabilizan en el coste de la guerra”.

Aproximadamente el 50% de los costos previstos de la guerra (unos 32.000 millones de dólares) se destinarán a diversas necesidades de defensa hasta 2025. Otros 10.000 millones se destinarán a gastos civiles, que incluyen la financiación del alojamiento de decenas de miles de israelíes que se vieron obligados a abandonar sus hogares en el sur y el norte de Israel en medio de la guerra. Además, el Banco de Israel estima que se perderán unos 9.000 millones de dólares en ingresos fiscales y 6.000 millones de dólares para cubrir los daños directos de la guerra.

Las diferentes tácticas en la guerra son importantes. Israel quiere una guerra inmediata, sobre todo con Irán con la participación de EE.UU., el eje de la resistencia (Palestina, Líbano, Yemen, Irán) apuesta por una guerra de desgaste que, para Israel, una guerra larga tendría costos elevados y mayores déficits. Además de socavar el perfil de la deuda de Israel, los combates prolongados generarían “otros costos”, como escasez de mano de obra y daños a la infraestructura, así como la posibilidad de sanciones internacionales contra el estado hebreo. Israel actualmente ignora el hecho de que la economía puede provocar mayores daños sociales que la propia guerra.

Al comienzo de la guerra se convocó a unos 360.000 reservistas, aunque muchos de ellos han regresado a sus hogares. Más de 120.000 israelíes se han visto obligados abandonar sus hogares en las zonas fronterizas. Hacer una guerra es un asunto costoso para cualquier Estado, y recaudar los fondos necesarios para librarla puede estar plagado de controversias políticas derivadas de divergencias fiscales.

El 37 Gobierno de Israel rara vez ha disfrutado de mucha armonía desde que asumió el poder. Tres meses después de iniciar la guerra en Gaza, estaba claro que los fondos asignados a los esfuerzos bélicos no eran suficientes, a pesar de una inyección de emergencia en diciembre de casi 8.000 millones de dólares, financiada principalmente mediante un mayor endeudamiento. En enero el gabinete de Netanyahu aprobó un aumento del presupuesto para 2024, que asigna 15 mil millones de dólares para la guerra. El presupuesto aprobado en mayo del 2023 para 2023-2024 de 270 mil millones resultó limitado.

Una lectura preocupante para un país como Israel que, debido a los apuros financieros que suelen acompañar a una guerra, registró un déficit presupuestario del 4,2% de su producto interno bruto en 2023, en comparación con un superávit del 0,6% del año anterior. Como resultado de este nuevo presupuesto, el déficit para 2024 se ha ampliado al 6,6% del PIB.

El nuevo presupuesto para 2024 se logró recortando la financiación de los departamentos gubernamentales en un promedio del 3% y aumentando el gasto en 20 mil millones de dólares. Los aumentos el presupuesto se basan en seguridad interna, pero más importante aún, del presupuesto de defensa. De los 20 mil millones, 15 mil se destinarán a la compra de material militar y a los 360.000 reservistas del ejército israelí. También se incluyen fondos para apoyar a los más de 100.000 israelíes evacuados de las comunidades limítrofes con Gaza y el vecino Líbano.

Es probable que los fondos no se agoten en el corto plazo. Cualesquiera que sean las presiones sobre las finanzas de Israel como resultado de su guerra en Gaza y sus incursiones en Cisjordania, ahora hay que agregarle Irán, el Estado israelí ya no puede contar con el apoyo militar y financiero inquebrantable de los Estados Unidos, sino debe obtenerlo.

En noviembre, la Cámara de Representantes de Estados Unidos dio luz verde a una ley para proporcionar 14.500 millones de dólares de ayuda militar a Israel que van directamente a las empresas americanas, y los 3.800 millones que recibe el país cada año. El nuevo presupuesto de Israel también se enfrenta al escrutinio legislativo.

Las guerras pueden generar unidad o desmembramiento, en este caso las finanzas israelíes pasaran por un sobresalto. ¿Durante cuánto tiempo? Eso depende, si la guerra es de desgaste o veloz.

Fuente: https://rebelion.org/el-costo-economico-de-matar/

Alternativas emancipatorias

Los bienes comunes contra y más allá del capitalismo

George Caffentzis y Silvia Federici

(…) Historia, capitalismo y bienes comunes

Partimos de una perspectiva histórica, teniendo presente que la historia en sí misma es un elemento común, aun cuando revele las formas en que hemos sido divididos, si se narra a través de una multiplicidad de voces. La historia es nuestra memoria colectiva, nuestro cuerpo extendido que nos conecta con un vasto mundo de luchas que dan sentido y poder a nuestra práctica política.

La historia nos muestra que el «bien común» es el principio según el cual los seres humanos han organizado su existencia durante miles de años. Como nos recuerda Peter Linebaugh, casi no hay sociedad que no tenga los bienes comunes en su núcleo (Linebaugh, 2012). Incluso hoy en día, los sistemas de propiedad comunal existen en muchas partes del mundo, especialmente en África y entre los pueblos indígenas de América Latina. Por lo tanto, cuando hablamos del principio de «lo común», o de los comunes, como formas imaginarias o existentes de riqueza que compartimos, no solo hablamos de experimentos a pequeña escala. Hablamos de formaciones sociales a gran escala que en el pasado eran continentales, como las redes de sociedades comunales que existían en la América precolonial, que se extendían desde el actual Chile hasta Nicaragua y Texas, conectadas por una amplia gama de intercambios económicos y culturales. En Inglaterra, la tierra comunal siguió siendo un factor económico importante hasta principios del siglo XX. Linebaugh estima que en 1688, una cuarta parte de la superficie total de Inglaterra y Gales era tierra comunal (Linebaugh, 2008 ). Después de más de dos siglos de cercamientos que implicaron la privatización de millones de acres, según la undécima edición de la  Enciclopedia Británica , la cantidad de tierra comunal restante en 1911 era de 1.500.000 a 2.000.000 de acres, aproximadamente el 5 por ciento del territorio inglés. A fines del siglo XX, la tierra comunal todavía representaba el 3 por ciento del total del territorio ((Naturenet, 2012).

Estas consideraciones son importantes para disipar la suposición de que una sociedad basada en los bienes comunes es una utopía o que los bienes comunes deben ser proyectos de pequeña escala, incapaces de proporcionar la base de un nuevo modo de producción. Los bienes comunes no sólo han existido durante miles de años, sino que elementos de una sociedad basada en la comunidad todavía están a nuestro alrededor, aunque están bajo ataque constante, ya que el desarrollo capitalista requiere la destrucción de las propiedades y relaciones comunales. Con referencia a los «cercamientos» de los siglos XVI y XVII que expulsaron al campesinado de la tierra en Europa -el acto del nacimiento de la sociedad capitalista moderna-, Marx habló de acumulación «primitiva» u «originaria». Pero hemos aprendido que no se trata de un asunto puntual, limitado espacial y temporalmente, sino de un proceso que continúa hasta el presente. Midnight Notes Collective, 1990). La «acumulación primitiva» es la estrategia a la que siempre recurre la clase capitalista en tiempos de crisis cuando necesita reafirmar su control sobre el trabajo, y con la llegada del neoliberalismo esta estrategia se ha extremizado, de modo que la privatización se extiende a todos los aspectos de nuestra existencia.

Vivimos en un mundo en el que todo, desde el agua que bebemos hasta las células y los genomas de nuestro cuerpo, tiene un precio y no se escatiman esfuerzos para garantizar que las empresas tengan derecho a cercar los últimos espacios abiertos de la Tierra y obligarnos a pagar para acceder a ellos. No sólo se apropian tierras, bosques, lagos y mares para usos comerciales en lo que parece una nueva «apropiación de tierras» de proporciones sin precedentes. Desde Nueva Delhi y Nueva York hasta Lagos y Los Ángeles, el espacio urbano se está privatizando, se está prohibiendo la venta ambulante, sentarse en las aceras o estirarse en una playa sin pagar. Se construyen represas en los ríos, se talan los bosques, se embotellan aguas y acuíferos y se ponen en el mercado, se saquean los sistemas de conocimiento tradicionales mediante regulaciones de propiedad intelectual y las escuelas públicas se convierten en empresas con fines de lucro.  Esto explica por qué la idea de los bienes comunes ejerce tal atractivo en nuestra imaginación colectiva: su pérdida está expandiendo nuestra conciencia de la importancia de su existencia y aumentando nuestro deseo de aprender más sobre ellos.

Los bienes comunes y la lucha de clases

A pesar de todos los ataques que han recibido, los bienes comunes no han dejado de existir. Como ha sostenido Massimo De Angelis, siempre ha habido bienes comunes «fuera» del capitalismo que han desempeñado un papel clave en la lucha de clases, alimentando la imaginación radical y los cuerpos de muchos comuneros.De Angelis, 2007 ). Las sociedades de ayuda mutua del siglo XIX son ejemplos de ello (Bieto, 2000 ). Más importante aún, constantemente se crean nuevos bienes comunes. Desde el movimiento del «software libre» hasta el de la «economía solidaria», está surgiendo todo un mundo de nuevas relaciones sociales basadas en el principio del compartir comunitario (Bollier y Helfrich, 2012 ), sostenidos por la constatación de que el capitalismo no tiene nada que darnos excepto más miseria y divisiones. De hecho, en un momento de crisis permanente y constantes ataques a los empleos, los salarios y los espacios sociales, la construcción de bienes comunes –“bancos de tiempo”, huertos urbanos, agricultura apoyada por la comunidad, cooperativas de alimentos, monedas locales, licencias de “creative commons”, prácticas de trueque– representa un medio crucial de supervivencia. En Grecia, en los dos últimos años, cuando los salarios y las pensiones se han reducido en promedio un 30 por ciento y el desempleo entre los jóvenes ha alcanzado el 50 por ciento, han aparecido diversas formas de ayuda mutua, como servicios médicos gratuitos, distribuciones gratuitas de productos por parte de los agricultores en los centros urbanos y la “reparación” de los cables eléctricos desconectados porque no se pagaron las facturas.

Sin embargo, las iniciativas de creación de espacios comunes son más que diques contra el asalto neoliberal a nuestro sustento. Son las semillas, la forma embrionaria de un modo de producción alternativo en ciernes. Así es como deberíamos ver también los movimientos de ocupantes ilegales que han surgido en muchas periferias urbanas, signos de una creciente población de habitantes de las ciudades «desconectados» de la economía mundial formal, que ahora se reproducen fuera del control del Estado y del mercado.(Zibechi, 2012 ).

La resistencia de los pueblos indígenas de las Américas a la continua privatización de sus tierras y aguas ha dado un nuevo impulso a la lucha por los bienes comunes. Mientras que el reclamo de los zapatistas en favor de una nueva constitución que reconozca la propiedad colectiva ha sido desatendido por el Estado mexicano, el derecho de los pueblos indígenas a utilizar los recursos naturales de sus territorios ha sido sancionado por la Constitución venezolana de 1999. También en Bolivia, en 2009, una nueva Constitución ha reconocido la propiedad comunal. Citamos estos ejemplos no para proponer que nos apoyemos en el aparato legal del Estado para promover la sociedad de los bienes comunes que reclamamos, sino para destacar cuán poderosa es la demanda que surge de las bases para la creación de nuevas formas de socialidad organizadas según el principio de la cooperación social y la defensa de las formas ya existentes de comunalismo. Raquel Gutiérrez (2009) and Como ha demostrado Raúl Zibechi (2012)  , las «guerras del agua» de 2000 en Bolivia no habrían sido posibles sin la intrincada red de relaciones sociales que proporcionaban los  ayllu  y otros sistemas comunales que regulaban la vida entre los aymaras y los quechuas.

Las iniciativas de mujeres de base han desempeñado un papel especial en este contexto. Como ha demostrado una creciente literatura feminista.  Debido a su precaria relación con el empleo asalariado, las mujeres siempre han estado más interesadas que los hombres en la defensa de los bienes comunes de la naturaleza y en muchas regiones han sido las primeras en manifestarse contra la destrucción del medio ambiente: contra la tala de árboles, contra la venta de árboles con fines comerciales y contra la privatización del agua. Las mujeres también han dado vida a diversas formas de puesta en común de recursos, como las «tontinas», que han sido una de las formas más antiguas y extendidas de banca popular que existen. Estas iniciativas se han multiplicado desde la década de 1970, cuando, en respuesta a los efectos combinados de los planes de austeridad y la represión política en varios países (por ejemplo, Chile, Argentina), las mujeres se han unido para crear formas comunales de reproducción, que les permitieran estirar su presupuesto y al mismo tiempo romper la sensación de parálisis que producían el aislamiento y la derrota. En Chile, después del golpe de Pinochet, las mujeres establecieron cocinas populares -comedores  populares- que  cocinaban colectivamente en sus barrios, proporcionando comidas para sus familias, así como para las personas de la comunidad que no podían permitirse alimentarse por sí mismas. de comunismoa las mujeres que montaban los  comedores .Fisher 1993 ). De diferentes maneras, esta es una experiencia que a lo largo de los años 1980 y 1990 se ha repetido en muchas partes de América Latina. Zibechi (2012)  informa que miles de organizaciones populares, cooperativas y espacios comunitarios, que se ocupan de la alimentación, la tierra, el agua, la salud, la cultura, en su mayoría organizados por mujeres, han surgido también en Perú y Venezuela, sentando las bases de un sistema cooperativo de reproducción, basado en valores de uso y que opera de manera autónoma tanto del Estado como del mercado. También en Argentina, frente al casi colapso económico del país en 2001, las mujeres dieron un paso adelante «comunizando» las carreteras y los barrios, llevando sus ollas a los  piquetes , asegurando la continuidad de los cortes de ruta, organizando también asambleas populares y consejos municipales.(2002 ).

También en muchas ciudades de Estados Unidos, como por ejemplo Chicago, está creciendo una nueva economía bajo el radar de la formal, ya que, en parte por necesidad y en parte por necesidad de recrear el tejido social que la reestructuración económica y la «gentrificación» han desgarrado, las mujeres en particular están organizando diversas formas de comercio, trueque y ayuda mutua que escapan al alcance de las redes comerciales.

Cooptación de los bienes comunes

Ante estos acontecimientos, nuestra tarea consiste en comprender cómo podemos conectar estas diferentes realidades y cómo podemos garantizar que los bienes comunes que creamos sean verdaderamente transformadores de nuestras relaciones sociales y no puedan ser cooptados. El peligro de cooptación es real. Durante años, una parte del establishment capitalista internacional ha promovido un modelo más suave de privatización, apelando al principio de los bienes comunes como remedio al intento neoliberal de someter todas las relaciones económicas al dictado del mercado. Se ha dado cuenta de que, llevada al extremo, la lógica del mercado se vuelve contraproducente incluso desde el punto de vista de la acumulación de capital, impidiendo la cooperación necesaria para un sistema de producción eficiente. Testigo de ello es la situación que se ha desarrollado en las universidades estadounidenses, donde la subordinación de la investigación científica a los intereses comerciales ha reducido la comunicación entre los científicos, obligándolos a mantener el secreto sobre sus proyectos de investigación y sus resultados.

El Banco Mundial, deseoso de aparecer como un benefactor mundial, incluso utiliza el lenguaje de los bienes comunes para dar un giro positivo a la privatización y mitigar la resistencia esperada. Haciéndose pasar por el protector de los «bienes comunes globales», expulsa de los bosques y selvas a las personas que los habitaron durante generaciones, mientras que permite el acceso a ellos, una vez convertidos en parques de caza u otras empresas comerciales, a quienes pueden pagar, con el argumento de que el mercado es el instrumento más racional de conservación. También las Naciones Unidas han afirmado su derecho a gestionar los principales ecosistemas del mundo –la atmósfera, los océanos y la selva amazónica– y abrirlos a la explotación comercial, siempre en nombre de la preservación del patrimonio común de la humanidad .

El comunalismo es también la jerga que se utiliza para reclutar mano de obra no remunerada. Un ejemplo típico es el programa de la Gran Sociedad del Primer Ministro británico Cameron, que moviliza las energías de la gente para programas de voluntariado destinados a compensar los recortes en los servicios sociales que su administración ha introducido en nombre de la crisis económica. En una ruptura ideológica con la tradición que Margaret Thatcher inició en los años 80 cuando proclamó que «no existe tal cosa como la sociedad», el programa de la Gran Sociedad instruye a las organizaciones patrocinadas por el gobierno (desde guarderías hasta bibliotecas y clínicas) a reclutar artistas locales y jóvenes que, sin remuneración, participarán en actividades que aumenten el «valor social», definido como la cohesión social y, sobre todo, la reducción del costo de la reproducción social. Esto significa que las organizaciones sin fines de lucro que ofrecen programas para personas mayores pueden calificar para algún financiamiento gubernamental si pueden crear «valor social», medido de acuerdo con una aritmética especial que tiene en cuenta las ventajas de una sociedad social y ambientalmente sostenible inserta en una economía capitalista (Dowling, 2012 ). De esta manera, los esfuerzos comunitarios para construir formas solidarias y cooperativas de existencia, fuera del control del mercado, pueden utilizarse para abaratar los costos de reproducción e incluso acelerar los despidos de empleados públicos.

Bienes comunes productores de mercancías

Un problema de otro tipo para la definición de los bienes comunes anticapitalistas lo plantea la existencia de bienes comunes que producen para el mercado y están impulsados ​​por el «afán de lucro». Un ejemplo clásico son las praderas alpinas no cercadas de Suiza que cada verano se convierten en campos de pastoreo para las vacas lecheras, que suministran leche a la enorme industria láctea suiza. Las asambleas de productores lecheros, que son muy cooperativos en sus esfuerzos, gestionan estas praderas. De hecho, Garret Hardin no podría haber escrito su «Tragedia de los bienes comunes» si hubiera estudiado cómo llegaba el queso suizo a su frigorífico (Red, 1981 ).

Otro ejemplo que se cita a menudo de producción de bienes comunes para el mercado son los organizados por los más de 1.000 pescadores de langosta de Maine, que operan a lo largo de cientos de millas de aguas costeras donde millones de langostas viven, se reproducen y mueren cada año. En más de un siglo, los pescadores de langosta han construido un sistema comunal de reparto de la captura de langosta sobre la base de divisiones acordadas de la costa en zonas separadas gestionadas por «bandas» locales y límites autoimpuestos sobre el número de langostas que se pueden capturar. Este no siempre ha sido un proceso pacífico. Los habitantes de Maine se enorgullecen de su individualismo rudo y los acuerdos entre diferentes «bandas» han fracasado ocasionalmente. La violencia ha estallado entonces en luchas competitivas para ampliar las zonas de pesca asignadas o superar los límites de captura. Pero los pescadores han aprendido rápidamente que tales luchas destruyen la población de langosta y con el tiempo han restaurado el régimen de bienes comunes.(2004 ).

Incluso el departamento de gestión pesquera del estado de Maine ahora acepta esta pesca basada en bienes comunes, prohibida durante décadas por ser una violación de las leyes antimonopolio (Caffentzis, 2012 ). Una de las razones de este cambio de actitud oficial es el contraste entre el estado de la pesca de langosta en comparación con el de la «pesca de fondo» (es decir, la pesca de bacalao, eglefino, platija y especies similares) que se lleva a cabo en el Golfo de Maine y en Georges Bank, donde el Golfo se conecta con el océano. Mientras que la primera en el último cuarto de siglo ha alcanzado la sostenibilidad y la ha mantenido (incluso durante algunas crisis económicas graves), desde la década de 1990, una especie tras otra de peces de fondo ha sido sobrepescada periódicamente, lo que llevó al cierre oficial de Georges Bank durante años. (En el centro de la cuestión están las diferencias en la tecnología utilizada en la pesca de fondo y la pesca de langosta y, sobre todo, la diferencia en los sitios donde se realizan las capturas. La pesca de langosta tiene la ventaja de tener su recurso común cerca de la costa y dentro de las aguas territoriales del estado. Esto hace posible delimitar zonas para las bandas locales de langosteros, mientras que las aguas profundas de Georges Bank no son fácilmente susceptibles de una partición. El hecho de que Georges Bank esté fuera del límite territorial de 20 millas ha significado que los forasteros, utilizando grandes arrastreros, pudieron pescar hasta 1977, cuando los límites territoriales se extendieron a 200 millas. No se les pudo mantener fuera antes de 1977, lo que contribuyó de manera importante al agotamiento de la pesquería. Finalmente, la tecnología bastante arcaica que emplean uniformemente los pescadores de langosta desalienta la competencia. En cambio, a principios de los años 90, las «mejoras» en la tecnología de la pesca de fondo –»mejores» redes y equipos electrónicos capaces de detectar peces de forma más «eficaz»– han causado estragos en una industria que está organizada según el principio de acceso abierto («consigue un barco y pescarás»). La disponibilidad de una tecnología de detección y captura más avanzada y más barata ha chocado con la organización competitiva de la industria que se regía por el lema: «cada uno contra cada uno y la Naturaleza contra todos», lo que ha desembocado en la «tragedia de los bienes comunes» que Hardin imaginó en 1968. Esta contradicción no es exclusiva de la pesca de fondo en Maine. Ha afectado a las comunidades pesqueras de todo el mundo, que ahora se ven cada vez más desplazadas por la industrialización de la pesca y el poder de los grandes arrastreros, cuyas redes de arrastre agotan los océanos.Los pescadores de Terranova se han enfrentado a una situación similar a la de los de Georges Bank, con resultados desastrosos para el sustento de sus comunidades .

Hasta ahora, los pescadores de langosta de Maine han sido considerados una excepción inofensiva que confirma la regla neoliberal de que los bienes comunes sólo pueden sobrevivir en circunstancias especiales y limitadas. Sin embargo, visto a través de la lente de la lucha de clases, el bien común de langosta de Maine tiene elementos de un bien común anticapitalista, ya que implica el control de los trabajadores de algunas de las decisiones importantes relativas al proceso de trabajo y sus resultados. Esta experiencia constituye, por tanto, una formación inestimable, que proporciona ejemplos de cómo pueden funcionar los bienes comunes a gran escala. Al mismo tiempo, el destino de los bienes comunes de langosta sigue estando determinado por el mercado internacional de productos del mar en el que están insertos. Si el mercado estadounidense se derrumba o el estado permite la perforación petrolera en alta mar en el Golfo de Maine, se disolverán. Los bienes comunes de langosta de Maine, por tanto, no pueden ser un modelo para nosotros.

Los bienes comunes como “tercer sector”: ¿una coexistencia pacífica?

Si bien los bienes comunes para el mercado pueden considerarse vestigios de antiguas formas de cooperación laboral, también existe un creciente interés por los bienes comunes en una amplia gama de fuerzas socialdemócratas que se preocupan por los extremos del neoliberalismo y/o reconocen las ventajas de las relaciones comunales para la reproducción de la vida cotidiana. En este contexto, los bienes comunes aparecen como un posible «tercer» espacio además del Estado y el mercado, e igual a ellos. Como lo formulan David Bollier y Burns Weston en su análisis de la «gobernanza verde»:

El objetivo general debe ser reconceptualizar el Estado/Mercado neoliberal como una «triarquía» con los Bienes Comunes (Estado/Mercado/Bienes Comunes) para realinear la autoridad y el abastecimiento en formas nuevas y más beneficiosas. El Estado mantendría sus compromisos con la gobernanza representativa y la gestión de la propiedad pública, al igual que la empresa privada seguiría siendo dueña del capital para producir bienes y servicios vendibles en el sector del Mercado.Bollier y Weston, 2012 , pág. 350).

En la misma línea, una amplia variedad de grupos, organizaciones y teóricos consideran hoy los bienes comunes como una fuente de seguridad, sociabilidad y poder económico. Entre ellos se encuentran los grupos de consumidores, que creen que la «propiedad común» puede permitirles obtener mejores condiciones de compra, así como los compradores de viviendas que, junto con la compra de su vivienda, buscan una comunidad como garantía de seguridad y de una gama más amplia de posibilidades en cuanto a espacios y actividades. Muchos huertos urbanos también entran en esta categoría, ya que el deseo de alimentos frescos y alimentos cuyo origen se conoce sigue creciendo. Las residencias de vida asistida también pueden concebirse como formas de bienes comunes. Todas estas instituciones, sin duda, responden a deseos legítimos. Pero el límite y el peligro de tales iniciativas es que pueden generar fácilmente nuevas formas de cercamiento, ya que los bienes comunes se construyen sobre la base de la homogeneidad de sus miembros, a menudo produciendo comunidades cerradas, que brindan protección frente al «otro», lo opuesto de lo que el principio de los bienes comunes implica para nosotros.

Redefiniendo los bienes comunes

¿Qué se puede calificar entonces de «bienes comunes anticapitalistas»? A diferencia de los ejemplos que hemos analizado, los bienes comunes que queremos construir tienen como objetivo transformar nuestras relaciones sociales y crear una alternativa al capitalismo. No están destinados únicamente a proporcionar servicios sociales o a actuar como amortiguadores contra el impacto destructivo del neoliberalismo, y son mucho más que una gestión comunitaria de los recursos. En resumen, no son vías hacia el capitalismo con rostro humano. O bien los bienes comunes son un medio para la creación de una sociedad igualitaria y cooperativa o corren el riesgo de profundizar las divisiones sociales, creando refugios para quienes pueden permitírselos y, por lo tanto, pueden ignorar más fácilmente la miseria que los rodea.

Los comunes anticapitalistas, por tanto, deberían concebirse como espacios autónomos desde los que recuperar el control sobre las condiciones de nuestra reproducción y como bases desde las que contrarrestar los procesos de cercamiento y desenredar cada vez más nuestras vidas del mercado y del Estado. Por eso difieren de los defendidos por la Escuela de Ostrom, que los imagina en una relación de coexistencia con lo público y lo privado. Idealmente, encarnan la visión a la que han aspirado marxistas y anarquistas pero que no han logrado hacer realidad: la de una sociedad formada por «asociaciones libres de productores», autogobernadas y organizadas para asegurar no una igualdad abstracta sino la satisfacción de las necesidades y los deseos de las personas. Hoy sólo vemos fragmentos de este mundo (de la misma manera que en la Europa medieval tardía tal vez sólo hayamos visto fragmentos del capitalismo), pero los comunes que construyamos ya deberían permitirnos ganar más poder con respecto al capital y al Estado y prefigurar embrionariamente un nuevo modo de producción, que ya no se construya sobre un principio competitivo, sino sobre el principio de la solidaridad colectiva.

¿Cómo alcanzar este objetivo? Algunos criterios generales pueden ayudar a responder a esta pregunta, teniendo en cuenta que en un mundo dominado por las relaciones capitalistas, los bienes comunes que creamos son necesariamente formas transicionales.

  • Los bienes comunes no se dan, se producen . Aunque decimos que los bienes comunes están a nuestro alrededor –el aire que respiramos y los idiomas que utilizamos son ejemplos clave de riqueza compartida–, sólo a través de la cooperación en la producción de nuestra vida podemos crearlos. Esto se debe a que los bienes comunes no son esencialmente cosas materiales sino relaciones sociales, prácticas sociales constitutivas. Por eso algunos prefieren hablar de “comunalidad” o “lo común”, precisamente para subrayar el carácter relacional de este proyecto político.Linebaugh, 2008 ). Sin embargo, los bienes comunes deben garantizar la reproducción de nuestras vidas. La dependencia exclusiva de bienes comunes «inmateriales», como Internet, no es suficiente. Los sistemas de agua, las tierras, los bosques, las playas, así como diversas formas de espacio urbano, son indispensables para nuestra supervivencia. Aquí también lo que cuenta es la naturaleza colectiva del trabajo reproductivo y los medios de reproducción involucrados.
  • Para garantizar nuestra reproducción,  los bienes comunes deben implicar una riqueza común , en forma de recursos naturales o sociales compartidos: tierras, bosques, aguas, espacios urbanos, sistemas de conocimiento y comunicación, todos ellos para ser utilizados con fines no comerciales. A menudo utilizamos el concepto de lo común para referirnos a una variedad de bienes públicos que con el tiempo hemos llegado a considerar como nuestros, como las pensiones, los sistemas de atención sanitaria y la educación. Sin embargo, existe una diferencia crucial entre lo común y lo público, ya que este último es gestionado por el Estado y no está controlado por nosotros. Esto no significa que no debamos preocuparnos por la defensa de los bienes públicos. El público es el lugar donde se almacena gran parte de nuestro trabajo pasado y nos interesa que las empresas privadas no se apropien de él. Pero en aras de la lucha por los bienes comunes anticapitalistas es crucial que no perdamos de vista la distinción.
  • Uno de los desafíos que enfrentamos hoy es  conectar la lucha por lo público con las luchas por la construcción de lo común , de modo que se refuercen mutuamente. Esto es más que un imperativo ideológico. Reiterémoslo: lo que llamamos «lo público» es en realidad riqueza que hemos producido y debemos reapropiarnos de ella. También es evidente que las luchas de los trabajadores públicos no pueden tener éxito sin el apoyo de la «comunidad». Al mismo tiempo, su experiencia puede ayudarnos a reconstruir nuestra reproducción, a decidir (por ejemplo) qué constituye una «buena atención sanitaria», qué tipo de conocimiento necesitamos, etcétera. Aun así, es muy importante mantener la distinción entre lo público y lo común, porque lo público es una institución estatal que presupone la existencia de una esfera de relaciones económicas y sociales privadas que no podemos controlar.
  • Los bienes comunes requieren una comunidad.  Esta comunidad no debe seleccionarse en función de una identidad privilegiada, sino en función del trabajo de cuidados que se realiza para reproducir los bienes comunes y regenerar lo que se toma de ellos. Los bienes comunes, de hecho, implican obligaciones tanto como derechos. Por lo tanto, el principio debe ser que quienes pertenecen a los bienes comunes contribuyan a su mantenimiento: por eso (como hemos visto) no podemos hablar de «bienes comunes globales», ya que éstos presuponen la existencia de una colectividad global que hoy no existe y tal vez nunca existirá, ya que no creemos que sea posible o deseable. Por lo tanto, cuando decimos «No hay bienes comunes sin comunidad», pensamos en cómo se crea una comunidad específica en la producción de las relaciones por las que se crea y se sostiene un bien común específico.
  • Los bienes comunes requieren regulaciones que estipulen cómo se debe usar y cuidar la riqueza que compartimos , siendo los principios rectores el acceso igualitario, la reciprocidad entre lo que se da y lo que se toma, la toma de decisiones colectiva y el poder desde la base, derivado de habilidades probadas y cambiando continuamente a través de diferentes sujetos dependiendo de las tareas a realizar.
  • El acceso igualitario a los medios de (re)producción y la toma de decisiones igualitaria deben ser la base de los bienes comunes.  Esto debe enfatizarse porque históricamente los bienes comunes no han sido los mejores ejemplos de relaciones igualitarias. Por el contrario, a menudo se han organizado de una manera patriarcal que ha hecho que las mujeres desconfíen del comunalismo. Hoy también, muchos bienes comunes existentes discriminan, sobre todo en función del género. En África, como la tierra disponible se está reduciendo, se introducen nuevas reglas para prohibir el acceso a personas que no pertenecían originalmente al clan. Pero en estos casos las relaciones no igualitarias son el fin de los bienes comunes, ya que generan desigualdades, celos y divisiones, proporcionando una tentación para algunos comuneros a cooperar con los cercamientos.

Conclusiones

En conclusión, los comunes no son sólo el medio por el cual compartimos de manera igualitaria los recursos que producimos, sino un compromiso con la creación de sujetos colectivos, un compromiso con el fomento de intereses comunes en todos los aspectos de nuestra vida. Los comunes anticapitalistas no son el punto final de una lucha por construir un mundo no capitalista, sino su medio.

Porque ninguna lucha logrará cambiar el mundo si no organizamos nuestra reproducción de manera comunitaria y no sólo compartimos el espacio y el tiempo de reuniones y manifestaciones sino que ponemos nuestras vidas en común, organizándonos sobre la base de nuestras diferentes necesidades y posibilidades, y del rechazo a todos los principios de exclusión o jerarquización.

Reconocimiento

Los autores desean agradecer  a Upping the Anti: a Journal of Theory and Action  por el permiso para reimprimir este artículo que apareció por primera vez en esa revista N.15 (septiembre de 2013), pp. 83-97.

Ver Referencias, notas y enlaces en el original:  https://academic.oup.com/cdj/article/49/suppl_1/i92/307214

fuente (en inglés) : https://watermark.silverchair.com/bsu006.pdf

Video (2016): Commons against and beyond capitalism? Interview with Silvia Federici and George Caffentzis
https://youtu.be/REliNI4z_wI?si=14-4jeg4-9UnW4BK

otro video relacionado:
https://youtu.be/REliNI4z_wI?si=14-4jeg4-9UnW4BK

Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2024/09/02/los-bienes-comunes-contra-y-mas-alla-del-capitalismo/

Qué Democracia


Legalidad-legitimidad de la gran burguesía/
Bloqueo de la lucha de clases/Alternativas emancipatorias

Legalidad-legitimidad de la gran burguesía

Todo podrido

7 de octubre de 2024

Por Ricardo Candia Cares | Rebelión

El enemigo sabe que no hay ningún riesgo en lontananza. Ni en vicinanza.

Recordemos. Cuando aún no se disipaba el humo de La Moneda bombardeada por la cobarde Fuerza Aérea de Chile, se inauguraba la dilatada temporada de corrupción generalizada, ancha y larga.

Apestosa, con charreteras y trajes de alta costura y calles ensangrentadas.

¿Qué pasó con el respeto a la ley, la moral, las buenas costumbres, los preceptos bíblicos de no robar, no mentir ni cometer actos impuros que esgrimieron los traidores a la patria? ¿En qué quedó la moralina que vociferaba Jaime Guzmán?

Recordemos que, cual rapiñas asquerosas, robaron objetos personales del cadáver tibio del presidente Allende.

¿Qué pasó con la reconstrucción moral de Chile azotado por la irrupción del pobrerío dirigido por un presidente que dejó la vara más alta posible para siempre?

Bueno, esto era: el triunfo definitivo y sin contrapeso de la sinvergüenzura, la corrupción, el robo descarado, el triunfo final del arreglín, la barbarie por conseguir más ganancia.

Porque solo se trata de eso para el poderoso, su religión, su paraíso en la tierra, su alfa y omega: ganar dinero hasta niveles de la morbosidad más insana.

Este ha sido un medio siglo en que primó la moral de los vencedores que se expresa en toda su magnitud en los tiempos que vivimos. Y que se ha perfeccionado en decenios de vergüenza y oprobio mediante la entusiasta colaboración de quienes, por principio, discursos y apariencias, deberían ser los enemigos de aquellos que traicionaron, mataron, desaparecieron, robaron y siguen robando.

Pero no ha sido así.

En esa inercia asombrosamente inmoral, Chile se desmorona.

La institucionalidad tan cacareada, la armazón superestructural sobre la que se construye este país, está desfondándose como parte de un proceso natural de pudrición de un sistema que está llegando a la cúspide de su evolución. A su perfección más soñada: siempre se puede robar, mentir, manipular, aprovechar un poco más.

Y también se puede traicionar un poco más cada vez.

Pero no toda la culpa la tiene el chancho.

Gran parte de la responsabilidad del estado en que se encuentra el país, es esa izquierda que no ha sido capaz de decir una sola idea fundante que ofrezca la frescura de algo decente, radical, firme, que remueva, que tome lo mejor de la historia. La pasada y la reciente.

Que desordene el gallinero.

Y utilice para ese efecto demoledor lo mejor de las teorías que ofrecen caminos originales y efectivos, es decir, aquellas que permiten entender los fenómenos en su esencia cambiante, transitoria, dialéctica, que va y viene, que cambia de color y de texturas.

Que son y no son, de manera simultánea.

La gracia, más que saber cómo se llama para donde vamos, es convencernos de hacer el mejor camino hasta donde sea que se llegue.

Las religiones, como sabemos, solo se han dado una vuelta en redondo. Lo mismo han hecho las teorías revolucionarias que en manos de burócratas han terminado siendo lo contrario que decían.

Otros señalados pensadores y líderes de lo que antes fue un proyecto centrado en el humano, hoy son conversos, tránsfugas y marranos que decidieron acortar el camino de la riqueza y el buen pasar. Se los ha podrido el enemigo, lo que les asienta de lo más bien.

Así, al parecer solo nos tenemos nosotros.

Lo que queda al descubierto es la gran estafa democrática que se ha vendido como la transición de la dictadura hasta una democracia plena.

Falso. Este país no es democrático.

Mientras sea que los que mandan son los millonarios y poderoso corruptos, delincuentes de trajes caros y autos de alta gama, Chile sigue siendo una dictadura con elecciones cada dos años y medio.

Se obliga a los trabajadores a vivir en condiciones límite, acogotados por el cepo de la deuda, sin posibilidad del ejercicio de sus derechos humanos básicos, a vivir acechados por leyes que coartan, obligan y limitan una vida plena, arracimados en poblaciones tomadas por la delincuencia y la mierda, en medio de ambientes trasminados de polución, sufriendo una educación y salud públicas transformadas en sumideros de pobrezas y falencias.

Gente para la que ser feliz, es ir de compras al mall un domingo en la tarde, a diez cuotas precio contado.

Mientras tanto, las leyes permiten el enriquecimiento cancroide de las fortunas ya desmesuradas con una facilidad de paseo por el parque. Marcela Cubillos y Luis Hermosilla son sujetos que deberían posar en el escudo nacional.

Este desfonde que tendría que hacer crisis en algún momento debe encontrar una disposición diferente al de ese octubre para el olvido. El centro de la corrupción está en el corazón de la elite que dirige el país. Y esa tensión llevada al máximo debería buscar una salida.

Queda en entredicho el concepto de patria. La bandera pasa a ser una excusa. La simbología patriotera de la que son tan defensores quienes lo han robado todo, no pasa de ser una forma que adquiere la manipulación.

En los círculos del poder ya se estará pensando en cómo salir de la crisis, aunque dentro del mismo endogámico esquema corrupto sea imposible hallar soluciones ciertas.

Quienes se dedican a hacer las leyes, saben de antemano como trampearlas. Cundirán reuniones secretas en las que se prevén decisiones y calculen daños. Se buscará el empate. Y todo volverá a una normalidad de espanto.

El enemigo sabe que no hay ningún riesgo en lontananza. Ni en vicinanza.

Por lo menos, por ahora. Y no se sabe por cuánto más.

Fuente: https://rebelion.org/todo-podrido/

Observamos, en Argentina, el predominio del sentipensarse viviendo en democracia pese a 40 años de legalización y legitimación de la Miseria Planificada, como Rodolfo Walsh advirtió en 1977, por el establishment durante su dictadura genocida para bloquear las puebladas encabezadas por el sindicalismo con independencia de clase y asesinar las dirigencias e intelectualidades de las izquierdas revolucionarias.

(…) La democracia argentina a partir de diciembre de 1983 se constituyó sobre la negación de la democracia como autodeterminación y autogobierno popular. Cerró los caminos a la experimentación popular y a la política como gobierno común de lo común. Edificó sus condiciones a partir de la desmoralización y la impotencia popular. Suprimió, por vías coactivas o “consensuadas”, todo conato de iniciativa política autónoma de las y los de abajo.

Paralelamente no contrarrestó (o lo hizo excepcionalmente) y, en general, contribuyó abiertamente a afianzar el poder de las fracciones más concentradas del capital, locales o extranjeras. La denominada consolidación de la democracia fue de la mano de la inviabilidad de los proyectos nacionales de desarrollo en los marcos del capitalismo periférico y dependiente. No podemos evitar insistir en algunas de las correlaciones que ya hemos señalado.

Los cuarenta años de democracia coinciden con un proceso de concentración y centralización del capital, de extranjerización de la economía, de monopolización de los recursos; con la expansión de una matriz extractivista gestionada tanto por neoliberales como por neodesarrollistas; con un modelo de eficiencia inspirado en la

empresa privada que se trasladó a la política; con la precarización del trabajo y de la vida de una parte importante de la sociedad, con la mediocridad, la arbitrariedad y la presuntuosidad de las elites políticas ensimismadas. Esta democracia institucionalizó la apa-theia (estado de indiferencia) popular. Institucionalizó la fuerza del hábito, de la inercia y de los núcleos de sentido más conservadores del universo plebeyo-popular.

De un modo u otro, esta democracia, hizo heterónoma a la sociedad, achicó el Demos, expulsó a las clases subalternas y oprimidas de la política (de la gran política), inhibió sus capacidades de tomar iniciativas históricas. O, bajo gobiernos dizque nacional-populares o progresistas, las incluyó subordinadamente en sus esquemas de gestión vertical y a sus estructuras decisionales burocráticas. De esta manera, se naturalizaron los vínculos asimétricos entre el Estado y las organizaciones populares, entre los agentes públicos y las actrices y actores de la sociedad civil popular, entre una elite política que se presentaba como virtuosa y sensible y una sociedad civil popular pasiva, “agilada”, desarmada (social, política y simbólicamente), incapaz de frenar el crecimiento de las capacidades

coercitivas del capital (local y global). Por cierto, no se propiciaron transferencias de poder real de las instituciones estatales a los espacios de participación crítica de las y los de abajo, tampoco fueron estimuladas las praxis tendientes a generar incrementos efectivos del protagonismo social directo y del poder popular.(…)

Fuente: https://muchosmundosediciones.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/01/democracia-contra-democracia-version-digital.pdf

 Bloqueo de la lucha de clases

(…) La experiencia moderna demuestra que las masas obreras mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y mejor conducidas en todos los órdenes. La falta de una política social bien determinada ha llevado a formar en nuestro país esa masa amorfa. Los dirigentes son, sin duda, un factor fundamental que aquí ha sido también totalmente descuidado. El pueblo por sí, no cuenta con dirigentes. Y yo llamo a la reflexión de los señores para que piensen en manos de quiénes estaban las masas obreras argentinas, y cuál podía ser el porvenir de esa masa, que en un crecido porcentaje se encontraba en manos de comunistas, que no tenían ni siquiera la condición de ser argentinos, sino importados, sostenidos y pagados desde el exterior. (…)

La idea de formar un verdadero organismo estatal con prestigio, obtenido a base de buena fe, de leal colaboración y cooperación, de apoyo humano y justo a la clase obrera, para que respetado, y consolidado su prestigio en las masas obreras, pudiera ser un organismo que encauzara el movimiento sindical argentino en una dirección; lo organizase o hiciese de esta masa anárquica, una masa organizada, que procediese racionalmente, de acuerdo con las directivas del Estado. Ésa fue la finalidad que, como piedra fundamental, sirvió para levantar sobre ella la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Para evitar que ella cayese nuevamente en el mal anterior, en esa burocracia estática que hace ineficaces casi todas las organizaciones estatales, porque están siempre 5 kilómetros detrás del movimiento, organizamos sobre esa burocracia un brazo activo que se llamó Acción Social Directa, que va a la calle, toma el problema, lo trae y lo resuelve en el acto; y en tres días se tiene establecido un acuerdo entre patrones y obreros, el que después se protocoliza en pocas horas, en un convenio que firman ambas partes de acuerdo, y se pasa a ejecución. Esa sería para el porvenir la base de experiencia, que es la unión real, la base empírica sobre la cual había de conformarse en el futuro un verdadero código de trabajo, al contrario de aquellos que se decidieron siempre por emplear el método idealista e hicieron códigos de trabajo, muchos de los cuales no fueron leídos más que por el autor y algunos de sus familiares, pero que en el campo real de las actividades del trabajo no tuvieron nunca aplicación en ningún caso. (…)

Es grave error creer que el sindicalismo obrero es un perjuicio para el patrón. En manera alguna es así. Por el contrario, es la forma de evitar que el patrón tenga que luchar con sus obreros, que su sociedad patronal que lo representa luche con la sociedad obrera que representa al gremio. En síntesis, es el medio para que lleguen a un acuerdo, no a una lucha. Así se suprimen las huelgas, los conflictos parciales, aunque, indudablemente, las masas obreras pasan a tener el derecho de discutir sus propios intereses, desde una misma altura con las fuerzas patronales, lo que analizado, es de una absoluta justicia.

A nadie se le puede negar el derecho de asociarse lícitamente para defender sus bienes colectivos o lícitamente para defender sus bienes colectivos o individuales: ni al patrón, ni al obrero. Y el Estado está en la obligación de defender una asociación como la otra, porque le conviene tener fuerzas orgánicas que puede controlar y que puede dirigir; y no fuerzas inorgánicas que escapan a su dirección y a su control. Por eso nosotros hemos propiciado desde allí un sindicalismo, pero un verdadero sindicalismo gremial. No queremos que los sindicatos estén divididos en fracciones políticas, porque lo peligroso es, casualmente, el sindicalismo político.

Sindicatos que están compuestos por socialistas, comunistas y otras agrupaciones terminan por subordinarse al grupo más activo y más fuerte. Y un sindicato donde cuenta con hombres buenos y trabajadores, va a caer en manos de los que no lo son: hombre que formando un conjunto aisladamente, no comulgarían con esas ideas anárquicas. De ahí que es necesario que todos comprendan que estas cuestiones, aun cuando algunos consideran al sindicalismo una mala palabra, en su finalidad, son siempre buenas, porque evita, casualmente, los problemas creados y que son siempre artificiales. Por cada huelga producida naturalmente, hay cinco producidas artificialmente, y ellas lo son por masas heteróditas, que tienen dirigentes que no responden a la propia masa.

En permitir y aun en obligar a los gremios a formar sindicatos, radica la posibilidad de que los audaces que medran a sus expensas puedan apoderarse de la masa y obren en su nombre en defensa de intereses siempre inconfesables. Antes de entrar en el tema, me he de referir a otra de las cuestiones. Se ha dicho que en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hemos perjudicado a tales o cuales fuerzas. La Secretaría de Trabajo y Previsión responde a una concepción que expuse desde el primer momento; en aquélla no se produce ningún acuerdo, ningún arreglo por presión, sino por transacción entre obreros y patrones. Nosotros no hemos llegado a establecer ningún decreto, ninguna resolución que no haya sido perfectamente aceptada en nuestras mesas por obreros y patrones. Ya hemos realizado más de cien convenios colectivos, respecto de los cuales no puede haber un solo patrón ni un solo obrero que pueda sostener con justicia que nosotros no hemos consultado y llegado a esos convenios y acuerdos, por transacciones bilaterales entre ellos, arregladas por nosotros que ocupamos la cabecera para evitar que intercambien palabras y discusiones inoportunas.

Nosotros allí, haciendo de verdaderos jueces salomónicos, ayudamos la transacción: unos dicen diez centavos; otros solicitan veinte centavos, porque el patrón siempre quiere dar menos y el obrero siempre pide más. Muchos de los señores que están aquí habrán asistido a nuestro trabajo. En ese sentido, vamos realizando una justicia distributiva y evitando que esto que puede ser un negocio transaccional, se transforme en una huelga con tiros, y en tantas cosas desagradables. Lo que yo puedo decir es que desde que la Secretaría de Trabajo y Previsión se halla en funcionamiento, no se ha producido en el país ninguna huelga duradera, ni ninguna ha resistido más de cuarenta y ocho horas y, excepcionalmente, alguna de ellas ha durado varios días. Eso en casi ocho meses de trabajo. Hacia esa finalidad marcha la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Creo, señores, que en cuanto se refiere a su acción, la Secretaría de Trabajo y Previsión no puede presentar ningún inconveniente, ni para el capital ni para el trabajo. Procedemos a poner de acuerdo al capital y al trabajo, tutelados ambos por la acción directiva del Estado, que también cuenta con esos convenios, porque es indudable que no hay que olvidar que el Estado, que representa a todos los demás habitantes, tiene también allí su parte que defender: el bien común, sin perjudicar ni a un bando ni a otro. Cuando fuera necesario salvar el bien común a expensas del mal de algún otro, creo que ningún hombre de gobierno puede apartarse de eso que representa para mí la conveniencia y la justicia del Estado. Bien, señores. No he de decir que la Secretaría de Trabajo y Previsión se encuentra en este momento en un lecho de rosas, pero sí puedo asegurarles que, mediante una captación progresiva de las masas, que consideran a aquella casa como la propia, ha acarreado al bien social muchas conquistas y muchas victorias. Creo más: estimo que el futuro será cada vez mejor por los beneficios incalculables que la organización gremial va a dar al país para su orden interno, para su progreso y para su bienestar general. (…)

«Señores capitalistas: no se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora está seguro el capitalismo ya que yo también lo soy porque tengo estancia y en ella operarios. Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores para que el Estado los dirija y les marque el rumbo, y de esa manera se neutralizarán en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias que pueden poner en peligro nuestra sociedad capitalista en la posguerra. A los obreros hay que darles algunas mejoras y serán una fuerza fácilmente manejable”.

La nueva normalidad y la reconfiguración capitalista

27 de mayo de 2020

Darío Balvidares

Mientras la pandemia se sostiene en la escena mundial y los discursos se encierran en las recomendaciones sanitarias que se centran en las medidas de distanciamiento, aislamiento, e higiene; las realidades se multiplican en infinidad de dispersiones.

La “normalidad” del mundo estalla y nos muestra todos los panoramas al mismo tiempo en una especie de pantalla total de la brutalidad sistémica con la que el capitalismo nos “ha cobijado” con sus mantas coloniales y patriarcales.

Todo parece precipitarse a una “deconstrucción”, en épocas en que el sistema se comenzaba a resquebrajar en su propio modelo culturalmente productivo (para no decir esclavizante, depredador, explotador, saqueador, desposeedor) de habitar el mundo.

Justamente, cuando los movimientos sociales venían ganado las calles (Chile, Ecuador, Colombia), el movimiento de mujeres hacía oír su voz con más potencia en Argentina y en el mundo. Cuando les trabajadores (con y sin trabajo) le reclamaban a sus propias (pero ajenas) centrales sindicales las negociaciones paritarias; con la pandemia se invierte la ecuación y las centrales pactan con el empresariado la rebaja de salarios, ministerio de trabajo mediante.

Todo sucede al mismo tiempo que el gobierno paga el 50% de los salarios de les trabajadores, incluidas las grandes empresas, que llevan sus dineros a paraísos fiscales y continúan con los despidos y suspensiones.

Todo se expone al mismo tiempo que los conteos desagregados de fallecidos e infectados como un nuevo ranking mundial estandarizado en la virtualidad de las pantallas y en el “tiempo real” de la circulación viral de las “noticias”.

La alarma de los contagios en los barrios populares (villas, asentamientos) se propaga como continuación de la política de pauperización seguida de la estigmatización de los vulnerados por el círculo vicioso de un sistema enviciado de tal manera que se ha tornado irrespirable.

Y mientras se implementa un “protocolo” para la “detección” de contagios puerta a puerta de los “sin agua” y algún figurón se emociona ante las cámaras de la realidad sesgada, Ramona Medina , la referente social del “Barrio 31” de Retiro, no tiene nada más que decir, ha muerto con corona-virus, pidiendo agua.

Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso1

Y no podía ser de otra manera, el capitalismo no tiene fronteras éticas (para no abundar) y los “dueños” del planeta, tampoco. En el festival de los rankings comparativos de países según su “crecimiento” económico, la virtualidad de la educación, su deuda externa (es decir, la mayor estafa global), ahora se agregan los sistemas de salud. Todos estos rankings terminan desnudando ese espectáculo horroroso.

Incluso repugnantes personajes como Trump, Bolsonaro y Piñera, para no ir más lejos, tristes y patéticas figuras de una execrable película, que dan cuenta de su propia excremental inteligencia con sus discursos viciados de odio o pletóricos de estupidez (o ambas cualidades al mismo tiempo), es la prueba viviente del horror que produce el sistema capitalista.

Aunque hay otros personajes, igual de siniestros, pero “enjuagados” por los modelos “filantrópicos” que el capitalismo ha creado para permitir el desarrollo desmedido del poder.

Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”2

¿Hay posibilidad de una transformación masiva como propone Naomi Klein?

Mientras el sistema siga siendo éste, no; mientras la burguesía siga sosteniendo sus privilegios y gobernando, no; mientras las grandes corporaciones continúen apropiándose de los territorios físicos y simbólicos, no; mientras la movilización social continúe siendo sectorizada, no; mientras la cultura patriarcal continúe, no. Y tantos otros “no” que no alcanzarían cientos de artículos.

Aunque también es cierto que van germinando con fuerza los otros No y sus afines: “No a la megaminería contaminante y saqueadora”; “Paren de Fumigar”; “La tierra es de quien la trabaja”; “El agua vale más que el oro”; “Basta es Basta”; “lo que hacen es Terricidio” y otras tantas variantes que acompañan el grito mundializado de los “de abajo”.

Los “de abajo”, que gracias a la paradoja de la pandemia, dejan expuesto que no son las famosas inversiones las que motorizan la economía, sino el trabajo de miles de millones.

Los que al mismo tiempo son precarizados o directamente expulsados como consecuencia de la concentración de la riqueza de aquellos obscenos que se rankean en el mundo de la revista Forbes y se asocian en alianzas de mercado “filantrópico” para diseñar nuestras vidas desde sus corporaciones empresariales con ropaje de fundación y lenguaje de “responsabilidad social” con la ética de una filosofía endulzante y siniestra.

Y ahí están los “filántropos” de la era digital, que de los primeros 15 puestos del ranking Forbes, ocupan 7. La virtualidad ha llegado; el distópico mundo de Silicon Valley acelera las ganancias de un puñado de nuevos “dioses” que desde el ciber-olimpo, digitalizan nuestra existencia.

Entre esas fortunas personales, que totalizan sumadas 476 billones de dólares, están Jeff Bezos que además ganó en el mes de abril 30.000 millones de dólares más con su compañía Amazon3.

También está el “donador” serial, Bill Gates que entre “donación” y “donación” perfecciona el dispositivo de control total de la Identificación Digital ID20204 junto a otros grandes socios fundadores con los que patentaron el “inofensivo” producto.

Los socios fundadores de ID2020 son Microsoft; Fundación Rockefeller (es claro que ninguna de las dos necesita mayores aclaraciones); Accenture, que es una consultoría que tiene también base en Argentina y vende sus servicios bajo el título “Covid-19: Gestión de impacto humano y comercial del coronavirus5.

GAVI6, es una Organización Internacional financiadora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se conoce como la Alianza Mundial de Vacunas, que a la vez tiene como socios fundadores a la Fundación Bill y Melinda Gates, UNICEF, la propia OMS y el Banco Mundial.

¿Y cuál es el objetivo de la existencia de GAVI?

La respuesta está en la propia página web: “El modelo de negocio: al agrupar la demanda de vacunas de los países más pobres del mundo, asegurar la financiación a largo plazo y dar forma a los mercados de vacunas, estamos acelerando el acceso a las vacunas que salvan vidas en los países que más lo necesitan

Lo que en otras palabras se traduce en hacer un negocio concentrado entre organismos internacionales, la fundación del “filántropo” y el Banco Mundial en lo que dan en llamar, asociación público – privada; ¿o deberíamos llamar, mercado de la acción inmunológica?

Volvamos a ID2020, porque aún queda otro socio fundador, Ideo.org, curiosamente o no, es una corporación de diseño (¿será de diseño de identidades?) que, a su vez, tiene como socios a la Fundación Rockefeller, la Fundación Bill y Melinda Gates, la J P Morgan y a la Bezos Family Foundation.

Por más que el bolillero de vueltas, como es digital, no puede dejar de concentrar los negocios relacionados con el control total de la circulación de mercancías, que eso son las vacunas, en este sistema.

El objetivo de biocontrol-digital de la humanidad se realizará desde ID2020, que ya está patentada en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de las Naciones Unidas y es parte de sus Objetivos 2030.

Mientras los mortales estamos en aislamiento intentando sobrevivir al modelo de producción corporativo con sus efectos de muertes colaterales, los “dioses” del Olimpo empresarial diseñan el nuevo modelo de biocontrol de la humanidad.

¿Quién será el paciente 0 del “microchip”? De la nueva viralidad de biocontrol corporativo, de la intimidad vulnerada con endulzantes perversamente ingenuos como: “cuidamos tu privacidad”, mientras los algoritmos que nos espían ahora pasaran a ser piezas del museo 2.0.

Toda esa maquinaria está en marcha en los tiempos que rige “la nueva normalidad”, un concepto de colonialidad explícita, que el periodismo servil repite con las mismas sonrisas idiotas de las fotos de las figuritas gerenciales de los portales de las fundaciones que traman nuestro destino.

La nueva normalidad es la reconfiguración del mismo y brutal sistema capitalista que se reordena en función de las decisiones corporativas en un modelo de híper-concentración de la riqueza con mayores efectos de desposesión, destrucción y biocontrol.

“La nueva normalidad” es el abracadabra de la reconfiguración del sistema: ¡Abracadabra! Y… ¡Paf! ¡Desapareciste!

En una video llamada de 3 minutos Uber despidió a 3.500 empleados: “Nuestro negocio de viajes compartidos se ha reducido a más de la mitad. No hay trabajo suficiente para muchos empleados en la primera línea de atención al cliente. Como resultado de eso, eliminamos 3.500 puestos de atención al cliente7.Estofue informado por Ruffin Chaveleau, directora del servicio de atención al cliente de la plataforma, durante una videollamada por Zoom. Y, por supuesto, con consternación y cara de contener el llanto, propia de una actriz en plena escena de una telenovela. Así funciona el capitalismo 2.0 con el descarte masivo y en sólo tres minutos. ¡Abracadabra!

Aquí, en Argentina, Paolo Rocca, el Ceo del holding Techint despidió 1450 trabajadores, a pesar del decreto presidencial que lo prohibía, a pesar de subsidiarlo con los dineros públicos para que “ordeñe” Vaca Muerta con Tecpetrol y lleve los dineros a Luxemburgo donde tiene la sede central de la corporación. A pesar de ser la primera fortuna del país con un patrimonio personal 8 mil millones de dólares y una facturación empresarial 23.000 millones de la misma moneda, parece que el Ceo no puede responder al pago del 25 % del pago, puesto que otro 25% fue el acuerdo de la Confederación General del Trabajo (CGT) – que parece funcionar como gerencia de recursos humanos de la patronal – para la rebaja y el otro 50% son los dineros públicos que el gobierno utiliza para mantener esa porción de salarios, subsidiando a las mismas corporaciones que fugan esos mismos los dineros públicos. ¡Abracadabra!

El COVID-19 es el estado de sitio planetario que construye las condiciones de posibilidad para una reingeniería social sin precedentes, que abra paso a la cuarta revolución industrial y que constituye el régimen de gobernabilidad que requiere el capital en la actualidad, autoritario, destructor de la sociabilidad, con la intención de disminuir costos sociales y conjurar los riesgos de revueltas.  Una de las operaciones que se está llevando a escala planetaria es la redefinición del papel de los sistemas escolares, la profesión docente y los centros de formación de educadores; algo que ya se había iniciado en los ochenta del siglo XX8

No olvidemos que los ministros de educación de las últimas décadas y los “especialistas” juglares del poder, lo venían advirtiendo, cuando hablaban de estar “capacitado para el mundo que se viene”, porque las formas de trabajo y de empleo iban a ser otras para lo que se necesitaría “acreditar las competencias y habilidades del siglo XXI” y junto a eso nos repetían y repiten que muchos de los “trabajos que hoy existen, dejarán de existir” y nos mostraban las bondades de la “sociedad del conocimiento”, otro concepto que impone la reconfiguración de la subjetividad.

El proceso de desposesión educativa jamás se detiene, si no lo detenemos, el avance de la endoprivatización encontró en la pandemia el motor de aceleración que necesitaba para instalarse bajo el concepto de “la nueva normalidad”, con su poder adormecedor y su “aroma” de cambio. La nueva normalidad incluye la “vacuna” global de la virtualidad que como adelanto promociona el home office y el home schooling. Es decir que el “trabajo” en casa y la “educación” en casa amplían sus prácticas y las ganancias de las corporaciones tecnológicas.

En relación con la escuela, esto es llevar a su máxima expresión la pedagogía instrumental del individualismo, formadora de subjetividades egoístas que contribuyen aún más al proceso de fragmentación social, una modalidad que sin duda fomenta la desigualdad social.

De esa forma las corporaciones siguen aumentando sus ganancias y se apoderan de la educación pública con la gestión del “conocimiento” desde plataformas organizadas por gerenciadores externos. Creando un mercado “familiar” y otro de carácter “institucional”.

¡Abracadabra!

Fundación Varkey lanzó Comunidad Atenea, la primera comunidad virtual de aprendizaje colaborativo para maestros en toda América Latina.

Se trata de una plataforma online gratuita que ya cuenta con más de 6.000 miembros. El espacio permite encontrarse para compartir las mejores prácticas, celebrar su trabajo y aprender de otros sobre cómo mejorar la educación de sus estudiantes.

Con las escuelas cerradas en casi todos los países de América Latina debido a la pandemia, cien maestros se incorporan por día a la plataforma para encontrar y proponer soluciones creativas e innovadoras que logren mantener a los estudiantes aprendiendo cuando ya no pueden acceder al aula.

Los docentes ya se han inscripto desde Argentina, Ecuador, Paraguay, Perú, México, Uruguay, Colombia, Chile, Brasil, República Dominicana, Panamá, Bolivia y Venezuela9.

La Fundación Varkey no iba a quedar fuera del mercado virtual de la educación y de esta forma, sustituye los convenios con los gobiernos e interactúa directamente con los docentes/usuarios/consumidores de los contenidos de la plataforma: “Las más de 190 actividades que ya están disponibles en la plataforma están demostrando ser invaluables para los maestros de todo el continente”.

La estandarización de las prácticas de los futuros reconfigurados facilitadores está en marcha; la plataforma se promociona como gratuita y abierta y promociona cursos: “La plataforma busca crear una comunidad de maestros, funciona como un espacio similar al de las redes sociales, permite a los docentes subir sus perfiles, publicar contenidos, poner “me gusta” y entrar en contacto con colegas. Además, está moderada para garantizar que todas las publicaciones sean de alta calidad educativa. La plataforma también contiene una galería de cursos online, conocidos como MOOCs por sus siglas en inglés”.

Los “MOOCs” son cursos en línea, masivos y abiertos, lo que parece atractivo para los “virtualófilos” del mercado educativo, pero cuando finaliza el curso, para obtener el certificado, hay que pagar. ¡Business are Business!

Sunny Varkey es otro de los grandes billonarios que realizó su fortuna con los procesos de exoprivatización y endoprivatización que fueron impulsando la creación del mercado de la educación. Un mercado corporativo que está fracturando y desposeyendo la educación pública a nivel mundial. ¡Abracadabra!

Incluso el “llamamiento” que realiza la fundación de Ceos empresariales, Argentinos por la Educación a destrabar los accesos a la virtualidad, con un tinte de reclamo social, no es más que otra estrategia de negocio corporativo: “‘Es el momento para avanzar con iniciativas excepcionales para que no se amplíe esta situación de desigualdad’, sostienen quienes firman y, a su vez, se comprometen a promover el acompañamiento necesario para implementar estas plataformas en las escuelas y el uso de Whatsapp con fines pedagógicos en los barrios populares. Ignacio Ibarzábal, de Argentinos por la Educación, agrega: ‘Queremos convocar a más líderes y sectores para trabajar codo a codo en hacer de la urgencia sanitaria, social y educativa nuestra prioridad’10

No se trata de solidaridad social sino de solidaridad corporativa, puesto que la fundación AxE fue durante la presidencia de Mauricio Macri, una especie de “casa central” y el ministerio de educación, una de sus agencias. Una usina, entre otras tantas que siguen funcionando, como “consultoras”. Ignacio Ibarzábal es el director de la ong endoprivatizadora de la educación e integrante de Harvard University Graduate School of Education11. Todo un emporio de la desposesión de la educación pública.

Por supuesto que además de optimizar ganancias el negocio tecnológico de la venta de plataformas y cursos en línea, también amplían sus ganancias las corporaciones operadoras de la comunicación para sostener conectividad.

No es casual, que mientras continúa la cuarentena, el Banco Mundial, junto a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la GSMA y el Foro Económico Mundial hayan presentado el Plan de Acción Conjunta en respuesta al COVID-1912, que lejos de ser una vacuna es un parásito transgénico. Que no se conforman con los millones de dólares que ganan, sino que, aprovechan la pandemia para ganar aún más.

El documento, elaborado tras un diálogo con ministros de Finanzas y TIC, autoridades regulatorias y CEOs de compañías de telecomunicaciones y tecnología de todo el mundo, tiene por objetivo servir como guía de mejores prácticas para autoridades durante la situación de emergencia”. De lo que se trata es de la ampliación de cobertura para hacer el negocio más rendidor, porque en el apartado “Propuestas regulatorias para sostener la conectividad durante la crisis del COVID-1913: En el punto 11 dice: “Interacciones digitales: para favorecer la cohesión social, así como el uso de las comunicaciones y transacciones digitales durante esta crisis, se invita a reducir o eliminar impuestos específicos del sector, dispensar de impuestos y tasas especiales…”

La voracidad y la posición del Banco Mundial que opera como auspiciante y mediador para imponerle a los gobiernos una baja de impuestos “para sostener la cobertura” de las operadoras cuyas facturas pagamos cada uno de los usuarios.

¡Pingüe negocio! Nosotros les pagamos las obscenas tarifas que ellos nos cobran y al mismo tiempo no quieren pagar impuestos. ¡Eso es el capitalismo! ¡Esa es la normalidad sumada la “nueva normalidad”!, profundizar el saqueo con “nuevas” formas de legalizarlo.

El Día de la Marmota (…)

Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/05/27/la-nueva-normalidad-y-la-reconfiguracion-capitalista/?fbclid=IwY2xjawF1YgZleHRuA2FlbQIxMQABHS0feXGLzC4UczGJkb_lp0b1L-mmId8ISzUqibiHaDDyZmt0y4NLbyNNkA_aem_hSVeoNUDBpnnJojd1P23Sw

  Alternativas emancipatorias 

¿Quién hablará por nosotres?

3 de agosto de 2024

Por Pablo Sessano (*). Podría decirse que el campo de lo político lo abarca casi todo, pero el de la política entendida como el proceso mediante el cual los ciudadanos agrupados en colectivos de diferente carácter e ideología generan propuestas para administrar un país o una región con base en determinadas lecturas de la realidad y de proyecciones de futuro, ese proceso que decanta cada 4 años en el ejercicio del voto y la elección de alguna de esas propuestas, es mucho menos abarcativo y está dominado por una partidocracia que de una u otra forma condiciona las elecciones y decisiones de la multitud. Esa burocracia política que opera en asociación intencionada o no con medios de información y más recientemente con la ayuda de las tecnologías lejos de acercarse a los ciudadanos y ofrecerles mejores herramientas e información verídica y corroborable, se viene alejando cada vez más de una ciudadanía que parece cumplir con el ritual democrático casi por inercia y sin ninguna convicción positiva. Ninguna novedad en esto. Los resultados están a la vista.

La educación por su parte, siempre invocada por todos (en abstracto) como una (la) solución, más allá del imaginario social equívoco sobre sus potencialidades, realmente no ofrece más que apenas y cada vez menos indicios de mejores configuraciones para la política. El colapso del sistema representativo, la discrecionalidad y la degradación en el ejercicio del mandato que la sociedad deposita en muchos de esos agentes evidencian un vacío, un desierto de confianza y desorientación que socaba no solo la certidumbre que los ciudadanos deberían tener sobre la palabra de quienes han elegido para representar sus intereses, sino la posibilidad de imaginar y hasta desear un mundo más sano y pacífico. La sociedad desconfía. Y el horizonte permanece nublado.

En este contexto cabe preguntarse ¿quiénes, de entre los sujetos políticos activos, creen los ambientalistas/ ecologistas que podrían comunicar certera, veraz y sinceramente los mensajes que consideran es necesario comunicar y que emergen de las luchas socioambientales en los territorios del país?

Con anterioridad me he detenido en reflexionar acerca del dilema de la jerarquía de identidades que conflictúa la actitud política de los ambientalistas. Una irresolución resultante del imaginario desarrollista que en mi opinión opera -también en ellos- obliterando la posibilidad de construcciones políticas autónomas y más liberadas de ese paradigma.

Es claro a esta altura de los acontecimientos de al menos el primer cuarto del siglo XXI, que no hay actor político que esté en posición de expresar el sentir y el saber que se ha construido en el campo de las luchas socioambientales. Hubo dos clases de intentos. Tres o cuatro sellos partidarios intentaron captar esas identidades y energías y terminaron desapareciendo o siendo cooptados, destacan el Partido Verde y Los Verdes. Y dos intentos de “ambientalizar la mirada” y el programa de partidos prexistentes, vigentes y activos: parte de la izquierda logra incorporar algo de la agenda ambiental a su programa pero sin que ello modifique sus históricas limitaciones; y las expresiones kirchneristas más jóvenes no logran sensibilizar las mineralizadas estructuras y mentalidades del movimiento, ni siquiera invocando el célebre y postrero mensaje ambientalista del líder sintomáticamente ignorado durante 40 años y desde luego no podrían configurar un cisma al interior del peronismo.

De tal suerte, hace unas semanas a raíz de las posibles consecuencias del (denominado Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) RIGI aprobado por aquellos “representantes del pueblo” antes caracterizados, en algunos insospechados medios se afirmaba que el Pacto de mayo sería una pacto contra la naturaleza y se animaban a reconocer que “hay pobreza intelectual en los argumentos “anti-ambientalistas”, mientras se preguntaban si comenzaría el debate ambiental en Argentina, como si el mismo fuese una novedad o como si no hubiese desde hace mucho expresiones, individuales o de pequeños colectivos, que polemizan públicamente con el discurso antiecologista, ya sea del neoliberalismo ya de neodesarrollismo, y no son pocas las batallas ganadas. Solo por recordar algunas de las más ruidosas, el debate nuclear durante el menemismo, la lucha del pueblo de Esquel contra la minería a cielo abierto o las factorías de cerdos más recientemente.

Pero la referencia viene al caso por varias razones, la primera es que el así llamado “tema ambiental”, viene tomando más destacado protagonismo porque las contradicciones entre la salvaguarda ambiental consagrada constitucionalmente y las des-políticas ambientales públicas y privadas se exacerban haciendo más visible la degradación territorial y social que acarrea, y el actual gobierno expresa cínicamente su intención de descuidarlo todo y del todo.

También porque, en rigor de verdad más allá del discurso, las gestiones gubernamentales anteriores nacionales y provinciales poco y nada hicieron en otro sentido. Pruebas al canto desfinanciación de Ley de glaciares y Ley de bosques, trabas a Ley de humedales, expulsión de pueblos originarios, contaminación petrolera y minera, genocidio agrotóxico, nulos avances en la gestión ambiental del Riachuelo, entre otras.

Sin embargo, ahora, frente al desembozado posicionamiento negacionista y negligente del actual gobierno, desde algunos sectores políticos, especialmente peronistas, sus medios afines y sus simpatizantes, la preocupación por la crisis ambiental ha cobrado más valor. No obstante, lo cual aun cuando fuese o pudiese convertirse en una preocupación genuina, ocupa y ocupará un lugar muy subordinado en la concepción de sus agendas. Petroleo off shore, minería de litio y agricultura agrotóxica en la provincia de Buenos Aires son buenos indicios de ello. Lo que es exactamente al revés que en la agenda ambientalista. Eso es lo que significa la consigna “no habrá justicia social sin justicia ambiental”.

Desde la perspectiva de amplios sectores ambientalistas no basta incorporar el “tema ambiental” a la agenda política, se trata en cambio de reformular la agenda sin omitir ningún asunto, pero con base en un diagnóstico y una prospectiva en donde la crisis ecosocial provocada por el modelo socioeconómico y cultural del capitalismo sea el centro y el eje de una propuesta de reorganización de la economía, la producción, el trabajo, los derechos, la justicia y el federalismo. Acaso algo así intencione Gustavo Petro en Colombia.  ¿Mucho?, puede ser si seguimos suscribiendo el aforismo según el cual la política es el arte de lo posible, pero no tanto si asumimos que solo concibiendo la política como el arte de lo imposible o lo inédito, será posible darle verosimilitud y credibilidad a un verdadero orden social y natural sustentable. No hay otros caminos y por ello no hay a la vista en Argentina sujetos políticos capaces de hablar por el movimiento socioambiental que no sea él mismo, la historia del último cuarto de siglo y más atrás lo demuestra, porque el debate sobre el ambiente no es novedad en Argentina, es viejo solo que fue silenciado todo lo posible y las voces de ambientalistas/ecologistas siempre cuestionadas por inorgánicas, exageradas, catastrofistas o antidesarrollo. No obstante, en todos estos años del movimiento socioambiental no surgió ninguna instancia organizativa capaz de comunicar con efectividad no solo su propia forma de ver, sino sobre todo las consecuencias de prorrogar el crédito a los cantos de sirena que son realmente las ideas del progresismo productivista; y dar batallas sistemáticas y sostenidas dentro del sistema político.

Como si ello conllevase una pérdida de dignidad y credibilidad, se eligió permanecer al margen ejerciendo únicamente la denuncia y la resistencia y cediendo el espacio en la política que corresponde a esos amplios sectores. Es claro que nadie puede hablar por nosotres. No se trata de ganar elecciones, en principio, sino instalar una forma de concebir el presente y el futuro más allá de lo puramente filosófico, en el plano más político del debate por el país y la sociedad que creemos posible. Una consistente tradición de luchas en defensa de los bienes comunes, el patrimonio natural y el control social de las tecnologías para una vida buena, espera aún la constitución del sujeto político colectivo que la asuma como fundamento para proponer a la sociedad un programa verdaderamente alternativo de futuro, de país y de gobierno.

(*) Pablo Sessano. Ecologista, educador ambiental, permacultor y ceramista. Especialista en gestión ambiental metropolitana, empresarial, eco auditorías y políticas públicas ambientales. Investigador independiente.Fuente: https://eraverde.com.ar/quien-hablara-por-nosotres/

Alertémonos, en primer lugar, que la ONU en los ’70 nombró «ambiente o medio ambiente» de modo eufemístico a la «naturaleza» para desviar e imponer otro rumbo a la denuncia y resistencia internacional contra el modo capitalista de producción y mercantilización de la naturaleza. Sobre la historia de esta forma de la lucha de clases en el mundo, escribiré en la página web Actualidad de mi portal Confraternizarhoy.

Ahora, asociemos la propuesta con lo esencial al activismo de Pablo Sessano reflexionando sobre:

LA COLUMNA DE PABLO SESSANO

¿Peronismo para la transición, una estrategia nacional y popular hacia el buen con-vivir?

El Peronismo frente al desafío ambiental

Argentina. La Educación ambiental entre la agenda educativa y la agenda juvenil: una revisión urgente en clave de coyuntura

Fuente: https://lareverde.wordpress.com/la-columna-de-pablo-sessano/

Ley de asociaciones profesionales: el sustento jurídico de la burocracia sindical

 

Ianina Harari

Vía Socialista

El modelo sindical argentino está regulado por una ley cuyas características fundamentales datan de 1945, cuando Perón estatizó el movimiento obrero y subordinó a los sindicatos a su política. No es casual que desde entonces resulte excepcional el recambio político en las cúpulas sindicales. Desde mediados del siglo XX, el peronismo gobierna la abrumadora mayoría de sindicatos y la CGT. En general, cuando hay recambio de dirigentes, se trata de cambio de nombres que responden a una misma corriente o de una disputa entre fracciones de la burocracia. La perpetuación de la burocracia tiene como uno de sus fundamentos a la legislación sobre las asociaciones sindicales. La Ley de Asociaciones Sindicales, n° 23.551, fue sancionada 1988 bajo el gobierno de Alfonsín, pero sus postulados reproducen los del decreto n° 23.852, de 1945.

Distintas leyes, mismo espíritu

La primera reglamentación estatal de los sindicatos se produjo durante el gobierno militar de 1943, del que Perón fue partícipe. Esa norma nunca entró en vigencia, pero constituyó una muestra de la voluntad de comenzar a regimentar a las asociaciones obreras. Dos años después, Perón ocupaba la Secretaría de Trabajo y Previsión y emitió el decreto n° 23.852/45, que sentará las bases del modelo sindical argentino, el cual mantiene su vigencia hasta hoy.

La principal característica es lo que se conoce como “unicidad promocionada”. Este mecanismo implica que el Estado solo otorga reconocimiento formal a un solo sindicato por actividad u oficio, que es el autorizado para representar al conjunto de los trabajadores y participar de las negociaciones colectivas. Ese sindicato, y solo ése, cuenta con la personería gremial. Pueden existir otros sindicatos, pero solo obtendrán una inscripción simple, sin tener derecho a participar en las instancias de discusión con la patronal.

Durante las dos primeras presidencias de Perón, entre 1945 y 1955, se otorgaron la mayoría de las personerías gremiales. Los sindicatos que la obtuvieron no eran necesariamente quienes contaban con mayor cantidad de afiliados, es decir, los más representativos. Lo que definía el otorgamiento de la personería era la subordinación al peronismo. Con ello, se buscaba eliminar los sindicatos dirigidos por los comunistas. El éxito de la estrategia de la normativa que ideó Perón se puede medir por la continuidad de los sindicatos que detentan la personería hasta el día de hoy.

La “Revolución Libertadora” buscó quebrar el poder del peronismo en los sindicatos, promoviendo la pluralidad sindical mediante el decreto n° 9.270/56. Unos años después, en 1958, Perón y Frondizi pactaron la restauración del modelo sindical anterior, lo que se plasmó en la ley n° 14.445. Al volver al poder, en 1973, el peronismo sancionó la ley n° 20.615, que buscó incrementar el poder de la burocracia sindical y blindarla para eliminar la disidencia interna. Esta nueva norma habilitó a las cúpulas sindicales a intervenir seccionales, filiales y comisiones internas.

La dictadura militar introdujo algunas modificaciones al modelo sindical, pero que no alteraban el núcleo del esquema anterior. En 1979, dictaron la regla estatal n° 22.105, que quitaba la personería gremial a la CGT y le sacaba a los sindicatos la administración de las obras sociales, privándolos de su principal caja. Bajo el gobierno de Alfonsín, en 1984, le Ley Mucci buscó que se reconociera la representación de las minorías en los sindicatos, pero la norma no prosperó por oposición del peronismo. En 1988, se sancionó la ley n° 23.551, que rige hasta hoy, en donde se consagró el modelo sindical de unicidad promocionada.

Como vemos, los intentos radicales y militares de modificar el modelo sindical solo buscaban debilitar al peronismo. Lejos de defender los intereses obreros y preocuparse por la democracia sindical, buscaban sacar ventaja de una disputa inter burguesa. En cambio, no hubo ningún intento por izquierda de desarticular los fundamentos legales del poder de la burocracia sindical peronista.

El monopolio sindical: una carta peronista

Como mencionamos, el modelo sindical argentino se basa en el concepto de monopolio sindical. Se trata de una idea que, en abstracto, parece destinada a fortalecer las organizaciones corporativas de la clase. Al haber un solo sindicato por actividad, se evita la dispersión frente a la unidad de la patronal. La ley no impide la existencia de más de un sindicato, pero solo uno ostentará la representación del conjunto de los trabajadores de la actividad u oficio. A su vez, será el que maneje la obra social.

Ahora bien, esta idea tiene varios problemas. El primero de ellos consiste en que originalmente las personerías no fueron entregadas a quienes contaban con mayoría de afiliados. El segundo tiene que ver con que no se garantizan mecanismos para la disputa por la personería gremial se lleve a cabo. Por ley, el sindicato que quiera disputar la personería a otro que ya la tenga, tiene que demostrar que una cantidad de afiliados mayor durante seis meses. Pero no hay ningún elemento que obligue al sindicato que ya tiene la personería a presentarse a la compulsa de afiliados. Así, simplemente con no presentarse a las compulsas, el sindicato que tiene la personería gremial puede mantenerla eternamente. Esa es, por ejemplo, la estrategia que utiliza la UTA para mantener la representación de los trabajadores del subte.

La democracia sindical

El modelo sindical argentino no fue pensado en pos de fortalecer a la clase obrera y sus organizaciones sindicales, sino por el contrario, se buscó que el Estado pudiera controlarlas. Así, el peronismo logró contar con un arma para disciplinar a la clase obrera que le fue útil hasta el día de hoy. La perpetuación de la burocracia sindical peronista muestra el éxito de esa estrategia, que estuvo al servicio de sostener la hegemonía burguesa.

Hay dos mecanismos principales por los cuales el modelo sindical permite la perpetuación de la burocracia. Por un lado, la dificultad para disputar la personería gremial angosta las posibilidades de discutir con la burocracia peronista desde afuera de los sindicatos. Por el otro, la competencia interna también se ve obstaculizada. Como vimos en una nota anterior (véase El Aromo n° 1 –Segunda época), la normativa no contempla ningún mecanismo que garantice la democracia interna.

Para obtener mayores niveles de democracia sindical dentro de la legalidad burguesa, es necesario reformar la legislación. Hacen falta garantías para la compulsa de afiliados, que obligue a los sindicatos a presentar periódicamente la cantidad de aportantes. Por otro lado, se debe dar lugar a la representación de todos los sindicatos en las paritarias, tal como sucede en el Estado. Cada sindicato debe sostenerse con los aportes voluntarios de sus afiliados, por lo que cualquier aporte compulsivo de los no afiliados debe ser eliminado. Así, cada trabajador podrá elegir libremente qué sindicato quiere que lo represente. Por otro lado, como ya mencionamos, deben existir garantías a la democracia interna en los sindicatos. Hoy en día, con sindicatos totalmente desprestigiados, la participación de la clase obrera en la vida sindical es muy baja. Una mayor democracia sindical puede restablecer la confianza en los sindicatos como herramientas de defensa de los intereses obreros y dar un impulso a la lucha.

Publicado en El Aromo Nueva Época N° 3 – Julio 2022

Fuente: https://viasocialista.com.ar/ley-de-asociaciones-profesionales-el-sustento-juridico-de-la-burocracia-sindical/

Qué Trabajo

Expropiado y explotado por burguesía / Ecocida y genocida /
Alternativas emancipatorias

Expropiado y explotado por la burguesía

Entrevista al investigador Marcel van der Linden

El fin del fin de la clase obrera

28 de septiembre de 2024

Por Nicolás Allen | Jacobin

A medida que la mano de obra mundial se vuelve cada vez más precaria y fragmentada, la solidaridad internacional y la unidad de la clase obrera parecen más difíciles que nunca. Pero, como explica el historiador del trabajo Marcel van der Linden a Jacobin, los desafíos actuales a la acción colectiva de la clase trabajadora son tan antiguos como el propio capitalismo.

Según un reciente informe de la OIT sobre “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo”, en 2020 se produjo una fuerte caída de los ingresos laborales y un drástico aumento de los niveles de pobreza en el mundo como consecuencia de una pérdida del 8,8% del total de horas de trabajo a lo largo del año. Peor aún, el informe informa de que cualquier recuperación prevista se basará invariablemente en sectores laborales en los que la baja productividad y la falta de normas laborales -es decir, la precariedad- son rampantes.

Las últimas cifras de la OIT reflejan una tendencia a la baja en el poder de la clase trabajadora a escala mundial. Como escribía David Broder en un reciente artículo de Jacobin, la evidente pérdida de poder de la clase obrera –ya sea en las fábricas, a través de la automatización y la precariedad, o en el ámbito político a través de la lenta desaparición de los partidos obreros y socialdemócratas– ha sido durante mucho tiempo la fuente de pronósticos apresurados que proclamaban el “fin de la clase obrera”. Sin embargo, el declive del poder de la clase obrera no es irreversible, y sería temerario equiparar la disminución de la influencia estructural con el fin de la clase obrera como tal.

El historiador del trabajo y ex director del Instituto Internacional de Historia Social, Marcel van der Linden, ha sostenido una sofisticada versión de este argumento durante la mayor parte de su carrera de investigación. Al ampliar el alcance de la historia del trabajo en todas las direcciones –en el tiempo, para abarcar a las poblaciones trabajadoras del siglo XVI, y en el espacio, para las plantaciones coloniales en las que predominaba el trabajo forzado–, el trabajo de van der Linden sostiene que debemos ampliar nuestras propias definiciones de la clase trabajadora, incluso si eso significa repensar la propia historia del capitalismo.

La recompensa política de una definición ampliada de la clase obrera –que incluya el trabajo de cuidados, el trabajo forzado y el autoempleo informal– es que muestra los muchos “adioses a la clase obrera” por lo que son: demasiado dependientes de una imagen estrecha de la clase obrera como trabajo fabril fordista, y muy a menudo blanco y masculino.

El hecho, explica van der Linden a Nicolás Allen, editor colaborador de Jacobin, es que la clase obrera no va a ninguna parte. Y, aunque pueda parecer más fragmentada y precaria, la clase obrera también está experimentando transformaciones que permiten descubrir nuevas formas de influencia estructural y de solidaridad internacional.

Nicolás Allen. George Orwell escribió que los trabajadores más importantes son también los más invisibles. Tu trabajo parece orientarse en función de un principio similar: comprender la especificidad de la clase obrera sin dejar de lado esas formas de trabajo consideradas anómalas por los enfoques marxistas tradicionales (trabajo no libre, no mercantilizado, intermedio, etc.).

MVDL. En el capitalismo siempre convivieron —y, probablemente, sigan haciéndolo— formas distintas de mercantilización de la fuerza de trabajo. Durante su largo desarrollo, el capitalismo recurrió a muchos tipos de relaciones laborales, algunas basadas en la coacción económica y otras en factores no económicos. Millones de esclavos fueron expulsados a la fuerza de África y llevados al Caribe, a Brasil y al sur de los Estados Unidos. Muchos trabajadores subcontratados son enviados hoy a Sudáfrica, Malasia y América del Sur. Otros trabajadores «libres» migran de Europa a las Américas, Australia y a otras antiguas zonas coloniales. Los aparceros producen una porción importante de los bienes agrícolas a nivel mundial. 

Estas y otras relaciones laborales son sincrónicas, aun cuando la tendencia hacia el «trabajo asalariado libre» sigue creciendo. La esclavitud todavía existe, la aparcería está retornando en ciertas regiones, etc. El capitalismo es capaz de elegir las formas de mercantilización del trabajo que mejor se adecúen a sus propósitos en un contexto histórico determinado: una variante es más rentable hoy, pero mañana puede ser otra. 

Si el argumento es correcto, debemos conceptualizar a la clase obrera asalariada como un tipo —importante, sin duda— de fuerza de trabajo mercantilizada entre otras. En consecuencia, no podemos concebir al trabajo denominado «libre» como la única forma de explotación que se adecúa al capitalismo moderno, sino como una alternativa específica. Luego, debemos elaborar conceptos que comprendan las múltiples dimensiones de esta problemática. La historia del trabajo capitalista debe abarcar todas las formas de mercantilización de la fuerza de trabajo, sin importar si recurre a la coerción física o a la económica: asalariados, esclavos, aparceros, presos, por no decir nada de todo el trabajo que colabora con la creación o la regeneración de la fuerza de trabajo mercantilizada, es decir, las labores de crianza, las tareas domésticas y los trabajos de cuidado y de subsistencia. 

Si consideramos todas estas formas de trabajo, deberíamos tomar como unidad básica de análisis a los hogares en lugar de los individuos, pues eso nos permitiría mantener en el horizonte las vidas, tanto de hombres como de mujeres, de jóvenes y de viejos —en fin— el amplio espectro del trabajo remunerado y no remunerado.

NA. ¿Qué consecuencias tiene ese enfoque para la historia del capitalismo? La versión más popular es que el capitalismo surgió a partir de la transformación de los trabajadores en trabajadores asalariados libres, es decir, del acaparamiento de los medios de producción.

MVDL. Si mis observaciones son correctas, debemos transformar drásticamente nuestra concepción de la historia, empezando por nuestro concepto del capitalismo. Si el capitalismo no muestra ninguna preferencia estructural por el trabajo asalariado, es posible que emerja en situaciones en las que dicho trabajo es prácticamente inexistente, por ejemplo, en contextos donde prevalecen distintas formas de esclavitud. Si en lugar de concebir al capitalismo en términos de la contradicción entre trabajo asalariado y capital, lo hacemos en función de la mercantilización de la fuerza de trabajo y de otros elementos del proceso de producción, cobra sentido definir al capitalismo como un circuito de transacciones y procesos laborales que apunta tendencialmente hacia la «producción de mercancías por medio de mercancías», según la célebre expresión de Piero Sraffa. 

Ese circuito de producción y distribución de mercancías en constante expansión, donde no solo los productos del trabajo, sino también los medios de producción y la fuerza de trabajo adquieren el estatus de mercancías, es lo que denomino capitalismo. Esta definición se aparta hasta cierto punto de Marx, pero no deja de ser consistente con su enfoque, pues él también concebía al modo de producción capitalista en función de la «generalización» o «universalización» de la producción de mercancías. Sin embargo, mi definición sí se aleja decisivamente de aquellas que circunscriben al capitalismo a la «producción para el mercado» y pasan por alto las relaciones laborales específicas implicadas en la producción. Es el caso, por ejemplo, de Immanuel Wallerstein y su escuela. 

Pienso que, teniendo en cuenta esta definición revisada del capitalismo, es posible concluir que la primera sociedad completamente capitalista no fue la de Inglaterra en el siglo XVIII, sino la de Barbados, esa pequeña isla caribeña (430 km2), que durante el siglo XVII se convirtió en la sociedad esclavista más próspera del mundo. La colonización del territorio comenzó en los años 1620, y en 1680 la industria azucarera utilizaba el 80% de la tierra cultivable de la isla, empleaba el 90% de su fuerza de trabajo y representaba cerca del 90% de sus ingresos por exportaciones. Fue el comienzo de la denominada «revolución azucarera», que terminó dominando el desarrollo agrícola de las Indias Occidentales Británicas durante largos siglos. 

La cuestión es que el proceso de producción y consumo de Barbados estaba casi completamente mercantilizado: los trabajadores (esclavos) eran mercancías, su comida era comprada en otras islas, sus medios de producción (como los molinos de caña de azúcar) eran fabricados con fines comerciales y el producto de su trabajo (caña de azúcar) era vendido en el mercado mundial. Hubo pocos países en los que la vida económica llegó a estar tan mercantilizada. En ese sentido, aunque pequeño, no dejaba de ser un verdadero país capitalista. Y, por supuesto, solo podía existir gracias a su integración a un imperio colonial más amplio.

Entonces no está tan claro que Inglaterra haya sido la patria original del capitalismo moderno. Cuando adoptamos una perspectiva no eurocéntrica, comprendemos tres cosas: que muchos avances significativos en la historia del trabajo capitalista son más antiguos de lo que pensábamos, que la historia del capitalismo comenzó con los trabajadores no libres y que comenzó en el Sur Global, no en Estados Unidos ni en Europa. 

NA. Me da la sensación de que estas ideas aplican, no solo al pasado, sino también al presente: si expandimos la definición de la clase obrera, ciertamente nos beneficiamos de una nueva perspectiva sobre los orígenes del capitalismo, pero además nos vemos obligados a enfrentarnos a quienes afirman que estamos asistiendo al «fin de la clase obrera», pues esa hipótesis solo se sostiene bajo condición de mantener una concepción sumamente estrecha de la clase. 

MVDL. Efectivamente, no hay ningún «fin de la clase obrera». De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, entre 1991 y 2019, el porcentaje de personas que viven exclusivamente de sus salarios («empleados») oscila entre el 44 y el 55%. La proletarización crece sobre todo en los países capitalistas avanzados. Se estima que en las economías desarrolladas, los asalariados representan cerca del 90% del empleo total. Pero en las economías emergentes y en vías de desarrollo, los empleados representan, con suerte, el 30% del empleo total. Por supuesto, la clase obrera mundial supera con creces el número de empleados: deberían sumarse todos los miembros que aportan ingresos a las familias y la mayoría de los desempleados, como así también la enorme cantidad de trabajadores autónomos que suelen aparecer en las estadísticas como falsos cuentapropistas, es decir, son trabajadores autónomos en los papeles, pero en realidad trabajan para uno o dos clientes principales y dependen completamente de ellos. También forman parte de la clase obrera quienes realizan tareas domésticas (en general, mujeres), es decir, quienes garantizan que los empleados y otros trabajadores estén en condiciones de vender su fuerza en el mercado de trabajo.

Con todo, también observamos desplazamientos internos en la composición de la clase de los asalariados. Durante las últimas tres décadas, el número de trabajadores del sector de servicios básicamente se duplicó, la cantidad de trabajadores industriales creció un 50% y la cantidad de trabajadores agrícolas disminuyó poco más del 10%. Adicionalmente, observamos desplazamientos geográficos. En Europa y en América del Norte la desindustrialización se acelera, mientras que en Asia y otros lugares empieza a crecer el empleo industrial. 

Quienes hablan del «fin de la clase obrera» suelen vivir en los países capitalistas avanzados, donde observamos que se está desintegrando gradualmente lo que solía denominarse —erróneamente— el «empleo estándar». Se trata de una forma de trabajo asalariado definida por la continuidad y la estabilidad del empleo, un cargo de tiempo completo con un solo jefe y una actividad que se desarrolla completamente en el lugar de trabajo dispuesto por la empresa, a cambio de una buena remuneración, garantías legales y seguridad social. Sin embargo, suele pasarse por alto que el «empleo estándar» es un fenómeno relativamente reciente, incluso en los países capitalistas avanzados y que, como mucho, solo el 15% o el 20% de los asalariados a nivel mundial accedió alguna vez a ese tipo de relación laboral.

NA. Creo que, en parte, el término «fin de la clase obrera» remite al poder menguante de los sindicatos y del movimiento obrero. Esa tendencia es indiscutible, ¿no?

MVDL. Sí. A pesar de que la clase asalariada a nivel mundial nunca había sido tan numerosa, casi todos los movimientos obreros tradicionales están en crisis. Las transformaciones económicas y políticas de los últimos cuarenta años los debilitaron mucho. Su núcleo depende de tres formas de organización social: las cooperativas, los sindicatos y los partidos obreros. Aunque se trata de una tendencia desigual en distintos países y regiones, esas tres formas están en decadencia. El ala política —la socialdemocracia, los partidos obreros, los partidos comunistas— afronta dificultades en todos los países del mundo. Muchos sindicatos también están perdiendo poder. Los sindicatos independientes organizan solo a un pequeño porcentaje de trabajadores, y la mayoría vive en las regiones relativamente ricas situadas a la altura del Atlántico Norte. En 2014, la Confederación Sindical Internacional, único paraguas organizativo de la clase obrera a nivel mundial, estimó que no más del 7% de la fuerza de trabajo total estaba afiliada a un sindicato. Supongo que hoy ese total debe haber disminuido al 6%.

La debilidad del movimiento obrero internacional no deja de ser una paradoja. Aun cuando los niveles de conciencia tienden a ser relativamente bajos, cada vez más trabajadores en todo el mundo entran en contacto directo. Los productos que se fabrican en un país suelen ser ensamblados con componentes fabricados en otros países, que a su vez contienen subcomponentes hechos en países distintos. El resultado es que al menos un cuarto de los asalariados tiene empleos vinculados a una cadena de suministro global. La migración también fomenta las relaciones económicas entre trabajadores de distintas partes del mundo. La proporción de migrantes entre la población mundial creció de 2,8% a 3,5% entre 2000 y 2020. El porcentaje específico de migraciones Sur-Norte se duplicó desde los años 1960 y hoy representa cerca del 40% del total. Y, sin embargo, nada de eso resultó en la resurrección del movimiento obrero. 

Con todo, no deja de haber cierto espacio para el optimismo. Durante los últimos diez o quince años, asistimos a una intensificación de las luchas sociales. Por ejemplo, el 8 y 9 de enero de 2019, en India, 150 millones de trabajadores de todo el país fueron a la huelga por una lista de reivindicaciones, entre las que destacaban el aumento del salario mínimo, la alimentación digna y la consigna de igual remuneración por igual tarea. Las protestas sociales están creciendo en todas partes del mundo, incluida América Latina. En fin, no es menos importante notar que también se observan signos de renovación organizativa. Durante los últimos años se percibe un impulso creciente hacia la organización de los trabajadores de hospitales y del sector de cuidados.

La consolidación en 2009 de la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar y su campaña, que resultó en la aprobación del Convenio 189 sobre trabajadores y trabajadoras domésticos de la OIT, fueron un gran motivo de inspiración. Las huelgas de trabajadores presos en Estados Unidos revelan que hay nuevos segmentos de la clase obrera que están empezando a movilizarse. En muchos países los sindicatos están intentando abrirse a los trabajadores «informales» e «ilegales». La New Trade Union Initiative (NTUI) de la India, fundada en 2006, es una experiencia espectacular, que reconoce la importancia del trabajo remunerado y no remunerado de las mujeres y apunta a organizar, no solo al sector «formal», sino también a trabajadores subcontratados, casuales, domésticos, autónomos —en fin— a los segmentos más pobres de la ciudad y del campo.

NA. Pienso, por otro lado, que la hipótesis del «fin de la clase obrera» tiene como premisa la idea de que los problemas de la sociedad de hoy efectivamente exceden cualquier cosa que hayan podido imaginar los movimientos obreros tradicionales.

¿Qué debe hacer el movimiento obrero para reinventar esa idea, tan fuerte durante los siglos diecinueve y veinte, de que los intereses de los trabajadores son también los intereses de la mayoría de la sociedad?

MVDL. Como dije, es una paradoja: el poder político y económico de la clase obrera empezó a mermar a partir de los años 1980, pero todavía no veo otra fuerza social capaz de reemplazar a la clase obrera como agente principal. La única solución que se me ocurre es el fortalecimiento de esa misma clase obrera, aunque debería ser capaz de recurrir a formas de organización novedosas. Un movimiento obrero renacido necesita una nueva orientación. Sin dejar de notar que este tema requiere mucho debate, me contento con unas breves indicaciones.

En primer lugar, existe todo un espectro de temas muy importantes que los viejos movimientos obreros nunca se tomaron en serio. La mayoría de los sindicatos, los partidos y las organizaciones en general siguen siendo dominados por una cultura masculina, por prejuicios raciales, localismos y tienen poca conciencia sobre las cuestiones del cambio climático y la crisis medioambiental. Es evidente que las cosas están mutando, pero queda mucho por hacer todavía. En segundo lugar, la nueva estrategia obrera debería incluir en su agenda la igualdad social y los derechos. Debemos distanciarnos del economicismo vulgar del pasado, sin perder nunca de vista que la satisfacción de las necesidades básicas sigue siendo un aspecto fundamental. Los movimientos obreros deben convertirse en movimientos de clase en un sentido amplio. En tercer lugar, el movimiento obrero mundial tiende a ser antidemocrático y no permite que las bases alcen la voz. Debemos reemplazar esta estrategia autocrática por una estrategia democrática radical. En cuarto lugar, es urgente que las organizaciones obreras empiecen a orientarse en función de vínculos globales y actividades internacionales. Muchos de los desafíos más importantes, como el desempleo, el cambio climático, la pandemia o la coyuntura económica, no tienen solución a nivel nacional. 

En fin, todos estos elementos deben formar parte de una estrategia radical consistente. Mucho daño nos hicieron los movimientos del pasado que cedieron a la tentación de formar parte de las instituciones dominantes en vez de contar con su propia fuerza. Esto vale para los sindicatos, integrados a distintas formas de corporativismo, pero también para los partidos obreros que, sin un movimiento de masas que los respaldara y sin posibilidad de construir mayorías electorales, terminaron uniéndose a distintos gobiernos de turno. En las condiciones actuales no deberíamos pensar tanto en un gobierno alternativo como en una buena oposición política, comprometida con la autoemancipación de la clase obrera y con la democracia de base.

NA. Hasta ahora hablamos del movimiento obrero y del trabajo en términos abstractos, pero tal vez es momento de especificar un poco las cosas. Me sorprende la libertad con que, al referirse al Sur Global, se suele apelar a conceptos que supuestamente describen realidades nuevas, como «precariado», cuando en verdad parecen describir una situación que, a nivel mundial, no solo no es reciente, sino que es más bien estructural.

Además, estos conceptos «nuevos» parecen suponer que experiencias como el Estado de bienestar fueron universales (cuando en realidad fueron más bien excepciones). ¿Qué opinión te merece el término «precariado» al que recurre Guy Standing?

MVDL. Guy Stanting es un gran investigador, que hizo contribuciones fundamentales para comprender las transformaciones de las relaciones laborales del capitalismo contemporáneo. Pero creo que su idea de que el «precariado» es la nueva «clase peligrosa» es inadecuada. Por un lado, parece implicar que es posible descartar al resto de la clase obrera como agente de cambio social. Por otro, sugiere que los trabajadores precarios son capaces de desestabilizar el capitalismo por su propia cuenta. Este tipo de pensamiento, que privilegia a un segmento de la clase obrera sobre otros, no es nuevo: tenemos el ejemplo del operaísmo de los años 1970, defendido por Sergio Bologna, Antonio Negri y otros. Esta gente pensaba que los trabajadores calificados pertenecían a los sectores dominantes y que la «masa» de trabajadores no calificados era la vanguardia. Debemos oponernos a ese tipo de sectarismos. Existen buenos motivos para enfatizar la unidad de la clase obrera. Es mejor dejar las tentativas de fragmentación en manos de nuestros oponentes.

Con todo, también debemos reconocer que quienes piensan como Standing no se equivocan cuando señalan la importancia de la precarización. La precarización es una tendencia global y crece casi en todo el mundo. En las regiones más desarrolladas del capitalismo global, la competencia feroz entre capitalistas genera hoy un efecto de «igualación» descendente en la calidad de vida y en las condiciones de trabajo. Las relaciones laborales de los países ricos empiezan a parecerse bastante a las de los países pobres. El filósofo István Mészáros se refiere a este fenómeno como la perecuación tendencial de las tasas de explotación.

Hay otro tema candente, muy vinculado con el anterior: el desempleo y el subempleo. En el curso del siglo veinte, especialmente a partir de los años 1940, el número de desempleados y subempleados del Sur Global creció a un ritmo vertiginoso. A fines de los años 1990, Paul Bairoch estimó que, en América Latina, África y Asia, el «desempleo total» se situaba en el orden del 30-40%, situación sin precedente en la historia, «salvo tal vez en el caso de la Antigua Roma». En Europa, América del Norte y Japón, el nivel promedio de desempleo siempre fue mucho más bajo. Además, en esos casos, responde siempre a la coyuntura económica y, por lo tanto, es de carácter cíclico, mientras que el «sobredesempleo» —el término es de Bairoch— en el Sur Global dispone de rasgos estructurales. 

Los investigadores que estudiaron este problema, como José Nun, de Argentina, y Aníbal Quijano, de Perú, argumentaron que las decenas de millones de trabajadores permanentemente «marginados» del Sur Global no podían ser considerados como un «ejército industrial de reserva» en el sentido marxista: su condición social no era temporaria y no conformaban una masa de material humano siempre dispuesta a la explotación, pues sucedía que sus calificaciones simplemente no eran compatibles con los requisitos de la industria capitalista.

La precarización manifiesta una transformación importante del capitalismo contemporáneo. Aunque el capital productivo (la manufactura, la minería) sigue en expansión, existen otras porciones de la burguesía que están ganando cada vez más poder. El capital productivo está cada vez más subordinado al capital mercantil y al capital financiero, denominados por Marx, respectivamente, capital comercial y capital que rinde interés. Hoy asistimos, no solo al crecimiento impresionante de empresas de comercio (Amazon, Ikea, Walmart, etc.) y a una marejada de nuevos bancos y empresas de seguros, sino también al florecimiento de las subcontrataciones y de la tercerización. Este proceso debilita el poder de los sindicatos, pues estos suelen ser mucho más fuertes en el sector productivo que en los de comercio y finanzas. 

NA. Entonces, las relaciones laborales del Norte Global están empezando a parecerse a las del Sur, pero el subempleo y el desempleo crónicos se manifiestan en el Sur de formas inconcebibles en los países del Norte.

Me pregunto si tu concepto de desigualdad relacional remite a esa situación, es decir, a la idea de que hay una especie de «aristocracia obrera» en el Norte Global que sigue sacando provecho de la explotación del Sur Global.

MVDL. Pienso que el concepto de «modo de vida imperial», acuñado por Ulrich Brand y Markus Wissen, es muy útil en este sentido. Su idea central es que los asalariados de los países capitalistas avanzados —comprendidos aquí en el sentido amplio al que hice referencia antes— sacan provecho de la explotación ecológica y económica de las regiones más pobres del mundo. Esto es lo que denomino desigualdad relacional: si los asalariados del Norte están mejor, es en parte porque los del Sur están peor, tanto en términos socioeconómicos como ecológicos. Esto es válido en el caso del consumo (las remeras baratas de Bangladesh incrementan el ingreso real de los asalariados del Norte), pero también dispone de una dimensión ecológica: los países capitalistas avanzados tienen poder económico y político para importar recursos y exportar desechos. En ese sentido, los asalariados del Norte se benefician del intercambio económico y ecológico desigual entre los países capitalistas desarrollados y los atrasados.

El colapso del «socialismo» en la Unión Soviética, China y en otras partes del mundo, y la adaptación de la India al pensamiento liberal —procesos que se desarrollaron durante los años 1980 y principios de los 1990— tuvieron como consecuencia la emergencia en esos países de segmentos de la clase asalariada que cuentan con ingresos relativamente buenos, a los que suele subsumirse bajo la categoría más bien imprecisa de «clases medias». Por eso el «modo de vida imperial» también existe en la ex-URSS, en Asia y en otras partes del mundo.

En consecuencia, la clase obrera mundial internalizó contradicciones que dificultan la solidaridad en términos objetivos. Esto nos plantea un problema importante y urgente: no basta con garantizar la igualdad económica y social, sino que también hay que garantizar la igualdad ecológica. Los recursos naturales son limitados. Como dijo Arghiri Emmanuel en los años 1960, las personas que viven en los países ricos pueden consumir esos productos que tanto les gustan solo porque hay personas que consumen muchos menos y otras que no consumen ninguno. ¿Cómo lograr la igualdad en este terreno? Si no es posible hacerlo de forma descendente —es decir, bajando los estándares de vida de los países desarrollados—, ni ascendente —por causas técnicas y ecológicas—, ¿significa que la solución debería pasar por un cambio global en los patrones de vida y consumo, es decir, en el concepto mismo de bienestar?

NA. Pero cabe pensar que la solidaridad internacional no solo fracasa a causa de las distintas capacidades de consumo. También están los que piensan que los trabajadores tienen más o menos poder en función del lugar que ocupan en los patrones de acumulación a nivel mundial.

Por ejemplo, la huelga de una fábrica automotriz en Alemania es «objetivamente» más importante, en el sentido de que afecta más decisivamente al capital global, que una huelga de recolectores de residuos en Argentina. ¿Cómo es posible sintetizar las distintas luchas obreras?

MVDL. Deberíamos pensar menos en términos de clases nacionales y más en términos de poder posicional. En los años 1970, Luca Perrone, un sociólogo brillante que lamentablemente murió joven, argumentó que las distintas secciones de la clase obrera ocupan posiciones distintas en un sistema definido por la interdependencia económica. En ese sentido, su potencial disruptivo puede divergir enormemente. Tomemos por caso los mataderos de Chicago del siglo diecinueve, que eran una especie de línea de montaje. El primer departamento era denominado el sitio de la muerte y era donde efectivamente se sacrificaba a los animales antes de que fueran procesados en los otros departamentos. Si el sitio de la muerte paraba, se paralizaba toda la industria de la carne. Ese poder posicional tiene un rol político. Por ejemplo, hubiese sido imposible derrocar al sah de Irán sin las huelgas de los petroleros de 1978-1979. 

No creo que el Estado nación al que pertenecen los trabajadores defina su poder posicional. Los procesos de trabajo son mucho más importantes. Otro ejemplo: las commodities, que son el resultado de la combinación del trabajo de obreros y campesinos de todo el mundo. O tomemos, por ejemplo, los jeans que estoy usando ahora. El algodón más duro de la parte azul viene de los pequeños agricultores de Benín, país de África occidental. El algodón más suave de los bolsillos viene de Pakistán. El índigo sintético se produce en una planta química de Frankfurt, Alemania. Los remaches y los botones contienen zinc extraído por mineros australianos. El hilo es de poliéster manufacturado a partir de productos petrolíferos por los trabajadores de una planta química de Japón. Todas las partes son ensambladas en Túnez y el producto final se vende en Ámsterdam. Por lo tanto, mis jeans son el resultado de una combinación global de procesos de trabajo. De los trabajadores implicados en su producción, ¿qué grupo tiene más poder y qué grupo tiene menos? Es una pregunta empírica que solo podemos responder con información adecuada sobre —entre otras cosas— las posiciones que ocupan los distintos grupos en la competencia. 

Ahora que una porción cada vez más grande de la clase obrera mundial empieza a formar parte de cadenas mercantiles transcontinentales, es probable que los trabajadores del Sur Global tengan más poder, al menos en potencia. Su situación es similar a la de los matarifes de Chicago. Si no entregan el cobalto, el coltán y el cobre, Samsung y Apple no pueden fabricar sus teléfonos. Pero seamos claros: se trata de un poder potencial. Para que se actualice, los trabajadores deben tomar conciencia de su posición estratégica y organizarse.

Además, hay otra dificultad: cuanto más cerca están los trabajadores del producto final de una cadena mercantil, más interés tienen en que los trabajadores de las etapas anteriores cobren salarios más bajos, al menos en el corto plazo. Los trabajadores de una fábrica automotriz sacan provecho, en el corto plazo, si los obreros metalúrgicos reciben bajos salarios, pues eso incrementa el margen de ganancias de la venta de los automóviles, conlleva seguridad laboral y, tal vez, una mejor remuneración. Ese obstáculo solo puede ser superado a través de la politización, pues los trabajadores deben tomar conciencia del cuadro completo. Y, en general, la conciencia tiende a incrementar en función de la actividad y la educación que los trabajadores desarrollan de manera independiente.

NA. La verdad es que tu tesis no parece muy optimista…

MVDL. Soy menos optimista que hace veinte o treinta años. Hoy los obstáculos a la renovación son mayores, y también son mayores los desafíos globales (especialmente el problema medioambiental). La crisis que observamos podría estar marcando el fin de un «gran ciclo» de desarrollo del movimiento obrero, que duró casi dos siglos. El trabajo organizado (como su aliado, el socialismo) cuenta casi dos siglos de existencia y durante su historia sufrió muchas transformaciones. Apoyándose sobre las tradiciones igualitaristas previas, el movimiento obrero comenzó a desarrollarse con las experiencias «utópicas» del período 1820-1840. Influenciado por la rápida emergencia del capitalismo y por la naturaleza cambiante de los Estados, empezó a bifurcarse luego de las revoluciones de 1848: un ala luchaba para construir una sociedad alternativa, sin Estados separados, aquí y ahora, mientras que la otra intentaba transformar el Estado con el fin de utilizarlo como un medio.

El primer movimiento —el anarquismo y el sindicalismo revolucionarios— tuvo su auge en las últimas décadas previas a la Segunda Guerra Mundial.  El segundo movimiento —encarnado inicialmente por la socialdemocracia, pero transformado después hasta llegar a los partidos comunistas— tuvo su apogeo en las primeras décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ninguno de los movimientos logró conseguir su objetivo de reemplazar el capitalismo por una sociedad justa y democrática.

Es dado pensar en un segundo «gran ciclo». De hecho, es lo que parecen anunciar, aunque sea tenuemente, los acontecimientos actuales. Los conflictos de clase no cesarán y los trabajadores de todo el mundo seguirán sintiendo la necesidad de organizarse y de luchar. Un nuevo movimiento obrero podría arraigar sobre los anteriores, aunque no sin que se produzcan cambios significativos. Por ejemplo, es fundamental que surja un internacionalismo real, que exceda la mera solidaridad simbólica. No creo que se trate simplemente de un principio humanista: la verdad es que no existen soluciones nacionales a los problemas que hoy enfrenta el mundo.

En el caso de que se concrete el renacimiento, es probable que el nuevo movimiento obrero difiera considerablemente del tradicional. Me atrevo a decir que cualquier estrategia exitosa dependerá de la capacidad de sintetizar a nivel transnacional respuestas efectivas a los grandes desafíos del presente (la economía global, la ecología, la igualdad de género, la seguridad social, el cambio climático, etc.). También debemos reconsiderar la bifurcación del anarquismo y del socialismo de partido. El anarquismo tiende a enfatizar la construcción de un «socialismo desde abajo» por medio de la autoemancipación de las masas movilizadas. Los socialistas de partido, en cambio, tienden a enfatizar el «socialismo desde arriba», es decir, la perspectiva de que el socialismo debe «bajar» a las masas, tendencia reforzada en las décadas recientes por muchos partidos que prácticamente no tienen inserción social. Aunque se supone que deberían escuchar a los ciudadanos, sobre todo en épocas electorales, la verdad es que los partidos hacen todo lo contrario: son medios a través de los cuales el Estado se comunica unilateralmente con la sociedad. 

Espero que durante este segundo «gran ciclo» veamos una combinación entre las estrategias «desde abajo» y «desde arriba» que logre sintetizar las políticas de gobierno, la autoorganización y las grandes movilizaciones. Un cambio de este tipo llevará mucho tiempo. Según Max Weber, el «espíritu» del capitalismo resultó de un largo y arduo proceso de formación, que se desarrolló durante siglos enteros. Del mismo modo, es probable que solo podamos concebir una sociedad socialista como el resultado de un amplio proceso de formación en el que el cambio a nivel social interactúa con el cambio a nivel individual. En ese proceso, las organizaciones independientes y los avances concretos hacia la autoemancipación en todas las esferas de la vida, no solo en la económica, están llamados a jugar un rol fundamental. 

Marcel van der Linden. Investigador principal del Instituto Internacional de Historia Social (Ámsterdam) y autor de Trabajadores y trabajadoras del mundo (Imago Mundi, 2019).

Nicolas Allen es coordinador de redacción de Jacobin América Latina.

Traducción: Valentín Huarte

Fuente: https://rebelion.org/el-fin-del-fin-de-la-clase-obrera/

«Somos todos keynesianos», ¿de nuevo? (3)

12 de diciembre de 2016

Rolando Astarita

El giro al neoliberalismo

La caracterización del keynesianismo de posguerra de Bresser Pereira, Kregel, Seccareccia, que hemos presentado en la parte anterior de la nota es muy distinta de la que presenta Davidson. Según este autor, entre 1945 y 1973 los gobiernos capitalistas “fueran liberales o conservadores, aplicaron activamente el tipo de políticas económicas que Keynes había defendido en los 1930 1940” (Davidson, 2007, p. 177). Davidson agrega que esas políticas permitieron aumentar el producto por habitante, la productividad y mantener bajo el desempleo. Pero a partir de mediados de los años 1970 se impuso la reacción neoliberal. Desde este enfoque, el rápido avance de la reacción anti-keynesiana parece no tener base alguna en las relaciones sociales existentes.

Sin embargo, la realidad es que a mediados de la década de 1970 se asistía a una crisis estructural de acumulación del capital -caída de la tasa de rentabilidad y debilidad de la inversión-, largamente estudiada por los marxistas (véase, por ejemplo, Mandel, 1979 y Shaikh. 1991), los regulacionistas (véase, por ejemplo, Aglietta, 1979, y Lipietz, 1979) y otras corrientes. En América Latina esa crisis se manifestó bajo la forma de crisis de la industrialización por sustitución de importaciones. Pero el keynesianismo reformista del IS-LM no tuvo respuesta frente a una crisis global que no podía superarse con dosis de política monetaria o fiscal. Los partidos Comunistas y Socialistas tampoco representaban alternativas superadoras, y las economías “del socialismo real” evidenciaban crecientes problemas. El capital de conjunto exigía una reacción en toda la línea contra el trabajo; y el keynesianismo del mainstream se adaptó a la nueva coyuntura histórica.

Por eso, y en oposición a la interpretación de Davidson, pensamos que la base objetiva sobre la que se asentó el ascenso del neoliberalismo fue la crisis estructural del capitalismo en los 1970. En el plano de la teoría por neoliberalismo entendemos aquí el conjunto de doctrinas que se impusieron desde los años 1970 en las facultades de Economía y el establishment de economistas. Arranca con los monetaristas -Friedman y Phelps-, sigue con los teóricos de las expectativas racionales y el ciclo real de negocios, y con los nuevos keynesianos, que a su vez dieron lugar al llamado nuevo consenso neoclásico keynesiano, hoy hegemónico.

De conjunto, estas teorías, plasmadas en los manuales habituales de Macroeconomía, constituyen un mosaico de afirmaciones inconexas. Como reconoce Mankiw, un referente de los nuevos keynesianos y autor de un conocido manual de macro, “el campo de la macroeconomía es como un cortaplumas suizo, un conjunto de herramientas distintas pero complementarias que pueden ser aplicadas de diferentes maneras en diferentes circunstancias” (citado por Colander, 2003, p. 9). Pero en esta «caja de herramientas» no hay coherencia interna alguna: según la conveniencia teórica (o política) del momento, un supuesto (nunca justificado) da un resultado; y otro supuesto (nunca justificado) da un resultado opuesto, sin que nadie procure establecer coherencia entre las proposiciones rivales. Así los «modelos», irrelevantes para explicar el mundo real, se superponen sin ton ni son. La obsesiva formalización -nadie hoy es «economista serio» si su paper no va acompañado de la correspondiente «alta matemática»- apenas puede disimular la pobreza conceptual de fondo.

Pero lo central es que en este marco se han impuesto plenamente las ideas neoclásicas más reaccionarias y propias de la economía vulgar. La vieja ley de Say, contra la que había arremetido Keynes, se mantiene contra viento y marea, remozada con las ecuaciones que describen los comportamientos optimizadores y racionales de los individuos. La tesis de la tasa natural de desempleo se ha instalado de manera definitiva; también la idea de que solo se la puede bajar con “reformas estructurales” (ataque a los sindicatos, flexibilización laboral y semejantes); las fluctuaciones económicas son solo de corto plazo, o incluso –tesis del ciclo real de negocios- no existen en sentido propio. Además, se sostiene que, con un manejo adecuado de la tasa de interés, el ciclo económico es cosa del pasado y el dinero y el sistema financiero no ejercen influencia alguna en la economía “real” del largo plazo. Las rigideces de precios e imperfecciones de mercado que admiten los nuevos keynesianos no afectan el fondo de la doctrina: bastaría con una dosis de intervención estatal –principalmente vía tasa de interés- para que las economías capitalistas funcionen en el mejor de los mundos. Los grandes problemas macroeconómicos y sociales abordados todavía en la Teoría General, y que se discutieron tradicionalmente en la Economía Política, desaparecen fagocitados por los infinitos modelos incapaces de rozar siquiera las cuestiones que importan, como el desempleo, la polarización de los ingresos, los trabajos insatisfactorios, los bajos salarios y la miseria de miles de millones.

El significado de clase del neoliberalismo

El ascenso desde mediados de la década de 1970 del llamado neoliberalismo ha sido interpretado en muchos ámbitos del pensamiento progresista y de izquierda como un asalto del sector financiero a los puestos de mando del capital. Esto significa que el análisis se hace en términos de lucha entre fracciones del capital.

Desde un enfoque marxista nuestra interpretación es diferente. Sostenemos que el neoliberalismo expresó una reacción política del conjunto del capital. Esto es, el fenómeno no se reduce a la orientación de una fracción en particular del capital. El apoyo que tuvieron las políticas recomendadas por monetaristas, nuevos clásicos, nuevos keynesianos y similares excedió en mucho al capital financiero. Los ataques a los derechos sindicales; las políticas de caída del salario; las legislaciones para flexibilizar el mercado y las relaciones laborales; la reducción o supresión de subvenciones a los desempleados; el empobrecimiento de pensionistas y jubilados; las ofensivas contra los inmigrantes, fueron todas medidas que se tomaron para restablecer de conjunto la rentabilidad del capital. Y fueron apoyadas por los grandes medios, las cámaras empresarias e incluso amplios sectores de las clases medias y las patronales pequeñas y medianas.

De la misma manera, las oleadas de privatizaciones y las aperturas comerciales significaron someter de manera más abierta y plena a todos los sectores de las economías a la ley de la ganancia, y en ellas participaron capitales industriales, comerciales, agrarios, junto al capital financiero. Este movimiento fue acompañado de la reacción política, cultural e ideológica. En muchos ámbitos se impuso la consigna «que gane el mejor y el más fuerte», los que tienen más oportunidades, que por lo general son los más ricos. En este contexto se rechazaron los movimientos críticos, las culturas contestatarias y se asistió al resurgimiento de movimientos racistas y xenófobos, y a la exaltación de los valores conservadores burgueses. Se trató, por ende, de un movimiento mucho más abarcador que una disputa entre fracciones del capital. El trabajo fue subsumido de forma más completa al capital de conjunto, sin distinciones.

En este marco, la cuestión del mayor o menor gasto fiscal es un tema secundario. Gobiernos profundamente reaccionarios, como el de Ronald Reagan, o George Bush, aumentaron el gasto público para sostener a la economía en períodos de recesión, sin que ello encerrara algún carácter progresista o favorable a los trabajadores. De hecho, y al cabo de más de tres décadas de «neoliberalismo», la participación del gasto público en el producto interno, en la mayoría de los países, es hoy más elevada que a mediados de los 1970.

El actual giro “keynesiano”

Volvamos entonces al actual giro “keynesiano” con que empezamos esta nota. Recordemos que todavía a comienzos de los 2000 los economistas del nuevo consenso afirmaban que las economías capitalistas, y la de EEUU en particular, vivían en el mejor de los mundos. De manera característica, en la edición 2000 de Macroeconomía de Blanchard y Pérez Enrri, escribían:

“En EEUU, al momento de escribir este libro, [los macroeconomistas y las autoridades macroeconómicas] duermen mejor que en muchos años. Tras la recesión de principios de los años 90, la economía norteamericana ha venido creciendo, la inflación se ha mantenido en un bajo nivel y el desempleo ha sido inferior a la media registrada desde la Segunda Guerra Mundial” (p. 3).

Y agregaban que nada grave hacía prever una recesión. Más aún, en un paper de 2008, y cuando ya había estallado la crisis financiera, Blanchard sentenciaba que “el estado de la macroeconomía es bueno”. Solo habría fluctuaciones debidas a cambios de tecnología o cambios en las preferencias -en línea con el ciclo real de negocios-, y los gobiernos no debían tratar de suavizarlas, ya que no eran necesariamente malas. Por otra parte, si se mantenía la tasa de inflación constante, el nivel del producto sería el óptimo, admitidas rigideces e imperfecciones. Sin embargo, Blanchard debía admitir que los modelos del nuevo consenso no habían tenido en cuenta que las instituciones financieras importan, y que los shocks a sus posiciones de capital o liquidez pueden tener grandes efectos macroeconómicos. También reconocía que los precios de los activos financieros no siempre reflejan los fundamentos, contra lo que afirma la hipótesis de los mercados eficientes (véase Blanchard 2008).

Pero la profundidad de la crisis llevó a cuestionamientos más serios, surgidos del establishment económico. Por ejemplo, The Economist, en su edición del 22 de febrero de 2009, se preguntaba qué había andado mal y cuestionaba la falta de realismo de teorías como la de los mercados eficientes. La reina de Inglaterra, por su parte, preguntó a los economistas por qué no habían previsto la crisis. Economistas renombrados también cuestionaron. Paul Krugman (recibió el premio Nobel en 2008) escribía en 2011:

“Pero lo que quedó claro en el debate político después de la crisis de 2008 fue que muchos economistas, incluyendo muchos macroeconomistas, no conocen el simple análisis del multiplicador. Literalmente no conocen nada acerca de modelos en los cuales la demanda agregada puede estar determinada por algo más que la cantidad de dinero. … Hemos entrado en una edad oscura de la macroeconomía, en la cual mucho de la profesión ha perdido su anterior conocimiento, tal como la Europa bárbara había perdido el conocimiento de los griegos y romanos”.

Señalaba luego que en las carreras académicas y programas de investigación se postergaba o desconocía a todo aquel que cuestionara los modelos de los equilibrios múltiples (véase Krugman, 2011).

Otra crítica importante, aunque de menor resonancia, fue la de Claudio Borio, subdirector del Departamento Monetario y Económico y director de Investigación y Estadística del BIS. Entre otros temas, Borio cuestionó los enfoques micro que pasaban por alto los problemas sistémicos, y la idea de que las fluctuaciones solo podían generarse por shocks exógenos de la economía. La crisis demostraba, además, que no bastaba con controlar la inflación para impedir las fluctuaciones (véase Borio, 2011).

Incluso el FMI publicó, en 2010, el informe redactado por Blanchard y otros dos colaboradores, al que ya nos hemos referido. Allí se reconoce que los macroeconomistas y los políticos habían pensado que con la política monetaria se podía sostener una baja inflación, que la política fiscal no era importante y que, en la medida en que la inflación fuera baja y constante, la brecha del output sería pequeña. También se había creído que bastaba controlar la tasa de interés para que las demás variables se acomodaran, y para que los precios de los activos financieros estuvieran determinados, en promedio, por los fundamentos. Pero la crisis había puesto en evidencia que no bastaba con la baja inflación para impedir fuertes variaciones del producto; además, durante la crisis los bancos centrales se habían encontrado con que no tenían mucho margen para bajar la tasa de interés, dada la baja inflación. Por lo cual habían tenido que recurrir al gasto fiscal y a mayores déficits fiscales. Los autores reconocían también que los mercados financieros importan, que cuando los inversores dejan de proveer fondos la política de baja tasa de interés no es efectiva para corregir el problema, y que el apalancamiento, la especulación y las burbujas tienen efectos sobre la economía real.

La conclusión era que las políticas fiscales contracíclicas volvían a ser convenientes y necesarias; y que eran necesarias mayores regulaciones financieras (véase Blanchard, Dell’Ariccia y Mauro 2010).

En línea con estas ideas, en 2013 el FMI admitió que los programas de austeridad fiscal frente a la crisis habían causado más daño que beneficio a las economías. Otros importantes referentes del establishment económico también vuelven a la idea de que las inyecciones fiscales pueden ser beneficiosas. Por ejemplo The Economist, en una nota “Fiscal multipliers. Where does de buck stop?” (13/08/16) reivindica el multiplicador keynesiano, en oposición a las teorías de los teóricos de las expectativas racionales. Y Stanley Fisher, vicepresidente de la Reserva Federal,  aconseja el gasto público en infraestructura para estimular el crecimiento económico de largo plazo.

En definitiva, es una vuelta, en el plano de la teoría y los modelos de los economistas, a algunos aspectos del viejo keynesianismo de la síntesis. Pero estas revisiones del FMI, el BIS, de economistas y publicaciones del mainstream, no alteran el encuadre general neoclásico en que se sigue desenvolviendo la macroeconomía ortodoxa. Más importante, no hay en esto ningún giro a la izquierda.

Entender el carácter de clase del keynesianismo

Desde hace más de tres décadas el progresismo de izquierda ha opuesto las banderas del keynesianismo al neoliberalismo en ascenso. Recuerdo que a mediados de los 1990 un dirigente sindical izquierdista (y hoy sigue siendo dirigente sindical) me decía que, dada la situación, la alternativa progresiva para los trabajadores pasaba por volver al programa keynesiano. Centralmente, aumentar la participación del Estado en la economía. Por esta vía mi interlocutor embellecía –igual que hace hoy Davidson- al keynesianismo de la síntesis y dejaba de lado las contradicciones reales del sistema capitalista que habían desembocado en la crisis de los 1970.

Actualmente el reclamo de “keynesianismo” se expresa en la disyuntiva que plantea prácticamente todo el progresismo, a saber, “Estado o mercado”. Aquí se entiende por “Estado” la utilización del gasto para sostener la demanda y “favorecer la equidad social”. Con lo cual se llegaría a la conclusión de que el “nuevo keynesiano” del FMI y de The Economist representaría una forma de giro progresista. Es el resultado natural de haber pasado por alto no solo la naturaleza de clase del “todos somos keynesianos” de posguerra, sino también los límites capitalistas del keynesianismo de la Teoría General. En tanto subsista el régimen de producción capitalista no hay manera de socializar la inversión, acabar con la lógica de la rentabilidad o suprimir la desocupación. Pero por eso mismo no se pueden eliminar las recurrentes crisis generales de sobreproducción. No lo hizo el keynesianismo de posguerra, ni el nuevo consenso de los 2000.

Por eso, la izquierda necesita una teoría radical, esto es, que vaya a las raíces de los problemas que padecen las masas trabajadoras. Desde el punto de vista de la teoría, y de la política, pasar del manual de Macroeconomía de Blanchard al Economics de los 1960 de Samuelson, es marcar el paso en el mismo lugar.

Textos citados (…)

Fuente: https://rolandoastarita.blog/2016/12/12/somos-todos-keynesianos-de-nuevo-3/

Neoliberalismo y crítica marxista

26 de diciembre de 2016

Rolando Astarita

Traté este asunto en varios lugares. Por ejemplo, en El capitalismo roto, donde critiqué la tesis de la financiarización; o en la nota reciente sobre keynesianismo (aquí). También incorporaré el tema en la segunda edición (corregida y aumentada) de Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos, que espero se publicará en 2017. Allí escribo:

“El ascenso desde mediados de la década de 1970 del neoliberalismo -englobando con este término al conjunto de doctrinas que desembocan en el nuevo consenso neoclásico keynesiano- ha sido interpretado por buena parte del pensamiento progresista y de izquierda como un asalto del sector financiero a los puestos de mando del capital.

Nuestra interpretación es diferente. Consideramos que el neoliberalismo expresa una política de todo el capital, no solo de una de sus fracciones. Esto es, el apoyo que tuvieron, y tienen, las políticas recomendadas por monetaristas, nuevos clásicos, nuevos keynesianos y similares excede en mucho al capital financiero. Los ataques a los derechos sindicales; los ajustes que implican caídas del salario; las legislaciones para flexibilizar las relaciones laborales; la reducción o supresión de subvenciones a los desempleados; el empobrecimiento de pensionistas y jubilados; las ofensivas contra los inmigrantes, fueron medidas que apuntaron a restablecer la rentabilidad del capital de conjunto. Por esta razón fueron apoyadas a nivel global no solo por los bancos y financistas, sino también por las cámaras empresarias de la industria, el comercio, el agro, la minería, el transporte, más amplios sectores de las clases medias y de las patronales pequeñas y medianas.

Por otra parte, las privatizaciones, las aperturas comerciales y las libertades para el movimiento transnacional de los capitales tuvieron como efecto someter de manera más abierta y plena a todas las economías a la ley de la ganancia. Y esta orientación fue alentada por capitales industriales, comerciales, agrarios, junto al capital financiero. Incluso las fracciones más débiles de los capitales nacionales buscaron insertarse en esta mundialización del capital.

La reacción neoliberal, a su vez, fue acompañada por una movilización reaccionaria en la política, la cultura y la ideología. En muchos ámbitos se impuso la consigna “que gane el mejor y el más fuerte”, que por lo general son los más ricos. Se rechazaron los movimientos críticos y las culturas contestatarias; resurgieron movimientos racistas y xenófobos; y se exaltaron valores conservadores burgueses.

Todo ello contribuyó a que el trabajo fuera subsumido de forma más completa al capital de conjunto, sin distinciones. Por eso pensamos que el neoliberalismo expresa el programa de la clase capitalista global frente a la crisis de rentabilidad que estalló en los 1970, y la posterior profundización de la mundialización del capital.”

En esta descripción el tema de si el gasto del Estado tuvo más o menos intervención en la economía no tiene mayor relevancia para la caracterización de las políticas que se aplicaron en los países capitalistas en las últimas décadas. Lo esencial es que el programa del capital pasó por aumentar la tasa de explotación del trabajo. Lo cual explica también por qué el neoliberalismo tuvo la adhesión de prácticamente todas las facciones del capital; naturalmente, el aumento de la tasa de explotación del trabajo es la raíz de la hermandad del capital.

En este respecto, en la nota en la que analizo el libro de Piketty (aquí) señalé que hay mucha evidencia empírica del aumento de la participación de los beneficios en el ingreso a nivel global; eso es, hubo una tendencia al aumento de la relación beneficios / salarios, que nos da un proxy a la tasa de plusvalía. Escribí:

“Según Kristal (2010), y para 16 países industrializados, la relación W/Y aumenta en promedio en la posguerra y hasta los 1970, pero baja desde el 73% en 1980 al 60% en 2005. Sostiene que en las dos últimas décadas los aumentos de productividad superaron a los aumentos salariales.

Por otra parte, de acuerdo a Karabarbounis y Neiman (2013) la participación de los salarios ha estado declinando a nivel global desde 1980: tomando su participación en el valor bruto añadido de las corporaciones, habría caído un 5% en los últimos 35 años, desde el 64% al 59%. De 59 países con al menos 15 años de datos entre 1975 y 2012, 42 muestran tendencias decrecientes en la participación del trabajo. La tendencia se verifica también en China, India y México. Blanchard y Giavazzi (2003) también encuentran la caída de la participación de los salarios en los países desarrollados en las últimas décadas. Otra manera de ver el aumento de la participación de los beneficios en el ingreso es a través de la distancia entre los ingresos de los CEO de las grandes corporaciones (plusvalía) y los salarios promedio. En EEUU, en 2013, la paga de los altos ejecutivos es 343 veces mayor que la de la media de los empleados y 774 veces mayor que la de aquellos que menos cobran. En 1983 la diferencia con la media era 46 veces (Executive Paywatch, de la AFL-CIO).

También el “Informe mundial sobre salarios 2012-2013” de la OIT muestra esta dinámica. En 16 economías desarrolladas la proporción media del trabajo disminuyó del 75% del ingreso nacional a mediados de los 1970 a 65% en los años previos de la crisis de 2007. En Japón la participación del salario en el ingreso pasó del 68,4% en 1970 al 79,93% en 1977, para bajar al 54,5% en 2010. En EEUU pasó del 71,98% en 1970 al 63,27% en 2010; y en Alemania fue del 69,75% en 1970 al 63,66% en 2010. A su vez, en 16 economías en desarrollo y emergentes, disminuyó del 62% del PBI en los primeros años de los 1990 al 58% justo antes de la crisis.

Por otra parte, la evolución de la plusvalía relativa parece clara. Según la OIT, el índice de productividad del trabajo (producto por trabajador) en las economías desarrolladas, con base 100 en 1999, se había elevado a 114,6 en 2011; en tanto que el índice de los salarios, en el mismo período, había aumentado a 105,9. En EEUU la productividad real por hora en el sector empresarial no agrícola aumentó 85% desde 1980 a 2011, y la remuneración salarial lo hizo el 35%. En Alemania, en las dos últimas décadas, la productividad se incrementó cerca del 25%, pero los salarios reales permanecieron sin cambios. Esto está indicando que la tasa de plusvalía aumenta, aun cuando aumenta la canasta de bienes salariales. Incluso en China, a pesar de que los salarios se triplicaron en la última década, el PBI aumentó a una tasa superior, de manera que W/Y disminuyó” (W: salario; Y: ingreso).

Subrayamos entonces que la cuestión de si el Estado tuvo más o menos participación en las economías capitalistas es secundaria a la hora de definir en qué consiste el neoliberalismo. Más importante aún es que no tuvo un papel neutral en la ofensiva contra el trabajo. Contra lo que piensa el sentido común del izquierdismo progresista, el Estado no está por fuera de las relaciones de clase; no se lo puede pensar haciendo abstracción de su carácter de clase. De hecho, a lo largo de las últimas décadas el Estado contribuyó (y sigue haciéndolo) al fortalecimiento de las posiciones del capital frente al trabajo. Así, por ejemplo, las empresas que se mantienen bajo control estatal se rigen cada vez más según la lógica de la rentabilidad: compiten con empresas privadas, cotizan en bolsa, establecen relaciones con el mundo financiero según las reglas del mercado, subcontratan trabajo y lo precarizan, y remuneran a sus ejecutivos como cualquier otra empresa capitalista. De la misma manera, cada vez más en reparticiones del Estado encontramos trabajo precarizado y trabajadores con derechos laborales mínimos. Todo apunta a la misma conclusión: el Estado no está por fuera de la unidad orgánica que conforma el modo de producción capitalista.

Por eso, el punto de partida del análisis deben ser las relaciones entre las clases sociales fundamentales de la sociedad moderna. Y por eso también, y contra lo que imaginan los ideólogos del reformismo pequeño burgués, el aumento de la explotación del trabajo es perfectamente compatible con la no reducción o el aumento de la participación del gasto estatal en el producto. Más aún, la participación del gasto social en el producto ha tendido a aumentar, en el promedio de los países de la OCDE, entre 1980 y 2015. Las razones de por qué sucedió así deberán investigarse, pero de nuevo esto no impidió el aumento de la tasa de explotación (en Argentina esta cuestión tiene particular relevancia a la hora de caracterizar a la política del gobierno de Macri). En otras palabras, el aumento del gasto público no está en contradicción con la ofensiva del capital desde mediados de los 1970.

Textos citados: (…)

Fuente: https://rolandoastarita.blog/2016/12/26/neoliberalismo-y-critica-marxista/#more-7151

 Ecocida y genocida

Ley de Educación Ambiental:
dos años de muchas palabras y poca integración en las aulas

12 de mayo de 2023

Sección: Crisis_climática

La norma aprobada en 2021 está lejos de ocupar la centralidad encomendada a los ministerios de Educación y Ambiente. El educador y especialista Pablo Sessano advierte que el Estado aún niega en la currícula la actual crisis ecosocial, al igual que los gremios docentes, y propone un giro en la matriz educativa para abordarla desde una perspectiva de los derechos humanos y de la naturaleza.

https://agenciatierraviva.com.ar/ley-de-educacion-ambiental-dos-anos-de-muchas-palabras-y-poca-integracion-en-las-aulas

Extractivismo vs. Ambientalismo en Argentina,
una discusión que omite el debate cultural –

23 de febrero, 2022

Puedes tener capitalismo o sustentabilidad pero no puedes tener las dos cosas.J. Riechmann

Por Pablo Sessano*, especial para NODAL

La creciente conflictividad ambiental en Argentina viene incrementándose en la misma medida que el gobierno aleja sus políticas de la preocupación por la condición ambiental presente y futura del territorio y de las pocas promesas de campaña y apuesta desembozadamente a la continuidad de la receta productivista-extractivista. Y en esa misma medida los conflictos han escalado sostenidamente hacia las primeras pĺanas de los medios y sobre todo de las redes. De hecho, la “cuestión ambiental” se convirtió en tema permanente de la agenda política coyuntural y la gobernabilidad, un espacio de visibilidad claramente ganado por la movilización social. En ese contexto, el mas frecuentado debate se centra en la transición un concepto agregado a las divergencias en torno a la idea de sustentabilidad, que al igual que esta, conlleva una carga una semántica tan diversa como actores sociales (es decir intereses) se suman a la discusión. Se supone que todos acuerdan en que la transición es hacia la sustentabilidad, pero esta úlltima es tan polisémica que hace que aquella pierda todo sentido.

Transicionar hacia donde, hacia qué escenario concreto es algo que nadie puede asegurar y mucho menos acordar. Consecuentemente cada grupo imagina el futuro que más le conviene o desea o considera mejor o incluso, con más pragmatismo, solo posible. Y suele ocurrir que los argumentos de unos y otros no se cruzan sino apenas se expresan atrincherados mostrando quizás que la mentada armonización entre sustentabilidad y desarrollo no es realmente posible. Se trata del fondo de la cuestión, sobre lo cual los neodesarrollistas que enfrentan el desafío de gobernar, no muestran creatividad ni audacia alguna para enfrentar las causas y solo atienden las consecuencias que en buena medida lo son y seguirán siendo de sus propias e históricas recetas. Del otro lado un ambientalismo creciente, quizás insuficientemente consciente de la complejidad y dificultad que implica, en las condiciones determinadas por la “real politic” realizar cambios tan trascendentales, y soslayando en parte el riesgo que representa la ultraderecha, exige detener toda la maquinaria extractivista de inmediato.

A primera vista parecería que de ambos lados hay una incompleta visión del escenario. Pero no. Mientras el neodesarrollismo progre (el neoliberalismo ni hablar) que realmente poco tiene de nuevo (economía clásica equivoca y convenientemente interpretada, tecnoidolatría, antropocentrismo, productivismo consumista, etc.) sigue imaginando un capitalismo con justicia social y ha incorporado la cuestión ambiental a su agenda apenas como una externalidad y un factor técnico, lo cual demuestra que no ha aprendido nada en los últimos 30 años -en el caso del peronismo en Argentina, resulta sintomática la persistente negación del posicionamiento que el mismo Perón proponía adoptar frente la cuestión ambiental ya en 1972 -; el ambientalismo es en cambio, la expresión – variopinta- de una sensibilidad social creciente que alcanza a ver los límites que la naturaleza planetaria le impone a la vida y especialmente a la especie presuntamente más inteligente y entiende y explica lo que por otra parte es evidente (aunque la mayoría no lo vea, tema aparte) y se ha repetido hasta el cansancio: no es posible solucionar los problemas creados por este modelo de vida y relación con la naturaleza mediante recetas que nacen de su misma lógica. En no reconocer eso radica la ceguera negligente y colonializada del desarrollismo progre; y en su reconocimiento radica la coherencia del pedido de justicia del ambientalismo. Que no refiere solo a la justicia ambiental, la mentada justicia social corre la misma suerte toda vez que va amalgamada con aquella.

Pero lo que me interesa resaltar es que la discusión, no solo en Argentina sino en América Latina, parece centrada en una dimensión técnica o técnico-científica como si las respuestas estuviesen necesaria y principalmente, en ese plano. Sin importar la campana, aunque con mas frecuencia, lógicamente, desde el lado desarrollista se suele decir que el desafío implicado en la transición implica considerables y significativos costos económicos, enormes desafíos tecnológicos, y desde luego costos/sacrificios políticos…además de sociales y culturales, siendo estos dos últimos aleatorios o complementarios cuando en verdad deberíamos plantearlo exactamente al revés. Incluso cuando en el debate se involucran cientistas sociales estos se animan a debatir sobre las implicancias sociales de las transformaciones técnicas, pero eluden centrarlo en los desafíos culturales que implica, ya no la transformación técnica, sino la revisión misma del modelo civilizatorio. Lo que en ultima instancia conduce a abrir el debate acerca de la razonabilidad o irrazonabilidad de darle al capitalismo, es decir a la sociedad de mercado, al modelo de bienestar (?) basado en ideales y practicas productivistas-consumistas solo sostenibles en energías fósiles, una nueva oportunidad. No es un asunto simple, hasta los mas ecologistas hemos internalizado los imaginarios y las practicas alienantes del modelo civilizatorio hegemónico y no es cosa sencilla salirse de esa normatividad, mucho menos en contextos tan avasallantes y promotores de perdida constante de autonomía como las ciudades y los

Pero el punto es que se discute lo técnico pero no se discute el modelo civilizatorio y con ello se proyecta la ilusión, la mentira, de que una vez más con mas o menos costo, la ciencia y la técnica nos ayudarán a mantener las cosas como están, ese “volver a la normalidad” que ha marcado patéticamente el limitado afán de la humanidad frente a la pandemia, dudosa posibilidad que con seguridad no se cumplirá en el caso de la pandemia climática. La psicología de las masas, la sociología o la historia suelen explicar las dificultades de la humanidad para enfrentarse a situaciones liminares catastróficas y los mecanismos de negación que operan en esas circunstancias, pero sin trascender el plano descriptivo. Desde la filosofía y los estudios culturales Slavoj Zizek ha pronosticado un futuro exactamente inverso al que prevee Byung-Chul Han, y Donna Harawey con el antropoceno en mente, argumenta que “vivimos un tiempo de destrucción climática, de extinción y extractivismo. No hay vuelta al estado anterior de las cosas pero sí puede haber menos daño, nuevos modos de florecer en medio de la destrucción, para admitir una sanación parcial, para poder ser comunes y corrientes otra vez”, dice.
Y quizás aquí este la pregunta que no se aborda, porque implica una profunda desacralización del modelo de vida y una vuelta a estados y hábitos mas integrados al mundo natural, una vuelta que algunos consideran un retroceso, pero no es otra cosa que un reconocimiento de los límites, tal como lo plantea Latouche. ¿Qué será volver a ser comunes y corrientes? ¿Qué se necesitará y qué podremos y tendríamos que abandonar?!

¿No serán esas las preguntas que debemos abordar en el campo de la cultura y la educación? O es que es demasiado incómodo e improcesable y políticamente incorrecto en esos ámbitos permitirse dudar sobre la viabilidad del extractivismo, de la gran ciudad como espacio de vida, de la tecnología como vector indiscutible del bienestar, de la posibilidad de vivir con dignidad con menos energía, de que la riqueza extrema y no la pobreza es el verdadero problema, de que la justicia social se alcanza únicamente mediante el crecimiento económico, de que la naturaleza humana es menos competitiva que comunitaria…en fin dudar del capitalismo como modelo civilizatorio es algo que nadie (especialmente un progresismo claudicante) se atreve a proponer ni siquiera, y sobre todo, en esos espacios en los cuales todavía sería posible cultivar un despertar del sueño alienante de una condición posmoderna que ha renunciado a toda emancipación.

* Educador ambiental. Diplomado Internacional en Transformación Educativa. Master en Eco auditorías y Planificación Empresarial del Medio Ambiente. Especialista en Gestión Ambiental Metropolitana y políticas públicas ambientales.

nodal

Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/autor/pablo-sessano/

¿Qué sería hacer lo imposible?
La potencialidad del movimiento socioambiental

junio 19, 2024

El ambientalismo como movimiento y el ecologismo como ideología anticiparon la crisis climática global, de la mano del capitalismo extractivista, pero aún generan resistencia e indiferencia en el campo popular. ¿Se puede «ambientalizar» los partidos tradicionales? ¿Es posible un movimiento político socioambiental? Leer

«cuestiones de apropiación, como el establecimiento de relaciones de poder que permiten proceder al acceso a recursos por parte de algunos actores, a la toma decisiones sobre su utilización, a la exclusión de su disponibilidad para otros actores.

Se trata de una matriz de relaciones de poder social que está vigente en América Latina desde el período colonial y que tuvo como predicado central el acceso a la tierra y otros recursos naturales y a su control. Esa perspectiva histórica, informada por la historia ambiental, pero también por la historia económica, social y política de la región, profundiza la perspectiva de una ecología política construida apenas desde el presente, privilegiando la lectura de los conflictos socioterritoriales actuales.

Para ir a un ejemplo, parece una visión de excesivo corto plazo analizar la eclosión de movimientos indígenas “ambientalizados” que recorre toda América apenas como un problema de “distribución”, cuando en realidad esos conflictos han sido configurados a lo largo de complejos procesos de explotación y exclusión de más de cinco siglos de vigencia.  En este caso, por detrás de los actuales” conflictos de distribución”, subyacen historias demasiado largas de colonialidad, que supusieron genocidio físico y cultural, mecanismos de expropiación y exclusión de los recursos naturales, así como la destrucción o subalternización racista de identidades.»

*La Naturaleza colonizada. Ecología política y minería en América Latina (Buenos Aires: CLACSO CICCUS, agosto 2011)

(…) El movimiento ambientalista ha crecido y la confluencia alrededor de significantes compartidos por diferentes sectores y diferentes luchas —pueblos originarios, feminismos, campesinos, urbanitas, juventudes, antiespecistas, etc— se amplía y van conformando un vasto movimiento humano, que comparte mucho más de lo que los diferencia. Es el primer paso para reconocer en ello un germen de proyecto no solo diferente del hegemónico sino también de las opciones ideológicas y políticas presentes. Pese a lo cual sólo se practica la resistencia fragmentaria, la organización no se da, ni se intenta siquiera, como si no fuese posible.  

Esta traba y el problema de la escalabilidad del mensaje ecologista tiene que ver con la estigmatización antes descrita, pero también con la aversión que muchos de esos sectores generaron, especialmente a partir del 2001, respecto a la política, al fallido sistema democrático institucional y la negativa de construir opciones políticas fundadas en las coincidencias emergentes y dar batalla dentro de las reglas —ineludibles— del imperfecto sistema democrático. Forzarlas solo es posible desde adentro. (…)

(…) Cada sector identifica fragmentos del pensamiento y los principios ecologistas con las condiciones que posibilitarían la mejor condición para sus propios propósitos, proyectos o situaciones y, al interior de cada uno de manera heterogénea. Más allá de la resistencia, no se verifica un movimiento convergente que auspicie la emergencia de un proyecto político unificado y con solidas bases ideológicas alternativas. Generar ese movimiento es lo que implica pasar de la resistencia al acto políticamente constructivo.

Hacer de la resistencia un actuar ofensivo sistemático y orgánico, como parte de un proyecto político y pedagógico tendiente a impactar y cambiar conciencias. Y, desde luego, impedir por todos los medios la continuidad del saqueo y desvelar las mentiras de las falsas soluciones. Es todo un paquete que también implica probablemente abandonar no solo anteriores identidades sino intereses sectoriales e incluso personales para avanzar con humildad hacia esa construcción que si no es posible es porque no lo hemos intentado realmente. (…)

 

¿Peronismo para la transición, una estrategia nacional y popular hacia el buen con-vivir?

El Peronismo frente al desafío ambiental

Argentina. La Educación ambiental entre la agenda educativa y la agenda juvenil: una revisión urgente en clave de coyuntura

¿Quién hablará por nosotres?

3 agosto, 2024 LEER

«porque el debate sobre el ambiente no es novedad en Argentina, es viejo solo que fue silenciado todo lo posible y las voces de ambientalistas/ecologistas siempre cuestionadas por inorgánicas, exageradas, catastrofistas o antidesarrollo. No obstante, en todos estos años del movimiento socioambiental no surgió ninguna instancia organizativa capaz de comunicar con efectividad no solo su propia forma de ver, sino sobre todo las consecuencias de prorrogar el crédito a los cantos de sirena que son realmente las ideas del progresismo productivista; y dar batallas sistemáticas y sostenidas dentro del sistema político.

Como si ello conllevase una pérdida de dignidad y credibilidad, se eligió permanecer al margen ejerciendo únicamente la denuncia y la resistencia y cediendo el espacio en la política que corresponde a esos amplios sectores. Es claro que nadie puede hablar por nosotres. No se trata de ganar elecciones, en principio, sino instalar una forma de concebir el presente y el futuro más allá de lo puramente filosófico, en el plano más político del debate por el país y la sociedad que creemos posible. Una consistente tradición de luchas en defensa de los bienes comunes, el patrimonio natural y el control social de las tecnologías para una vida buena, espera aún la constitución del sujeto político colectivo que la asuma como fundamento para proponer a la sociedad un programa verdaderamente alternativo de futuro, de país y de gobierno.

Alternativas emancipatorias

México. La «primavera laboral» de la 4T:
una mentira más para engañar a los trabajadores

Por Antón Rojo. Resumen Latinoamericano, 13 de octubre de 2024.

“Una auténtica revolución en el mundo del trabajo”, “una primavera de los derechos laborales” (Periódico La Jornada, 19 de julio de 2024). Así definió, el recién ratificado secretario del Trabajo Marath Baruch Bolaños, a los cambios que, según él, se han llevado a cabo por el gobierno morenista en el terreno laboral.

El nuevo secretario ratificado es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha cursado estudios de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Durante su formación académica, desarrolló investigaciones centradas en la cultura política y la tradición comunitaria popular y profesor desde 2016. También ha sido profesor en la Asociación Mexicana de Cineastas en el periodo 2012-2013.

Como se ve, ni en esta breve enumeración de sus méritos académicos, ni en su actuar político personal, ni en su meteórica carrera en la burocracia del gobierno morenista (que cualquiera que guste la puede consultar en el Portal Expansión Política, 18 de julio 2024) se alcanza a distinguir una experiencia suficiente acerca de los problemas laborales de nuestro país, salvo que, desde octubre de 2020, ya bien establecido el engendro morenista de reforma laboral de 2019, se desempeñó como Subsecretario de Empleo y Productividad Laboral en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, bajo el mando de Luisa María Alcalde, a la que luego suplió como titular de dicha Secretaría y en la cual quedará ratificado para el llamado “segundo piso” de la 4T.

Esta situación de desconocimiento de la evolución que han tenido a lo largo del tiempo los problemas laborales en México es lo que, junto con el fanatismo que se atisba en sus declaraciones (del tipo de que el pueblo “está feliz, feliz, feliz” o que ya estamos “mejor que en Dinamarca”), lo que lo lleva a las grandilocuentes, además de falsas y cursis, afirmaciones, señaladas al principio de este escrito. Desgraciadamente la clase trabajadora mexicana ni está viviendo “una revolución en el mundo del trabajo”, ni tampoco “la primavera laboral”, con lindas florecitas y mariposas, en la que parece existir el señor secretario.

Sin embargo, tratemos de ver en qué parecen apoyarse las melifluas afirmaciones de dicho funcionario. Tenemos a la vista el documento Estadísticas sobre Relaciones Laborales de Jurisdicción Local (ERLAJUL) 2023, dado a conocer a través del Comunicado de prensa número 384/24 del 25 de junio de 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

“El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) da a conocer los principales resultados de las Estadísticas sobre Relaciones Laborales de Jurisdicción Local (ERLAJUL) 2023, con información sobre las desavenencias derivadas de las relaciones laborales”.

El INEGI captó información de las ERLAJUL sobre los siguientes aspectos:

1. Convenios de trabajo prejudiciales (acuerdos laborales que evitan la generación de un conflicto o litigio en los tribunales laborales locales).

2. Conflictos de trabajo (es decir, los que llegan a hacerse como demandas ante los tribunales, como objetos de un juicio laboral) y que pueden ser: a) De carácter individual (que afecta los intereses de una persona trabajadora); b) De carácter colectivo (que afecta los intereses de todos los trabajadores de una empresa).

3. Huelgas.

De estos tres grandes rubros, abordaremos en este artículo sólo los dos primeros (insistiendo que los datos reportados se refieren sólo a los asuntos laborales de carácter o jurisdicción local, agregando que los datos referentes a la jurisdicción federal apuntan prácticamente, en el mismo sentido que los que aquí se analizan).

En todos estos rubros y en el manejo que se da a los datos que reporta, rebosa el optimismo de que las cosas en lo laboral marchan viento en popa. Sin embargo, veremos que eso no es así.

1.- En el caso de los Convenios de trabajo prejudiciales, los datos del INEGI reportan un incremento del 12.8% con respecto al 2022, al pasar de 356,442 a 402,194 casos, es decir, que una cantidad mayor de “desavenencias” (como ahora gustan de llamar los morenistas a la cruenta lucha de clases que se da en las fábricas entre obreros y patrones) se resolvieron “por las buenas”, por la vía “conciliatoria”. ¡Y sobre la base de estos datos cantan victoria con su revolución laboral! ¡Ahora con la primavera laboral de la 4T, obreros y patrones se entienden mejor y se arreglan en santa paz como buenos chicos!

Pero esto solo existe en la cabecita loca de los funcionarios morenistas. La realidad es mucho más fea que eso.

Cualquier litigante de asuntos laborales y hasta cualquier obrero que haya sufrido algún problema  sabe (desde los tiempos de la Juntas de Conciliación y Arbitraje y ahora con los “modernos” Centros de Conciliación, creados con la reforma laboral morenista), que en cualquier demanda laboral lleva las de perder por su falta de recursos económicos si ha quedado despedido y también por lo tardado de todos los juicios (sin contar con la abulia, el desinterés y la corrupción, con que sus asuntos serán tratados por las autoridades de antes y las de ahora). Así es que, en la gran mayoría de los conflictos laborales muchos de esos problemas ni siquiera llegaban a las Juntas de Conciliación y se “arreglaban”, con gran desventaja para los obreros, en las cuatro paredes de las oficinas de Recursos Humanos de las empresas. Y los que trascendían a las Juntas y ahora a los Centros de Conciliación, entraban en un laberinto enorme de problemas y tardanzas de las que siempre salía derrotado el trabajador aceptando “conciliatoriamente” lo que fuera: de lo perdido, lo que aparezca.

Es decir, tras la gran mayoría de los arreglos “conciliatorios” esta la derrota de los trabajadores, por hambre y necesidad.

Sin embargo, en el esquema anterior de las Juntas de Conciliación, el trabajador podía, si así lo quería, irse directamente a demandar sin estar obligado a pasar, perdiendo tiempo, por el intento de conciliación que corría a cargo de las Procuradurías de la Defensa del Trabajo. El agravante con la reforma laboral morenista es que la conciliación prejudicial es ahora obligatoria y está impuesta por el artículo 684-B de la LFT. El trabajador demandante no puede ir directamente a un Tribunal Laboral si no ha agotado antes esa instancia forzosa en los Centros de Conciliación Laboral (obteniendo la llamada “Acta de no conciliación”) misma que le llevará tardarse en sus acciones algunas semanas o meses más y en la que estará sujeto a las presiones de dicha autoridad para que olvide el despropósito de demandar y mejor acepte dirimir sus “desavenencias” con la patronal por la vía “conciliatoria” (y que son sobre todo referentes a retiros voluntarios (41.3 %) e indemnizaciones (35.0 %)). Y aquí otra vez, la derrota de la parte obrera por hambre y necesidad.

Esta amarga realidad es la que se esconde tras el “logro” morenista de que se ha incrementado en un 12.8% más (casi 46 mil más que en 2022) el número de los convenios de trabajo prejudiciales. Como en casi todo, con la cuatrote se usan palabras bonitas para esconder realidades amargas.

2.- En cuanto a los conflictos de trabajo (es decir, los que llegan a promoverse como demandas ante los tribunales, como objetos de un juicio laboral y que pueden ser de carácter individual o colectivo), se presume que se redujeron de 138,420 a 79,069, es decir, un 42% menos. Y con esto refuerzan su idea de que en México la 4T va estableciendo el reino de la paz laboral: ha bajado el número de “desavenencias” entre obreros y patrones.

Conflictos individuales. Se dice que estos disminuyeron en un 42.9%, pero como ya vimos en el apartado anterior, si los conflictos laborales de carácter individual se han reducido se debe a que ahora para los obreros es mucho más difícil llegar a demandar en juicio, porque tiene que pasar inevitablemente por el filtro de la “conciliación” forzosa y ahí es donde se desisten de plano en su intento o se ven obligados a aceptar los “parámetros” de los conciliadores que se imponen por la vía del hecho al dibujarle un tétrico panorama al trabajador demandante de que le ira más mal si se va a juicio.

Ahí es donde está el secreto de la presumida “disminución” del 42.9% en los conflictos laborales de carácter individual.

Conflictos colectivos. Y, por lo que hace a la también presumida disminución del 2022 al 2023, del 54.3% en los conflictos de carácter colectivo (es decir, en donde están en juego los intereses de todos los trabajadores de alguna empresa), la razón de ello no está en que ahora ya no existan tantos problemas laborales o en la “paz laboral” que se ha logrado con la “revolución” morenista, sino en que la situación de sindicalización de los obreros mexicanos ha sufrido importantes vuelcos.

Dos notas periodísticas nos arrojan luz sobre esto:

“Alfredo Domínguez Marrufo, director general del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) […] informó que después del primero de mayo de este año quedaron disueltos más de 100,000 contratos colectivos de trabajo…” (El Economista, 24 de noviembre de 2023).

“La radiografía sindical del país identificó a 4.9 millones de trabajadores de los cuales están cubiertos por 30,505 contratos colectivos de trabajo […] se encontró que había 25% menos sindicatos que los reportados en 2017 por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.” (El Economista, 27 de marzo de 2024).

Así es que, de la puesta en marcha de la reforma laboral en 2019 a la fecha de los datos del INEGI (2023), desapareció el 25% de los sindicatos existentes y junto con ellos o, además de ellos, desaparecieron (por quedar deslegitimados) más de 100 mil contratos colectivos de trabajo (CCT). Cierto es que dichos sindicatos y CCT eran en su gran mayoría simples parapetos de protección charril a los patrones, pero las acciones que llegaban a implementar (emplazamientos a huelga por revisiones de salarios o prestaciones, por firmas de CCT, auténticas o de chantaje), se contaban en la estadística oficial como “conflictos” y al desaparecer o quedar deslegitimados, dichos conflictos dejaron de existir y de contarse. Incluso la disminución de estos rubros es grandísima, si tomamos el período de 2019 al 2023: 1,339 conflictos menos, es decir, una reducción del 91% en los conflictos laborales de carácter colectivo. Y ello no se debe, como ya apuntamos, a la “revolución” y “primavera laboral” morenista sino a que ahora existen menos sindicatos, menos obreros sindicalizados y menos CCT.

El panorama de la justicia laboral en México no es pues, del color de rosa que nos quiere hacer creer el gobierno morenista, sino uno cada vez más tétrico de indefensión y sometimiento de la clase trabajadora a los patrones y a sus gobiernos que ahora están pintados de guinda, disfrazados de “primero los pobres” y que buscan con un manejo tendencioso de los datos convencer a los obreros de que el reino prometido y la primavera laboral anunciada por esos profetas es ya una realidad.

Pero no es así. La clase obrera mexicana sigue siendo de las mas explotadas a nivel mundial: padeciendo las jornadas laborales más prolongadas y extenuantes; de abuso y robo de su tiempo “libre” por lo que tiene que destinarle a sus tiempos de traslados; de los salarios más miserables que tienen a la gran mayoría de los trabajadores sumidos en la pobreza laboral porque para vivir no alcanza lo que ganan; condenados a tener más de un empleo o a trabajar forzosas horas extras para completar el gasto familiar; esquilmado en su salario por los impuestos que le roba (en su ingreso con el ISR o en el consumo con el IVA) “el nuevo gobierno de los pobres” como antes lo hacía el “ya muerto” de los ricos; sometido a condiciones laborales plagadas de riesgos para su salud y su seguridad y de ambientes de maltratos y vejaciones.

Y sobre sus ya cargados hombros, sufriendo el yugo de los guardianes del capital a través del control sindical charril que no ha desaparecido y que ahora sólo se ha renovado pintándose de guinda y que es por ello más peligroso por engañador y adormecedor de la conciencia obrera. Y como vemos, también sufren los obreros una “justicia laboral” que solo beneficia a los patrones y a su gran poder económico, que con toda su pesada maquinaria derrota sus reclamos y sus luchas.

No. Definitivamente las condiciones esenciales de penuria y sufrimiento de los obreros mexicanos prácticamente no han cambiado.

Por todo esto, y frente al intento de confusión al que se nos quiere someter con las falacias morenistas, los trabajadores debemos ir adquiriendo nuestra verdadera conciencia de clase. Y la verdadera conciencia de clase, significa no quedarnos cruzados de brazos frente a estas adversidades, significa levantarnos colectiva y organizadamente en lucha contra ellas, significa reclamar respeto a nuestros derechos laborales, significa también ponernos en lucha por mejores leyes laborales verdaderamente efectivas contra la prepotencia patronal, significa luchar por mejores jornadas y salarios.

Pero significa sobre todo, que los obreros de México entendamos que aun logrando avances en todo eso, los trabajadores no seremos verdaderamente libres y felices mientras nuestro trabajo esté esclavizado y solo sirviendo para hacer superricos a unos cuantos explotadores y a sus gobiernos de todo color que defienden sus intereses: mientras exista un sistema económico como el actual en donde lo que interesa es la acumulación de riqueza en pocas manos, los obreros, que somos los verdaderos creadores de la riqueza, no tenemos esperanza de vivir mejor. 

Rebelión

Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2024/10/13/mexico-la-primavera-laboral-de-la-4t-una-mentira-mas-para-enganar-a-los-trabajadores/

Creemos que cortar rutas es un símbolo de un enfrentamiento directo con el poder, el mismo poder que todos los días hace que se mueran los pibes, que en los hospitales no haya remedios, que hace que todos los días la educación sea mucho más baja porque sabe que educándonos podemos hacerle frente con conocimiento”.
“Nosotros no confiamos en ningún gobierno, no confiamos en ningún político. Creemos que la situación no se va a cambiar por ese lado, sino atacando directamente los intereses que se están llevando toda la riqueza de nuestro país, los grandes grupos económicos, los banqueros, el sector financiero”. Leer

El 1 de noviembre de 2001 “El Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD): Por un movimiento popular para la transformación social en la Argentina” señala que «después de diez años de menemismo y casi un año de gobierno de la Alianza, la deuda externa se triplicó, la mayor parte del patrimonio del Estado se vendió y desnacionalizó, la estructura educativa y sanitaria se degradó profundamente. El mundo del trabajo también sufrió la embestida: pérdida de conquistas históricas de la clase trabajadora, mayor explotación, y de la mano de esto, un nivel de expulsión de mano de obra sobrante, que convierte a los desocupados no ya en un “ejército de reserva”, sino en “población excedente”, millones de compatriotas que no tienen acceso a los derechos básicos de subsistencia. A la vez, la actividad política fue quedando hegemonizada por dos fuerzas subordinadas al neoliberalismo cuyo único plan es reproducir el sistema actual, con el apoyo de una importante cantidad de dirigentes sindicales que fueron cómplices de la entrega. Esto termina de pintar un panorama con una gran parte del pueblo excluido de la posibilidad de trabajar, y una brecha creciente entre este pueblo y las dirigencias políticas y sindicales tradicionales, producto de la falta de credibilidad que se supo ganar el conjunto de la clase política. (…)

Pero nuestras luchas no son meramente reivindicativas: tenemos consciencia de que la raíz de estas políticas antipopulares está en el orden social injusto que nos domina. Por eso, definimos para el Movimiento las banderas que unifican nuestras luchas:

TRABAJO, porque es de lo que nos privan y lo que exigimos como derecho impostergable, porque somos parte de la cultura del trabajo que con tanta lucha y sacrificio forjaron los mejores hombres de nuestra historia.

DIGNIDAD, porque sin dignidad no hay futuro. Porque a pesar de las dificultades, no perdemos nuestra dignidad, no nos rendimos ni nos entregamos, porque heredamos la dignidad de las luchas históricas de nuestros antepasados, y la mantenemos viva como principal bandera hacia el futuro que queremos para nuestros hijos.

CAMBIO SOCIAL, porque ese futuro digno deberá construirse sobre una sociedad justa e igualitaria, y para eso habrá que transformar de raíz este sistema en el que, gobierne quien gobierne y apliquen los planes que apliquen, poco cambiará si no se erradica definitivamente la explotación del hombre por el hombre.».

“(…)Cuando ustedes llegaron, nosotros terminábamos una reunión con todos los delegados de los talleres productivos. Allí discutimos el presupuesto de los talleres productivos, la forma de producción y su destino; y, por más que los criterios del MTD sean los de construir colectivamente una producción alternativa, a la hora de definir las cosas, está muy fuerte este tema del capitalismo. Y, como sabemos, se hace muy difícil construir colectivamente con una mentalidad capitalista. Para nosotros es un obstáculo el individualismo, el egoísmo, el pensar siempre en resolver primero los intereses personales por encima de los intereses de todos los compañeros. (…)”.

Historia y presente/ Ofensiva del sistema mundo capitalista / Alternativas emancipatorias

Historia y presente

Lo que dejó la Cuarta Transformación,
el proyecto iniciado por López Obrador

7 de octubre de 2024

Fuente: El Sur a fondo

La popularidad y el carisma alcanzado por el saliente presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se basó en representar para el imaginario popular políticas y actitudes distintas, distantes, diferenciadas de la de los anteriores gobiernos neoliberales y su legado de saqueo y corrupción. Buscó darle sustento a su perfil progresista presentando una perspectiva crítica y emancipatoria en el terreno educativo y cultural, un perfil descolonizador en la historia.

Andrés Manuel López Obrador, AMLO, llegó al poder el 1 de diciembre de 2018 con un ambicioso proyecto de izquierda bautizado la Cuarta Transformación, que -como la Independencia, la Reforma, y la Revolución de 1910- prometía renovar los cimientos de la sociedad mexicanaCuarta Transformación significa poner en primer lugar a la población más rezagada y hacer efectivo el derecho a la protección de la salud, y forjar un nuevo federalismo como expresión de rechazo al poder absoluto del Estado, sino también toda la discusión política antineoliberal.

El obradorismo constituye un parteaguas en la historia política reciente, en especial por la relación que conquistó con el movimiento obrero y de masas y sus organizaciones. En torno a la figura del caudillo y un discurso que remite siempre al “pueblo”, se constituyó un movimiento de base popular que aglutinó expectativas e ilusiones de amplios sectores sociales, en relación directa con el mandatario.

En el contexto de la proclamada «cuarta transformación» de México, el discurso tiende a expandir programas sociales desde la burocracia estatal y a la vez negar la existencia de la izquierda, ya sea como posición político-ideológica en abstracto o como encarnación en grupos y movimientos que ostenten cierto grado de autonomía y radicalidad.

Su sexto y último informe de gobierno, extenso, ratificó la continuidad del capitalismo monopolista de Estado y sus políticas –que han facilitado la obtención de normes ganancias a la clases capitalista- con la llegada de Claudia Sheinbaum. López Obrador quería dejar claro en el imaginario popular su legado para la historia de México y para la construcción de una tradición progresista en el país. El discurso tuvo mucho de despedida, aunque dejó abierto a la especulación cual será el lugar que ocupará en el futuro ordenamiento de su partido, Morena.

Los cambios aprobados por el parlamento casi al final del sexenio incluyen la votación popular de la totalidad de los magistrados federales e incluso la elección directa de los integrantes de la Corte Suprema. Entre 2025 y 2027 se elegirán alrededor de 1600 jueces que dejarán de ser propuestos por el presidente y confirmados por el Senado. De esa manera, México será el primer país en el mundo cuyos jueces supremos deberán ser electos por el pueblo, situación que ha puesto irascibles a quienes continúan utilizado los tribunales para garantizar los privilegios corporativos de las derechas regionales.

El  contexto internacional era de guerra en Ucrania y genocidio contra el pueblo palestino, pero cabe recordar que el gobierno mexicano mantuvo relaciones con los criminales sionistas de Israel y una demasiado tibia condena a la guerra en Ucrania.

El antropólogo Roger Bartra, en su libro Regreso a la jaula, hace una radiografía ideológica de la 4T, a la que considera parte de una restauración del anterior régimen del nacionalismo autoritario priista de los años 70 y 80. la izquierda dentro de la 4T es verdaderamente marginal. Lo que realmente domina en el espacio gubernamental de AMLO es la derecha. Es una derecha populista,  no es la izquierda, señala.

Añade que López Obrador ha inventado un pasado que lo ve todo en términos de la expresión de una grandeza del mexicano proyectada en las diferentes etapas, sólo que a esa visión grandilocuente nacionalista revolucionaria, le agregó una moralina cristiana, un añadido peculiar en la tradición nacionalista revolucionaria mexicana, que es profundamente laica. Abandona esa parte de la tradición y le imprime una dimensión cristianoide no muy precisa, un halo religioso a su nacionalismo revolucionario.

Sus críticos hablan de una mayor precarización en la educación y la baja presupuestal, de un perfil descolonizador en la historia, además de asumir, como si fueran parte de su genealogía, las gestas obreras y sociales de las décadas previas, lo que sirvió para generar una pasivización relativa de la lucha de clases, aunque no impidió importantes procesos de resistencia, antes, durante y después de la pandemia.

Esta hegemonía lopezobradorista tuvo su aliciente en la marcada debilidad de la oposición derechista que data desde la crisis orgánica abierta en 2014, que terminó pulverizando el peso institucional y electoral de los tres partidos integrantes del entonces llamado Pacto por México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Esa degradación de la oposición le permite a Morena a contar con una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y estar a un escaño de ello en el Senado, em una reconfiguración del régimen de partidos que comenzó en 2018, pero tuvo su broche final en la derrota estrepitosa de la coalición opositora en la elecciones.

La construcción hegemónica del obradorismo sirvió para avanzar en una mayor concentración del poder político y en imponer su agenda legislativa, ampliando –para analistas opositores- los rasgos bonapartistas que se expresan en el peso que adquirió la figura presidencial y las fuerzas armadas, en tanto que reformas como la judicial combinan la elección popular de los jueces con la propuesta reaccionaria de “jueces sin rostro”. 

López Obrador no puso en cuestión el orden social y económico del capitalismo dependiente, pese al apoyo social y electoral masivo. Si bien sus gestos y políticas generaron malestar en sectores patronales y en Estados Unidos, el obradorismo ha preservado las ganancias de los grandes empresarios y ampliado las oportunidades para las empresas trasnacionales en áreas fundamentales, aún en aquellas donde se mantiene la rectoría estatal.

Asimismo, logró encolumnar a la mayoría de las organizaciones y las conducciones sindicales burocráticas, incluyendo a muchas que vienen de una larga tradición priista, y ahora Morena ocupa en apenas 6 años el sitio que ocupó el priismo respecto a los grandes sindicatos, basado en las expectativas y aspiraciones de la clase trabajadora, y sus ilusiones en el accionar de la 4T. Es lo que Antonio Gramsci llamó “transformismo”, la cooptación y el pase a las filas del oficialismo de dirigentes obreros, campesinos, indígenas y de izquierda.

Una clave de lectura del actual momento de composición y recomposición política del campo de las izquierdas, negadas pero existentes, es la subyacente tensión entre un proyecto hegemónico que pretende convencer y fagocitar y unas instancias autónomas que se resisten a ser asimiladas.

Toda hegemonía tiene límites, sobre todo cuando Estados Unidos, de quien depende en gran medida el auge inversor sediento de las ventajas del nearshoring atraviesa un proceso de decadencia hegemónica y está más que sujeta a los vaivenes de la economía internacional, las convulsiones geopolíticas y sus disputas con el gigante chino.

El carácter moderado que asumieron durante el sexenio las políticas obradoristas estuvo marcado por los propios límites impuestos por la realidad del capitalismo dependiente mexicano y la inserción del país en una integración cada vez más subordinada a Estados Unidos. Ejemplo de ello fue la precarización laboral, una “marca de fábrica” heredada del neoliberalismo por los progresismos de nuestro continente. Lo mismo se puede decir del extractivismo y el desarrollo de megaproyectos que constituyen un proceso de acumulación por desposesión y que se articula con la necesidad de los grandes capitales de buscar nuevos espacios de acumulación capitalista.

El Congreso de México aprobó la última semana una reforma constitucional relativa al ordenamiento judicial, que supone un cambio radical no solo para el vecino de los Estados Unidos, sino para toda América Latina, donde los poderes judiciales se han constituido en una línea de defensa acérrima de los grupos concentrados, las oligarquías domésticas y los intereses de Washington en la región.

López Obrador terminó su mandato con más de un 60% de aprobación. Eso le permitió a Claudia Sheinbaum conquistar la presidencia con más votos que los que él obtuvo seis años atrás y con el desafío de lograr sumar a la de los movimientos sociales para lograr la verdadera transformación de México.

https://estrategia.la/?na=v&nk=723-cb59a40de2&id=4

Fuente: https://rebelion.org/lo-que-dejo-la-cuarta-transformacion-de-lopez-obrador/

Contrastemos con:

DECLARATORIA DEL ENCUENTRO CONTINENTAL CONSTRUYENDO UNA ALIANZA CONTRA GASODUCTOS Y OTROS MEGAPROYECTOS EN DEFENSA DE LOS TERRITORIOS DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

12 octubre, 2024

Hoy, 12 de octubre de 2024, fecha simbólica para los pueblos originarios de este territorio llamado Abya Yala, nos hemos reunido en tierras de resistencia en el istmo de Tehuantepec, en el Encuentro Continental construyendo una alianza contra gasoductos y otros megaproyectos en defensa de los territorios de los pueblos originarios, 374 delegados, delegadas y representantes de pueblos y organizaciones indígenas, ambientalistas, académicos y comunicadores, provenientes de 20 estados de la República Mexicana, de 22 pueblos indígenas y de 11 países, con el fin de dar impulso a las iniciativas de articulación de los pueblos de las Américas.

En este encuentro continental, nos pronunciamos de manera enérgica en contra de la guerra y de otras formas de violencia que son utilizadas como mecanismos para saquear el patrimonio de nuestros pueblos, imponiendo megaproyectos. esta violencia se expresa de la manera más cruda y brutal en casos como el del pueblo palestino, y la criminalización que alcanza a los defensores del territorio en todos nuestros países.

Nos manifestamos por el cese a la violación de los derechos de la naturaleza, y contra el papel de la banca internacional que financia megaproyectos que atentan contra los pueblos y la naturaleza.

Al cumplirse hoy 532 años de resistencia indígena, negra y popular, a pesar del capitalismo salvaje y destructivo, y los incontables intentos de borrar nuestra cultura ancestral, de la militarización de los territorios de nuestros países, y del falso bienestar que pregonan los gobiernos, desde el istmo de Tehuantepec manifestamos que nos mantenemos firmes celebrando la vida con dignidad y rebeldía. en este Encuentro hemos acordado impulsar, junto con nuestros hermanos y hermanas del Norte, Meso y Sudamérica, los esfuerzos de caminar juntos en defensa de nuestros derechos y territorios.

Condenamos la imposición de megaproyectos y, en particular, de los gasoductos, como los de Tuxpan, Tula y la Puerta del Sureste, que provocan graves daños ambientales y amenazan la vida y la cultura de nuestros pueblos.

Las mujeres participantes en este encuentro, como guardianas del territorio, la tierra y la vida de nuestros pueblos; reflexionamos con preocupación sobre el futuro de las nuevas generaciones de niñas y niños, así como la necesidad de visibilizar el dolor que genera la imposición y despojo de los bienes naturales y del territorio de nuestros pueblos.

Resaltamos la importancia de fomentar relaciones basadas en la sororidad, la empatía y el apoyo mutuo entre nosotras y de respeto mutuo con nuestros compañeros. saludamos la lucha de nuestras compañeras a lo largo y ancho del continente que se movilizan por los derechos de las mujeres y de nuestros pueblos.

Es fundamental para los movimientos de nuestros pueblos el fortalecer las acciones de comunicación comunitaria y popular. es nuestro reto romper el cerco mediático, mediante el cual los grandes poderes buscan invisibilizar nuestras luchas. por lo que hacemos un llamado a los comunicadores de nuestros pueblos a impulsar una gran iniciativa continental de comunicación que contribuya a fortalecer los procesos de unidad.

Denunciamos el impulso de programas neoliberales por parte de los gobiernos de nuestro continente, gobiernos que actúan en función de los intereses de las grandes empresas transnacionales y que criminalizan a los defensores y defensoras del territorio. es por ello que este encuentro se pronuncia por la liberación de Leonard Peltier, Chief Dhstayl (Adam Gagnon), Kenia Hernández, Tomás Martínez Mandujano, Emiliano Zambrano Aguilar, Arnulfo García Santos, indígena Triqui; otras y otros más.

Exigimos la presentación con vida de Sergio Rivera, de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Sandra Estéfana Domínguez, Claudio Uruchurtu, Ernesto Sernas García, Estefanía Domínguez Martínez y muchos y muchas más. demandamos castigo para los asesinos de samir flores, noé jiménez pablo, josé Santiago Gómez, Luis Armando Fuentes Aquino, Jesús Manuel García Martínez, Félix Vicente Cruz, Juan López, de los compañeros y compañeras de la Unión Popular de vendedores ambulantes “28 de octubre”; justicia para Bety cariño y Jyri Jaakkola, a 14 años de su asesinato.

Exigimos el cese a la persecución en contra de los compañeros y compañeras de Ucizoni, de Puente Madera y de otras comunidades, criminalizados por la defensa del territorio en contra del megaproyecto del corredor interoceánico en el istmo de Tehuantepec. el cese a la criminalización y hostigamiento a defensores y defensoras del territorio en contra del megaproyecto del mal llamado tren maya; y de los pueblos cholultecas y de los volcanes en Puebla. asimismo, denunciamos a los gobiernos que persiguen a los y las defensoras del agua y el territorio que enfrentan a la corporación canadiense granjas Carroll. exigimos la cancelación del megaproyecto hidroeléctrico las cruces en nayarit, méxico, porque atenta contra los sitios sagrados de los pueblos naáyari, wirrarika, o´dam y meshika, represando el último río libre de México. cese a la persecución y criminalización de Máxima Acuña, de Cajamarca, Perú. Exigimos la no criminalización a las personas pobres por su color de piel y manera de vestir; así como el trato justo a los migrantes. rechazo a la utilización de bandas de la delincuencia organizada para atacar y agredir a los movimientos de los pueblos.

Hemos acordado impulsar estrategias de prevención jurídica, y exhortamos a los pueblos y municipios a realizar protocolos de consulta propia y declaratorias municipales y regionales de territorios libres de proyectos de minería, hidrocarburos, represas y parques eólicos e industriales, y basureros tóxicos.

Saludamos al Congreso Nacional Indígena, al cumplirse el día de hoy 28 años de su nacimiento; y reconocemos su lucha como el principal referente de la movilización de los pueblos originarios de México.

Saludamos a nuestros compañeros y compañeras que se movilizan el día de hoy en Tepic, la ciudad de México, en el Salvador y en Guatemala y reconocemos la aportación solidaria de nuestros compañeros y nuestras compañeras de Suiza, Alemania, Francia, Canadá y Estados Unidos que han manifestado su voluntad de acompañar nuestras luchas.

a 532 años de resistencia indígena, negra y popular

¡Viva la resistencia de nuestros pueblos!
¡Viva la lucha continental organizada!
¡Ni una lucha aislada más!

Encuentro Continental construyendo una alianza contra gasoductos y otros megaproyectos en defensa de los territorios de los pueblos originarios

CENTRO YAJXONAX, TIERRA BONITA, ISTMO DE TEHUANTEPEC, OAXACA, MÉXICO

Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2024/10/13/mexico-encuentro-continental-de-pueblos-originarios-contra-gasoductos-y-megaproyectos/

 

Ofensiva del sistema mundo capitalista

Nación Mapuche. Wallmapu y Palestina: ocupación y despojo

Resumen Latinoamericano, 13 de octubre de 2024.

Opinión de Héctor Llaitul Carrillanca

En el marco del 12 de octubre una opinión obligada es lo que sucede en el Wallmapu histórico.

Uno de los grandes discursos de este gobierno, de la institucionalidad chilena, es el de la seguridad pública. Y es en este contexto que se pretende legislar en Chile respecto a las “usurpaciones” y a la “auto-tutela”, con el fin de impedir y proteger a la clase política y empresarial de las afectaciones a sus intereses por parte de una de las principales acciones que ha impulsado el movimiento mapuche autonomista: las recuperaciones territoriales.

Lo primero que se debe señalar, es que esta iniciativa legislativa se inscribe en el marco del conflicto que mantiene el Estado Chileno con el pueblo mapuche y que ha significado, en los hechos, un fracaso constante del Estado por intentar canalizar a través de migajas institucionales las reivindicaciones históricas de las comunidades en lucha. Contrario a lo esperado por el Estado, en este conflicto se han anidado fuertes y profundos procesos políticos que dieron origen y fortalecieron al Movimiento Mapuche Autonomista, cuestión que asusta a la derecha fascista y al pseudoizquierdismo chileno, quiénes ven a las recuperaciones territoriales como una amenaza a la gobernanza neoliberal . Es por esto que intentan implementar dicha normativa, en lo sustantivo, para poner freno a las acciones del pueblo mapuche que asedian la reproducción del capital en nuestro territorio ancestral.

Los afectados por estas medidas, como siempre, son los pobres del campo y la ciudad. Fundamentalmente hablamos de familias, comunidades que reivindican sus tierras perdidas por la ocupación colonial chilena, así como de familias empobrecidas de los márgenes urbanos que buscan espacios para mejorar su calidad de vida, tal como lo han hecho históricamente. Hablamos de familias mapuche y no mapuche. A todo este conjunto de prácticas la iniciativa legislativa cataloga como “usurpación”, pasando por alto la diversidad de necesidades que ahí se anidan, así como las consecuencias de polarización políticas que se avecinan.

Es en este marco que podemos decir, sin tapujos, que esta propuesta fue diseñada ideológicamente, con fines políticos para afectar al movimiento mapuche autonomista que, en su diversidad de expresiones, ha logrado recuperar alrededor de 200 mil hectáreas del sistema de propiedad usurpado que estaba de manos de la industria forestal y otras inversiones capitalistas.. De hecho, estas acciones del movimiento mapuche autonomista conllevan efectivos procesos de control territorial que restablecen espacios geográficos para la reconstrucción del mundo mapuche, ya que dichas tierras no solo dejan de estar en poder de las grandes corporaciones madereras, sino que implican profundas transformaciones y cambios a favor del mundo mapuche, poniendo coto a las políticas extractivistas y de depredación de la naturaleza.

Por lo anterior, es que hemos de denunciar que, lo que busca la ley de usurpaciones es “forzar y borrar la historia sobre el territorio y el origen del pueblo mapuche”, lo que nos retrotrae a las enseñanzas de nuestros ancestros para volver a afirmar algo muy básico y fundamental para todo mapuche, que es: “a los mapuche nos expoliaron el territorio y nos usurparon nuestras tierras ancestrales”. Fue a nosotros que quienes nos ocuparon y despojaron de lo que nos pertenecía.

Hoy, con la ley de usurpaciones, lo que se pretende es cambiar la historia sobre el origen y el ascendiente respecto de los territorios ancestrales, se quiere instalar una post verdad a la fuerza, utilizando distintas herramientas del derecho que la clase política y económica acostumbra a usar a su favor.

Es en este sentido la elite política, la oligarquía hace resurgir la figura jurídica de la “autotutela” o “defensa privilegiada” como un derecho de protección ante la flagrancia. Sin embargo, este mecanismo conduce a la larga a la “mercenarización” del conflicto, disfrazando estos efectos con un discurso de seguridad nacional. Es así como se van creando las condiciones para la intrusión de bandas paramilitares como forma privada de matonaje.

Al respecto se puede decir, además, que la paramilitarización en contra de los movimientos en lucha o de protesta social es un modelo que quiere seguir la ultraderecha en Chile para enfrentar la causa mapuche con un sentido absolutamente contrainsurgente, siguiendo los parámetros de la doctrina de Seguridad Nacional que tanto horror causó tras el Golpe del Estado en Chile de 1973.

Frente a las pretensiones oficialistas en el marco de la actual ofensiva neofascista, la ley de usurpaciones debe ser entendida de forma amplia, porque está relacionada con otras normas, como la Ley Nain Retamal que es un tipo de amnistía anticipada para las policías y militares por actos de represión ejercidos en contra la protesta social. A nuestro juicio, es una especie de ‘chipe libre’ a la represión desmedida contra toda manifestación y sin discriminación. Significa, en los hechos, luz verde por parte del Estado para reprimir cualquier movimiento social de protesta.

Por lo tanto, estamos en presencia de un tipo de legislación que apunta en el sentido de la estructuración de un Estado policial y que en Wallmapu implicaría un proceso de ocupación de facto, de características político-militares, y privado-empresarial para la dominación y opresión de nuestro pueblo.

A lo que se suma la creación de un artilugio ideológico, que es la ficción de la flagrancia permanente y cuya determinación puede dar origen a la acción de represión policial sin mediar denuncia requerida, ya sea por parte del “actual propietario” del bien, y por no estar bajo la tutela jurisdiccional de algún tribunal. En rigor, esto constituye un absurdo, desde su inicio, ya que ni policía menos los militares se encuentran calificados técnicamente para determinar si una ocupación en los hechos es una usurpación o no.

Esto tiene solo una explicación, los intereses de los grandes propietarios de tierras, como es el caso en el territorio ancestral Mapuche con las forestales, y lo mismo sucedería con las grandes corporaciones inmobiliarias en torno a las ciudades donde se pretende proteger, a como dé lugar, la especulación financiera y técnicas del mercadeo del suelo urbano, que solo favorece a los poderosos.

Actualmente, en la coyuntura política, una parte de la norma ha sido objeto del ‘veto presidencial’, porque el gobierno de Boric no puede aparecer tan subordinado a la oligarquía, pero aún no se definen bien los alcances de esta ley maldita en la tramitación legislativa en el parlamento chileno.

Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2024/10/13/nacion-mapuche-wallmapu-y-palestina-ocupacion-y-despojo/

Alternativas emancipatorias

México. La vigencia de Gramsci

Por César Verduga Vélez. Resumen Latinoamericano, 12 de octubre de 2024.

Exministro de Gobierno de Ecuador y consultor. Desde México.

Juan Carlos Portantiero, intelectual argentino que militara en el Partido Comunista bajo la dirección del gran pensador Héctor Agosti, dirigiendo la revista “Cuadernos de Cultura”, inició con Agosti la difusión del pensamiento del filósofo italiano Antonio Gramcsi, en los años 50 del siglo pasado. Posteriormente, exiliado en México y alejado de su militancia comunista, Portantiero, ejerciendo de profesor de Flacso publicó su ensayo “Los usos de Gramsci”.

Cuarenta años después en México se inició la Cuarta Transformación, con la victoria electoral de Andrës Manuel López Obrador, en 2018, y se aseguró su continuidad con la amplia victoria de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta en América del Norte. La Universidad Autónoma Metropolitana Sede Xochimilco hace uso de Gramsci para interpretar la Cuarta Transformación y el lopezobradorismo con un ensayo de varios autores, bajo el titulo “Hegemonía y 4 T, un debate gramsciano” y con la coordinación de Diana Fuentes y Massimo Modoneski.

Toda transformación profunda en el Estado y la sociedad detona una mutación fundamental en la cultura. Así ocurrió con las revoluciones mexicana, rusa y china, en el siglo XX. En México ese cambio cultural viene gestándose desde 1968 y creció significativamente después del 2018 con el triunfo electoral de AMLO.

Una de sus manifestaciones es el auge editorial con publicaciones plurales y diversas sobre el cambio político y social que está viviendo México. El libro que nos ocupa subraya la significación del proceso que lidera MORENA como el más importante después de la independencia, las leyes de reforma y la revolución, proclamado desde su consigna electoral clarividente en 2018: “Juntos haremos histotria”

Partiendo del concepto gramsciano de hegemonía, los autores emprenden el ejercicio de descifrar el “amloismo” consagrando usos diferentes y fecundos. Con metodología gramsciana, los autores analizan el conflicto, la resistencia, las relaciones de dependencia y subordinación, que creó el Estado mexicano durante el siglo XX.

El lopezobradorismo aplicó una vía política hegemónica cuyo instrumento practico fue la triada: centralidad, centrismo y centralismo. Fue funcional en la medida en que el actor principal y líder-López Obrador-tenía 20 años recorriendo todos los municipios del país y había construido una cercanía no sólo político-ideológica sino vivencial con el pueblo de Mexico. Lo hizo en el marco de recurrentes crisis internacionales y el incremento en la población mexicana de la oposición al antiguo régimen, encarnado desde fines del siglo XX por la alianza de facto entre el PRI y el PAN.

El libro explora hasta donde las debilidades político-culturales de la oposición son el mejor aliado para que la Cuarta Transformación construya un nuevo sistema hegemónico. Las debilidades de la oposición se reflejan en la falta de ideas y la ausencia de liderazgos.

En las recientes elecciones fue un empresario, Claudio X Gonzales, quien organizó la derrotada alianza de partidos encabezados por el PAN y el PRI. Ahora, iniciado el nuevo sexenio, la oposición aparece encabezada por ocho ministros de la Suprema Corte, un comediante de nombre Inclán y algunos intelectuales desconectados de la realidad. Practican técnicas obstruccionistas de amparos inconstitucionales, intentando dictaduras judiciales sin destino, chistes machistas contra la Presidenta o podcast anunciando la muerte de la Republica.

Fracasado el neoliberalismo en México y el mundo, los potenciales fenómenos que pueden obstruir la construcción de una nueva hegemonía, estarán en la gigantesca asociación política de gobierno, donde seguramente surgirán diferencias que la presidenta deberá manejar con sabiduría.

Eso lo dirá el tiempo. Mantener la herencia de cercanía con el pueblo que enseño López Obrador, profundizar las políticas de bienestar, evitar la tentación de estatalizar al partido-movimiento MORENA, son recomendables acciones para avanzar en la construcción de una hegemonía con duración en el tiempo.

Y además: nunca renunciar a la verdad en el ejercicio público. Porque como solía decir Gramsci: “La verdad siempre es revolucionaria”.

Tiempo Argentino

Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2024/10/12/mexico-la-vigencia-de-gramsci/

COMUNICADO DEL CONGRESO NACIONAL INDÍGENA ANTE LA AGRESIÓN Y AMENAZA ARMADA EN CONTRA DE BASES DE APOYO ZAPATISTAS DEL POBLADO “6 DE OCTUBRE”

17 octubre, 2024

A los pueblos de México y del mundo.

A los organismos de derechos humanos.

A los medios de comunicación.

El Congreso Nacional Indígena- Concejo Indígena de Gobierno, exige justicia y respeto para las bases de apoyo zapatistas del poblado “6 de Octubre”, parte del Caracol de Jerusalén en Chiapas. Denunciamos las agresiones y amenazas de desalojo violento por parte de pobladores de Palestina, quienes, con el respaldo de autoridades municipales y estatales, buscan despojar de sus tierras a la comunidad, la cual ha trabajado en paz durante más de 30 años.

Condenamos la escalada de violencia y apuesta por el terror, incluyendo la presencia de grupos armados, amenazas de violación, quema de casas y robo. Esta situación evidencia la colusión entre los malos gobiernos y el crimen organizado para legalizar el despojo.

Es importante señalar que el Caracol de Jerusalén estaba programado como sede de los Encuentros de Resistencia y Rebeldía 2024-2025. Esta agresión pone en riesgo la realización de dichos encuentros y la seguridad de los asistentes, poniendo en jaque la organización indígena autónoma.

Denunciamos la intromisión del crimen organizado en las tierras y territorios indígenas a lo largo y ancho del país, con la complicidad de los gobiernos en todos sus niveles. Esta alianza perversa ataca, con una violencia creciente, a los pueblos que defienden la vida y pone en grave riesgo la integridad de los territorios indígenas.

El EZLN no está solo. Nos mantenemos atentos y vigilantes frente a esta injusticia, y hacemos un llamado a la solidaridad nacional e internacional para frenar la violencia y defender la autonomía zapatista.

¡Alto a la guerra contra los pueblos zapatistas!

Atentamente

Por la reconstitución integral de nuestros pueblos

Nunca más un México sin Nosotros

Octubre de 2024
Congreso Nacional Indígena- Concejo Indígena de Gobierno

Jornada internacional de la Acción por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos contra las Transnacionales, el despojo de tierras y la represión sistémica que son expresiones del modelo productivo hegemónico: el agronegocio (es decir, la gran producción agroindustrial para la exportación), la explotación extractiva y la minería.
¡Basta! de impunidad y poder corporativo en nuestros territorios.

Soberanía alimentaria o hambre soberana

16 de octubre de 2024

Por Sergio Ferrari /Rebelión

En un planeta donde una de cada once personas padeció hambre en 2023, importantes movimientos sociales del campo consideran la soberanía alimentaria como el antídoto principal a este drama.

El próximo 16 de octubre, en ocasión del Día Internacional de Acción por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos contra las Transnacionales, representantes del campesinado global y de comunidades indígenas y migrantes, así como mujeres, niños y niñas campesinos, pescadores, pastores y pequeños productores, convocan a manifestarse en todos los continentes. El llamado es en defensa de la vida, la alimentación sana y soberana de los pueblos y los derechos campesinos.

Para La Vía Campesina, el despojo de tierras y la represión sistémica son expresiones del modelo productivo hegemónico: el agronegocio (es decir, la gran producción agroindustrial para la exportación), la explotación extractiva y la minería. Modelo que además agudiza la crisis climática y pone en riesgo el derecho de los pueblos a la alimentación. Según esta organización internacional, más de 2 mil millones de personas –casi un tercio de la población mundial– lucha por acceder regularmente a una alimentación adecuada; en tanto, el hambre y la inseguridad alimentaria aguda ya afectan a otros 864 millones de personas, sobre todo mujeres y niños. Con el fin de construir una verdadera soberanía alimentaria, La Vía Campesina exige un cambio de fondo de políticas y del propio modelo productivo para que el planeta pueda alejarse “de la dependencia de productos agrícolas importados que emiten carbono y de la agricultura impulsada por las corporaciones”.

La convocatoria, difundida por La Vía Campesina, el mayor movimiento rural a nivel planetario, presenta el contexto de esta convocatoria a la protesta ciudadana. Según La Vía Campesina, que aglutina a unos 200 millones de campesinos de 180 organizaciones locales y nacionales en 81 países, “diariamente el mundo despierta con noticias sobre cómo la degradación del medio ambiente se está agravando mientras las élites de poder corporativo no dejan de enriquecerse gracias a las crisis que ellas mismas han generado”. Para La Vía Campesina, “la vida está bajo amenaza constante y muchas políticas públicas están siendo despojadas de derechos fundamentales como la salud, la vivienda y la alimentación, así como de derechos colectivos y campesinos, [lo que] ha llevado a un deterioro de la justicia social y la monopolización de los bienes comunes” (https://viacampesina.org/fr/16oct24-journee-internationale-daction-pour-la-souverainete-alimentaire-des-peuples-et-contre-les-multinationales/).

En este marco, el campesinado global, junto con otros sectores sociales vulnerables, se confronta con el despojo permanente de sus medios de vida y de subsistencia. Según La Vía Campesina, esta realidad se agrava debido a la ocupación militar de territorios que destruye “la biodiversidad y la Soberanía Alimentaria, al mismo tiempo que siembra terror y arrebata vidas en varias partes del mundo, como Palestina, Líbano, Sudán, Yemen y Haití”. Aunque la protesta rural en muchas regiones continúa, la misma se confronta con la criminalización de la lucha por la tierra y el territorio, lucha que sigue cobrando vidas de activistas sociales en Honduras, Filipinas, Colombia y Brasil, entre otros países.

Para La Vía Campesina, el despojo de tierras y la represión sistémica son expresiones del modelo productivo hegemónico: el agronegocio (es decir, la gran producción agroindustrial para la exportación), la explotación extractiva y la minería. Modelo que además agudiza la crisis climática y pone en riesgo el derecho de los pueblos a la alimentación. Según esta organización internacional, más de 2 mil millones de personas –casi un tercio de la población mundial– lucha por acceder regularmente a una alimentación adecuada; en tanto, el hambre y la inseguridad alimentaria aguda ya afectan a otros 864 millones de personas, sobre todo mujeres y niños. Con el fin de construir una verdadera soberanía alimentaria, La Vía Campesina exige un cambio de fondo de políticas y del propio modelo productivo para que el planeta pueda alejarse “de la dependencia de productos agrícolas importados que emiten carbono y de la agricultura impulsada por las corporaciones”.



Dos conceptos diferentes

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que se puede hablar de seguridad alimentaria  cuando las personas tienen acceso a alimentos sanos y nutritivos que brindan satisfacción a sus necesidades alimenticias, sostienen su organismo y les permiten gozar de una vida sana y llena de energía (https://openknowledge.fao.org/server/api/core/bitstreams/6968f8fa-ec0b-4915-aeba-1a233b7eccaa/content).

Según la Organización No Gubernamental Acción contra el Hambre, la seguridadalimentaria tiene que ver con el costo de una dieta saludable y el acceso a la misma. En otras palabras, con el poder adquisitivo de una persona para comprar alimentos que le garanticen una buena alimentación y así evitar la desnutrición (https://accioncontraelhambre.org/es/actualidad/que-es-la-soberania-alimentaria).

Por su parte, La Vía Campesina subraya el concepto de soberanía alimentaria, como “el derecho que cada pueblo tiene para definir su política en materia de alimentos”. El objetivo de la misma es devolverle al consumidor la capacidad de decisión y de control de lo que lleva a la mesa independientemente de los intereses de los grandes productores agroindustriales. Esta organización apuesta a que la soberanía de una región o país no se vea afectada por su dependencia de la producción de alimentos en otros países y su importación a gran escala.

Como lo explica Acción Contra el Hambre, hasta hace poco los conceptos de soberanía y seguridad se entendían de la misma forma, prácticamente como sinónimos. Pero la situación cambió cuando se liberó el comercio de productos alimenticios y agropecuarios a favor de grandes empresas que, en muchos casos, absorbieron una cantidad significativa de pequeños productores rurales. “Una de las principales diferencias entre estos términos”, señala Acción Contra el Hambre, “es que seguridad alimentaria es un concepto neutro que no juzga la concentración de poder en los niveles del comercio de alimentos, mientras que soberanía alimentaria contrasta la asimetría del poder en los diversos mercados mundiales”.

Es esta nueva realidad lo que ha llevado a La Vía Campesina a identificar como prioritaria la soberanía alimentaria, y es dentro de este marco de referencia conceptual que la movilización del 16 de octubre aboga por “una transformación sistémica que proteja nuestra relación simbiótica con la Madre Tierra y que garantice la justicia social, la paz y una reforma agraria integral que nos asegure vivir con dignidad, libres de pobreza y hambre”.

Las alternativas son posibles

Según la concepción de La Vía Campesina, se debe exigir una transición agroecológica que proteja los sistemas alimentarios locales y promueva un nuevo marco de comercio basado en los principios de la soberanía alimentaria. E insta a implementar, con urgencia, políticas públicas que apoyen y promuevan esa transición justa hacia una producción agroecológica que priorice modelos de economía campesina, social y solidaria.

Las políticas agrícolas dirigidas por las corporaciones, denuncia La Vía Campesina, solo empeoran la crisis climática, y los productos agrícolas importados están causando una creciente desesperación entre el campesinado, por lo cual es imperativo “frenar el creciente poder de las empresas en los espacios políticos de nuestros países y en los espacios multilaterales”.

Por esta razón propone la elaboración e implementación de un tratado vinculante de las Naciones Unidas que regule las empresas transnacionales, ponga fin a las violaciones de derechos humanos, acabe con la impunidad y garantice el acceso a la justicia por parte de las comunidades afectadas.

El mensaje es claro: es urgente establecer un sistema de respuesta al cambio climático que reconozca al campesinado como un actor clave, en particular las mujeres campesinas, quienes en muchos países y culturas aún carecen de derechos legales. Por eso es esencial enmendar leyes y políticas públicas para garantizarles el derecho a la propiedad de la tierra reconociendo su rol histórico en la agricultura.

Por otra parte, la defensa y protección de la población campesina, así como de las personas que defienden los derechos humanos, se convierte en tarea esencial frente a la violencia que vulnera esos derechos y promueve estigmatización y criminalización. Finalmente, el alegato de la Vía Campesina reivindica como fundamental la implementación de la Declaración de las Naciones Unidas de 2018 sobre los Derechos del campesinado y otros trabajadores rurales (UNDROP) (https://documents.un.org/doc/undoc/gen/n18/449/03/pdf/n1844903.pdf).

Debate internacional

Desde su fundación en 1993, La Vía Campesina no solo ha buscado crecer como organización de referencia del mundo rural; también ha promovido la disputa de espacios de debate en organizaciones internacionales, especialmente Naciones Unidas. Esta sigue siendo una línea prioritaria de acción que la llevará a participar en varios eventos con movilizaciones sectoriales o regionales en los próximos meses. Entre otros, la convocatoria en defensa de la biodiversidad en el marco de la Conferencia de las Partes COP 16, “Paz con la Naturaleza”, en Cali, Colombia, del 21 de octubre al 1 de noviembre, y el Tercer Foro Global Nyéléni por la Soberanía alimentaria, la Justicia global y el Cambio sistémico, en India en 2025.

En cuanto a Europa, la Coordinadora Europea de La Vía Campesina vuelve a la carga e insiste en que “debemos priorizar la Soberanía Alimentaria” en el próximo ajuste de la reglamentación de la Política Agrícola Común (PAC). La PAC es la política común para todos los países de la Unión Europea y se gestiona y financia a escala continental mediante los recursos del presupuesto de la Unión.

Comentando sobre el impacto del actual episodio inflacionario, en particular en los alimentos, desde que estalló la guerra Rusia-Ucrania, la Coordinadora señaló que esta nueva situación “también debe llevarnos a replantear la estabilización de los precios de los alimentos como un objetivo en sí mismo dentro de la Política Agrícola Común”. Y definió la agenda futura: garantizar precios justos y estables; aumentar el número de campesinos y campesinas y de explotaciones agrícolas; ajustar los volúmenes de producción a la capacidad física de los territorios; confrontar los problemas climáticos y ambientales actuales; prevenir la desestabilización de los mercados alimentarios; minimizar las consecuencias de la monopolización de los eslabones de la cadena alimentaria y disponer de herramientas regulatorias para intervenir de manera eficaz y reequilibrar los mercados. Todo esto, apoyando la transición agroecológica y las prácticas agrícolas sostenibles, reforzando la política de prevención y gestión de crisis y aumentando la regulación de las importaciones. Sin duda, se trata de un verdadero programa rural alternativo para el viejo mundo, en busca de nuevos paradigmas de futuro.

Fuente: https://rebelion.org/soberania-alimentaria-o-hambre-soberana/

«Hoy es urgente que el pueblo consciente y en lucha, pero aún fragmentado, se articule unitariamente para enfrentar la ofensiva capitalista que administra el gobierno de Boric, en tanto la clase trabajadora y los pueblos retomemos la iniciativa política para vencer.

¡Por pan, trabajo, salud y educación para la clase trabajadora y el pueblo, y un salario digno acorde al costo de la vida!

¡No más alzas!

¡No más desalojos!

¡No más corrupción institucional!

¡Ni perdón ni olvido frente a la impunidad!

¡Libertad a las y los presos por luchar!

¡Contra la doble explotación y la violencia patriarcal!

¡Contra la devastación capitalista de la naturaleza!

¡Territorio y Autonomía para el pueblo Mapuche y fin a la militarización de sus territorios!

¡Este 18 de octubre, a retomar las calles con organización y protesta popular!»

Iniciativa anticapitalista, antifascista y popular llama a protestar el 18-O

18 de octubre de 2024

Rebelión

(…) En los últimos tiempos, el bloque en el poder ha intensificado la represión contra los pueblos en lucha por sus derechos sociales, políticos, económicos y culturales, con el fin de imponer su completa dominación.

Antes del alzamiento, y aun 5 años después, el aumento brutal del costo de la vida, la corrupción institucional, la falta del derecho a la vivienda, la salud, el trabajo digno siguen castigando y empobreciendo a las mayorías, y enriqueciendo a unos pocos. La juventud popular tiene los peores empleos y debe endeudarse para estudiar, mientras la doble explotación y violencia patriarcal oprime con odio criminal a las mujeres y la comunidad LGTBIQ+. Así también, la legítima resistencia autonomista del pueblo nación Mapuche es represaliada por el Estado racista de Chile con militarización, cárcel y montajes judiciales. A la vez, persiste la impunidad para las y los compañeros víctimas de mutilaciones y violaciones sistemáticas de sus derechos humanos.

La clase en el poder usa todos sus medios para asesinar, desaparecer, reprimir y encarcelar a quienes construimos organización popular, profundizando a diario su intento por someter a los pueblos en lucha. La falsa democracia de los ricos amplifica la crisis de la institucionalidad, y el circo electoral es rechazado por la inmensa mayoría de la población.

5 años después volvemos a salir a las calles porque las necesidades y derechos del pueblo no han sido satisfechos; es más, vivimos peor que antes.

Hoy es urgente que el pueblo consciente y en lucha, pero aún fragmentado, se articule unitariamente para enfrentar la ofensiva capitalista que administra el gobierno de Boric, en tanto la clase trabajadora y los pueblos retomemos la iniciativa política para vencer.

¡Por pan, trabajo, salud y educación para la clase trabajadora y el pueblo, y un salario digno acorde al costo de la vida!
¡No más alzas!
¡No más desalojos!
¡No más corrupción institucional!
¡Ni perdón ni olvido frente a la impunidad!
¡Libertad a las y los presos por luchar!
¡Contra la doble explotación y la violencia patriarcal!
¡Contra la devastación capitalista de la naturaleza!
¡Territorio y Autonomía para el pueblo Mapuche y fin a la militarización de sus territorios!
¡Este 18 de octubre, a retomar las calles con organización y protesta popular!

Bloque de Organizaciones Populares
Radio Insumisa de Las Barrancas de Pudahuel
Movimiento de Mujeres Clasistas
Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez
Colectivo Hip Hop rebelde
Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras clasistas
Comité de Salud Maipú
Centro Cultural Casa Bolívar
Estudiantes por la Causa Popular
Radio Plaza de la Dignidad
Jornadas Antifascistas
Plataforma Anticapitalista y Popular
Inquietando desde el Margen
Asamblea Territorial Juan Antonio Ríos
Movimiento Salud en Resistencia
Brigadas de Salud Plaza Dignidad
Olla común La Banda
Olla común Huelén
Solidaridad con la Resistencia Mapuche Autonomista

Fuente: https://rebelion.org/iniciativa-anticapitalista-antifascista-y-popular-llama-a-protestar-el-18-o/