Julio-2024

Qué Sistema

Conciliación de clases/ Concentración y centralización capitalista/
Alternativas emancipatorias

Conciliación de clases

Violencia colonial, continuidades y futuros por disputar

2 de julio de 2024

La arrogancia del conquistador matando saberes y mundos de vida se proyecta sobre el presente extractivista y amenaza con destruir otros futuros posibles. De la explotación del Potosí a las explotaciones de los salares y humedales para la extracción de litio. El sistema exige no parar de «producir», en territorios y cuerpos, con ritmos frenéticos, establecidos por financistas, administradores del poder y científicos. Apuntes breves para un diagnóstico sobre la época.

Por Horacio Machado Aráoz**

En el principio fue la «fiebre del oro». Desmató* los bosques y sus pueblos. La arrogante «Razón» imperial se consolidó sobre el epistemicidio originario. Su obra dilecta, nació infectada de indolencia congénita. La ciencia occidental se desentendió de la vida. Le cedió los suelos a los mercaderes y las aguas, a los ingenieros. Más tarde, confió la energía a los físicos y el gobierno de la vida en común a los especialistas en finanzas, dichos “economistas”. Y así nos fue.

Ahora, de esos suelos cosechamos hambrunas, pandemias y sindemias de todo tipo. Las aguas se revuelven en forma de sequías, tempestades e inundaciones crecientes. El agua y el alimento —bases de nuestras energías vitales, de nuestra salud y convivencialidad— han sido convertidos en vectores de contaminación, enfermedades, hostilidades y muerte.

Los físicos nos devolvieron la energía en forma de la más poderosa arma de destrucción masiva, incluso, con poder para exterminarnos a nosotros mismos. Y los financistas terminaron de crear los mecanismos que nos mantienen esclavizados a una maquinaria de producción destructiva presuntamente imparable. Se nos ha inculcado que esa maquinaria no se puede detener porque, en tal caso, “todo sería peor…”. Se nos dice que esa máquina tiene que seguir funcionando, creciendo y aumentando su velocidad para que, alguna vez, “resuelva” todos nuestros problemas y cure todos nuestros males. Producir, producir, producir.

A medida que esta maquinaria avanza, más nos hundimos en un pozo de impotencias, sufrimiento y desesperación. Finalmente, los financistas han logrado convencernos de que nuestra “libertad” es la sujeción a semejante maquinaria… Su mandato crece a expensas de nuestras capacidades y condiciones de autodeterminación (y felicidad). Hoy estamos buscando la “libertad” en los callejones más oscuros de lo que nos esclaviza y nos oprime.

La fiebre del oro, desde el principio de desmatamento, es el combustible originario que alimenta la maquinaria. Hoy sigue explotando más a fondo las entrañas del planeta y los cuerpos. Nos ha sumido a la voracidad insaciable de los “comedores de tierra” que están provocando la “caída del cielo”, como dice Davi Kopenawa.

Esta maquinaria no sólo está asfixiando el aire que respiramos. Está colapsando la gracia en nuestras vidas. No hay vida más penosa que una vida sin gracia… Pero si no la detenemos, va a acabar hasta con la gracia misma de vivir.

*Desmatar o desmatamento es un neologismo del idioma portugués. Significa desmontar/deforestar, pero es un juego de palabras que remite a matar. El maestro Carlos Walter Porto-Goncalves nos enseñó que «desmatar es matar».

**Integrante del Equipo de Ecología Política del Sur (Citca-Conicet-UNCA). Publicado originariamente en Grupo de Ecología Política del Sur.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/violencia-colonial-continuidades-y-futuros-por-disputar/

Concentración y centralización capitalista

 31 de mayo de 2024

Guillermo Castillo

Rebelión

El capitalismo contemporáneo, en su versión global y neoliberal, se ha caracterizado por acentuados procesos de acumulación de la riqueza, de aumento de la pobreza y la desigualdad, y por generar una crisis climática global derivada del deterioro de medio ambiente por la producción incesante de mercancías; se trata de un drástico escenario de precarización generalizada de la vida de la mayoría de la población del planeta. En este contexto, las migraciones internacionales forzadas, que habían sido parte constitutiva de la conformación del mundo moderno desde hace siglos, han aumentado de manera drástica, y se han extendido a diferentes regiones del mundo, diversificando las poblaciones involucradas.

Los procesos de las migraciones forzadas están determinados, entre otras causas, por dinámicas de desarrollo desigual entre estados-nacionales con desiguales condiciones socioeconómicas de existencia material, así como por dinámicas de distribución territorial de población (en especial la relocalización y movilidad de trabajadores), que implican el cruce de varias fronteras internacionales. No obstante, las migraciones forzadas, también son, sin duda, prácticas y acciones de determinadas poblaciones que, en situaciones de clara precarización, migran para mejorar sus condiciones de vida.

Considerando las múltiples dinámicas socioeconómicas y políticas que configuran las migraciones y las diferentes instituciones y sujetos sociales que las conforman, es necesario formular andamiajes conceptuales críticos en el abordaje de las migraciones.

El ejercicio de dicha crítica implica tres dinámicas relacionadas: diagnóstico, posicionamiento y una lectura hacia la intervención.

El primer paso es la elaboración de diagnósticos sobre los marcos sociohistóricos de las poblaciones e instituciones que conforman las migraciones, y de los procesos y las relaciones de poder asimétricas que producen los contextos de expulsión migratoria, y las posteriores dinámicas de tránsito y destino.

Posteriormente, se requiere la construcción de un posicionamiento histórico-político que, no sólo aborde con profundidad las causas estructurales de estos procesos de movilidad transfronteriza, sino que también critique los procesos de marginación, exclusión y violencia que caracterizan a las migraciones forzadas.

Por último, los pasos previos posibilitan generar una lectura que hace viable vislumbrar las acciones y prácticas para resolver las dinámicas de carácter político, socioeconómico y de violencia que producen los contextos de expulsión de las migraciones forzadas contemporáneas.

En el contexto de lo previamente señalado, se requiere un marco conceptual que tenga en cuenta tres ejes:

1) Dimensión estructural de los contextos de expulsión

Con base en el marco de la economía política de la migración y de los debates de relación entre migración y desarrollo, es fundamental partir de la consideración de las condiciones macro-estructurales (con dimensiones locales, nacionales, regionales y globales), que producen contextos de expulsión muy adversos. Dichos contextos de expulsión aluden a necesidades básicas (e imprescindibles) como salarios justos y suficientes, trabajos bien pagos, tener condiciones de vida libre de violencia y con derechos sociales (como educación, seguridad social, salud, etc.).

            Y, de forma complementaria, considerar los procesos de desarrollo del capitalismo neoliberal. Es necesario trazar la genealogía de las dinámicas políticas, sociales y económicas que obligan, contra su voluntad y de manera forzada, a los migrantes a salir de sus lugares de origen. Se trata de procesos como el incremento de la desigualdad, el aumento de la pauperización, la presencia de la violencia e inseguridad, y los impactos de los procesos medioambientales en localidades en condición de vulnerabilidad y exclusión; en un sentido general, es la generalizada y estructural precarización de las condiciones materiales de vida.

2)  Poblaciones migrantes como sujetos sociopolíticos, y su posición en las migraciones

Un punto de quiebre importante es la centralidad de los migrantes, como actores relevantes que definen y conforman las movilidades transfronterizas. En este sentido, es clave ver cuáles son las lecturas e interpretaciones que los propios migrantes forzados hacen de los contextos de expulsión. Es fundamental comprender en función de qué valoraciones e ideas las personas escogen migrar, así como las percepciones que tienen sobre las causas.

            Por ello, y desde la propuesta de la autonomía de las migraciones, hay que elaborar un marco conceptual sobre los grupos migrantes que trascienda la concepción de los migrantes como poblaciones pasivas e inermes. Si bien los migrantes están constreñidos por dinámicas económicas macro y determinados por contextos de vida específicos, también son poblaciones con diversas agencias que, desplegando su capacidad de acción y utilizando diferentes recursos y saberes, eligen la opción de migrar para incrementar sus condiciones de vida, y remontar situaciones de existencia muy adversas. 

3) Las dimensiones políticas del abordaje de los procesos migratorios

Los procesos migratorios forzados tienen diversas etapas (origen, tránsito y destino), y, con alta frecuencia, se distinguen por dinámicas de intensa precariedad material y por el ejercicio de la violencia a través de los distintos países involucrados.

En este sentido, y siguiendo las reflexiones de la autonomía de las migraciones, se requieren ejercicios analíticos que critiquen, visibilicen y denuncien las políticas migratorias y fronterizas que criminalizan a los migrantes, y los “representan” -sin evidencia y de manera infundada- como “delincuentes”, y claros y deliberados “transgresores de la ley”. Urge cuestionar y desarticular los discursos estatales que estigmatizan a los migrantes. Tampoco los ejercicios y estrategias de control migratorio en los estados-nacionales de tránsito y destino deben fundarse en perspectivas de “seguridad nacional”, que, de forma constante y estructural, violan los derechos humanos de las poblaciones extranjeras irregularizadas.

Finalmente, se requiere desarticular y hacer frente al uso político, xenófobo y desinformado que de los procesos migratorios forzados hacen ciertos gobiernos. Son injustas y carentes de evidencia las dinámicas estatales de exclusión y estigmatización hacia los migrantes; dinámicas utilizadas para producir ventajas y réditos en asuntos políticos y electorales (como lo han venido haciendo de forma sistemática Trump y los republicanos en el escenario político de EUA desde hace años). Las políticas de control de las migraciones forzadas no deben estar supeditadas (ni ser rehenes) de otros procesos de corte internacional y dimensión geopolítica. Un ejemplo de esto son los países de Centro y Norteamérica que se alinean y siguen las políticas regionales anti inmigratorias impuestas forzadamente desde los gobiernos de EUA, y que, con esto, buscan evadir sanciones económicas y/o obtener beneficios políticos de las recientes administraciones estadounidenses (Trump, Biden).

Finalmente, se debe reconocer la dimensión política de las migraciones, asumir las causas estructurales que las producen, y visibilizar y valorar a los migrantes como poblaciones con agencia y posesión de diversos derechos. Las políticas migratorias de criminalización no pueden ser una excusa para transgredir derechos humanos y violentar poblaciones extranjeras.

Guillermo Castillo, UNAM

http://unam.academia.edu/GuillermoCastilloRamirez

https://www.researchgate.net/profile/Guillermo_Castillo_Ramirez

Fuente: https://rebelion.org/pensar-las-migraciones-en-el-capitalismo-de-la-produccion-estructural-de-contextos-de-expulsion-a-las-agencias-de-los-migrantes/

Industria y gasto militar en la economía de nuestros días

8 de julio de 2024

Por Juan Torres López| Ganas de escribir

«La guerra es un escándalo. Es el único negocio en el que las ganancias se cuentan en dólares y las pérdidas en vidas. Se lleva a cabo en beneficio de unos pocos, a expensas de muchos» (General Smedley Butler, 1935).

Hace unos días, un lector de la web me pedía que escribiese algo sobre el papel que los gastos militares desempeñan en la vida económica. Pensaba abordar el tema, pero un artículo reciente de Thomas Palley creo que lo hace con mucho más conocimiento y brillantez, así que me voy a limitar a resumir las principales ideas que desarrolla (el artículo en inglés aquí).

Palley parte de considerar al complejo militar-industrial como un sector empresarial más y cuya actividad se puede considerar como un prototipo imitado ampliamente por otros. Sostiene que conocerlo «es fundamental para comprender el capitalismo estadounidense contemporáneo, la política internacional estadounidense y la deriva hacia la Segunda Guerra Fría.»

Comienza Palley su artículo recordando las palabras del presidente Eisenhower en su último discurso de 1961: «Su influencia total –económica, política e incluso espiritual– se siente en cada ciudad, cada cámara estatal, cada oficina del gobierno federal».

A pesar de que su magnitud e influencia no ha dejado de aumentar desde entonces, dice Palley que ninguno de los muchos libros de texto de macro y microeconomía de nivel intermedio y posgrado de su biblioteca hacen mención a este sector.

La magnitud del sector es impresionante. En Estados Unidos (caso que analiza Palley) el gasto en defensa en 2023 (1 billón de dólares) fue mayor que el gasto federal en todas las demás áreas (800.000 millones). En la figura siguiente se compara el gasto de Estados Unidos en 2022 con el de los otros 10 países que más gastaron en defensa en aquel año.

a) Como un problema de elección en situación de escasez que responde al conocido dilema que planteó Hitler: fabricar armas o producir mantequilla. Es decir, hay que renunciar a una de esas opciones para disponer de la otra, y la producción de armas dependería de los recursos de un país, de las preferencias, y también del gasto militar de otros países.

Muestra Palley que este planteamiento basado en las decisiones racionales de cada país y en la competencia y no cooperación lleva a una carrera armamentística que tiene un resultado subóptimo, es decir, por debajo del correspondiente a la máxima eficiencia. Mientras que el control del gasto basado en decisiones coordinadas puede mejorar la situación de los países y evitar que todos empeoren.

El efecto es paradójico, el aumento del gasto por un país lleva a que los demás tengan que aumentarlo, pero así disminuye constantemente su poder y seguridad.

b) El enfoque macroeconómico del gasto militar del gobierno lo reconoce como un factor que aumenta la demanda y la producción como cualquier otro. Sin embargo, aunque el militar y el no militar producen el mismo estímulo a la producción, en ausencia de necesidad militar, el gasto civil aumenta el bienestar público, mientras que el gasto militar no lo hace y, por el contrario, aumenta la probabilidad de conflictos.

c) Desde otro punto de vista, la economía convencional considera al gasto militar como fuente de innovación y desarrollo técnico. Palley muestra, sin embargo, que este tipo de gasto es también ineficiente como motor de la política científica e industrial. Basar la innovación en el desarrollo de armamentos, lógicamente da lugar a que sus resultados deriven en aplicaciones y usos igualmente militarizados, al menos, durante mucho tiempo. El gasto militar, dice Palley, produce militarismo.

d) Los gastos en defensa son un bien público y debe producirlos el gobierno (Un bien público es aquel cuyo consumo por parte de un sujeto no permite excluir el de otro, de modo que no puede rentabilizarse a través de intercambio de mercado, puesto que nadie pagaría un precio por él, sabiendo que no se le puede excluir del consumo si no paga). Y, además, porque se supone que el Estado es quien debe poseer el monopolio de la violencia. Esto hace que al gasto militar le afecte el mismo tipo de «patologías político-económicas» que pueden afectar a la actividad gubernamental (burocracia, errores de decisión, corrupción…)

e) El sector militar funciona como un monopolio bilateral. El gobierno es el único cliente y los vendedores suelen serlo también porque la producción está muy especializada y concentrada. Por tanto, los precios no serán los eficientes de competencia, sino resultado de las estrategias y la negociación. Economistas de la llamada Escuela de Chicago, la fuente del neoliberalismo académico contemporáneo, demostraron que esta relación lleva a la llamada «captura del gobierno» por parte de las empresas privadas, lo que da lugar a soluciones no óptimas sino ineficientes y contraproducentes. Los vendedores de armamento pueden llegar a tener el control efectivo (legal o ilegalmente) sobre el comprador (el ministerio de Defensa) y sobre los políticos que toman las decisiones sobre el presupuesto. Dice Palley: a los almirantes y generales les gustan las grandes fuerzas armadas, lo que les puede llevar a confabularse con los proveedores militares privados para obtener mayores presupuestos, tergiversando lo que se necesita ante los políticos y el público.

f) El sector militar industrial también puede considerarse como un sistema de planificación. Dice Palley que hacer la guerra requiere planificación en forma de acumulación de recursos militares efectivos, porque los sistemas utilizados por el ejército son complejos y costosos, y requieren un capital significativo.

Sin embargo, Palley sostiene que se trata de un sistema de planificación desarticulado, que ha descarrilado al no haberse tenido en cuenta las advertencias de Eisenhower y no implementar los controles sociopolíticos necesarios.

Después de hacer estas consideraciones a partir del análisis económico convencional, Palley se centra en considerar que el gasto militar es el resultado siempre de una decisión política y analiza que, sin embargo, la posición de los actores involucrados (burócratas del gobierno, militares, vendedores y público o votantes) no están en situación de simetría. Palley sostiene, por tanto, que, para entender el funcionamiento del sector, hace falta un enfoque de economía política.

El objetivo final del sector militar industrial es aumentar la demanda de servicios de guerra y la forma de conseguirlo es la política de captura del gobierno y las alianzas con los decisores políticos, a través de pagos opacos, puertas giratorias, empleando a generadores de opinión, utilizando los medios de comunicación, financiando estudios favorables y equipos de pensamiento, promoviendo la cultura del militarismo, y, en suma, estableciendo como dominantes las narrativas sobre seguridad nacional y geopolítica que llevan a demandar cada vez más gasto militar (guerra contra el terrorismo, choque de civilizaciones…).

Más adelante, Palley analiza una cuestión interesante: se puede conseguir que aumente la demanda de gasto militar si se reduce su coste.

Señala que uno de los medios para conseguirlo es cambiar el tipo de guerra y, en concreto, hacerla «por poderes» o fuera del propio territorio. Es decir, que un país (básicamente Estados Unidos) logre que otros hagan la guerra por él; se apropia de las ganancias económicas que genera sin sufrir los costes. Es lo que típicamente está ocurriendo ahora en Ucrania y antes en otros muchos lugares. O, por otro lado, promoviendo el uso de armas de forma permanente, pero con menor intensidad, para que, en lugar de detener los conflictos, se hagan duraderos y numerosos, aunque con consecuencias a veces imprevistas o no deseadas. Y otro ejemplo algo más singular para lograr que se tenga una percepción de un coste más bajo de la guerra es, simplemente, ocultándolo: Estados Unidos prohibió en 1991 que los medios de comunicación informen de la llegada de soldados muertos en el campo de batalla.

La última parte del artículo de Palley se dedica a presentar al sector militar industrial como una variedad de capitalismo, entendido como una forma de organización institucional de tres lados (el ejército y su burocracia, la industria militar y el sector público) que amenaza la democracia. En él se incluyen, además, diversos complejos: el estrictamente militar, el industrial, el financiero, el de las grandes petroleras y el tecnológico. y a los que, en mi opinión, se podría añadir el mediático. Es, por tanto, un complejo de complejos, o complejo de diversas industrias de creación política. Esto último quiere decir que la política no está ajena a la economía del sector militar industrial, sino que está dentro de él y que sus decisiones económicas están informadas políticamente.

Y señala Palley que una característica esencial de este sector es que resulta inconsistente con la teoría económica dominante y, en particular, con la idea de mercados competitivos que proporcionan soluciones de máxima eficiencia.

Además, este sector no es uno más, sino que ha llegado a dominar al conjunto de la economía por su impacto, porque afecta decisivamente al patrón y a la tasa de crecimiento, a la dirección del desarrollo tecnológico, porque afecta y desplaza a las actividades del sector civil sobre las que actúa el gasto del gobierno, distorsionando, por tanto, la acción de este último y, finalmente, porque incita al militarismo y a la guerra. En algunos casos, cuando implica la producción y uso de armas nucleares, amenaza la existencia de la propia humanidad.

Utiliza Palley una analogía con los ordenadores para explicar el lugar que ocupa el sector militar industrial en el capitalismo contemporáneo. En su opinión, constituye el hardware, mientras que las diferentes modalidades ideológicas desde las que se utiliza serían el software.

Palley señala que no hay que vincularlo sólo con el «neoliberalismo idealizado» que rechaza el gobierno y recela del aumento del gasto público que requiere el sector, sino con el «neoliberalismo del mundo real». Este, dice, es un programa político corporativo que «tiene como objetivo debilitar a los trabajadores, aumentar el poder de las empresas y aumentar la participación en las ganancias a expensas de los salarios» y esto es algo que busca y alimenta el sector militar industrial. Y el auge del militarismo global ha sido también coherente con el aumento del comercio, de la inversión extranjera real, los intercambios transfronterizos, las inversiones de cartera financiera y préstamos financieros, la deslocalización y subcontratación extranjera de producción y el establecimiento de largas cadenas de suministro internacionales.

Finalmente, Palley advierte de la influencia que la creciente militarización de las economías tiene sobre la aparición de lo que llama el «protofascismo» de nuestros días. Tanto por el incremento de los valores autoritarios, de vigilancia y control que lleva consigo, como por la creación de grupos sociales desposeídos por las políticas neoliberales que impulsa.

Thomas Palley resumiendo: «El complejo militar industrial tiene un impacto enorme en la economía y la política. Tuerce la composición de actividad hacia el gasto militar; distorsiona el carácter del progreso técnico, tiene un corrosivo efecto social a través de su captura de la política y el gobierno; distorsiona la comprensión de la sociedad sobre geopolítica y seguridad nacional como parte de la creciente demanda de servicios de guerra; promueve militarismo y aumenta la probabilidad de guerras; y promueve la deriva protofascista.

Fuente: https://rebelion.org/industria-y-gasto-militar-en-la-economia-de-nuestros-dias/

Alternativas emancipatorias

Después de la cumbre de la OTAN

15 de julio de 2024

Por Manolo Monereo / Nortes

El dato más sobresaliente de la cumbre de la OTAN es convertir a China en enemigo estratégico de la organización atlántica y marcar el “camino irreversible” hacia la guerra global.

Algunos fuimos desde el principio escépticos sobre lo que se denominó “autonomía estratégica” de la Unión Europea. Nos temíamos que fuese una ocurrencia más de la “oficina de creación de imaginarios y demás fantasías narrativas” dirigida por el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad José Borrell. Se dijo, hay que recordarlo hoy que están de salida, que la Comisión Europea presidida por la señora Von der Leyen era esencialmente geopolítica y que su tarea fundamental seria pensar y actuar como lo que debería ser la UE, a saber, una gran potencia en un mundo que cambia. En estos años, desde luego, ha habido mucha geopolítica, un conflicto militar de grandes dimensiones en el corazón de Europa y otro, duro y cruel, en el Oriente más próximo. Lo que nunca apareció fue eso de la “autonomía estratégica” que queda como una idea frustrada antes de nacer y material, como tantos, inventados para dar quehacer y financiación a los centros especializados en la infinita tarea de la construcción federal europea. La voladura, tantas veces anunciada, del Nord Stream-2 dejó zanjado definitivamente el asunto al modo norteamericano: la función creadora de la violencia organizada. 

El Alto representante de la Unión, descubrió un día que el mundo era una jungla y que a él le tocaba, como jardinero fiel, cuidar el vergel europeo. Se le olvidó, podría habérselo preguntado a su compañero Javier Solana, que el acta fundacional de la nueva OTAN que surgía de la disolución del Pacto de Varsovia y de la desintegración de la URSS fue el bombardeo inmisericorde, cruel e ilegal de Yugoslavia. Dicho de otra forma, la nueva Europa, su ampliación y sus políticas económicas y de seguridad nacieron bajo la dirección del autoproclamado vencedor de la Guerra Fría, es decir, la Administración norteamericana. De la “Casa común” europea quedó el recuerdo que dejan los sueños ingenuos incumplidos y los dirigentes exsoviéticos tuvieron que aprender, el primero Putin, que Rusia nunca sería reconocida como una gran potencia y -lo más significativo- que se iniciaba un Nuevo Orden Internacional cuyas reglas básicas imponían el poder único e ilimitado de los Estados Unidos.

El tono, retórica y puesta escena de la cumbre conmemorativa de 75 aniversario de la OTAN estuvo marcado por la alarmante senilidad de Biden y por la sombra omnipresente de Donald Trump. Zelensky, en un arranque de sinceridad, lo dijo con toda claridad: aquí estamos a la espera de lo que pase en noviembre, es decir, si gana o no Trump. No se equivocaba; y, además, ponía el acento en lo fundamental: la OTAN es un dispositivo estratégico de poder al servicio de los intereses norteamericanos definidos -en lo fundamental- por el inquilino de la Casa Blanca. Los aliados cuentan poco o nada y solo les queda esperar. Ante la previsible llegada de Trump, la Asamblea tomó decisiones, definió con más precisión a los enemigos y, sin complejos, apostó por convertir la guerra en Ucrania en un conflicto directo entre la OTAN y Rusia; el carácter limitado de la misma parece superado y ahora el conflicto deviene en global.

El dato más sobresaliente de esta cumbre de la OTAN, a mi juicio, es convertir a China en enemigo estratégico de la organización atlántica. Se dirá que esto ya estaba presente de alguna forma en el concepto estratégico de la Alianza, es verdad; lo nuevo es que ahora se convierte en operativa y en medio para una coordinación más directa con el AUKUS (acuerdo político-militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos), Nueva Zelanda y, lo más importante, con los dos grandes protectorados norteamericanos en la zona: Japón y Corea del Sur. China sentirá ahora con renovada fuerza la presión anglosajona, la disputa de espacios y aliados, así como una activación más resuelta del separatismo de Taiwán. El objetivo que consigue Biden es sobresaliente: desacoplar la economía de la Unión Europea de la China, incrementar la guerra comercial, tecnológica, financiera entre las dos potencias hasta ahora interdependientes y, en muchos sentidos, complementarias. Y, evidente, acelerar la dependencia de la UE de los EE.UU.

Ucrania ha merecido un tratamiento especial y en muchos sentidos, único. Tampoco en esto no hay que engañarse demasiado. La Administración norteamericana sabe que Zelensky no ganará la guerra; el objetivo es otro: aumentar el desgaste militar, tecnológico y económico del gobierno de Putin, golpear objetivos estratégicos, incrementar aún más la muerte de civiles y minar la moral y determinación del pueblo ruso. Se trata de neutralizar, primero a Rusia, en paralelo presionar a China y, sobre todo, crear un bloque lo más unido posible que esté en condiciones de oponerse al trípode que está reorganizando a Eurasia: Irán, Rusia y China.

Lo que se vislumbra, más allá de la autorreferencial declaración final de la Asamblea, se podría resumir así: 1) La OTAN supervisará más estrechamente la dirección operativa y la conducción de la guerra. Nada se hará, en lo fundamental, sin la aprobación norteamericana; 2) la selección, la definición de los objetivos a golpear en Rusia serán decididos por la OTAN y coordinado el representante único de la organización político-militar; 3) La planificación de la defensa, en un sentido amplio, la política de personal, formación, entrenamiento y, sobre todo,  el gasto será estrictamente controlado por las autoridades de la Alianza; 4) El presupuesto militar de Ucrania y de los países miembros se incrementarán sustancialmente, llegando, como mínimo, a 40,000 millones de dólares para 2025. Se propiciará una mayor coordinación en la producción de armamentos, la interoperabilidad de los mismos y una mayor centralización en la toma de decisiones.

Diversos debates se han entrecruzado en la Asamblea. Los más significativos tienen que ver con la “profundidad “de los ataques con misiles en territorio ruso y sobre los F-16, su número, plazos de entrega y su ubicación. Zelensky ha intentado -su situación es cada vez más precaria- ir más allá de los acuerdos previos; el resultado, por ahora, ha sido los desmentidos de británicos y norteamericanos.  El Reino Unido no autorizará ataques con misiles Storm Shadow en territorio ruso, así lo han señalado fuentes oficiales; tampoco permitirán los EEUU el uso de los misiles ATACMS más allá de las fronteras ucranianas. Esta posición ha sido reafirmada varias veces con fuerza, siempre con la coletilla de “si no cambian las circunstancias”. ¿Cuáles son estás? Que la ofensiva rusa se acelere y que el frente ucraniano colapse. La ambigüedad parece calculada.

Cosa distinta son los F-16. El gobierno ucraniano busca “milagros” armamentísticos que le permita superar una situación político-militar cada vez más adversa. Por lo que sabemos, Ucrania recibirá 6 F-16 de sus socios occidentales y 20 más a final de año. Las dificultades son muchas, tiene que ver con los pilotos, con la logística de apoyo, con la cualidad y calidad de las y pistas y, clave, su ubicación. El peligro es que los aviones sean detectados y destruidos por los misiles rusos en los propios hangares; hay otra posibilidad, defendida con fuerza por los polacos, que la ubicación sea en otros países de la Alianza. Por ahora, los norteamericanos dicen que su emplazamiento será en suelo ucraniano. Lo contrario significaría una escalada de grandes proporciones, cuyas consecuencias son fáciles de prever.

La recuperación del triángulo de Weimar (Francia, Polonia, Alemania) como nuevo núcleo de poder de la UE le está dando un protagonismo especial a la Republica de Polonia. De hecho, se está convirtiendo en un actor esencial en el conflicto ucraniano y un aliado imprescindible de los EEUU. Ella representa como nadie “la Nueva Vieja Europa”, la buena, la firme, la anticomunista, la que quiere mano dura contra Rusia y la dispuesta siempre al enfrentamiento militar. Zbigniew Brzezinski la representó con objetivo claro, diáfano: derrotar a Rusia, desintegrarla como Estado y liquidar su civilización. El “Acuerdo de cooperación en materia de seguridad entre Ucrania y la Republica de Polonia” recientemente firmado por el liberal/europeísta primer ministro polaco Donald Tusk y Zelensky es mucho más de lo que dice el encabezamiento. Es tan completo y prolijo que no podemos analizarlo en este momento; baste con señalar, que, a mi juicio, estamos ante una operación de integración de Ucrania en el dispositivo de poder económico, tecnológico y militar de Polonia; es algo más – y más ambicioso- que la recuperación de viejas posesiones siempre reclamadas. Quizás habría que hablar de una anexión en proceso, aprovechando la desesperación del gobierno ucraniano y la excepcionalidad del momento.

Polonia está defendiendo abiertamente ser parte, indirecta por ahora, y directa en el futuro inmediato, del conflicto armado, es decir, propiciar la escalada y la guerra entre la OTAN y Rusia. Este es un acuerdo profundo en su clase política. En estos días andan empeñados en tres asuntos: 1) crear una” legión ucraniana” que sirva de cobertura al envío de militares polacos y demás “voluntarios” de los países aliados; 2) crear una zona de exclusión aérea en la parte occidental de Ucrania cuyo paraguas estratégico lo desplegarían las fuerzas militares polacas y 3) ubicar los F-16 entregados a Ucrania en territorio de la Alianza. Los tres, juntos o por separado, llevan directamente al agravamiento del conflicto. Se parte del supuesto previo de que Rusia no se atreverá a usar su armamento nuclear, es decir, las élites europeas pretenden jugar a la ruleta rusa con el presidente Putin.  ¿Y los EE. UU?  Lejos y viéndolas venir, como siempre.

Hay que reconocerle a Pedro Sánchez una capacidad infinita para el regate corto, para diferenciarse y seducir. Su aportación a la asamblea fue distinguida: reconocimiento del Estado palestino e insistencia sobre el flanco sur de la UE y de la OTAN. Su singular discurso estuvo dedicado a combatir el supuesto doble rasero entre el conflicto ucraniano y la política salvaje del gobierno israelí con la población palestina. Las aclamaciones han sido relevantes y su imagen progresista, realzada. Sin embargo, la realidad, una vez más, desmiente las declaraciones. El Reino de España mantiene unas relaciones óptimas en todos los ámbitos con el Estado de Israel; sobre todo, como suministrador y comprador de armas de vigilancia y guerra que luego pueden ser usadas para masacrar a los habitantes de la franja de Gaza. Reivindicar, aquí y ahora un Estado para los palestinos a nada compromete cuando se está asesinado a miles de niños, mujeres, jóvenes y mayores inocentes. A nada. ¿No sería más efectivo suspender las relaciones diplomáticas y propiciar un boicot real de municiones, tecnología y armamento al Estado de Israel? En realidad, se perpetúa el doble rasero que se critica y no se tiene el coraje de enfrentarse a Biden.

Es un lugar común en la política europea hablar del flanco sur de la OTAN y de los problemas de África, en general y del enorme territorio subsahariano en particular. El Sahel como línea de fractura y territorio donde se dirimen conflictos más generales. En el centro, siempre en el centro, las enormes riquezas de un continente saqueado, condenado a la pobreza y con una inmensa desigualdad que ahora ve en esta transición hacia un mundo multipolar una nueva oportunidad para romper con el colonialismo, reconquistar la soberanía política y económica y avanzar hacia la justicia social. En esto también Pedro Sánchez se equivoca. Lo que él demanda lo están haciendo ya la OTAN y la Unión Europea, simplemente que no cuentan con España ni con su gobierno. Marruecos es el Estado clave y es el que asume la dirección y control de una zona extremadamente importante por decisión de los EEUU. Lo demás, mala literatura y postureo.

https://www.nortes.me/2024/07/14/despues-de-la-cumbre-de-la-otan-el-camino-irreversible-hacia-la-guerra-global

Fuente: https://rebelion.org/despues-de-la-cumbre-de-la-otan/

Desmitificar la guerra de Ucrania

Capitalismo, militarismo y nuevo orden mundial

7 de noviembre de 2022

Por Xavier Vall Ontiveros

Rebelión

Después de más de medio año de conflicto abierto, la escalada militarista y la espiral destructiva vinculadas a la guerra de Ucrania parecen no tener fin.

Los odios y aversiones generados en ambos lados y, por supuesto, la misma dinámica perversa implícita en toda guerra, con su tendencia a otorgar más cuotas de poder e influencia a los sectores más interesados en prolongarla (halcones militaristas, sectores ultranacionalistas, industria armamentística…), hacen muy difícil, a medio plazo, una resolución que no implique el más completo aniquilamiento de uno de los contendientes. El gobierno ucraniano, habiendo realizado su apuesta occidentalista, se juega mucho: la misma supervivencia de Ucrania como entidad estatal viable. El gobierno ruso, por su parte, habiendo cruzado el Rubicón de la guerra abierta el pasado mes de febrero, se juega la existencia de Rusia como potencia digna de ser tenida en cuenta en el concierto internacional y, tal vez, caso de sufrir una derrota humillante, la implosión y desintegración.

Los efectos de la propaganda belicista se han extendido a todo el cuerpo social. En este contexto, la izquierda occidental se ha visto atrapada por la lógica binaria de una narrativa que exalta y mistifica los motivos y acciones militares del propio bando (del que Ucrania sería bastión y ariete), asumiendo de forma más o menos velada una cosmovisión postnacionalista y civilizatoria que la aparta totalmente de la crítica de clase a la guerra. La guerra de la burguesía nunca puede ser emancipadora, nunca puede asociarse a la libertad y a la democracia, a no ser que se dé carta de naturaleza a su narrativa mistificadora y nacionalista. Es necesario, más que nunca, analizar y denunciar las dinámicas capitalistas que están en juego, porque la presente guerra no se entiende sin ese análisis.

Propaganda de guerra y guerra de la propaganda

Fuera del campo de batalla y de las tragedias que conlleva una guerra, uno de los hechos destacables de la guerra de Ucrania es cómo desde los medios de comunicación de masas se ha logrado construir y transmitir un relato unidireccional y hegemónico sobre el conflicto que santifica un bando (Ucrania y la gran familia occidental) y demoniza el contrario (Rusia, asociada a todos los males que han azotado la historia del liberalismo civilizatorio occidental). Una narrativa consensual basada en la imagen, la simplificación infantilizada y la emoción ha sido modelada por grandes medios propiedad de grandes corporaciones capitalistas, a quienes interesa objetivamente transmitir una determinada versión de los hechos y que tienen la capacidad de cortar de raíz cualquier línea discrepante o crítica. Sin embargo, este hecho no explica la ceguera con la que se transmiten y tragan informaciones sin contrastar; no explica que la práctica totalidad del espectro ideológico haya asumido ese discurso para no salir de la foto; tampoco explica la idealización que se está haciendo de Ucrania como si fuera el último bastión de la democracia. Ucrania, un régimen oligárquico y corrupto como la Rusia de Putin. Un Estado que lleva más de 8 años de guerra contra una parte de su país y que ha vulnerado sistemáticamente los acuerdos de Minsk de 2015 (en su momento patrocinados por Francia y Alemania) por los que se establecía un precario alto el fuego y se dibujaba un horizonte de salida dialogada al conflicto. Un Estado que ha convertido los símbolos del siniestro ultranacionalismo ucranio en ideología de estado, que entre sus hazañas democráticas cuenta la ilegalización de hasta 12 partidos durante el último año, la mayoría de ellos, por cierto, de izquierdas (previamente, el gobierno Poroshenko ya se había encargado de ilegalizar al Partido de las Regiones, gobernante antes del golpe de Maidan, y al Partido Comunista).

Quizás para entender la formación de este consenso debemos citar a Josep Borrell, quien en uno de sus prepotentes ataques de sinceridad afirmó: “la comunicación es un campo de batalla… además de conquistar espacios, hay que conquistar las mentes”[1]. Estas palabras no se dirigían a los grandes medios de comunicación, que ya hacen este trabajo de oficio; se dirigían al cuerpo diplomático europeo, el cual, se supone, debería fomentar unas relaciones internacionales armónicas y pacíficas. El consenso hegemónico en torno a la intervención en la guerra de Ucrania y la escalada militarista obedece a un cierre de filas de las clases dominantes del bloque occidental, con todos sus órganos políticos, económicos y mediáticos funcionando a pleno rendimiento, al servicio del fortalecimiento de su cohesión interna contra un enemigo claramente identificable. Tras la implicación total en el esfuerzo de guerra (la propaganda, la lluvia de miles de millones en armamento para sostener a Ucrania, la aceleración de la crisis capitalista en Europa con todo lo que conlleva), tras la “desinteresada” ayuda a un país que se resiste a ser invadido, existen factores geopolíticos complejos que implican la fractura del orden mundial capitalista (tal y como lo hemos conocido hasta la fecha) y el horizonte de una crisis existencial vinculada a la escasez de recursos; escasez claro está, relativa al ritmo y estrategias de acumulación de capital.

¿Choque de civilizaciones o lucha de clases?

En este discurso hegemónico no hay lugar para la verdad y el análisis riguroso, sólo para la propaganda de guerra y el maniqueísmo. La eterna lucha del bien contra el mal, traducida al lenguaje del liberalismo cultural occidental: la democracia contra la autocracia; la civilización liberal amenazada de nuevo por el totalitarismo. La fuerza política del relato se basa en su capacidad de formar consensos: desde los sectores más conservadores hasta la progresía socio-liberal y cierta izquierda mareada. La exaltación totalizadora de la lucha civilizatoria por la democracia (que se convierte en un concepto identitario vacío de contenido) consigue poner en suspenso toda tensión y discusión ideológica, generando una narrativa basada en su potencia interclasista. Tal vez esta épica mistificadora tenga cierto parentesco lejano con los pretéritos impulsos revolucionarios iniciales de la burguesía contra el Antiguo Régimen, aunque sea como farsa nostálgica y como espectáculo totalmente fuera de lugar. Lo que es evidente es que en el campo de batalla no hay sitio para la contradicción y para la lucha de clases, sobre todo cuando se escribe desde despachos bien alejados del frente. Ucrania, un pueblo, cómo un todo, que lucha por su libertad, contra una autocracia rusa y sus serviles súbditos sedientos todos ellos de conquista. Incluso la comparación con el mundo del Señor de los Anillos se ha empleado sin rubor: igualando rusos con orcos, haciendo referencia a la amenaza que viene del este, comparando las dudas y críticas de cierta parte de la izquierda con la colaboración entre Ísengard y Mordor.[2]

En realidad, Ucrania y Rusia tienen en común bastante más de lo que sale a relucir: dos Estados nacidos del derrumbe de la URSS, devastados por las políticas capitalistas de saqueo-privatización durante los años 1990, de las que se benefició una oligarquía que hoy acapara la mayor parte de recursos. La única diferencia es que el putinismo encontró su encaje y consolidación en la reconstrucción de la verticalidad del poder, por lo que, con la complicidad de la oligarquía y en consonancia con sus intereses, puso freno al mismo tiempo a los excesos y el desenfreno de los tiempos de Yeltsin. Putin y su camarilla oligárquica han conseguido consolidarse como élite amparándose ideológicamente en el nacionalismo ruso, construyendo fuertes consensos interclasistas, y en la reconstrucción política y económica de Rusia, que a partir del cambio de milenio vuelve a la escena internacional como actor a tener en cuenta, jugando la carta de la posesión de recursos naturales clave para volver a obtener una posición de fuerza. En el caso de Ucrania, la oligarquía se ha dividido entre la parte eurófila, partidaria de romper los equilibrios tradicionales y apostar por una relación orgánica con Occidente, y su parte rusófila, más conservadora y preferentemente favorable a mantener los vínculos comerciales y económicos con Rusia. Hasta que la primera no se impuso de manera irreversible a la segunda, con el golpe de Euromaidán, y empleando la artillería pesada del ultranacionalismo ucraniano, no pudo empezar en serio un proceso de nation-building, que implicaba la imposición de una serie de vectores culturales y simbólicos y la exclusión (ver erradicación) de otros, así como el propio revisionismo histórico que también se ha reproducido en otros países del Este: criminalización de todo lo que tiene que ver con el pasado soviético (que se equipara de forma automática con el imperialismo ruso), relativización de los efectos totalmente devastadores de la ocupación nazi y del colaboracionismo, que se erige en lucha de liberación nacional…

En realidad, Ucrania lleva años integrándose en las estructuras económicas y políticas de Occidente. El punto de no retorno fue la firma del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania, en 2014, que llevaba años fraguándose. Cabe recordar que las dudas del presidente Viktor Yanukovich a la hora de firmar este acuerdo, presionado por un lado por la UE y por otro por Rusia, desencadenaron a finales de 2013 la revuelta nacionalista de Euromaidán. El golpe de estado de febrero de 2014 reemplazaba al gobierno Yanúkovich por un gobierno pro-europeo que firmaría el acuerdo poco después, en junio del mismo año. ¿Pero qué implicaba este acuerdo? En la línea de acuerdos comerciales semejantes, la liberalización del comercio y la eliminación de normas y barreras que falsen la “libre competencia” que, ya se sabe, siempre beneficia a las grandes corporaciones capitalistas transnacionales. Implicaba también la equiparación de políticas económicas y normas administrativas con las de los nuevos «socios comerciales», la convergencia en materia de política extranjera, la cooperación en políticas energéticas, la obligación de abandonar los pactos comerciales anteriormente firmados con Rusia… En definitiva, una ruptura total de los equilibrios geopolíticos y comerciales tradicionales y la inclusión meteórica de Ucrania en el bloque económico occidental. Por último, el acuerdo incluía también la exigencia de abrir un proceso de desindustialización en el país (sobre todo en lo que respecta a la industria pesada y minera, especialmente importante en Donbass) y facilitar la llegada de nuevas inversiones internacionales, desregulando convenientemente el mercado de trabajo y el sistema de protección, algo que ya había empezado a hacer Zelensky a marchas forzadas antes de la guerra. Ucrania, con una mano de obra abundante y bien calificada, se ofrece pues como nueva tierra prometida de la deslocalización de proximidad y de la explotación intensiva del trabajo. [3]

La lucha de clases siempre es el motor de la historia, por mucho que los mitos y mistificaciones liberal-burgueses traten de esconderlo. La historia reciente de Ucrania no es exactamente la de un país que lucha heroicamente contra el mal absoluto; es la historia de un país roto, devastado, dominado por unas oligarquías, amparadas ideológicamente en el ultranacionalismo, que han optado por asociarlo de forma inseparable al bloque occidental capitalista sin importar el coste y el sufrimiento. En este proceso, la tierra ucraniana está pasando a manos de grandes corporaciones internacionales de la agricultura, que ven en la privatización y control de la producción de las fértiles tierras negras una gran oportunidad de negocio. Los paquetes de ayudas del FMI y el Banco Mundial tras el cambio de régimen, no sólo iban vinculados al Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la UE y con la aplicación de extremas políticas de austeridad; también iban condicionadas a que se facilitaran las inversiones internacionales de grandes corporaciones agroindustriales, entre otras. La desenfrenada ola privatizadora de los años 1990, que puso en venta todas las tierras del Estado (heredadas de los Koljós y Sovjós soviéticos) y que benefició a una oligarquía rapaz que acabó controlando la mayor parte de las tierras más fértiles del país, obligó a aplicar una moratoria que impedía la privatización de lo que quedaba de las tierras estatales y la venta de tierras a corporaciones agrícolas extranjeras. Pese a la existencia de esta moratoria, se calculaba que, en 2014, 1,6 millones de hectáreas estaban en manos de corporaciones extranjeras y que 10 grandes corporaciones agrícolas controlaban 2,8 millones.[4] En 2021, el área propiedad de grandes corporaciones agroalimentarias había aumentado a 3,4 millones de hectáreas y se estimaba de hasta 6 millones si se añaden las tierras arrendadas por estas mismas grandes corporaciones, una vía utilizada para esquivar las restricciones impuestas.[5] La moratoria fue finalmente levantada en julio de 2021 por el gobierno Zelensky, que al mismo tiempo liberalizaba las tierras que todavía eran propiedad del Estado. La ley de reforma y la eliminación de la moratoria era una condición impuesta por el FMI para conceder un préstamo de 5.000 millones de dólares para sostener al fallido estado ucraniano. De inmediato, USAID, la Agencia americana para el desarrollo internacional, lanzaba una campaña para “educar a los agricultores individuales y las comunidades sobre cómo sacar partido de los nuevos derechos de propiedad, incluyendo cómo gestionar las tierras y cómo atraer inversores.” [6] Como buitres.

Hablando de buitres, BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, se ofreció recientemente, de forma totalmente desinteresada, al gobierno Zelensky para atraer a inversores internacionales para la reconstrucción de Ucrania. El acuerdo consiste en que BlackRock participará en la estructura, el proceso de inversión, la gobernanza y el uso de los ingresos del fondo de reconstrucción. La respuesta de Zelensky, que aceptó gustosamente el ofrecimiento, no tiene precio: «Hemos demostrado que sabemos ganar en el campo de batalla. Una labor importante para nosotros es conseguir también victorias en el campo económico y ser un país atractivo para los inversores”. [7] ¿La economía, la continuación de la guerra por otros medios? Paralelamente, líderes políticos, empresarios e instituciones internacionales elaboran una hoja de ruta para reconstruir Ucrania, calculada en unos 750.000 millones de dólares, cantidad que podría obtenerse en buena parte de los fondos rusos congelados por los países occidentales [8] y que beneficiarán, cómo no, a grandes corporaciones occidentales tan desinteresadas como BlackRock.

Europa: decadencia y sumisión

Los acontecimientos acarreados por esta crisis geopolítica de dimensiones incalculables han puesto en evidencia la total falta de autonomía de la Unión Europea, tanto en materia de seguridad energética, como en materia económica y política. A pesar de sus discursos pomposos y grandilocuentes, llenos de retorica vacía, la propaganda europeísta ya no logra enmascarar que Europa, realmente, no cuenta para nada en el ámbito de la política internacional.

Si no fuera por las consecuencias que implicará para las clases populares el papel de Europa en esta guerra, sería divertido, por ejemplo, ver de rodillas a Alemania, totalmente impotente ante el sacrificio de su capacidad industrial en el altar de interés geoestratégico del hegemón americano. Sería cómico, también, ver cómo Francia, que aspiraba a construir y liderar una política de defensa europea propia, se traga sin rechistar el relanzamiento de la OTAN y cuenta menos que Polonia y los países bálticos –grandes aliados y peones de los Estados Unidos– en la toma de posición respecto al conflicto y la relación con Rusia. Especialmente significativa fue la tibia reacción de Alemania frente al sabotaje contra los gasoductos Nord-Stream, perpetrado con total seguridad directa o indirectamente por los servicios secretos estadounidenses. También fue esclarecedor el fracaso del intento de Emmanuel Macron de ejercer de “mediador” para evitar el conflicto, despreciado como un trapo sucio, tanto por la parte rusa como por la parte americana.

Las exhortaciones a liberarse de toda dependencia del gas ruso y la autocrítica por haber permitido una tal situación se hacen sin rubor, al mismo tiempo que se sustituyen los abastecimientos de gas ruso por importaciones de gas licuado, hasta cuatro veces más caro, extraído en buena parte del fracking, y suministrado a partir de la circulación de metaneros que cubren grandes distancias por océanos y mares (todo ello, muy ecológico y sostenible). La nueva situación de abastecimientos energéticos generará, para Europa, una peligrosa dependencia (¡oh, casualidad!) respecto a las compañías gasísticas de Estados Unidos y países tan fiables y democráticos como Qatar y Azerbaiyán. Las nuevas fuentes de abastecimiento conllevarán, naturalmente, precios mucho más elevados de la energía, que ya se sabe que los europeos de a pie pagaremos gustosa y patrióticamente para defender nuestros valores amenazados. Culminación del cinismo, poco después del sabotaje contra el gasoducto ruso-germánico, el secretario de estado americano, Antony Blinken, declaraba que ahora se abría una enorme oportunidad en Europa para superar la dependencia energética con Rusia y para la transición energética. [9] Por el momento, el plan A es la sustitución de los combustibles fósiles provenientes de Rusia por otros combustibles fósiles y la potenciación del último descubrimiento en energías verdes, la energía nuclear.

Quizás el pintoresco, nefasto y ya senil Josep Borrell constituye el ejemplo más palmario de una Europa en decadencia. Convertido en lo que los anglosajones llaman «warmonger», ha hecho del rearme y el choque de civilizaciones su última batalla personal antes de la jubilación definitiva. Borrell, parte de la cuota del social-liberalismo que deben tener las opacas y oscuras instituciones de la Unión Europea, ha sostenido en sus discursos la efectista tesis de la necesaria cruzada de las democracias contra la amenaza autocrática. Últimamente ha elaborado y defendido otra tesis con metáforas incluidas, según la cual Europa sería un jardín rodeado de jungla. La jungla amenaza con invadir el jardín; ergo, para defenderse de la jungla es necesario mantenerla a raya, interviniendo militarmente si es necesario.[10] Hay que agradecer al señor Borrell sus ataques de sinceridad imperialista: entre tanta mistificación podríamos llegar a creer que todo esto obedece realmente a una defensa sincera de la democracia y de nuestros valores civilizados avanzados, que, como todo el mundo sabe, son la culminación de la historia de la humanidad hacia su perfección y que deben ser un espejo para los bárbaros que todavía no han llegado a ellos.

Rusia: ¿la eterna amenaza que viene del este?

En el relato hegemónico del capitalismo occidental, la Rusia de Putin reproduce la recurrente amenaza que viene del este, siempre lista para devastar y saquear el “paraíso europeo”. La constatación de la amenaza de invasión parecía incluso real si debíamos fiarnos de los más finos analistas y think tank varios, untados muy a menudo por las mismas instituciones que los escuchan. Se dio crédito a la tesis absurda de que, si Ucrania caía víctima de las ambiciones neoimperiales rusas, después sucumbirían el resto de países como si se trataran de fichas de dominó. Naturalmente, tal tesis no se basaba en un análisis riguroso de la capacidad militar y de recursos necesarios para que Rusia pudiera llegar a emprender tal operación; sólo constituía una coartada para eludir la necesaria ofensiva diplomática que podría haber evitado esta guerra y, cuando estalló, para armar hasta los dientes al ejército y las milicias ucranianas para que la lucharan por delegación.

A medida que se ha puesto en evidencia la debilidad relativa de las fuerzas rusas, incapaces de llevar a cabo con éxito la operación de guerra relámpago inicial y también de avanzar significativamente después de las primeras semanas, el pesimismo inicial ha dado paso a una suerte de exaltación optimista e irresponsable al descubrir que, de repente, el imperio del mal se mostraba como un gigante con pies de barro a punto de desmoronarse. Estas tendencias se han acentuado cuando la contraofensiva ucraniana ha culminado con éxito la reconquista de Járkov y algunos puntos estratégicos de Jersón y Donbass. Los más rigurosos analistas y sesudos tertulianos, que poco antes alertaban del peligro que suponía Rusia y su expansionismo para la Europa civilizada, pasaban a ridiculizarla con aires de superioridad, y a vender la piel del oso antes de cazarlo, anticipando la inmediatez de la caída de Putin y del colapso de Rusia. Antiguos videntes como Helène Carrère-Dencause y Francis Fukuyama, que en su día profetizaron la caída de la URSS, vuelven a ejercer de profetas del wishful thinking: el colapso de Rusia es inminente, con todo lo que conllevaría dicho colapso: implosión interna, regreso al escenario de capitalismo salvaje descontrolado de los años 1990, alta probabilidad de apertura de conflictos étnicos e identitarios… Y se quedan tan anchos. El ensañamiento casi histérico con el que ciertos estadistas y analistas occidentales anhelan el colapso del putinismo, y con él la destrucción de Rusia, sólo traiciona la falacia del discurso mistificador que nos han estado vendiendo: desde el principio se trataba de esto, del colapso de Rusia. Poco importan las consecuencias y el sufrimiento humano que acarrearía una tal posibilidad.

En este contexto de anticipación, adquiere fuerza la hipótesis de que Rusia pueda llegar a utilizar armamento nuclear como última carta para evitar su derrota total. El problema no es que se formule tal hipótesis, que puede llegar a ser plausible dado el caso; el problema es que no haya ninguna intención de evitar la lógica de guerra que puede conducir a un tal escenario, a través de una intensificación de los contactos diplomáticos y de un enfriamiento de la tensión. Los diversos actores en este campo de batalla flirtean con la amenaza nuclear como si se tratara de un mero elemento que puede entrar en juego, abriendo la puerta de esta forma a que realmente pueda entrar en juego. Rusia insinúa la utilización de armamento nuclear táctico para sembrar dudas en el apoyo del bloque occidental a Ucrania. La respuesta es absolutamente frívola: siguiendo la teoría de juegos, se adelanta una respuesta a la hipotética utilización del arma nuclear, que pasaría por la destrucción total del ejército ruso o por el desencadenamiento de una respuesta nuclear masiva. El tambaleante Joe Biden expresa alegremente que el mundo no había estado nunca tan cerca del armagedón y del apocalipsis nuclear, y no parece que vaya a hacer nada para evitarlo…

Mientras tanto, Rusia acusa a Ucrania de estar desarrollando bombas sucias (con componentes radiactivos) y de bombardear la central nuclear de Zaporíjia. Occidente, sospechosamente, calla o mantiene un perfil bajo. La OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica), dependiente de la ONU, afirma respecto a los ataques contra la central nuclear, que haberlos haylos, pero se abstiene de mencionar quien es el responsable; en lo relativo al desarrollo de bombas sucias, concluye, después de una visita guiada relámpago de menos de 3 días, que no existen. En todo caso, lo que es evidente y altamente preocupante es que ni en los momentos más tensos de la Guerra Fría se habían bloqueado hasta tal punto los mecanismos y líneas de comunicación que podían evitar el desencadenamiento de la Tercera Guerra Mundial.

El futuro: balcanización y geopolítica del caos

Es ya una evidencia, en un principio traicionada por ataques de sinceridad de algunos dirigentes (el propio Biden) o altos cargos diplomáticos, después nada disimulada por la exaltación que ofrece la perspectiva del derrumbe de Rusia: el sueño húmedo del hegemón estadounidense y de sus aliados es la balcanización de todo el espacio euroasiático, su división en estados inviables y totalmente controlables, enfrentados entre sí por odios nacionales irreconciliables, y al mismo tiempo totalmente dependientes del gran ganador de la fragmentación del espacio de la extinguida Unión Soviética. Este escenario, aunque peligroso, permitiría la extracción masiva de recursos funcionando a pleno rendimiento y drenados al bloque occidental hegemónico, y la incorporación de ciertas áreas en nuevos esquemas de relocalización industrial de proximidad, como proveedoras de mano de obra barata…

Zbignew Brzezinski, ideólogo de referencia del hegemón yanqui en cuestiones geopolíticas, ya planteó en The Great Chessboard, poco después del derrumbe de la URSS y el supuesto final de la historia, que Estados Unidos tenía la necesidad imperativa, si quería mantenerse como única superpotencia global, de evitar que surgiera ningún contrincante capaz de dominar el espacio euroasiático y de desafiar la hegemonía americana. El espacio euroasiático era pues, a ojos del estratega que urdió el empantanamiento de la URSS en la guerra de Afganistán, el espacio central donde se jugaba la partida por el dominio del mundo. Significativa también es la visión que tiene dicho personaje de Europa: simplemente una cabeza de puente de la geopolítica esencial de Estados Unidos en este tablero euroasiático… en cierta medida, un protectorado estadounidense.

La guerra permanente, en acción o en latencia, funcionando a la vez como factor de enfrentamiento a beneficio de Occidente (divide y vencerás) y como factor de demanda incesante de armamento. La geopolítica del caos se impone: romper equilibrios geopolíticos, crear líneas de fractura imposibles de soldar, utilizar grupos nacionales y/o étnicos como peones, haciendo uso de intervenciones quirúrgicas cuando sea necesario. La estrategia estadounidense para mantener su orden mundial se ha movido de forma creciente en esta dirección. Ante la constatación de que la ocupación militar directa comporta unos gastos económicos inasumibles, el caos ofrece una mejor perspectiva en lo que se refiere al balance de costes-beneficios. Afganistán, Irak, Somalia, Libia, Siria, no son exactamente un fracaso del imperialismo yanqui: son, desde cierto punto de vista, un éxito remarcable. Zonas geopolíticamente clave han sido desestabilizadas y militarizadas, rompiendo difíciles equilibrios y creando odios étnicos irreconciliables: las entidades estatales resultantes no son más que estados muy debilitados o fallidos, que se pliegan o acabarán plegándose a las exigencias estadounidenses y a los intereses de los grandes inversores capitalistas de Occidente y sus aliados. Controlar el caos, cuando éste pone en peligro el orden del tío Sam, sólo requiere de intervenciones puntuales: ya sea por delegación, a través de grupos armados “amigos”, o mediante ataques con drones. En uno u otro caso, el ejército americano nunca tiene bajas. Esa es la teoría: la realidad siempre es mucho más compleja.

En el caso del presente conflicto, ¿alguien se ha preguntado, cuando acabe, ¿dónde irán a parar las armas que tan generosamente se están suministrando al Ejército ucraniano, a sus mercenarios y a sus milicias ultranacionalistas? Sí: la propia OTAN y la UE, que, al tiempo que siguen suministrando armas ligeras y pesadas a raudales, alertan de la posibilidad de proliferación del tráfico de armas hacia grupos terroristas y del crimen organizado. Ya durante el mes de abril, Europol detectó importantes movimientos de armamento y explosivos de Ucrania hacia la UE, y constataba al mismo tiempo que el envío masivo de armamento provocaba que el ejército ucraniano abandonara el registro de las armas entrantes y su seguimiento. [11] Aparte de los envíos de armas que se siguen llevando a cabo hacia Ucrania, los países europeos de la OTAN han vaciado sus arsenales y comienzan a rearmarse con maquinaria más moderna y mortífera. La exigencia americana de incrementar el gasto militar europeo a un mínimo del 2% del PIB se ha cumplido sin disensión alguna, sin importar el color del gobierno (de la extrema derecha a la izquierda socio-liberal). ¿El gran beneficiario? Obviamente, la industria armamentística yanqui. La perspectiva general de una Europa inestable y cada vez más militarizada en los años venideros promete jugosos beneficios, algo que los dirigentes de estas empresas ya no esconden.[12] En este sentido cabe destacar que incluso alguien como el antiguo ministro israelí de exteriores Shlomo Ben-Ami, poco sospechoso de no contemporizar con Occidente, ha subrayado que las sucesivas fases de expansión de la OTAN tienen una relación directa con las presiones del lobby de la industria armamentística, que siempre ha visto en tal expansión una oportunidad muy lucrativa de abrir nuevos mercados para sus productos.[13]

Por si fuera poco, hay cada vez más evidencias de que la guerra puede extenderse a la explosiva región del Cáucaso. Las tensiones vuelven a elevarse entre Azerbaiyán y Armenia (tradicionalmente aliada en Rusia) por la región de Nagorno Karabaj. Por otro lado, Ucrania y Estados Unidos están presionando para que se abra otro frente de guerra en Georgia, en torno a las de facto independientes repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia (protegidas también por Rusia); ante las dudas del actual gobierno georgiano, Ucrania lo acusa de pro-ruso y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, a petición de Ucrania, rehabilita al expresidente Míjail Shaakashvili (conocido criminal de guerra y corrupto, encarcelado en Georgia después de su fuga a Ucrania) como preso político.[14] Europa se está convirtiendo en un polvorín y cada vez se puede escuchar más claramente el estruendo de los tambores de guerra, atizada por los halcones del complejo y la industria militar, que llevan muerte y destrucción.

El futuro: ¿reforzamiento de la hegemonía norteamericana o capitalismo bipolar?

Noam Chomsky recordaba recientemente que “la doctrina Clinton preveía que Estados Unidos se reservase el derecho a actuar unilateralmente si era necesario, e incluso el de recurrir al uso unilateral del poder militar para defender intereses vitales como garantizar el acceso ilimitado al mercado, a las fuentes de energía y a los recursos estratégicos.”[15] Éste es el verdadero leitmotiv que hay detrás de la implicación total de Estados Unidos y sus serviles aliados en la guerra de Ucrania y la movilización brutal de recursos que se ha realizado. La intervención por delegación en esta guerra forma parte de una estrategia geopolítica más amplia por el control de los mercados y recursos, en un contexto capitalista de crisis que se augura especialmente dura. El tío Sam ha decidido redefinir el Orden Mundial que él mismo había forjado inmediatamente después del derrumbe de su contrincante soviético. Esta ruptura se produce básicamente porque las reglas que definen el orden del capitalismo global han acabado por debilitar relativamente a Estados Unidos, en detrimento de otro actor, China, que paradójicamente se ha beneficiado del libre mercado, y ha hecho de éste bandera, forjando una potente red de comercio y cooperación internacional que amenaza las relaciones de dominación y dependencia tradicionales. ¿Libre comercio? ¿Libre circulación de capitales? Naturalmente que sí, siempre y cuando beneficie a las corporaciones capitalistas occidentales…

La reacción de Estados Unidos ante la emergencia china busca fortalecer su hegemonía como potencia única empleando dos de sus arietes: su capacidad para sancionar o bloquear económicamente a cualquier país que desafíe su diktat y, por supuesto, su estratosférica capacidad militar. Ante la tesitura de acercar Rusia a Europa o arrojarla en los brazos de China, Estados Unidos ha optado por la segunda opción. Esta estrategia implica de facto la aceleración de la construcción de un bloque capitalista alternativo al occidental, encabezado por China, lo que supone un peligro potencial para la hegemonía americana. Sin embargo, Estados Unidos no habría hecho un movimiento similar si no trabajara con la hipótesis de que Rusia quedará profundamente debilitada por la guerra y, tal vez, que colapsará y se convertirá en un Estado fallido controlable. Incluso en la hipótesis, más verosímil, de que Rusia no colapse pero que sufra un enorme desgaste y de que el putinismo sobreviva con o sin Putin, el bloque capitalista alternativo nacería débil. China no ve con buenos ojos la guerra de Ucrania porque rompe su estrategia diplomática de ganar áreas de influencia mediante sus atractivos incentivos comerciales. Sin embargo, al mismo tiempo sabe que, si cae su aliado, quedará rodeada por todos los flancos.

Lo que es seguro es que no se restablecerán las relaciones entre Europa Occidental y Rusia. No sólo por la voladura de los gasoductos Nord-Stream y porque Estados Unidos ya ha decidido de forma irreversible que esto nunca será así. Dentro de la Unión Europea hay un espacio geopolítico, el Trimarium o Intermarium (surgido a raíz de la Iniciativa de los Tres Mares), que reúne básicamente a todos los países del Este, desde los países bálticos hasta Croacia y Rumanía, profundamente hostiles la mayoría de ellos a Rusia. Este nuevo espacio comercial y geopolítico se ha gestado sin que los medios se hicieran demasiado eco de ello, está patrocinado por Estados Unidos y encabezado por la reaccionaria Polonia, que ya ejerce de potencia regional y cuyas tendencias autoritarias y ultranacionalistas se pasan totalmente por alto. No hace falta ser un experto en geopolítica para entender que este espacio puede constituir en el futuro, caso de desarrollarse con éxito, una barrera inexpugnable entre Europa Occidental y Rusia, así como una renovada garantía –OTAN y bases militares americanas aparte– del sometimiento de las élites políticas y económicas europeas.

En la vorágine militarista en la que estamos inmersos no se vislumbra ningún Zimmerwald en la izquierda occidental. Las voces contrarias a la escalada bélica son fácilmente silenciadas, atacadas y acusadas de connivencia con el enemigo; incluso el pacifismo bienintencionado resulta sospechoso. La izquierda, incapaz de reconstruir una postura internacionalista coherente, se mueve entre el belicismo y un silencio cobarde, entre un fervoroso y redescubierto atlantismo y el mirar para otro lado. La conferencia de Zimmerwald, celebrada entre los días 5 y 8 de septiembre de 1915, reunió las voces contrarias a la Primera Guerra Mundial dentro del socialismo europeo. El manifiesto acordado, redactado por Lev Trotsky, tuvo pocas consecuencias a corto plazo y la Guerra Mundial de la burguesía siguió mandando al matadero a millones de seres humanos. Sin embargo, la conferencia tuvo la virtud de cristalizar y hacer visible, en torno al espacio de la izquierda de Zimmerwald encabezada por Lenin, un punto de vista fundamental, que oponía a la guerra imperialista de la burguesía la guerra de clases revolucionaria y que denunciaba sin miramientos la actitud oportunista y chovinista de la socialdemocracia europea. Fue una de las piedras angulares del imparable ascenso del movimiento comunista internacional que hizo tambalear al orden capitalista. Enseñanzas de la historia.

Notas: (…)

Fuente: https://rebelion.org/capitalismo-militarismo-y-nuevo-orden-mundial/

La nueva etapa de la guerra en Ucrania

11 de junio de 2024

Por Guillermo Caviasca

Actualización: los más destacados aspectos del conflicto. Cómo evoluciona Rusia y el occidente noratlántico. Por qué en los próximos meses Rusia podría obtener un triunfo destacable antes del fin de su impulso. Un análisis de Guillermo Caviasca.

Entre junio y noviembre del 2023 los ucranianos lanzaron al ataque una cantidad de fuerzas sumamente potentes para intentar lograr el objetivo anunciado de llegar al Mar de Azov después de tomar Melitopol y aislar a Crimea por tierra (un objetivo a todas luces muy ambicioso). Fueron las mejores fuerzas, varias brigadas mecanizadas completamente equipadas y entrenadas en varios países occidentales. Sumando a otras tantas que disponía Ucrania de por sí (en total unas 40 brigadas componían el ejército en ese momento, más de 300.000 hombres).

Como sabemos y era de esperar, una ofensiva de esa magnitud que se anuncia por meses a los cuatro vientos, contra un enemigo más numeroso, con mejor artillería que domina el aire y se encuentra en posiciones fortificadas, fracasó rotundamente. Las mejores brigadas utilizadas en el ataque (unas 14 se encontraban en ese frente, con unos 1500 vehículos blindados de diverso tipo) quedaron fuera de combate, tanto en la zona de Zaporiya como en el intento de recuperar Bajmut (según los rusos 110 batallones fueron lanzados al ataque, unos 150 mil hombres, en toda la operación, probablemente en todas las operaciones de ese período). Eso tuvo como consecuencia el notorio desgaste de las fuerzas ucranianas tanto en material como en hombres y especialmente en moral. Un factor clave, al cual desde Clausewitz se lo valora como una parte importante de las posibilidades de victoria.

Los rusos a fines de 2022, cuando redefinieron su estrategia (con el retiro de Jersón y habiendo sido desalojados de la zona de Karkov, en donde no tuvieron cantidad de bajas humanas pero sí materiales al perder la posición estratégica de Izium) se concentraron en una estrategia de fortificarse, esperar, nutrir sus fuerzas con nuevos reclutas, aguantar y poner en pie su economía para una guerra posiblemente larga. Optaron por esperar la ofensiva ucra y derrotarla. Se recostaron en las fuerzas de Wagner (quizás hasta 50.000 hombres bien equipados) para dar batallas ofensivas parciales duras, que les permitieron tomar Bajmut (y desgastar a los ucranianos con el bajo costo político de las pérdidas propias que implica usar fuerzas de mercenarios/voluntarios).

A partir del colapso de la ofensiva ucra, los rusos con nuevas fuerzas frescas –y su enemigo agotado y sin material— iniciaron la etapa actual. Mientras los ucranianos se habían desgastado y estaban carentes de hombres y material, Rusia había incrementado sus fuerzas a unos 600.000 hombres (cerca del triple de las fuerzas con las que se inició la “Operación Militar Especial”). Tomando la iniciativa y comenzando una serie de ataques en todo el frente, sin dudas basados en el aprendizaje de cómo responder a las nuevas armas aportadas por occidente a Ucrania (las famosas “armas milagrosas” que todos los bandos suelen anunciar cada tanto, la munición inteligente Himars, por ejemplo). Insistimos: Ucrania carecía (y carece aún) de munición y armamento en cantidad para el enorme consumo de una guerra de desgaste). Con el dominio aéreo pleno, por la falta de contestación, y con una abrumadora superioridad en artillería y drones la ofensiva de múltiples ataques tácticos en todo el frente se prolonga sin agotarse desde el inicio de 2023 hasta hoy.

Allí obtuvieron la relativamente importante victoria de Advitka frente a la ciudad de Donetsk y continúan avanzando desde entonces, colocando a las fuerzas ucranianas al límite. Hay que recalcar que le desgaste es muy grande para ambos contendientes. Pero que los rusos tienen “más espalda” y están demostrando absorber sus pérdidas con mucha más solidez que los ucranianos (hasta hoy). El tema de las bajas es objeto de una guerra de desinformación que nos obliga a no meternos en ella. Pero sin dudas son altas. Menos de los que ambos bandos sostienen para sus adversarios. Pero más de los que dicen como propias.

Las fuerzas rusas han establecido un aparato de generación de fuerzas más sostenible, que en los últimos meses se ha notado en las operaciones ofensivas en curso; y han intensificado los esfuerzos para establecer reservas operacionales y estratégicas, reconocía Oleg Pavlyuk ministro de Defensa ucraniano en mayo pasado. Las fuerzas propias según señala el gobierno de Moscú, intentarán generar unos 100.000 efectivos más para su uso en operaciones ofensivas este junio y julio y 300.000 más para fines de 2024. Putin indicó el 5 de junio que sus fuerzas podrían estar sufriendo unas 10.000 bajas mensuales en Ucrania (muertos heridos, soldados que dejan el servicio por diversas razones), lo que está por debajo de su capacidad de reponerlos. Mientras que los ucranianos afirman que los rusos sufren 1.200 bajas diarias por todo concepto. Y los británicos que sufrieron 30.000 el último mes.

La contraparte ucraniana, es absolutamente hermética en tema bajas, a diferencia de los rusos que deben pagar pensiones. etc. y esto es transparente (un dato a tener en cuanta). Los de Kiev intentarán reclutar aproximadamente 120.000 efectivos en 2024. Según medios de ese país el comando militar ucraniano y los comandantes de primera línea declararon que el ejército ucraniano necesita entre 100.000 y 110.000 reclutas en 2024. Esto va en consonancia con las declaraciones del ex jefe de las FFAA de Ucrania Zalushni a fines del 2023, quien señalaba la carencia de material y hombres como la necesidad de incrementar la ayuda occidental, como alternativa a la derrota. Lo que le costó el puesto.

Esta situación, en la que nos encontramos en esta etapa, ha llevado a una especie de histeria en occidente. Durante los últimos meses desde el inicio de la ofensiva rusa y su continuidad podemos ver que la situación está centrada principalmente en la política al interior de las potencias occidentales. En los debates de qué hacer frente a una posible derrota de Kiev.

Vemos dos ángulos desde donde encararla: la económica y la política. La primera se basa en el debate en torno a la ayuda militar a Ucrania por parte de EEUU y de Europa occidental. Lo más conocido es la pelea al interior de los EEUU por la aprobación de un paquete de más de 60 mil millones de dólares para la guerra. Finalmente se superó la resistencia parlamentaria del trumpismo, y el paquete se aprobó, con ayudas paralelas para Israel, la política de contención a China y la política contra la inmigración.

Pero para nuestro tema es de destacar que los 60 MM (menos del 10% del presupuesto militar anual de los EEUU) no son exclusivamente de armas, solo una porción corresponde a ellas. El resto es para las operaciones propias de los EEUU relacionados con Ucrania, la reposición de arsenales locales y el apoyo al funcionamiento “civil” ucraniano. Pero el debate va acompañado por una pelea aún más compleja en Europa (una “entidad” de múltiples actores nacionales que debe definir por consenso). Esta pelea se basa en la necesidad europea de aumentar su presupuesto militar para poder poner en pie una industria de defensa más masiva, no solo con tecnología avanzada, sino con la capacidad de producir en mucha más en cantidad (de hecho, hoy toda Europa produce menos munición que Rusia). O sea, de aumentar el gasto militar en detrimento de otras áreas. Además de que la política de sanciones ha tenido un efecto negativo sobre la misma Europa más que sobre Rusia y eso genera rispideces internas. Teniendo en cuenta la situación macroeconómica de Alemania al borde de la recesión. Y que ésta es consecuencia de su posición de alineamiento con el “globalismo” contra el “multipolarismo”, la cuestión no es simple, porque Europa es en gran parte Alemania.

Hoy en día el gasto militar europeo (principalmente alemán e inglés) termina en compras fuera de su industria, o sea: aporta al “keynesianismo militar “ de los EEUU. Y la tendencia que EEUU exige, sea quien sea el triunfador en las próximas elecciones, es que Europa se haga cargo también en lo militar en una proporción mayor para llevar adelante la guerra. Por ahora los gastos anunciados y aprobados no han logrado ser implementados en lo concreto (armas y municiones en el frente de batalla) con la eficacia y rapidez que Ucrania necesitaría.

El segundo punto es la política o las relaciones internacionales (RRII). Allí el protagonista ha sido Macron el presidente de Francia. Que tomó la iniciativa de anunciar que Europa debía implicarse en el terreno con tropas propias. Si bien creemos que en forma pública y directa (por ahora) es imposible. Los anuncios hablan de la intención de la elite europea de seguir con la guerra. O al menos, de anunciar que si hay negociaciones de paz éstas no serán en los términos de Rusia.

Es de destacar que es difícil de creer posible la implicación en el terreno de fuerzas europeas, porque los países occidentales (europeos al menos, en EEUU es distinto) no tienen la capacidad hoy, ni el consenso de desplegar unidades en batalla. Eso no significa que no tengan los recursos de ponerse en condiciones de hacerlo en el futuro, tanto en lo subjetivo convenciendo a la población de la necesidad, como en lo industrial. Lo que significa es que confrontar directamente con Rusia sin ser solo colaterales de los EEUU está fuera de lo que el sistema europeo es hoy. Ya vemos que si EEUU finalmente concretó en el parlamento la ayuda (mientras previamente el gobierno mandaba ayudas de menor escala directas) Europa no pudo superar sus diferencias (principalmente por las trabas de Hungría) y hoy los países implementan sus ayudas uno por uno de acuerdo a su interés y posibilidades. Y, especialmente, el problema de enviar tropas es hasta donde la población europea está dispuesta a jugarse en apoyo a Ucrania; o es convencida de que el “malvado Putin” no se detendrá y continuará invadiendo países, cuestión que no creemos para nada posible, menos países de OTAN. O sea, algunos miles o decenas de miles como mínimo de muertos. Y la posibilidad de que Rusia, en riesgo, pueda decidir algún tipo de respuesta atómica, aunque sea limitada. Si bien esto consideramos dudoso, salvo que el territorio ruso se vea amenazado, cosa realmente hoy en apariencia remota.

Lo que sí creemos es evidente es que en Ucrania operan fuerzas occidentales sin dudas, en forma de voluntarios (reales o figurados). Asesores y técnicos o fuerzas especiales. No declarados públicamente, lo mismo que las bajas que hayan sufrido. En este sentido los occidentales se mueven en el límite de una “zona gris”. Esto es así no porque a Ucrania le falten hombres, sino porque los sistemas de armas más complejos deben estar operados por occidentales, no porque los ucras sean inútiles, sino porque para ser efectivo y sacarle el mayor provecho a un arma compleja se requiere expertos bien entrenados y eso es un proceso largo. De la misma forma sabemos que desde antes del inicio de la guerra los occidentales, especialmente norteamericanos e ingleses, han venido adiestrando y operando con su inteligencia, tanto en obtención de información estratégica, como en detectar blancos tácticos, y que eso ha sido un aporte muy importante a la resistencia ucra.

Lo que puede suceder es que Macron este indicando que los europeos darán un paso más. Y quizás estacionen asesores “públicamente” enviados, o algunas unidades menores en zonas al oeste del Dniéper o cercanas Kiev. Para indicarle a Rusia que si llegara a tener éxito y puede romper en frente, el límite “tolerado“ por los occidentales estará donde sus fuerzas estén. Pero este es sin duda un grave riesgo. Ya que los militares occidentales en cualquier condición que estén dentro de Ucrania son blancos legítimos desde cualquier perspectiva.

Otro tema a señalar es la “dialéctica de los extremos” de la cual el famoso Calusewitz nos indicaba que debíamos prevenirnos en cualquier conflicto. Que, en el choque de fuerzas, como en la física, cada una ponga cada vez más fuerza, más energía, más elementos; y la violencia de la guerra cobre su propia lógica comiéndose la política, que es su objetivo real. En este sentido, vemos que los contendientes van de escalada en escalada. Paso a paso, moderadamente. Pero asumen los riesgos de subir la apuesta. Es lógico. Pero es un tema a tener en cuenta. Hoy en día el nuevo paso político militar ha sido de parte de occidente, el suministro de un nuevo paquete de armas con la autorización de usar algunas de ellas dentro del territorio ruso hasta un nivel (o sea no todo lo que las armas occidentales podrían). Ya Ucrania tiene autorización de atacar convencionalmente (no con un dron, con un atentado o con alguna fuerza que puede implicar “negación plausible”), por ejemplo: a Belgorod o Rostov. Ciudades y vías de comunicación hasta ahora “protegidas” por un acuerdo de no atacar territorio ruso reconocido internacionalmente, con armas occidentales. Una nueva “arma milagrosa” los ATACMS un misil balístico de precisión para golpear la retaguardia y santuarios de las tropas rusas, obligará a los rusos a adaptarse y responder, en realidad lo normal en la guerra. O sea, Rusia moviliza y se prepara para una guerra larga, mejora sus tácticas y sus armas, aceita sus cadenas logísticas internacionales y establece un sistema de RRII económicas y diplomáticas protegido de occidente. Anexiona o amenaza con anexionar más provincias de la “Novorrusia”. Occidente aumenta su ayuda militar y su intervención directa, proclama que países como Rusia no son aceptables en el sistema internacional, además de preparar a su población y a su economía para una guerra larga.

Las relaciones internacionales, economía y geopolítica

Putin señaló varios elementos que pueden considerarse realmente descriptivos de la situación actual. Denunció al “mundo regido por normas”, que aparece como central en el discurso público occidental y en las declaraciones del G7, o la OTAN. Es un sistema de relaciones e instituciones internacionales que un pequeño núcleo de países occidentales pretende imponer, y a través de él homogeneizar a todo el planeta para el beneficio de la globalización financiera. Denuncia que la “democracia, los DDHH y la diversidad”, son una idea del modo de vida occidental; es solo una serie de valores de una elite que pretende rediseñar la vida; supuestos valores que están tergiversando el sentido concreto de esos términos, para crear un mundo y sociedades atomizadas, sin Estados Nación, sin “comunidades”, con individuos hedonistas que piensan más en sí mismos que en su comunidad nacional y sus familias. Hay una serie de definiciones más que merecerían un artículo solo para analizarlas y ver su realidad o criticarlas.

Pero recientemente reafirmó algo que es un hecho clave para entender la situación del occidente europeo y su incapacidad de actuar con cierta autonomía estratégica: “Alemania no es un país realmente independiente desde la segunda guerra mundial”. Y eso es clave para esa gran potencia económica que marca el tiempo europeo. Alemania es tributaria de Israel, y no puede despegarse demasiado de las políticas de occidente noratlántico, o sea de sus vencedores de hace 80 años. Tal es así que toda la “Ostpolitik” (orientación hacia el este) de las últimas décadas se vaya al tacho.

O sea, en las últimas décadas y especialmente bajo el gobierno de Angela Merkel (tomando nota de la nueva Rusia pos soviética), Alemania desarrolló una política que permitió a sus grandes empresas sortear la crisis del capitalismo con cierta cintura. Se basaba (muy sintéticamente) en insumos (energía, materias primas) baratas desde Rusia y apertura al mercado chino con inversiones y colocación de mercadería. Esto indudablemente tuvo sus riesgos y otras contradicciones, como las que genera la inmigración y la deslocalización. Pero lo cierto es que esto permitió a Alemania ser el motor económico de Europa y permanecer como gran potencia en ese plano, en los distintos hitos de crisis mundial que vivimos hace dos décadas. La guerra ha roto ese esquema. Ni siquiera los claros guiños de Putin o Lavrov para negociar una frontera geopolítica en el este con Alemania, sin los EEUU, logró que los germanos pudieran romper su dependencia.

Es de destacar que, si bien el protagonismo político de Francia es muy grande, lo cierto es que en aportes concretos es Alemania después de EEUU la que más recursos viene destinando a la guerra y junto con Inglaterra constituyen un porcentaje abrumadoramente mayoritario de la ayuda. Francia hasta ahora habla mucho, pero hace poco.

Entonces la guerra va produciendo una acelerada reconfiguración del sistema mundial. Partimos de la constatación que el capitalismo actual se encuentra muy interconectado, que la “autarquía” nacional es imposible de la forma pensada en la primera mitad del siglo XX. La cuestión es cómo los estados garantizan las cadenas logísticas de sus industrias, disponer de la tecnología clave, o que el acceso a los insumos de diverso tipo se realice sin quedar subordinados a centros de decisión ajenos que vuelvan inocua la idea de soberanía. O sea, cómo se redefine la vieja categoría de “nación en armas” al siglo XXI y su desarrollo tecnológico productivo actual. Esa es una de las diferencias clave entre la idea de ”multipolaridad” vs. “el mundo basado en normas”.

Así, la guerra va impulsando políticas de autonomía estratégica en varios países, la creación de sistemas de relaciones internacionales paralelos a los hegemónicos occidentales que se alejan de las “normas”. Y configuran nuevas fronteras geopolíticas, donde las grandes potencias y potencias medias o bloques de países, defienden o avanzan sobre espacios para lograr su autonomía estratégica.

En este sentido vemos que la guerra ha impulsado una política por parte de los EEUU que se está mostrando en parte exitosa y en parte fracasada. Primero, el declive de la hegemonía de la gran potencia norteamericana está constatado con los números. A pesar de que aún su moneda sigue siendo la principal divisa en las transacciones internacionales, en algunos casos esto se va suplantando por una especie de bilateralismo (como entre Rusia y China), aunque aún no surjan claramente divisas al nivel del dólar. Por otra parte, EEUU “necesita” acentuar su orientación hacia la disputa en el Asia pacífico. La guerra de Ucrania y Medio Oriente son un grave problema.

Sin embargo, por otro lado, la potencia norteamericana ha aumentado su influencia en América latina, y pelea duramente país por país para expulsar de su patio trasero a los competidores, chinos principalmente, pero también rusos y europeos occidentales (aunque con cierta fijación de acuerdos con los últimos, especialmente Inglaterra y la anglósfera de gran presencia en la región). Además, los EEUU han tenido su principal victoria (por ahora) en una especie de colonización de Europa, tanto ideológica como cultural y geopolítica. Volviendo a los europeos dependientes de los suministros de energía (y no solo eso) propios, con lo que además dinamiza su economía. Podríamos seguir con el ejemplo británico, que es otra potencia que tiene una dinámica y una estrategia de largo plazo propia (y asociada a los EEUU) tanto en América Latina (argentina particularmente) como en África, el Índico y el Pacífico. O con China, evidentemente es la gran potencia en disputa estructural, o la India, Turquía, Irán, etc. Pero la idea es seguir hablando brevemente de Rusia, el contendiente central de este artículo.

Solo señalaremos que América Latina muestra una gran debilidad en todos los aspectos, y algunos países como Argentina sostienen una posición contraria a cualquier posible beneficio propio. En este sentido es que hablamos de la “victoria de EEUU” en la región. Que, como señala la jefa del Comando sur Laura Richardson, pareciera encaminarse a garantizar administrar sus recursos naturales (que es lo que parece importar a EEUU) y organizar su sistema económico, de acuerdo a los intereses geopolíticos de EEUU en el hemisferio que considera propio ser una base material de sus cadenas productivas.

Es erróneo negar que una guerra prolongada afecta a Rusia mal. O que las sanciones occidentales no son una piedra en el zapato de Putin. Sin embargo, es de destacar mucho, tanto que los occidentales lo reconocen sorprendidos, que Rusia ha superado esta primera etapa de la guerra en lo que hace a lo macroeconómico, financiero y de RRII, con un éxito sorprendente. De esto debemos destacar algunos puntos. Es muy difícil que una guerra prolongada que exija grandes sacrificios sea beneficiosa para el país que la lleva adelante. Porque la inversión en la guerra implica que del conjunto de riqueza nacional una parte sustantiva se debe orientar hacia bienes militares cuyo objeto es ser destruidos, o sea no aporta en última instancia mucho al bienestar de la población en el largo plazo, salvo la victoria (que no es poco). Esto tiene dos contracaras: A) si la economía es planificada, sin dudas produce una activación, la eliminación del desempleo y el incremento del PBI, además del colateral de que en guerra no son legítimos los conflictos sindicales; B) que Rusia (similar en parte a los EEUU en ambas guerras mundiales) lucha una guerra en la cual su país propiamente dicho no es afectado por operaciones militares, ni bombardeos significativos, ni nada. La vida es normal (hasta hoy al menos). Aunque es de destacar en este tema que la economía de los EEUU era mucho más potente e integral en la producción industrial, Rusia es sólida pero no se puede comparar.

El otro tema a destacar, y fundamental, es el de la “Desconexión”. Termino acuñado por Samir Amin, implica la conquista de la capacidad de no depender de decisores políticos o económicos que se impongan por estar en control de palancas claves que hacen al funcionamiento del sistema nacional. O sea, construir un marco de relaciones en diversos planos que permitan la autonomía estratégica. Un esquema de relaciones más equivalentes, y en la cual los Estados o las propias comunidades nacionales, no pierden soberanía, a pesar de estar en un mundo integrado en sus cadenas de valor y financieras. Allí juegan los esquemas económicos que ya mencionamos antes, de organismos de nuevo tipo como los Brics y las instituciones que se anuncian serían creadas por ese grupo. El foro de cooperación de Shanghái donde los chinos piensan desplegar sus intereses. La “Franja” y la “Ruta” (otra iniciativa china para desplegar su hegemonía), los convenios bilaterales fuera del área dólar. En realidad, todos los foros u organizaciones paralelas que trabajen por fuera de las instituciones globales de occidente creando mecanismos de RRII, de comercio o financieros propios, o que promueva el respeto a la soberanía y culturas nacionales, tienden a debilitar el “mundo basado en normas”.

Y lo que no mencionamos hasta ahora, otro tema que debilita a la política de confrontación del “globalismo”, es la capacidad y decisión de las empresas occidentales de mantener el comercio con Rusia tercerizándolo, para puentear las sanciones. Lo que, aunque sea solo en parte, implica que la caída directa muy grande del intercambio con Rusia de estos países está compensada por el comercio a través de terceros. Esto también demuestra la debilidad de occidente de hacer reales las sanciones cuando hablamos de países potentes. O sea, una cosa es Iraq, otra Rusia. En definitiva, la guerra acelera la reconfiguración, vivimos una guerra y una era de conflictos, para ver cuáles serán las fronteras de este nuevo mundo, qué países lograrán autonomía y cuáles no.

 La situación del frente de combate a nivel operacional

Como hemos señalado más arriba las fuerzas rusas mantienen la iniciativa estratégica desde el fracaso de la anterior ofensiva ucraniana, o sea a lo largo de todo este año. Esto habla de más de cinco meses de iniciativa y ataques permanentes. Lo que significa, desde cualquier punto de vista, la disposición de una importante cantidad de recursos, reservas acumuladas, hombres y material. Además de una capacidad económica de sostener ese esfuerzo en la estructura rusa y la moral de la población para aportar combatientes decididos. Esto es destacable porque desde los mismos testimonios de observadores occidentales en el terreno, la situación ucraniana es opuesta.

La cantidad de meses de continuos ataques (aunque sean de pequeña escala, tácticos) muestra una potencia del bando ruso realmente notable. Aunque esto deba ser balanceado por la gran debilidad relativa ucraniana después del fracaso de su ofensiva, sin embargo, ciertamente, los ucranianos no están “fuera de juego” y resisten con tenacidad. Lo que hace al hecho de que los rusos puedan mantener tanto tiempo la iniciativa algo destacable para cualquier tipo de guerra.

El frente de combate era de unos 1.000 km. (un frente muy extenso y contínuo), que podemos segmentar en tres partes: Una, al norte en la provincia de Karkov frente al río Oskyl (que se encuentra aproximadamente entre Karkov y Luhansk), sitio donde los rusos detuvieron su retirada después de la ofensiva sorpresa de Ucrania que los desalojó del Oblast entre setiembre y octubre del 2022. Otro, el frente del Donbass (especialmente frente a la ciudad de Donetsk), donde se encontraban las principales fortificaciones ucranianas construidas desde el 2014, y donde se produjo la batalla de Advitka (terminada con una victoria rusa a mediados de febrero de este año) cuya “explotación”, consecuencia de una situación que amenazaba ser un colapso ucra en esa zona del frente, aún continúa. Señalamos que es un sector clave, ya que divide la provincia de Donetsk en dos y uno de los objetivos de implicancia estratégica rusa es lograr ocupar todo el territorio de las provincias anexionadas a su Estado. Y al sur de la larga línea de frente, en el Oblast de Zaporiya hasta el rio Dniéper, donde están las defensas de la línea Surovikin y donde se produjo la fracasada ofensiva ucraniana. El frente del Dniéper se encuentra en apariencia “neutralizado” luego de la retirada rusa y de una derrota significativa ucra al intentar cruzar.

Las fuerzas rusas presionan en todo el frente con ataques de nivel táctico sobre las principales poblaciones (link para seguir el detalle de las unidades rusas: https://deepstatemap.live/en#8/49.875/36.914). En algunos puntos han conseguido avances destacables mostrando una penetración desde la conquistada Advitka y muestra una saliente que amenaza el frente ucra. En otros los avances han sido más modestos y en algunos frentes no logró avanzar. Sin embargo, es de destacar que, por ejemplo, en el frente de Zaporiya ya queda muy poco de los módicos territorios tomados por Ucrania en su anterior ataque, paso a paso los rusos parecen encaminados a desalojarlos de Robotine (un pequeño pueblo del cual se hizo mucha e ilógica propaganda cuando los ucras consiguieron tomarlo). (…)

Fuente: https://rebelion.org/la-nueva-etapa-de-la-guerra-en-ucrania/

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 Una empresa estatal israelí en la Argentina

El agua, el nuevo botín

9 de noviembre de 2022

Por Susana Lara /El Cohete a la Luna

La empresa estatal israelí que secó el río Jordán —aquel en cuyas aguas fue bautizado Jesús y ungido Mesías por el cristianismo— se afianza en la Argentina para el proceso de creación de un mercado del agua de consumo humano, productivo e industrial.

A diez años del proyecto frustrado en la provincia de Buenos Aires, Mekorot Israel National Water Co firmó un acuerdo con el Gobierno nacional que le permite iniciar negocios para la gestión integral de los recursos hídricos de cinco provincias, en tanto que mantiene avanzadas conversaciones al menos con dos municipios sobre la costa del río Paraná. La misma empresa realiza inversiones en infraestructura de agua y salubridad por otro memorándum de entendimiento firmado el año pasado, los que se articulan estratégicamente.

“Uno de los objetivos principales de la política hídrica en Israel fue que la gestión del recurso esté centralizada en pocas instituciones con una clara delimitación de las facultades y responsabilidades de cada una”, según el análisis de Evangelina Dardati, economista chilena. Mekorot es uno de los cinco puntales de ese modelo.

La empresa firmó un acuerdo para la gestión integral de los recursos hídricos superficiales y subterráneos con el Consejo Federal de Inversiones (CFI), quien a su vez lo hizo con los gobiernos de las provincias de San Juan, Mendoza, Catamarca, La Rioja y Río Negro. Las declaraciones oficiales de funcionarios públicos y de los directivos de la empresa permiten interpretar los alcances del acuerdo de negocios plasmados en los respectivos convenios particulares. Arancelamiento de todos los servicios de aguas, modificación de las leyes provinciales y de sus organismos de aplicación, reordenamiento total de los usos y destinos de la infraestructura existente, creación de valores económicos y financieros para establecer un costo del agua en la Argentina, nacionalización y centralización de algunos sectores del mercado, entre otros objetivos de esta gran reforma que pretende completar y perfeccionar la de los ’90.

En este caso, el conflicto se plantea por dos frentes. Por una parte, por el plan de negocios neoliberal para el agua dulce potable, recurso estratégico comparable a la tierra libre de agroquímicos y de ocupantes con título de propiedad privada. Por otra, Mekorot es una de las empresas cuyas prácticas fueron condenadas por el Relator Especial de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados, Michael Lynk, con rol clave en el proceso calificado como apartheid contra el pueblo palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén este. El último informe del Comisionado se hizo público en el 25 de marzo pasado; un mes después después, una misión argentina encabezada por el ministro del Interior, Wado de Pedro, recorrió las obras modelo de Mekorot que privan de a Palestina agua en calidad y cantidad suficiente para una vida digna.

El interés de siempre

Como para empezar de cero, sin el lastre de los negociados menemistas, los funcionarios públicos nacionales y provinciales insisten en hablar del acuerdo con Mekorot como reciente, de menos de dos años.

La Argentina e Israel firmaron en 1995 un acuerdo de cooperación comercial y económica. Uno de los antecedentes importantes es el acuerdo del Gobierno de La Pampa e Itzhak Aviran, embajador de Israel en la Argentina a partir de una gestión personal de Osvaldo Roberto Schvartzer, en su rol de presidente de la Asociación Argentina de Amigos de la Universidad de Ben Gurión. El economista estuvo involucrado en los 90 en el cobro y uso de 17 millones de pesos en concepto de ATN (aportes del tesoro nacional) cedidos por la cartera de Carlos Corach a la embajada israelí en Buenos Aires. Años después, le armó la gira de negocios por Israel a Mauricio Macri cuando era Presidente.

Para 2003 Jorge Sobisch, gobernador de Neuquén, avanzó con un proyecto de irrigación de 40.000 hectáreas en el que aparece el grupo de intereses que confluía en la embajada de Israel. Dos años después, le otorgó en forma directa (sin licitación ni concurso público) a la consultora The Israeli Consulting and Technological Company Ltd. (ITC) el diseño de un proyecto de desarrollo agroproductivo para la zona comprendida entre Arroyito, El Chocón y Challacó. El ingeniero Ernesto Schvartzer, sobrino de Osvaldo, armó ITC, brazo técnico-comercial de la Universidad Ben Gurion, con la que ejecuta proyectos de agricultura intensiva en varios países. Hicieron pie en el Valle de Antinaco (La Rioja), Formosa, Salta —de la mano del grupo Socma (Macri)—, así como en Choele Choel y el Idevi (Río Negro), con el discurso de la ampliación de la frontera agropecuaria y la incorporación de tecnología eficiente para el riego de suelos áridos.

El grupo de negocios incluyó socios locales. En 2007 fructificó la alianza con la Federación Nacional de Trabajadores de Obras Sanitarias de la República Argentina (FENTOS). Ese mismo año el gobierno de Río Negro alcanzó un acuerdo con objetivos generales similares a los de hoy. En 2008 Chubut firmó un convenio marco con la dupla gremial-empresaria cuyo desarrollo se fue licuando. Ese mismo año, el ex gobernador Daniel Scioli decretó de interés público un proyecto de saneamiento de aguas en La Plata, que no soportó los cuestionamientos técnicos y políticos y naufragó. En 2009 la empresa anunció su interés por participar del armado y emplazamiento del Polo Industrial y Tecnológico de Bariloche. Por su parte, Juan Schiaretti, actual gobernador de Córdoba y también en 2010, analizó en  ese entonces la posibilidad de un acueducto entre el río Paraná y Córdoba.

Muchos de estos proyectos merecen revisarse en profundidad para entender un modo de acumulación de capital asociado a los Estados, los elencos locales de los partidos políticos y la burocracia sindical en el anclaje territorial del modelo neoliberal.

Otros capitales trasnacionales acapararon la atención con la transformación estructural del territorio que emergió con la soja transgénica, los desmontes masivos y el acaparamiento de tierras rurales para nuevas rentas de la naturaleza. Así, no llamó la atención cuando en 2020 reapareció Mekorot en negociaciones con el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA), las que se formalizaron el año pasado. “Mekorot contribuirá en el desarrollo de proyectos de alto impacto para el fortalecimiento de las capacidades de gestión en los servicios de agua y saneamiento a través de un equipo de expertos israelíes con experiencia probada en la gestión de los recursos hídricos. La realización de estudios de viabilidad y de proyectos de tecnología aplicada a los recursos hídricos es uno de los puntos incluidos en el acuerdo. También la elaboración de informes, el asesoramiento, el fortalecimiento de los marcos legales y la planificación”, informó la Cámara de Comercio Argentino Israelí.

El proyecto, lxs proyectistas

“Queremos nacionalizar la gestión de los recursos hídricos. Tenemos un borrador en base a la experiencia de Israel, Estados Unidos y Australia, y al regreso del viaje discutiremos con los gobernadores las mejores opciones. Nuestra propuesta es que haya una sola autoridad del agua en el país”, dijo De Pedro a la salida de la planta Eshkol, en abril. Participa de este proyecto Malena Galmarini, presidenta de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), con la presencia de José Luis Lingeri, integrante del directorio y nexo con las fallidas inversiones en La Plata y Bahía Blanca de hace una década.

Mekorot tiene dos subsidiarias, Mekorot Desalination and Enterprise y Mekorot Development & Enterprise LTD. Esta última es la que integró la UTE para una obra en La Plata que Lingiere conoció de adentro. Por parte de la empresa, participó de las negociaciones con el ENOSHA Moti Shiri, director ejecutivo de Mekorot Desalination. En el acuerdo canalizado por CFI, Barak Graber y Diego Berger. Graber integra los directorios de las firmas con que desarrollaron y operan dos plantas desalinizadoras en Chipre. En tanto, Berger juega de local; nació en Argentina y se radicó en Israel. En mayo participó de actividades en Chile, donde informó al Senado sobre aspectos de la gestión del agua en vista de la reforma constitucional que por entonces se definía.

Los anuncios oficiales no fueron acompañados por la documentación pública correspondiente. La única copia disponible se publicó en el Boletín Oficial después de que la Asamblea Popular por el Agua de Mendoza la reclamara formalmente con una abogada. De esa copia se desprende que al menos Mendoza firmó dos acuerdos con el CFI. El 11 de agosto acordó la realización del “Plan integral para la sustentabilidad del sistema hídrico provincial” por el plazo de dos años. El 5 de septiembre el “Convenio marco de cooperación – Lineamientos técnicos, parámetros y principios de funcionamiento aplicables a la elaboración de un plan maestro para el sector hídrico de la provincia”.

Rodolfo Alejandro Suárez, gobernador de Mendoza, refrendó por decreto el primer acuerdo, que en los considerando indica que comprende cinco proyectos concurrentes: “1) Plan Maestro para el sector hídrico; 2) Código de Aguas para la Provincia de Mendoza; 3) Herramientas para la optimización de la disponibilidad hídrica; 4) Fortalecimiento del programa de inversiones en cauce; y 5) Fortalecimiento de la gobernanza del sistema”. En el segundo acuerdo consta que la cooperación se inicia con la contratación por parte del CFI a la consultora Mekorot Israel National Water para definir los lineamientos técnicos, parámetros y principios de uso sostenible de los recursos hídricos y la adquisición de las capacidades necesarias para la gestión sustentable de estos. Esos términos vagos se delimitan un poco más cuando indica que el proyecto realizará “un análisis del potencial de los recursos hídricos (aguas superficiales y subterráneas); la creación de proyecciones de la demanda de agua (urbana, rural y de riego) para crear un sistema de asignación que permita regular la demanda de agua; definir planes alternativos de abastecimiento de agua”, entre otros objetivos. Mendoza tiene una ley provincial de aguas y una autoridad de aplicación local, el Departamento General de Irrigación (DGI).

Otros pocos detalles surgen de las declaraciones de lxs gobernadorxs firmantes. Río Negro anunció que en dos meses entregará el contenido para el desarrollo del Plan Maestro local, que quedó en manos del Departamento Provincial de Agua (DPA), autoridad de aplicación del código de aguas local. La propuesta propia incluirá una “evaluación de alternativas de desalinización para abastecimiento de agua potable en la región sur y en poblaciones de la zona atlántica; la planificación y optimización de la reutilización de los efluentes generados en las plantas de tratamiento de líquidos cloacales; un análisis de funcionamiento y eficiencia de los sistemas de riego y drenaje, para realizar posteriores planes de reacondicionamiento o modernización; un análisis económico, balance prospectivo y recomendaciones para alcanzar un desarrollo equilibrado, trabajando sobre el valor económico del agua que permita alcanzar un financiamiento genuino de la gestión integrada de los recursos hídricos”, informó la gobernadora Arabela Carreras.

La provincia hizo propio el viejo interés de Mekorot por una planta desalinizadora en Sierra Grande, opción que reflotó el desarrollo del proyecto de hidrógeno verde en Punta Colorada.

Palestina, pueblo originario

Maren Mantovani, coordinadora de relaciones internacionales de la campaña palestina Stop the Wall (Paremos el muro), regresó a la Argentina por Mekorot. Había participado de la campaña de esclarecimiento “Buenos Aires, aguas turbias” por el proyecto de La Plata. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Liga Argentina por los DD.HH. organizaron la presencia de la activista en Esquel (Chubut), donde planteó el tema del dominio del agua para tener el control territorial en el caso de Palestina.

“La acción de Mekorot en Palestina es mucho más que la mercantilización del agua, es el uso estratégico del control del agua para expulsar a las comunidades de los territorios al despojarlos del recurso”, argumentó Mantovani en una conversación virtual. Israel tiene centralizado el uso del agua que es exclusivo dominio estatal. En el control estatal del recurso, Mekorot es la única empresa del sector, brazo técnico de la estrategia de gobierno para con Palestina.

En los reclamos internacionales, consta que extrae una cantidad de agua de los territorios palestinos ocupados que excede la regla de usufructo de las Regulaciones de La Haya y, por lo tanto, viola el derecho internacional humanitario (DIH). Israel prohíbe totalmente a los palestinos abrir nuevos pozos; al mismo tiempo, Mekorot perfora al lado sus pozos más profundos para los asentamientos israelíes de forma ilimitada, mientras restringe el suministro de agua para las comunidades palestinas en la misma región. Estas prácticas empresarias son violatorias de numerosos pactos internacionales.

“Como Sudáfrica y Namibia, Israel comete el delito de apartheid”, sintetizó Mantovani. En ese sentido, en su informe en la sesión 49 del Consejo de Derechos Humanos, el relator especial Lynk advirtió sobre “la transición de un estado de ocupación —que ya supone un desafío al derecho internacional—, a convertirse en un régimen de apartheid asumido por el gobierno israelí (…). Su prohibición incluso constituye una norma imperativa del derecho internacional”.

Dice la Biblia que el pueblo de Israel cruzó a la tierra prometida por el sur del río Jordán, cuyo caudal languidece por años de sobreexplotación para riego y agua potable de la colonización de los territorios palestinos. En su desembocadura, el mar Muerto desciende al perder el único aporte de este afluente de agua dulce.

Envuelto en los discursos del cambio climático y la transición de la matriz energética, la reforma estructural que plantea el gobierno nacional para con el agua dulce potable, en acuerdo con los gobernadores de distinta extracción política, plantea un conflicto de impacto masivo y a mediano plazo. De todos modos, cuesta imaginar un futuro en que las petroleras paguen a precio de mercado el agua del fracking en Vaca Muerta, que los estancieros paguen por usar el agua sin restricciones o se cobre el derroche en piscinas de las viviendas de alta gama.

Fuente: https://rebelion.org/el-agua-el-nuevo-botin/

 Bloqueo de la lucha de clases

  1. Reparemos en el Pacto de Paz Social que establecieron los Fernández (Alberto y Cristina) aprovechando su rotundo triunfo en las PASO de 2019. Es decir, burlaron el «Nunca Más a Macri-Cambiemos» del voto mayoritario. Lo desviaron hacia un contubernio entreambos (pese a presentarse como de antagonismo irreconciliable) para garantizar la continuidad y profundización de la acumulación gran capitalista local e imperialista.
  • Advirtamos los legados de los Fernández:  -“zonas de sacrificio” de la megaminería haciendo centro en la del litio y subsidiándola a través de YPF; -regeografía devastadora del país y sobre todo donde se extiende la formación geológica que es denominada Vaca Muerta (Neuquén y partes de Mendoza, Río Negro y La Pampa) mediante el fracking; -dictadura de las corporaciones que dominan el sistema globalizado de agronegocios por convertir a su plan 2020-2030 en ley del agro; -comandos unificados de las fuerzas federales cuyos antecedentes los vemos en: -ocupación por prefectura, gendarmería y policía bonaerense de tres grandes barriadas de avasallados totalmente en sus derechos, la ordenó Néstor Kirchner no bien se definió la pobreza como amenaza a la seguridad hemisférica; también creación por Cristina Fernández de Kirchner del Ministerio de Seguridad de la Nación con despliegue de la gendarmería y lo hizo como respuesta a los sin techo que tomaron el Parque Indoamericano ante la gravísima crisis habitacional en la ciudad de Buenos Aires.
  • Atendamos el bloqueo de los Kirchneristas a la unión de las defensas territoriales por la vida-salud con las resistencias de los trabajadores a la opresión-represión.
  • Destaquemos que las fuerzas políticas con posibilidades de ser gobierno procuran promover los extractivismos o ecocidios con sus consecuentes genocidios silenciados e invisibilizados por el sistema. Porque estos son esenciales al capitalismo que no existe sin esos apoderamientos de vastas extensiones de tierras, de ahí que se basen en el régimen latifundista. En el Sur Global son el modo capitalista de producción y mercantilización de la naturaleza.

  Alternativas emancipatorias 

«Uncido el Pueblo Americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía, y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga abusan de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la Libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la Justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos». Entendía el Libertador (al igual que el Maestro Simón Rodríguez) que la construcción de las nuevas repúblicas exigía hombres y mujeres que estuvieran dispuestos a deslastrarse de la vieja ideología dominante y a adoptar una conducta que correspondiera con los nuevos ideales enarbolados desde 1811, por lo que sería necesario también proclamar la abolición formal y efectiva de la esclavitud de los afrodescendientes y de la servidumbre de los pueblos originarios, dándole carta plena de ciudadanía a estos segmentos segregados de la sociedad colonial.

Fuente: https://rebelion.org/la-revolucion-nuestraamericana-y-las-subjetividades-domesticadas/

Un frente cultural político de los movimientos socioterritoriales
Para situar ante el extractivismo y los porqué-cómo concretar la reforma agraria anticapitalista.

Resumen

Mira hacia otra sociedad desde movimientos socioterritoriales para expandir comunalidades según las mayorías sustituyan la lógica del capital por la situacional de las resistencias al escudriñar los extractivismos mediante elaboraciones conjuntas que el frente propicia.

Es “Frente” al constituirse por unión plurinacional- intercultural con programa poscapitalista; hacia buenos vivires como creaciones de comunidades y pueblos-naciones en constante multiplicación y profundización mediante trabajo “cultural”con artistas, intelectuales y con la Red Nacional de Medios Alternativos para:

-Cuestionar la colonialidad del poder-saber, el hiperpresidencialismo y el racismo de aceptar la expropiación a campesinos e indígenas y las “zonas de sacrificio”.

– Discutir el progresismo sudamericano considerando sus gobiernos e integraciones regionales.

– Desfechitizar el Estado promoviendo que los de abajo creen sentidos comunes y autoorganizaciones conforme maduran sus luchas como nuevas socialidades y politicidades.

-Ilustrar praxis democratizadoras mediante organizaciones como el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia yla Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional. Enfocarlas interculturalidad multiplicándose como Red de Médicos de Pueblos Fumigados, Encuentros de pueblos fumigados, Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología Encuentro Intercontinental “Madre Tierra, Una Sola Salud”. Descubrirlas sensibilidades y éticas que la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina comparte.

-Percibir feminismos constituyendo sujetos emancipatorios.

 “Política”de articular las disputas territoriales en reforma agraria por construcción de:

Ruralidades y urbanismos desde las autonomías popular, alimentaria, energética e hídrica.

Poder comunal desde economías ecológicas en contra de satrapías y enclaves.

Independencia de clase del proletariado mediante solidaridades internacionalistas para la paz y el trabajo desalienado.

Introducción

La Unión de Asambleas de Comunidades (desde 2006 hasta 2018 se denominó Unión de Asambleas Ciudadanas) me ha ayudado a deconstruir los análisis críticos a la sociedad actual que estuve rumiando desde mi adolescencia. Gracias a la UAC me fui identificando con las disputas socioterritoriales y las alternativas que diversidades de abajo plantean en Nuestra América y el mundo. En ese andar devine nosotros que difundió e indagó en los conceptos claves a rumbos emancipatorios como: derechos de la Naturaleza, buenos viviresterritoriobienes comunes, comunalidadestado plurinacional e intercultural, autonomía alimentaria, agroecología, economía ecológica, ecología política, colonialidad de poder y saber…

Mi portal Confraternizarhoy recogió (de las resistencias a los extractivismos y a la contaminación ambiental que generan) declaraciones documentadas, luchas y conceptos que patentizan significados de la justicia ambiental que denomino «justicia socioterritorial o políticoecológica» para precisar su verdad basada en asumir las simbiosis de las respectivas e interrelacionadas comunidades con la naturaleza.

En el portal convergieron otras luchas fundamentales para democratizar las varias cotidianidades y aclarar sobre la justicia social de la diversidad de abajo. Las masacres en Cromagnon y en Once dieron origen a movimientos que nos interpelan para desnaturalizar la precarización de nuestra vida social como fruto de privilegiar la acumulación capitalista por sobre las necesidades e intereses populares como prueba la gravitación, en los presupuestos nacionales, del pago creciente de intereses de la deuda oficializada como “externa pública”.

Vanesa Orieta, al instalar en la agenda pública la desaparición forzada de su hermano Luciano Arruga y la situación de los adolescentes despojados de presente-futuro, complementa a CORREPI en incorporar los derechos humanos de esa mayoría de adolescentes-niños de la Argentina y en suscitar el imperativo de ir contra la impunidad del sistema policial que los mata, tortura y usa de ladrones, también contra los narcotraficantes que los emplean de “soldaditos”. Organizaciones que junto a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza han sido fundamentales en iniciar el cuestionamiento a la justificación de la ocupación policial de ciudades y la militarización de los asentamientos de despojados y excluidos. También al encierro de los últimos en cárceles superpobladas de jóvenes y bajo estado de excepción.

La Comisión Provincial por la Memoria,desde el período 2013 a 2014, caracteriza de “sistema de la crueldad” a cárceles, comisarías, centros de menores, neuropsiquiátricos y políticas de “seguridad”. Monitorea e investiga sobre esa violación de derechos humanos desde 1999 en la provincia de Buenos Aires. Recopila y analiza esos datos en informes anuales y el de 2015 lo presentó en el Teatro Coliseo de La Plata. Además la Procuración Penitenciaria de la Nación, la Comisión Provincial por la Memoria y el Grupo de Estudios sobre sistema penal y Derechos Humanos publican un informe anual desde hace 6 años y documentan porqué hablar de “cárceles de la miseria” en todo el país.

En octubre de 2011 organizaciones de diferentes sectores ante el avance de las políticas represivas deciden construir una herramienta de articulación que les permita nacionalizar las luchas y afianzar las respuestas al Estado represor. Así fundan el Encuentro Nacional Antirrepresivo.  Hoy funciona con dos encuentros al año y una agenda de actividades comunes. De esta manera, las organizaciones del ENA actúan en conjunto ante hechos represivos en distintos puntos del país como las razzias, los casos de gatillo fácil, la muerte y tortura en cárceles y comisarías, o la persecución de los trabajadores organizados y en lucha.

Sin embargo, todas estas luchas junto a otras también imprescindibles a una sociedad fraterna como es la llevada a cabo por los pueblos originarios, no alcanzan persistencia en articular entre sí e involucrar a una creciente mayoría de los diversos de abajo en los cambios radicales al binomio indisoluble de la justicia políticoecológica con la social. Es uno de los problemas a atender por el Frente.

Al imperativo de liberación del capitalismo se suman: la crítica deconstructiva a los gobiernos progresistas e izquierdas afines y la deliberación sobre la crisis civilizatoria en que el sistema subsume a toda la humanidad e incluso la amenaza de extinción. También es fundamental el destape del vigente Estado para el Capital. Esto último para evitar la regresión que ocurrió en el 2012 donde la movilización riojana en defensa del Famatina contra la megaminería se extendió a todo el país, pero el gobierno de Cristina Fernández manipuló el estatismo mayoritario logrando revertir el amplio consenso de justicia por territorios libres de extractivismos o sea de ecocidios-genocidios silenciosos. Sobre todo, en este independizarse del Estado al servicio del Capital, es hora de des-fetichizar las nacionalizaciones escrutando sus historias locales e internacionales y verlas en contradicción con la concepción de bienes comunes.

Como Daniel Albarracín[2] señala:

Se abre un ciclo político en el que resulta crucial seguir cuestionando el modo de vida existente, las relaciones de la sociedad con su entorno natural, el cómo disponemos de nuestro tiempo y cómo tomamos nuestras decisiones colectivas. No podemos apelar al miserabilismo, sino interpelar a la reflexión, la autoorganización y la propuesta superadora. No es cierto aquello de quecuanto peor mejor, más bien al contrario. La autoorganización popular resulta más consistente cuando la respuesta dada no es fruto de la desesperación sino del debate y crítica colectivos, y de la perspectiva, experiencia práctica y alternativa que se pueden derivar de ello. Esto es, del noble arte de la política bien entendida. No es cierto que cuantamás recuperaciónla gente estará más contenta, porque esa recuperación es la de los beneficios y privilegios de unos pocos contra la vida, la biosfera y el trabajo socialmente útil.

Ahora tanto la deliberación como la comunicación social e información entre los diversos de abajo se ve inhibida por la adaptación al capitalismo de las grandes mayorías. Felix Guattari advierte sobre esa producción de subjetividades por el Capitalismo Mundial Integrado y su gravitación en el perfeccionamiento del sistema cada vez más representativo de los intereses de 1% de la humanidad. De ahí que el Frente, en acuerdo con Paulo Freire, propicia diálogos o reflexión conjunta de la situación grupal e histórica en que se hallan como singularidad. De resultas de esa elaboración mancomunada hay cambio en la percepción, es decir, en el conocimiento y el compromiso de resolución del problema, conflicto u opresión.

I. El Frente cultural político procura la reforma agraria anticapitalista

El Frente se constituye a partir de las comunalidadespertenecientes a la UAC que se han formado a consecuencia de defender los bienes comunes. Persigue articularlas con las de los pueblos originarios y las de los campesinos en afirmar la autogestión de sus respectivos territorios. Pero promueve un rumbo en común: la puesta en práctica de la reforma agraria integral. En la actualidad, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil la caracteriza de popular al ser un desafío emancipatorio de los pueblos y no sólo de los campesinos. La Vía Campesina anticipa esta concepción cuando, en 1996, plantea la soberanía alimentaria en contraposición a la seguridad alimentaria de la FAO.

El Frente amplía y profundiza este enfoque de las organizaciones campesinasde otra sociedad, otro país y otro mundo al arraigar avances poscapitalistas. Por un lado, procura que las disputas de territorios con los poderes establecidos e instituidos vayan afianzando a todas las comunidades en construir sus autonomías e interrelaciones de confederadas sin fronteras. Las encamine a ir constituyendo el poder de los pueblos planetarios de paz mundial por inviabilizar las guerras del capitalismo. Las esmere en establecer la sinergia de la recuperación o creación de territorios pertenecientes a ruralidades y urbanidades hermanadas entre sí y con todos los pueblos del continente-mundo.

Por otro, el Frente aborda la reforma agraria integral en base al poder de decisión sobre los bienes comunes que las organizaciones populares conquistan en sus luchas antiextractivistas. Esa autodeterminación requiere que las mayorías deliberen sobre por qué y cómo ejercer las soberanías popular, alimentaria, energética e hídrica. Las vea caminos ineludibles para garantizar la vida y las condiciones de habitabilidad y emancipación del trabajo en el país-continente tanto del presente como del futuro. Establezca, en diálogos de colectivos, cómo la reforma agraria integral se correlaciona con la humanización del trabajo al implicar subjetividades subversivas del orden vigente que implanta la normalidad de trabajar para, directa e indirectamente, el constante incremento del poder y las riquezas de los oligopolios globalizados. Subversivas e internacionalistas por voluntad de defensa de la vida planetaria y la dignidad humana de todos los pueblos e individuos.

La reforma agraria integral (RAI), según Vía Campesina y el MST de Brasil, procura la reestructuración económica territorial para la democratización del acceso a la tierra y hacerlo desde la contraposición al sistema globalizado de agronegocios. Este ocupa Nuestra América acaparando tierras para la expansión desertificadora de los monocultivos de transgénicos y el sometimiento de nuestros pueblos por el hambre. Al contrario, los trabajadores y trabajadoras sin Tierra usan la agroecología (que surgió de debates colectivos) mirando a desarrollar la agricultura diversificada y respetuosa del binomio indisoluble de la sociedad con la naturaleza.

El Frente atiende que la RAI vaya más allá del derecho a la tierra de comunidades rurales, campesinas e indígenas y de los sin techo o de los otros desposeídos por el capitalismo. Desde priorizarlos, instala la multiplicación de espacios en común para deliberar sobre una distribución demográfica con sustentabilidad por fundarse en el acceso de los diversos de abajo a todos los bienes comunes. La contrapone a la configuración y ordenamiento territorial para la exportación. Esta última exige economías de enclave para los extractivismos, por lo cual hay refuerzo de las satrapías en su función de imponer ciudadanías de baja intensidad.

Con la introducción de la soja transgénica en los noventa y su gran expansión durante más de una déKada se consolida el despoblamiento de las provincias y la multiplicación de los pueblos fantasmas. Estos ya se habían originado al destruirse la red ferroviaria a favor de las automotrices imperialistas que se instalan entre 1958 y 1960. En 1961 Arturo Frondizi implanta el Plan Larkin pero la lucha de los ferroviarios impide su puesta en práctica hasta que el Partido Justicialista bajo el liderazgo de Carlos Menem hizo posible ese desmantelamiento en los noventa. Por eso, la RAI mira a restablecerla con otro diseño. Estará al servicio de todos los pueblos y sin las fronteras impuestas por los de arriba. Hará, además, al viraje clave de la industrialización desde la hegemonía automotriz imperialista hasta el entrelazamiento de todas las economías regionales e industrias ferroviarias sin la opresión oligopólica. Refuerza la recuperación del trabajo mirando a necesidades e intereses populares.

El Frente va más allá de la concepción de un foro de debates y de incorporarse a la RNMA para comunicarlos de modo cada vez más extendido. Pretende praxis o actividades teórico-prácticas de deconstrucción de las relaciones sociales intra e intergrupales o intra e intercomunitarias. Es decir, que tiendan a entablar su carácter dialógico y a problematizar en forma constante tanto la situación compartida como los proyectos en común. Son nuevas relaciones sociales que cada colectivo laboral realiza como partícipe de la creación y evolución de una comunidad decidida a solucionar sus problemas fundamentales. Pero comprometida con las varias formas de reciprocidad implícitas en constituir cada provincia y región según una visión multifacética e integral del país-continente mirando hacia un mundo a beneficio de todos los pueblos planetarios. Así tanto las comunidades locales como las provincias y regiones recuperan sentidos humanistas del trabajo. 

Según la propuesta pedagógica de Freire, el motor central radica en lo político como acto liberador que se origina en el sujeto mismo y en su praxis transformadora al estar desarrollándola junto a otros.

Inés Fernández Mouján finaliza su buenísimo artículo “Fanon y Freire: notas de una relación dialógica” señalando:

En sintonía con una racionalidad política, que cuestiona la marca racial e instrumental del relato único eurocentrado, Freire a partir de los aportes anticoloniales de Fanon nos propone conversar y tematizar lo silenciado en la educación: el sentimiento de superioridad del opresor sobre el oprimido, del educador sobre el educando y nos invita a transitar una ética y política que traspase las cómodas certezas del entorno. Nos invita a mirar de modo crítico las tradiciones −que muchas veces son escudo frente al otro desconocido−; para enfrentar junto “a los desharrapados” (Freire, 1970) los horrores del mundo. En este sentido, Freire, como intelectual fanoniano con su pedagogía de la liberación juega un papel perturbador, porque no protege territorios, porque es hijo del exilio y de la franqueza más que de los rodeos o los titubeos. En sus palabras: “Soy profesor contra el orden capitalista vigente que inventó esta aberración: la miseria en la abundancia” (Freire, 1999, p. 99).

Su pedagogía del oprimido es convergente con la crítica política que Fanon le realiza al colonialismo, al humanismo moderno colonial y a su violencia racial que opera con una sistemática negación y silenciamiento del resto[10]. Una colonialidad del poder-saber que persiste e insiste en nuestras prácticas educativas contemporáneas.

Por último, o como comienzo, el ideal a concretar de buenos vivires convivires abajo clama arrancar del sentipensar y sentipensamiento que, según Eduardo Galeano, es la capacidad de las clases populares de no separar la mente del cuerpo, y la razón de la emoción. Arturo Escobar, al introducir su libro “Sentipensar con la Tierra: Las Luchas Territoriales y la Dimensión Ontológica de las Epistemologías del Sur”[3], sostiene que los saberes derivados de las luchas en defensa de los territorios:

Son más adecuados que los saberes hasta ahora generados en la Academia, para promover una transformación social. Esto se debe a dos motivos: el primero es que los saberes generados en las luchas territoriales brindan elementos fundamentales en la toma de conciencia de la profunda transición cultural y ecológica que enfrentamos en las crisis interrelacionadas del clima, la alimentación, la energía, la pobreza, y los significados; y el segundo, que estos saberes están particularmente sintonizados con las necesidades de la Tierra. Tal como indica el título del artículo, aquéllos que los producen sentipiensan con la Tierra (piensan y sienten con la Tierra); apuntan hacia aquel momento en que los seres humanos y el planeta podrán finalmente coexistir de manera recíprocamente enriquecedora.

¿Cómo suscitar el florecimiento del sentipensar con la Tierra en las grandes ciudades donde la población del país-continente se concentra? Apreciemos a los artistas, teatros y centros culturales como propiciadores fundamentales de que las mayorías rompan con culturas e ideologías que las subsumen, desde sus deseos y sensibilidades, en el sistema mundo capitalista. Implica despertar la disposición a analizar el funcionamiento y las consecuencias de la sociedad de consumo y los supermercados (contrarias tanto a la libertad como a la dignidad de los pueblos e individuos). También demanda instalar la desobediencia al mandato mentiroso de los de arriba sobre el circuito virtuoso de ser consumidores hasta de autos que son generadores, en parte importante, de las catástrofes socioambientales y humanas.

Ya organizaciones socioterritoriales actúan en mancomún con artistas y comunicadores, como la Asamblea Río Cuarto sin Agrotóxicos, pero el Frente articula esa sinergia a lo largo y ancho del país-continente. Sistematiza la visión del Capitaloceno con ejemplos como Fernando Rovelli[4] da:

El Litio no está solo, se encuentra mezclado con otros minerales en proporciones diversas, y las tareas extractivas necesitan agua en inmensas cantidades para decantarlo y concentrarlo. Una locura propia de estos tiempos modernos, allí donde el agua es un bien tan preciado para la vida, donde cada manantial y cada surgente son sagrados, donde la costra de sal es trabajo y sustento para muchos, irán apareciendo inmensos diques de cola , tajos profundos y anchurosos, que van a modificar para siempre al hombre y al paisaje. A los puneños no se les ha consultado, nadie les ha preguntado sobre sus destinos y el de su descendencia, nunca han podido obtener la titularidad de sus tierras comunales, pero deberán enfrentar nuevas promesas de mejorar las escuelas, los puestos de salud, algunas viviendas y televisión digital, deberán callar ante los discursos de progreso y crecimiento, el silencio del hombre y del paisaje será su única resistencia ante el invasor empresarial. Los que venimos luchando contra los monocultivos que producen agrocombustibles para los tanques de los automóviles europeos en lugar de alimentos, veremos también llevarse el Litio para las baterias de sus coches y celulares. Seguimos siendo un país colonizado que entrega sus materias primas a cambio de muy poco y torcer ese destino es la tarea pendiente que nos compromete a defender el suelo de la Puna y no permitir el despojo minero que ya nos está desarraigando.

II. Las comunalidades con origen en las luchas por bienes comunes

Tienden a promover la deliberación abajo sobre cómo gestionarlos creando democracia y un sistema de valores éticos que arraigan en formas diferentes de comprender el mundo.

En “Despojos y resistencias en América Latina / Abya Yala”[5] Carlos Walter Porto-Gonçalves, Luis Daniel Hocsman G y Omar Arach explican:

El libro que aquí presentamos recoge trabajos que reflexionan a partir de procesos de resistencia/r-existencias frente a los procesos de despojo actualmente en curso en Nuestra América/Abya Yala; el conjunto de escritos germina al enlazar una iniciativa surgida en el Programa de Estudios “Conflictividad territorial, Crítica al desarrollo y Alternativas societales” del Centro de Investigación y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS) del CONICET – Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), espacio de búsqueda e intercambio de conocimiento dentro de la investigación social.

Concluyen destacando:

Estos escritos nos permiten ver que cada una de estas luchas tiene sus propias particularidades. Son singulares los lugares, los territorios, las personas que los habitan y los sujetos políticos que se construyen en ellos. Pero están mancomunados, en principio, por el hecho de que se enfrentan a fuerzas equivalentes, si no idénticas. Una misma matriz neo-desarrollista/mega-extractivista motoriza los programas económicos con independencia del signo político de los gobiernos que los promueven. Una misma voluntad de convertir territorios y espacios de vida en colecciones de recursos valorizables en el mercado global o en enclaves estratégicos para asegurar la circulación de flujos de mercancías y factores de producción. Una misma mirada, en la que los múltiples, plurales y mega-diversos territorios de Nuestra América son desvirtuados bajo la mirada reduccionista que los entiende únicamente por su inserción funcional en las cadenas de valorización capitalista o por su ubicación estratégica en las cartografías donde se dirimen intereses geopolíticos en pugna.

Los trabajos muestran comunidades políticas que se oponen a la forma en que la globalización hegemónica está geo-grafiando sus territorios. Luchas frente a diferentes dispositivos expropiatorios ensayados para habilitar el ingreso de las explotaciones mineras, madereras, hidro-carburíferas, etc. que tienen resonancias con los momentos “originarios” de la acumulación capitalista (la violencia militar y paramilitar, la criminalización de los que resisten, el cercamiento de los comunes, la privatización de la tierra, el despojo de los medios de vida comunitaria, incluyendo allí el ambiente, porque una naturaleza pródiga es condición de libertad (Porto-Gonçalves). Desde una perspectiva marxista pueden ser vistas como la lucha de clases en su dimensión territorial. Desde un plano de ecología política como movimientos que ponen de relieve las configuraciones de poder en la apropiación de la naturaleza y en la distribución de sus beneficios y sus costos. Desde una perspectiva decolonial como movimientos que erosionan los fundamentos epistemológicos y ontológicos del orden colonial que se continúa bajo la figura de los estados nacionales independientes.

Podríamos agregar una nueva capa interpretativa, que no viene a reemplazar a las anteriores, sino a complementarlas. Siguiendo a Margara Millán, y a tantos, es que estos movimientos expresan, no tanto tendencias, sino emergencias que prefiguran posibilidades de más largo alcance. Movimientos que nos sensibilizan frente a las múltiples vinculaciones que hacen posible nuestro existir, que recuerdan un orden de prioridades invertido por las inversiones capitalistas (“el agua vale más que el oro”) y que en muchos casos valorizan o reactualizan maneras de escuchar y percibir a los seres no humanos que habían sido subalternizadas por el discurso científico. Son las matrices de conformación de los nuevos sujetos políticos que, al actualizar cosmovisiones y cosmovivencias de poblaciones consideradas como representantes de etapas pretéritas de la humanidad (aunque sean contemporáneas), erosionan los cimientos del conjunto civilizatorio y prefiguran horizontes alternativos. (…)

En Argentina y Nuestra América esas resistencias al despojo y/o contaminación de sus territorios tienen potencialidad de constituir sociedad y mundo acordes con las diversidades de abajo, si generalizan su conciencia de la centralidad de erradicar los extractivismos para realizar los cambios radicales del modo de producción y desarrollo a favor de la vida y la dignidad de los pueblos e individuos. Se trata de análisis colectivos en multiplicación constante sobre la conducta contraria a las necesidades e intereses populares que se halla en la aceptación de las “zonas de sacrificio” y en el encandilarse tanto por la modernidad tecnológica como por la sociedad de consumo.

También ese cambio radical en la percepción de una creciente mayoría exige que cuestione percibir como pobres o “carenciados” a quienes son los desposeídos o expropiados para la incesante acumulación gran capitalista de riquezas y poder. Es enfocar la última como intensificación de no sólo la injusticia ambiental sino también de la injusticia social según avanza el sistema mundo del capitalismo hoy. Es unir abajo en su diversidad de disputas socioterritoriales. Desafíos que resume la carta titulada:

Resistencia Ancestral de Facundo Jones Huala para las asambleas villeras[6]

Yo vengo del barrio 169 Viviendas, en Alto de Bariloche, donde crecí en conflicto con las fuerzas del “orden”, por ser joven, pobre y sobre todo mapuche: pocos delitos traen peores represalias que los rasgos originarios. Pues nadie nunca ha garantizado nuestra seguridad. Ya en 2001 pasamos hambre, muchísima hambre. Estuvimos en los piquetes y recuerdo bien cómo cagaron a palos a mi vieja. Me tocó vivir en la calle, pasarla mal de verdad, pero así aprendí a defenderme, a no permitir que me falten el respeto, a no callarme la boca. Muchas de nuestras familias debieron buscar mejor suerte en otras provincias. Y sí, gran cantidad de hermanos y hermanas se instalaron en distintas villas, donde todavía intentan reencontrarse con sus orígenes, sembrando organización política a través del trabajo, para ir hacia el mundo que sueñan. No estamos planteando desde aquí que nadie destruya nada, ni que construyamos de conjunto un Estado paralelo, sino apenas que seamos capaces de reconstruir nuestras raíces. Ahora más que nunca, es imprescindible fortalecer los vínculos dentro de las comunidades, no esperando a un Estado asistencialista, sino exigiéndole que nos devuelva las tierras, porque tenemos manos para trabajar…

Los derechos no se mendigan, se practican.

Las comunidades indígenas, como las villas, necesitamos desarrollar autonomía, esa que hizo posible un medio como La Garganta, para ganar independencia informativa, sí, pero sobre todo independencia política. Por eso, es fundamental y muy valorable la decisión que tomaron, al mantenerla sin pauta oficial ni publicidad comercial: así, han podido socializar esas herramientas que tanto cuesta forjar y sostener, rompiendo con los prejuicios que las clases dominantes cargan sobre los pobres, los mapuches y todo sector marginado de la sociedad. Siento orgullo y esperanza, leyendo cada nota que publican, por la calidad que defienden al elegir el papel. Y cada concepto. De esto se trata, de generar cantidad mediante la calidad orgánica, siendo exigentes con los niveles de reflexión y de acción, para no negociar esa coherencia revolucionaria capaz de romper la mentalidad burguesa.

Me gusta, me gusta verlos confrontar todos los días con este sistema, generando preguntas y cultivando la conciencia, porque muchas veces nos plantean que la única salida posible sería volvernos gendarmes para servir al poder. Y no es casualidad. Nos quieren moldear, para que nunca se nos ocurra transformar la realidad, ni ser creativos, ni pensarnos junto a otros. Hasta dentro de la cárcel, tengo que discutir los imaginarios que han instalado desde la más pobre interpretación de la «seguridad». Y sí, me indigna tanta enajenación. Pero también pienso que nos tocó nacer en este mundo y debemos cambiarlo. Por eso, les hablo a ustedes, las pibas y los pibes de los barrios, como les hablo a mis compañeros de celda. Ahí, en una de las paredes, tengo un afiche de Bertolt Brecht, que dice: “El peor analfabeto es el analfabeto político”. Y con ese disparador, hace varios días venimos discutiendo sobre la dialéctica que nos mantiene presos, aún en libertad.

Hoy, lamentablemente, existe mucha violencia hacia los barrios pobres, que necesitamos poder reciclar, para convertirla en el motor de nuestra resistencia, frente a quienes históricamente nos han oprimido. Contra toda esa basura que nos inculcan, debemos seguir un mismo camino, que nos sirva para avanzar unidos, porque todavía existe el colonialismo sobre algunos pueblos, perfectamente visible en la sumisión y en la falta de desarrollo interno. No podemos dejar de pensar. Y mucho menos podemos dejar de enseñar.

Siempre, la teoría es más fácil. Ustedes vienen llevando adelante el ejercicio constante de la confraternización entre las comunidades y eso cuesta, porque hay que saber discutir hacia dentro. A veces, muy fuerte, porque hace falta. No podemos dejar de ser críticos de nosotros mismos, ni dejarnos caer en fanatismos centrados sobre nuestros propios ombligos. Ni calcos, ni copias, ni dogmas, ni prepotencia, por encima de la realidad.

Parece resistencia, pero se llama dignidad.

III. El balance deconstructivo del kirchnerismo para la percepción del extractivismo. (…)

Qué Trabajo

Expropiado y explotado por burguesía / Ecocida y genocida /
Alternativas emancipatorias

Expropiado y explotado por la burguesía

Francia marca el camino de las luchas y organización popular con rumbo anticapitalista y antimperialista, con capacidad de ampliar la unidad, no solo de acción, sino política para un proyecto alternativo.

Se frenó a la derecha, pero no desde cualquier lugar, lo que nos convoca a pensar en la necesaria acumulación de poder popular con una perspectiva más allá de derrotar a la ultraderecha, es decir, con un horizonte crítico y de superación del régimen del capital.

El pueblo francés y el rumbo de la sociedad

 11 de julio de 2024

Por Julio C. Gambina  | Rebelión

Las recientes legislativas francesas del 7 de julio le dieron el triunfo a la izquierda en unidad, y frenaron las expectativas a la extrema derecha por constituirse, no solo en primera minoría parlamentaria, sino en colocarse en posibilidad de gobernar a Francia.

Es un fenómeno interesante porque trasciende lo nacional francés, incluso europeo e interviene en un debate global sobre qué rumbo para la sociedad en tiempos de crisis, económica, ambiental, con peligro de guerra nuclear.

Se trata de horizontes para la civilización contemporánea, que como hace un siglo remite a opciones autoritarias sustentadas en propuestas demagógicas, de liberalización económica, exaltación del racismo y la discriminación, las que desembocaron en la masacre de las guerras entre 1914 y 1945.

La alternativa, claro, apunta a un nuevo orden económico, social, cultural, sustentado en la cooperación, la solidaridad y emancipación social.

En aquellos debates de hace un siglo y con mucho dolor derivado de las guerras emergió un tiempo de coexistencia entre las naciones, la bipolaridad, no exenta de la continuidad de una violencia, característica esencial del orden capitalista, nacido con esclavización y racialización de la población africana o el genocidio indígena en territorio americano.

Los noventa del siglo pasado dieron por terminado ese tiempo bipolar y el reinicio de una ofensiva de violencia por difundir las relaciones de explotación capitalista en el ámbito mundial.

El fin de la contradicción entre socialismo y capitalismo no trajo la “paz”, sino la extensión de conflictos armados y nuevas formas de agresión criminal contra la sociedad y la naturaleza, sea la trata de personas, el negocio clandestino de las armas o las drogas, la especulación, la fuga de capitales o la evasión y elusión fiscal vía paraísos.

Aludimos al marco histórico concreto para explicar el avance del ideario de las ultras derechas, puesto de manifiesto con Trump desde 2016 en EEUU, o con Bolsonaro en Brasil, el acceso al gobierno italiano de Meloni, o de Javier Milei en la Argentina.

Un proceso matizado que en la región latinoamericana se evidencia en el gobierno de El Salvador o de Ecuador, de Paraguay o de Uruguay.

En todos los casos, son respuestas a la crisis y a las insatisfacciones sociales del orden existente que se manifiesta en creciente desigualdad de ingresos y patrimonios, inseguridad social derivada de flexibilizaciones salariales y laborales que impactan regresivamente en la calidad de vida de la mayoría de la población que vive de la venta de la fuerza de trabajo.

Francia no es ajena al fenómeno que describimos y por eso sorprendieron las movilizaciones de los “chalecos amarillos”, las protestas de las barriadas de Paris y otros territorios franceses ante la discriminación a inmigrantes y sus descendientes, y muy especialmente a las recientes movilizaciones en contra de la regresiva reforma previsional del gobierno de derecha de Macron.

El triunfo de la derecha en las legislativas europeas, motivo de la disolución de la Asamblea legislativa y convocatoria a elecciones en Francia, supuso una convulsión política que arrastró al 66% del electorado a las urnas para evitar el triunfo de la coalición liderada por la ultra derechista Marine Le Pen.

La hegemonía radicalizada de la unidad

Se frenaron las aspiraciones de la ultra derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) y su programa xenófobo contra los inmigrantes, pero desde un reagrupamiento de socialistas, comunistas, verdes, trotskistas, liderados por la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

No se trata de una unidad corrida al “centro” para frenar a la derecha, si no que en base a las movilizaciones populares y al activismo militante en el movimiento social, sindical e intelectual, una fuerza de izquierda promovió una amplia unidad para derrotar las aspiraciones ultraderechistas.

El resultado electoral puede no alcanzar para formar gobierno en Francia, es lo que se discute en estas horas, pero genera condiciones políticas de una subjetividad que actúa en el debate europeo y global sobre el rumbo civilizatorio contemporáneo.

Resulta interesante el programa del Nuevo Frente Popular, que incluye recomposición del salario mínimo, gravar a las grandes fortunas, mejoras en el presupuesto de los servicios públicos, y muy especialmente anular la reforma jubilatoria de Macron.

Es un programa que fundamentará las luchas del próximo tiempo en Francia y en Europa, más allá de cualquier negociación de gobernabilidad que intente Macron para desarmar la unidad de las izquierdas galas.

Considerar lo ocurrido en Francia es importante, pero precisando la hegemonía radicalizada en la coalición, que supone matices a lo ocurrido en las elecciones inglesas, con hegemonía del “centro” y su voluntad pro OTAN.

Es un comentario para quienes privilegian cualquier unidad para derrotar al mal menor.

Francia marca el camino de las luchas y organización popular con rumbo anticapitalista y antimperialista, con capacidad de ampliar la unidad, no solo de acción, sino política para un proyecto alternativo.

Se frenó a la derecha, pero no desde cualquier lugar, lo que nos convoca a pensar en la necesaria acumulación de poder popular con una perspectiva más allá de derrotar a la ultraderecha, es decir, con un horizonte crítico y de superación del régimen del capital.

Julio C. Gambina. Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Integrante de la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana y caribeña de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.

Fuente: https://rebelion.org/el-pueblo-frances-y-el-rumbo-de-la-sociedad/

 Ecocida y genocida

Vaca Muerta festeja 10 años:
las alternativas y la izquierda ante la miopía oficial

26 de octubre de 2022

Por Fernando Cabrera Christiansen*

Vaca Muerta es la mayor apuesta argentina. El país consolida, así, una matriz energética fósil pero no logra el autoabastecimiento, continúa gastando dólares en importación y no hay un bienestar generalizado en las regiones de extracción. Mientras tanto, las agendas públicas minimizan sistemáticamente los impactos socioambientales del fracking y no presentan alternativas a aquel megaproyecto. El rol estructural de los hidrocarburos y la urgencia por construir nuevos horizontes que incluyan los límites biofísicos obligan a las izquierdas a abordar estos temas y construcciones.

La guerra en Ucrania, las limitaciones para aumentar la extracción por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el avance global sobre energías extremas parecen definir un horizonte de altos precios energéticos. El barril que ronda los 100 dólares -y el alto costo del gas licuado- revitaliza el sueño que ahora impulsa el ministro de Economía Sergio Massa de convertir a Argentina en una potencia exportadora. Una vuelta a la agenda de la década del 90 (1996-2003), en que se construyeron 10 gasoductos transfronterizos.

Con ese horizonte, en los últimos meses el gobierno aceleró la instalación y la ampliación de infraestructura hidrocarburífera, lo que podría anudar, finalmente, los dos objetivos planteados hace 10 años en la ley de expropiación parcial de YPF: el autoabastecimiento y la exportación. El país puede recorrer un camino que genere en el sector energético un segundo gran jugador en el producto bruto junto a los agronegocios”, se entusiasmó Massa al presentar el Plan Gas, 4 y 5 a mediados de septiembre.

El contexto global colabora con la miopía gubernamental que solo presta atención a la balanza comercial y a los dólares, sin ver ninguno de los inconvenientes y riesgos que generan la explotación hidrocarburífera con el fracking[1] y el monocultivo del agronegocio.

La miopía fósil

Unos 50 mil caños de 12 metros de largo unirán el paraje neuquino de Tratayén y la localidad bonaerense de Salliqueló, pasando por Río Negro y La Pampa. Más de 500 kilómetros. Es el primer tramo del gasoducto Presidente Néstor Kirchner que ya comenzó a construirse y prevé extenderse hasta San Jerónimo, en Santa Fe. Una vez terminado, transportará 24 millones m3/día de gas, casi un quinto de la capacidad del sistema actual[2].

Este gasoducto es el proyecto de infraestructura más importante del momento. El 52% de la energía que consume el país es gas e importado, en un contexto de restringida capacidad de acceso a dólares, supone una gran sangría de divisas[3]. La obra busca el autoabastecimiento y, también, exportar al gran mercado brasilero. Es decir, no solo tiene el objetivo de frenar la pérdida de divisas sino, también, de conseguirlas. En las proyecciones del Ejecutivo nacional, el ahorro en importación de gas y de otros combustibles para la generación eléctrica[4], podría alcanzar 1.000 millones de dólares por año, mientras que el efecto neto sobre la balanza comercial energética sería de alrededor de 2.500 millones de dólares por año, considerando la merma en la importación y el incremento en los volúmenes exportados (Decreto 76/2022).

Los precios internacionales de esta fuente energética que, pese al sostenido aumento de la extracción en Vaca Muerta, el país todavía importa, hacen más urgente y, a la vez, posible la obra. Los fondos destinados a construirla deberían ser erogados, de cualquier modo, por las costosas compras de gas al exterior. El monto previsto de la construcción ronda los 1.500 millones de dólares y comenzó a pagarse con el 25% de los aportes extraordinarios de las grandes fortunas, lo que alcanza para alrededor del 10% de lo presupuestado[5].

Pero el gasoducto Presidente Néstor Kirchner no es el único proyecto de infraestructura presentado en los últimos meses[6]. La llegada de Massa a Economía implicó una batería de anuncios.

Oleoducto y puerto de exportación de crudo en Río Negro (27/08/2022): La Legislatura provincial dejó sin efecto la Ley 3308 que protegía la costa rionegrina de la actividad petrolera. Sin esa restricción, YPF proyecta instalar cerca de Sierra Grande un puerto de exportación[7] de crudo que pretende convertirse en el mayor del país. Esto implica, además, la construcción de un oleoducto desde Vaca Muerta. La inversión total anunciada supera los 1.200 millones de dólares.

Rehabilitación del Oleoducto Transandino (09/09/2022): Comenzó el bombeo de agua como parte de las pruebas en el Oleoducto Trasandino[8], inactivo desde el 2006. Vincula el norte de Neuquén con Concepción, en Chile. YPF comenzará al mismo tiempo la construcción de otro ducto para vincular las áreas de explotación no convencional con el inicio del caño hacia Chile. Calculan una inversión de 250 millones de dólares en total.

Extensión de la concesión y ampliación de Odelval (15/09/2022): La compañía Oleoductos del Valles (Oldelval)[9] mantiene 1.700 kilómetros de oleoductos que unen las localidades de Rincón de Los Sauces y Challacó (de la provincia de Neuquén) con Puerto Rosales (en cercanías de Bahía Blanca). Es la mayor red de oleoductos del país. Su concesión finalizaba en 2027 y se extendió por 10 años, luego de que la firma anunciara la ampliación que permitirá duplicar el transporte de crudo, llegando a 72.000 m3/día, es decir unos 452.800 barriles diarios. Anticipan unos 500 millones de dólares de inversión.

Además, con perspectivas más inciertas, el Ministerio de Transporte aprobó en julio, mediante la resolución 408/2022, un proyecto para rehabilitar el tren a Vaca Muerta, el Corredor Patagónico del Ferrocarril General Roca, en el tramo que une Bahía Blanca y Añelo. También, con mucha más publicidad que claridad, el presidente Alberto Fernández anunció en septiembre un acuerdo entre YPF y Petronas para empezar a evaluar la instalación de una planta de licuefacción para exportar gas, posiblemente ubicada en Bahía Blanca.

La guerra lo cambió todo. En este nuevo contexto, la expectativa de convertir al país en un exportador de hidrocarburos tiene condiciones para su concreción. Habrá que ver si la volatilidad que ha demostrado el petróleo en la última década[10] o las luchas sociales que siguen levantándose y cuestionan las nuevas expansiones petroleras no vuelven a frustrar este anhelo gubernamental. Las infraestructuras proyectadas validan, además, la concepción de Vaca Muerta como un megaproyecto en el que están articuladas de manera directa mediante infraestructura, por lo menos, siete provincias argentinas y dos países del Cono Sur, lo que multiplica las conflictividades asociadas a Vaca Muerta entre la que se incluyen, por ejemplo, los procesos judiciales que frenan la extracción de arena para fracking en Entre Ríos.

La Argentina del fracking

Ubicada en la Cuenca Neuquina, los tres millones de hectáreas de la formación geológica Vaca Muerta se extienden sobre el subsuelo de Neuquén, Río Negro, Mendoza y La Pampa. Abarca una superficie equivalente a 147 veces la Ciudad de Buenos Aires y es, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, una de las reservas de shale gas y ​shale oil más importantes del mundo (2013). Es decir, uno de los lugares del mundo con mayores posibilidades de utilizar fracking. No obstante, esa descripción más restrictiva, la noción Vaca Muerta se expande y designa una zona más amplia con potencial hidrocarburífero no convencional en el noroeste patagónico, incluso cuando las perforaciones no tienen como objetivo la formación denominada con ese nombre.

La noción de megaproyecto supone un espacio aún mayor al incluir desde los procesos necesarios y anteriores a la perforación, hasta la refinería, pasando por los ductos, los insumos específicos para cada etapa y las tratadoras de residuos. Vaca Muerta conforma de este modo un entramado de infraestructura actual y proyectada, como ductos, caminos, viviendas, servicios, reformulación de ciudades, etc (ver cartografía Megaproyecto Vaca Muerta). Vaca Muerta es entonces más que una mera zona de extracción y articula distintas instancias gubernamentales con una multiplicidad de empresas (públicas, privadas y mixtas con diversidad de roles, tamaños y orígenes) que elaboran una arquitectura financiera y contractual específica para cada proyecto.[11]

En julio de 2022 la extracción de Vaca Muerta representó el 57% del gas total del país y el 42% del crudo. En un país donde su matriz primaria de energía depende un 52% del gas y un 32% del petróleo. Muy lejos con un 3,7% las siguen la generación nuclear y con un 2,9% la hidroeléctrica[12].

YPF es la compañía que tiene más concesiones y mayores niveles de extracción. También operan en Vaca Muerta las principales petroleras globales como Exxon, Chevron, Dow (todas de EE.UU.), Gazprom (Rusia), Total (Francia), Shell (Inglaterra), Pan American Energy (donde tienen participación BP y la china CNOOC), Wintershall (Alemania), Sinopec (China), Petronas (Malasia), Equinor (Noruega), y las que tienen el foco puesto en el país: Pampa Energía, Pluspetrol, Tecpetrol, Vista Oil,  Capex, Oilstone y El Trébol/Phoenix.

La ampliación de la capacidad de transporte de hidrocarburos desde la cuenca neuquina[13], refuerza la constitución de este megaproyecto como el principal motor de la energía nacional. Una porfía que al momento no cumplió sus iniciales promesas y que omite la posibilidad de otras propuestas energéticas que modifiquen consumos y fuentes.

Las expectativas y la realidad

La expropiación parcial de YPF puso al estado nacional a gestionar la principal empresa del país como una empresa mixta y definió dos objetivos: por un lado, apuntar al autoabastecimiento para revertir la tendencia deficitaria en la balanza energética y también lograr la generación de cantidades exportables. Por otro lado, en las zonas de extracción, fundamentalmente en la provincia de Neuquén, las promesas gubernamentales presentaban un futuro próspero que beneficiaría a la población.

Los publicitados resultados extractivos de Vaca Muerta son, sin embargo, ambiguos por la baja, al mismo tiempo, de la explotación convencional. La disminución de la extracción convencional se debe a un declino natural que se conjuga con que las compañías han focalizado su inversión en el sector no convencional. En gas, los “récords” han podido frenar la caída de la extracción total, que se sostiene rondando los 140 millones de metros cúbicos diarios desde el 2019. La capacidad de transporte de gas desde la Cuenca Neuquina sería el principal motivo de ese techo de extracción. El crudo, en cambio, sí aumentó sus totales. Esto se debe a que, en comparación con la del gas, la extracción convencional ha tenido una caída menor, está menos concentrada en la cuenca neuquina y tiene mayores posibilidades de transporte. El crudo demuestra mayor capacidad para recuperarse y hoy ya se exporta desde Neuquén, una novedad relevante. De esta manera, los no convencionales colaboran en la balanza comercial: disminuyen la importación de gas y generan dólares por la exportación de crudo. No obstante, tras 10 años de explotación, esta cuenta sigue siendo deficitaria[14].

Al mismo tiempo, la presión cambiaria no solo se sostiene sobre la balanza comercial, sino también sobre la financiera y la de servicios. Las inversiones corporativas, la inversión extranjera directa, son por lo general préstamos intrafirmas que, tras ser utilizados en las inversiones productivas, rápidamente salen del país como pago de deuda privada. La gestión de una técnica de extracción sumamente sensible a la inversión, como veremos a continuación, define una situación de fortaleza para las compañías, que exigen el libre acceso a divisas. El gobierno ha cedido y liberalizado parcialmente el acceso a divisas y, de seguir en ese camino, minimiza el impacto positivo que éstas podrían tener sobre la balanza energética (Kofman, 2022).

Por otro lado, pese a las ingentes cantidades de inversión que han llegado a Neuquén para Vaca Muerta, y pese al aumento del empleo privado que este tipo de yacimientos implica, los índices sociales de la provincia siguen siendo malos: el 37,2% de las personas son pobres en el conglomerado Neuquén-Plottier, superando así el 36,5% de pobres que hay en el país[15]. El gobierno explica esta situación por la permanente inmigración que llega a la región impulsada por la perspectiva de progreso y bienestar, sin embargo, excluye de la explicación la desigualdad inherente a una economía petrolera que promueve unos salarios y capacidades económicas que no pueden ser afrontadas por otros sectores de la economía. 

Pese a todas estas situaciones, los distintos gobiernos han estado convencidos de que la extracción de hidrocarburos de Vaca Muerta es la única alternativa. Es cierto que la urgencia del contexto de precios altos derivados de la guerra dificulta construir alternativas y, contrariamente, empujan en busca de beneficios monetarios. Esto fortalece a una política pública sin un horizonte de transformación energética, ni que hablar si como pretendemos es que esa transición sea justa y popular[16]. En 10 años de Vaca Muerta poco se ha hecho para disminuir la dependencia hidrocarburífera de las centrales eléctricas o para aumentar la capacidad de transporte del sistema interconectado nacional para ampliar la generación con fuentes renovables, incluso para modificar de forma sustantiva las formas de consumo.

Intensificación permanente

Las inversiones en infraestructura preparan el terreno para multiplicar los 2500 pozos ya existentes en Vaca Muerta. La intensidad de ocupación territorial y de uso de insumos y una acelerada caída del rendimiento define una técnica fuertemente cuestionada en todo el mundo y que, si bien impacta con sus perforaciones, también afecta territorios alejados como la cuenca del río Paraná y del Chubut, en tanto áreas de extracción de arenas, perpetúa los impactos de las industrias del refino y puertos de exportación, e impacta globalmente aportando gases con impacto climático[17].

Un pozo de fracking en Neuquén tiene un rendimiento alto en los primeros meses, pero al año ya rinde la mitad y al segundo año sus niveles son ínfimos. Los rápidos resultados necesitan sostenerse a fuerza de inversión permanente, lo que redunda en nuevas afectaciones. En la explotación convencional la tasa de declino de cada pozo era notablemente menor por lo que tenía una relación más distante con las inversiones. En la actualidad, el impacto entre inversión y extracción es directo, por lo que la capacidad de presión empresarial es muy fuerte.

Un pozo de fracking hoy puede llegar a los siete kilómetros de longitud con una rama vertical de entre 3 y 4 kilómetros y una horizontal de similares longitudes. Las fracturas se realizan en distintos tramos: hace 10 años, los primeros pozos, tenían menos de 10 procesos de fractura, hoy se anuncian los que llegan a 100 procesos y es normal que tengan 50 o 60. En ese momento, algunos pozos llegan a consumir 100 millones de litros de agua y unas 15 mil toneladas de arena, es decir, unos 370 camiones de arena.

Esta intensidad de intervención genera cantidades impresionantes de residuos que son tratados en deficientes basureros petroleros que no cumplen con las reglamentaciones y están sobrepasados, acumulando montañas de barros empetrolados que permanecerán ahí durante años o lustros. Los líquidos que salen a la superficie después del proceso de fractura[18] son inyectados en pozos a la espera de que no entren en contacto con el sistema hidrológico. Por otro lado, son cada vez más frecuentes los sismos. Según el geógrafo Javier Grosso, que estudia el tema, se produjeron 304 movimientos telúricos desde 2018 en una zona que no tenía antecedentes.

Por otro lado, la intensificación de la explotación, la flexibilización laboral, la presión sobre la infraestructura con falta de inversión y el déficit de preparación de quienes trabajan en el sector han multiplicado los incidentes ambientales -que en Neuquén treparon de 2,8 diarios a 5,6 entre 2017 y 2021– y los “accidentes laborales” que ya se cobraron 15 vidas desde 2017.

Este tipo de explotación somete a un territorio y a una de las mayores cuencas hídricas del país a una técnica que implica grandes ocupaciones territoriales, la contaminación y el abandono de millones de litros de agua, la utilización de miles de toneladas de arena, la generación de millones de toneladas de barros empetrolados y la continuidad de la quema de hidrocarburos en medio de una crisis climática de dimensiones inconmensurables. Además de tener un sinnúmero de implicancias sociales y multiplicar los accidentes laborales.

Otros caminos posibles

Hay una serie de medidas que podrían modificar en parte la dependencia gasífera y petrolera. Para ello, se debería pensar la energía como fundamento del modo de producción que tenemos y como determinante de las posibilidades del bienestar de la población. Es decir, como un bien estratégico más que como una simple mercancía. En definitiva, otras respuestas a la insistente pregunta sobre el para qué de la energía, deben ser el punto de partida de cualquier propuesta de transformación del sector. 

Por mencionar solo algunas líneas de trabajo, señalo tres posibles caminos de transformación del sector: regulación, consumo y fuentes. Para lograr avances efectivos habrá que tomar la decisión, pero también construir la fuerza necesaria para oponerse a los designios petroleros.

Como primer punto, es necesario recuperar el debate sobre el régimen normativo de la gestión, que sigue siendo el que dejó el proceso privatizador de la década de 1990. Por lo que la intervención estatal en el mercado de gas, por ejemplo, se realiza dejando en suspenso la normativa y mediante la intervención de los organismos de control. En esta reformulación debería primar el manejo de los bienes energéticos bajo una lógica que no responda únicamente a la maximización de ganancias que motoriza el accionar empresario. Es una premisa fundamental para pensar en otro sistema energético. En este sentido, debemos discutir las regalías tanto en su porcentaje -solo el 12% de lo extraído en on shore queda para la provincia-, como en la relación que generan con los estados provinciales que se convierten en socios de la explotación y, en todo caso, en qué se usan las sumas así obtenidas. Por otro lado, cuál es el rol de YPF y qué pretendemos que haga, es otro de los debates pendientes. En todos estos debates la participación popular debe ser protagónica.

En segundo lugar, se puede también avanzar con decisión e inversiones en la modificación de los consumos. La falta de energía es un debate recurrente, pero es mucho menos habitual la discusión sobre en qué se consume y cómo. Como si su ampliación fuera una ley natural incuestionable y no incluyera fuertes desigualdades. Los principales sectores de consumo de energía son Transporte (30%), Residencial (25%) e Industrial (21%)[19] y cada uno de ellos debe ser analizado y transformado con tres grandes horizontes: aumento de la participación estatal con gestión de trabajadores y organizaciones populares, eficiencia de los consumos y promoción de algunos sectores industriales nacionales.

Es urgente transformar el transporte, el principal destino de la energía en Argentina. Mejorar la eficiencia de las unidades es un objetivo necesario, pero fundamentalmente es prioritario recuperar la capacidad de los trenes, cuya eficiencia energética es notablemente superior a la de los camiones. La electrificación del transporte, además de lejana en nuestras pampas, es una falsa solución. Al mismo tiempo, se debe promover los consumos de cercanía para minimizar el transporte de alimentos y, en lo posible, de otros bienes de consumo. Por otro lado, es necesario promover el transporte público, con calidades y precios accesibles, en detrimento del auto individual. Sin lugar a dudas, serán necesarias compañías públicas para dotar al Estado de capacidad de gestión. Seguramente también habrá que reconformar profundamente las ciudades para evitar el traslado permanente de contingentes sociales por largas distancias.

También es necesario transformar los consumos domésticos. En este punto, es fundamental tener en cuenta las desigualdades. El suministro energético y la calidad de construcciones y electrodomésticos de los barrios más pobres ocasiona que gasten más para lograr iguales beneficios que sectores con mejores ingresos. La modificación de los consumos debería lograrse, no mediante precios, sino mediante políticas y prácticas robustas de eficiencia y mejoramiento del uso. Se podría mejorar las calidades habitacionales, con la promoción de mejores materiales de construcción y facilitando la posibilidad de acceso. También se podrían promover con políticas de financiamiento y subsidio el reemplazo de electrodomésticos por los de mayor eficiencia, así como eliminar los pilotos de calefactores y calefones que consume cantidades desmesuradas de gas[20].

Los consumos industriales también deben ser parte de una política energética general. La energía debe ser un eje nodal tanto en la evaluación de la industria existente, como para la instalación de nuevas plantas y proyectos de inversión. La planta de Aluar en Puerto Madryn, por ejemplo, consume el equivalente a una ciudad de más de un millón y medio de habitantes. La promoción minera que el gobierno realiza con el fundamento de los resultados en términos de balanza comercial debe ser evaluada también desde su dependencia energética. Hoy que el gobierno promueve la megaminería, es importante recordar que la minera Bajo de la Alumbrera, en su momento de mayor actividad, consumía 170% de la electricidad de toda Catamarca.

Al mismo tiempo, es necesario avanzar en otro aspecto que habitualmente es el único que se tiene en cuenta, la promoción de energía desde otras fuentes. Aproximadamente el 60% de la electricidad es generada en centrales térmicas que, en gran medida, utilizan gas como combustible. Hoy la energía eólica y solar implican únicamente el 1,9% de la matriz energética primaria. Ese tipo de generación debe implicar también una nueva forma de relación con los territorios, en las que todavía prima una lógica de avasallamiento propia de las petroleras. Por otro lado, estas fuentes permiten generar soluciones energéticas locales y comunitarias.

Una propuesta energética de izquierda

La guerra lo cambia todo. O quizá solo corre el velo de la catástrofe que anida en el capitalismo fósil. El carbón, el petróleo y, cada vez más, el gas son centrales en la mecanización, los aumentos en la productividad y la expansión de la acumulación que, entre otras cosas, implican el consumo siempre creciente de materias, energía y la generación de residuos inmanejables. Si la consustancialidad entre capitalismo y energías fósiles es tal, no será sencillo que se pueda mantener el estatus quo en el tránsito a otras energías. De hecho, la ausencia de energía en forma de stock, como lo es la fósil, complicaría la productividad siempre en aumento, los medios de transporte y la aglomeración en grandes centros urbanos que constituyen el capitalismo desde hace más de 150 años.

En este contexto, Argentina se inserta dentro del mercado mundial como proveedor de materias de nula o escasa industrialización. Así, tanto la centralidad de los fósiles para el mundo que conocemos con el rol de Argentina en un contexto de guerra, altos precios y disputa geopolítica entre EEUU y China, explica el rol que han cobrado desde el nombramiento de Massa las inversiones energéticas y cercanía con Houston, la capital estadounidense del petróleo.

Al mismo tiempo, las organizaciones políticas van asumiendo, y deben hacerlo con mayor centralidad, a la energía como un tema de debate. Ya sea en términos ambientales o climáticos, como en posibilidad de acceso o tarifas, la energía se convierte paulatinamente en un ámbito de presión por parte de actores políticos y sociales. Solo ese protagonismo será el sustrato para torcer los horizontes fósiles e impulsar una política emancipatoria que tenga a quienes vivimos del trabajo que realizamos como principales destinatarios y destinatarias de los beneficios.

Este documento es producto de las discusiones que desde hace 14 años mantiene el Observatorio Petrolero Sur (OPSur), que se complementan con las reflexiones emanadas de las investigaciones del Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES) y de las de la Corriente Social y Política Marabunta.

Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2022/10/26/vaca-muerta-festeja-10-anos-las-alternativas-y-la-izquierda-ante-la-miopia-oficial/?fbclid=IwAR2iLHDuQfqyS2T632PtO2PuaYQAlJWBa_5HoWWGtalfP0ngr7tcraX8lcg

En esta reformulación debería primar el manejo de los bienes energéticos bajo una lógica que no responda únicamente a la maximización de ganancias que motoriza el accionar empresario. Es una premisa fundamental para pensar en otro sistema energético. En este sentido, debemos discutir las regalías tanto en su porcentaje -solo el 12% de lo extraído en on shore queda para la provincia-, como en la relación que generan con los estados provinciales que se convierten en socios de la explotación y, en todo caso, en qué se usan las sumas así obtenidas. Por otro lado, cuál es el rol de YPF y qué pretendemos que haga, es otro de los debates pendientes. En todos estos debates la participación popular debe ser protagónica.

En segundo lugar, se puede también avanzar con decisión e inversiones en la modificación de los consumos. La falta de energía es un debate recurrente, pero es mucho menos habitual la discusión sobre en qué se consume y cómo. Como si su ampliación fuera una ley natural incuestionable y no incluyera fuertes desigualdades. Los principales sectores de consumo de energía son Transporte (30%), Residencial (25%) e Industrial (21%)[19] y cada uno de ellos debe ser analizado y transformado con tres grandes horizontes: aumento de la participación estatal con gestión de trabajadores y organizaciones populares, eficiencia de los consumos y promoción de algunos sectores industriales nacionales.

Alternativas emancipatorias

La acumulación de capital y sus derivas antiecológicas

10 de julio de 2024

Por Esteban Mercatante | La izquierda diario

Los múltiples desastres ecológicos en distintas escalas que observamos cotidianamente, algunos de los cuales se encaminan a sobrepasar niveles de peligrosidad elevados como el calentamiento global, tienen causas que están inscriptas en la lógica de funcionamiento del modo de producción capitalista. Este se caracteriza por la búsqueda de someter todas las esferas de lo social y lo natural a los requisitos el aumento permanente de la ganancia.

Si seguimos el hilo del razonamiento a través del cual Karl Marx se propone en El capital la reconstrucción conceptual del modo de producción capitalista, podemos ir viendo las distintas dimensiones antiecológicas que distinguen al metabolismo socionatural capitalista. En estas páginas vamos a presentar las coordenadas de este recorrido que mayor relevancia adquieren para la crítica ecológica desde una mirada materialista histórica.

La mercancía, valor de uso, valor de cambio y valor

En primer lugar, el capitalismo es un orden social que se distingue de todos los que lo precedieron por estar basado en el intercambio generalizado de mercancías. Lo novedoso no es el intercambio mercantil, que tiene una existencia antiquísima, sino que este no sea anecdótico, reducido a lo superfluo o a canalizar excedentes. Se produce con miras al intercambio y solo a través del intercambio se satisfacen el conjunto de las necesidades sociales. Por eso, Marx va a identificar a la mercancía como la “célula básica” de este modo de producción. El dominio de la mercancía proyecta las categorías que le son propias, como las de valor y su expresión, el valor de cambio, a todo el conjunto de los ámbitos de la vida social. La relación de la sociedad capitalista con la naturaleza se encuentra permeada por estas relaciones de valor que le son propias. Cuantitativamente, el capitalismo solo atribuye valor a la naturaleza en la medida en que su apropiación requiere trabajo productor de mercancías, aunque la contribución de la naturaleza a la producción (y a la vida humana en general) no es materialmente reducible a este trabajo de apropiación.

Aquellos atributos de la naturaleza que sirven a los procesos de producción, pero son aprovechados sin que medie ningún trabajo “socialmente necesario” –que en las relaciones sociales imperantes significa trabajo objetivado en una mercancía–, no entran en esta contabilidad. La forma valor “hace abstracción cualitativa y cuantitativa de las características útiles y dadoras de vida de la naturaleza, aun cuando el valor es una forma social particular de riqueza, una objetivación social particular tanto de la naturaleza como del trabajo” [1]. Esta contradicción ayuda a explicar la tendencia del capitalismo a despojar su entorno natural. El capitalismo, con su reductiva lógica del valor, ignora descaradamente el papel de las condiciones naturales en la producción. Muchas veces se le critica a Marx esta falta de reconocimiento, por el solo hecho de poner en evidencia cómo en las categorías de la economía política capitalista no hay otro lugar para la naturaleza que el de ser objeto de apropiación.

La naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí; incluso el reconocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece solo como artimaña para someterla a las necesidades humanas, sea como objeto del consumo, sea como medio de la producción [2].

David Harvey observa que la naturaleza “es necesariamente considerada por el capital […] solo como una gran reserva de valores de uso potenciales –de procesos y objetos–, que pueden ser utilizados directa o indirectamente mediante la tecnología para la producción y realización de los valores de las mercancías” [3]. Los valores de uso naturales “son monetarizados, capitalizados, comercializados e intercambiados como mercancías. Solo entonces puede la racionalidad económica del capital imponerse en el mundo” [4]. La naturaleza “es dividida y repartida en forma de derechos de propiedad garantizados por el Estado” [5]. Esta disociación va de la mano de un proceso equivalente en la relación entre sociedad y naturaleza, que es también de objetivación y abstracción. Esta idea de abstracción de la naturaleza tiene dos dimensiones, que ambas van de la mano: la conversión de lo natural en “recursos” a servir como insumos para la producción, y la reducción a unidades homogéneas y cuantificables. Observa Paul Burkett que el capitalismo tiene un antagonismo específico hacia la naturaleza “que se manifiesta en un tipo particular de subvaloración de las condiciones naturales, y esta subvaloración es una forma básica de la contradicción entre valor de uso y valor de cambio” [6]. (…)

Trabajo concreto-abstracto, privado-social

Una segunda característica específica del capitalismo es el aspecto bifacético del trabajo: es un trabajo social, cada vez más complejo e interdependiente por la especialización y división del trabajo, pero se lleva a cabo en las esferas privadas de una infinidad de empresas. En este metabolismo social, que en opinión de Marx solo resultó históricamente posible sobre la base de una división del trabajo social ya muy desarrollada, el aspecto social del trabajo solo se pone en evidencia cuando la labor ha terminado, y se ha materializado en un producto que se busca vender. El éxito en vender la mercancía al precio esperado, valida socialmente el trabajo incorporado en ella; el valor de la mercancía solo se vuelve efectivo en este acto de intercambio. Si se vende por debajo del precio esperado, el trabajo ha sido validado socialmente en parte. Por esta mediación del trabajo social a través del intercambio mercantil, es que Marx va a afirmar que se conforman relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas, que es lo que él llamará el fetichismo de la mercancía. Entre muchas consecuencias, esta separación de esferas produce una manera muy acotada de considerar los impactos que tiene cada proceso de trabajo “privado”. Lo que ocurre por fuera de la esfera inmediata de la producción, aunque sea resultado de la misma (como la contaminación del aire o las aguas) es tratado por las firmas capitalistas como una “externalidad” no incorporada en su ecuación “económica”. Esta noción de esferas separadas, se traslada al nivel de la sociedad en su conjunto, donde la “economía” (pensada como productos, precios, acciones, créditos, cifras de empleo, etc.) aparece como una esfera distintiva y acotada. A pesar de la clara relevancia y centralidad que tiene en los problemas ambientales, muchas veces por los enfoques fragmentarios no se visualizan hasta el final los aspectos sistémicos que producen muchos problemas ambientales, tratados como algo “externo”, algo así como un efecto secundario de la actividad de las empresas. Cierto ambientalismo mainstream, o los abordajes de economía ecológica basados en el pensamiento económico neoclásico, continúan pensando que “la destrucción ecológica es un ‘efecto externo’ no esencial de las relaciones sociales dominantes del capitalismo” [11], con lo cual se pueden encarar soluciones a la misma sobre las bases de estas mismas relaciones.

La separación entre quienes producen y los medios de trabajo

En tercer lugar, en el capitalismo el proceso de trabajo, o, lo que es lo mismo, la mediación metabólica entre la totalidad material natural y la esfera social, se caracteriza por el hecho de que la fuerza de trabajo y los medios para que este pueda desarrollarse solo se reúnen cuando los dueños de la riqueza social, la clase capitalista, los adquieren y ponen a funcionar bajo su mando. La fuerza de trabajo se encuentra convertida en una mercancía más, y solo llega a reunirse con los medios y objeto de trabajo si antes logra ser vendida exitosamente a cambio de un salario. Esto expone en un nuevo nivel la cosificación y el fetichismo a los que ya nos referimos. Los capitalistas son quienes tienen la propiedad de los medios de producción, y por eso pueden decidir qué, cómo, cuánto y cuándo se produce. Todo el proceso laboral se ejecuta bajo sus órdenes y tiene como finalidad básica obtener un plusvalor, del cual surge la ganancia. La producción, de medio para satisfacer necesidades, se convierte en medio para generar lucro. Al final del circuito de producción los capitalistas deben tener en sus manos un valor mayor que el desembolsado en salarios, medios de producción e insumos. Este plusvalor, muestra Marx, solo puede generarse en la explotación de la fuerza de trabajo, porque el valor no es otra cosa que la expresión del trabajo requerido para producir las mercancías incluyendo el no solo el trabajo directamente gastado, sino el que requirieron antes todos los insumos utilizados. Como toda mercancía, la fuerza de trabajo tiene un valor (expresado en el salario) y un valor de uso. Este valor de uso es para los capitalistas uno fundamental: producir un valor superior al que estos han pagado por ella. El trabajador reproduce el valor equivalente a lo que desembolsó el capitalista como salario en una fracción de su jornada; el valor que continúa produciendo más allá de ese tiempo, se lo quedan los capitalistas. El trabajo que se extiende por encima del tiempo necesario para producir el equivalente a lo que gastaron los capitalistas como salario, Marx lo denomina plustrabajo, y en él se genera el plusvalor del que surge toda la ganancia en el capitalismo [12]. Vemos entonces el rol fundamental que tiene la enajenación de la fuerza de trabajo.

Marx apela a la noción de subsunción formal para dar cuenta de esta primera instancia de subordinación por parte del capital que reduce a la fuerza de trabajo a una condición objetiva más de la producción orientada a la valorización, tanto como lo son las materias primas y medios de producción también compradas por los capitalistas. Todas las sociedades de clase que precedieron al capitalismo, basaban la explotación de un sector de la sociedad por otro en formas de trabajo en las que no se observaba esta separación entre productores y medios de producción. “Lo que necesita explicación, o es resultado de un proceso histórico”, observa Marx, “no es la unidad del hombre viviente y actuante, [por un lado,] con las condiciones inorgánicas, naturales, de su metabolismo con la naturaleza, [por el otro,]” sino “la separación entre estas condiciones inorgánicas de la existencia humana y esta existencia activa, una separación que por primera vez es puesta plenamente en la relación entre trabajo asalariado y capital” [13]. Marx desarrolla esta explicación a través de la “acumulación originaria”, un proceso de expropiación en gran escala –y en todos los rincones del planeta– sin el cual el capital como relación social dominante no habría sido posible.

La subsunción de la fuerza de trabajo como mercancía –que tiene un primer momento formal, que es cuando los procesos mismos de producción todavía no han sido enteramente reconfigurados por el capital– y la instrumentalización de la naturaleza, han marchado en paralelo desde el origen del capitalismo. Un presupuesto de esta fuerza de trabajo “liberada” fue que las tierras que trabajaban pasaron a ser propiedad privada (los famosos “cercamientos” que Marx analiza en el capítulo XXIV de El capital). Desde los inicios de la acumulación originaria capitalista hasta hoy, la mercantilización de la naturaleza, acompañada en general de la lisa y llana apropiación directa de lo que históricamente era comunitario, fueron vitales para la expansión del capital. La consolidación del capitalismo a nivel mundial significó la repetición de estos procesos de acumulación “originaria” –o por desposesión, como prefiere llamarlas David Harvey para acentuar que éstas no ocurrieron solo en el origen histórico de este modo de producción–.

John Bellamy Foster observa que a medida “que el trabajo se volvió más homogéneo, también lo hizo gran parte de la naturaleza, que pasó por un proceso similar de degradación” [14]. La homogeneización o producción de una naturaleza “abstracta” [15] convertida en un objeto para el uso del capital, resulta inseparable de la generalización de la relación trabajo asalariado-capital.

La separación entre fuerza de trabajo y medios de trabajo es fundamental para desembarazarse de los límites impuestos por los tipos de vínculos entre la fuerza de trabajo y las condiciones naturales que caracterizan a las sociedades precapitalistas. “Los requisitos de valor de uso material de la producción capitalista, en particular, no están comprometidos por los vínculos sociales previos de los productores con la naturaleza” [16].

Al subsumir el metabolismo socionatural de la producción a los fines de la valorización, emergen tensiones evidentes en la relación capital-naturaleza. Por un lado, “el capital requiere fuerza de trabajo viva y físicamente funcional y condiciones materiales conducentes a la encarnación del trabajo en productos que satisfagan las necesidades” [17]. Esto significa que, como todas las formas que se dieron las sociedades humanas para satisfacer las necesidades, la producción capitalista depende de la contribución de la naturaleza al valor de uso. Por otro lado, el capital requiere la naturaleza solo en forma de condiciones materiales “separadas” para su apropiación del valor de uso de la fuerza de trabajo, “no en forma de una unidad social y material orgánica entre los productores y sus condiciones naturales de existencia [18]. Las condiciones naturales necesarias para la producción aparecen como un factor objetivo separado de la fuerza laboral, porque así lo determina la relación de clase fundamental del capitalismo.

En resumen, la clasificación del capital en cuanto a los valores de uso requeridos, con la fuerza de trabajo explotable en primer lugar, representa (1) una abstracción específicamente capitalista de la necesaria unidad de la naturaleza humana y extrahumana; y (2) una degradación social de la naturaleza y de los productores humanos, del valor de uso mismo, al estatus de meras condiciones para hacer dinero [19].

Otra consecuencia antiecológica que se deriva de la separación entre la fuerza de trabajo y los medios de producción, es que la primera pierde poder de decisión sobre todo lo vinculado a los materiales utilizados y manejo de los residuos que genera toda producción. Los dueños de los medios de producción toman esas decisiones, siempre con el criterio fundamental de minimizar los costos. Por eso, durante mucho tiempo han contaminado ríos y lagos conscientemente y sin ningún cuidado porque no había ninguna sanción para ello. En la medida en que se han ido imponiendo regulaciones ambientales, no abandonan esas prácticas, sino que realizan una ecuación de costo-beneficio. Se regula la contaminación. Lo mismo lo vemos en la emisión de gases de efecto invernadero. Si la fuerza de trabajo tuviera alguna injerencia en la producción, serían puestas en debate todas estas cuestiones que hoy el capital impone y que degradan las condiciones de vida en las ciudades que habitamos.

La producción, de medio a fin en sí mismo

En cuarto lugar, cuando la producción deja de estar ordenada primeramente por el objetivo de satisfacción de las necesidades sociales y pasa a estar determinada por el requisito de la ganancia, ya no se trata simplemente de ganar, sino de ampliar todo lo posible la magnitud de la ganancia que se puede obtener. Este es un aspecto distintivo del orden social capitalista respecto de los que lo precedieron:

cuando en una formación económico-social no prepondera el valor de cambio sino el valor de uso del producto, el plustrabajo está limitado por un círculo de necesidades más estrecho o más amplio, pero no surge del carácter mismo de la producción una necesidad ilimitada de plustrabajo [20].

Al romper la unidad entre fuerza de trabajo y condiciones de trabajo, el capitalismo corta con las limitaciones que esta conexión ponía a la necesidad –y a la posibilidad– de ampliar continuamente el volumen de la producción. Los tipos de valores de uso producidos, es decir, los tipos de necesidades materiales y sociales que deben satisfacerse, ya no están limitados por los antiguos vínculos sociales de los trabajadores con condiciones naturales particulares. La producción no está ligada a un nivel de necesidades establecido de antemano por vínculos sociales entre el trabajador y las condiciones naturales de producción; de ahí que el nivel y la variedad existentes de necesidades no predeterminan el curso de la producción en sí. Más bien, si es posible producir y vender de manera rentable un valor de uso particular, entonces se producirá en ausencia de controles sociales forzosos sobre dicha producción. Con la separación capitalista de la fuerza de trabajo de las condiciones de producción necesarias, el valor de cambio –específicamente, la rentabilidad de apropiarse del valor de uso de la fuerza de trabajo y objetivarlo en valores de uso vendibles– determina qué necesidades (y de quién) se satisfacen. “El valor de cambio y la acumulación monetaria competitiva, no las necesidades dadas de los productores (o de cualquier otra persona), regulan ahora el crecimiento y el desarrollo de la producción humana” [21].

El aumento de la escala de la producción, una necesidad vital del capital

La separación social de los productores humanos de las condiciones naturales y la consiguiente dominación del valor de cambio sobre el valor de uso, explican así por qué, en comparación con formas anteriores de producción, el capitalismo impone la compulsión de realizar plustrabajo.

Esto significa varias cosas. Obtener la rentabilidad máxima impone ante todo hacer rendir al máximo la inversión realizada, minimizando los desperdicios.

El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece el trabajo de aquél. El capitalista vela por que el trabajo se efectúe de la debida manera y los medios de producción se empleen con arreglo al fin asignado, por tanto para que no se desperdicie materia prima y se economice el instrumento de trabajo, o sea que solo se desgaste en la medida en que lo requiera su uso en el trabajo [22].

Pero asegurarse que la ganancia prevista se concrete sin despilfarro es una cuestión elemental que se da por descontada. Saciar la sed de ganancia de los capitalistas exige mucho más que cumplir estas precauciones básicas. Para esto, el imperativo es ampliar a como dé lugar el plusvalor que se embolsan los dueños de los medios de producción. El primer impulso para lograrlo fue extender las horas bajo las cuáles la fuerza de trabajo debía producir en beneficio de los capitalistas. A igual gasto en salarios, una jornada laboral más larga significa más plustrabajo embolsado por los capitalistas. Como observa Kohei Saito, “Marx describe primero la desarmonía existente en la interacción metabólica entre los humanos y la naturaleza, prestando especial atención al lado humano” [23]. Como observa Marx, “los límites físicos y sociales” para la extensión de la jornada –los primeros vinculados a la inevitable necesidad de descanso sin la cual el capital no puede seguir explotando la fuerza de trabajo, los segundos definidos por el tiempo requerido “para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización”– estos son de “naturaleza muy elástica y permiten la libertad de movimientos” [24]. Por eso, si dependiera de los capitalistas, la jornada laboral sería extendida e intensificada por el capital hasta el máximo tolerable en aras de su valorización, a costa de los padecimientos de la fuerza de trabajo. Esto fue lo que impusieron hasta que la resistencia obrera le puso un freno a la voracidad del capital, arrancando leyes que limitaron la duración de la jornada laboral.

La búsqueda de explotar lo más posible a cada fuerza de trabajo, va de la mano de la reinversión del plusvalor obtenido para incrementar la escala de la producción. Se incrementa el volumen del capital desembolsado para contratar más fuerza de trabajo, producir más mercancías y obtener más plusvalor.

Para extraer más plustrabajo, los capitalistas deben aumentar la disponibilidad de materias primas y medios de trabajo sin los cuales la fuerza de trabajo no puede confeccionar más valores de uso. Sin esta disponibilidad de materiales, no habría forma de objetivar el plustrabajo adicional. La necesidad de realizar un plusvalor creciente exige también para los capitalistas buscar los medios para poder vender un volumen creciente de mercancías, ya que si éstas no se venden no se realiza el plusvalor extraído. De ahí la tendencia de esta sociedad a ampliar paulatinamente la esfera de los consumos “necesarios”, incorporando en ellos una variedad cada vez más amplia de mercancías que los capitalistas necesitan vender. Pero, al mismo tiempo, es necesario combatir la durabilidad de las mercancías. Si las cosas se fabricaran para durar toda la vida, no habría manera de que los empresarios vendan suficientes autos, lavarropas, televisores o teléfonos. Por eso, la obsolescencia programada está en el ADN del modo de producción capitalista. Por todo esto, el incremento de plustrabajo implica necesariamente una huella material creciente.

La transformación capitalista de las formas de producción

Aunque parezca a primera vista contradictorio con el hecho de que la ganancia surge de explotar fuerza de trabajo y apropiarse plusvalor, la competencia empuja a los capitalistas a reducir el tiempo de trabajo requerido para la producción de sus mercancías, es decir, a reducir el valor que se llevan por cada mercancía. Los empresarios que se terminan imponiendo en la competencia son los que logran producir más barato, con técnicas más eficientes y ahorrando en tiempos muertos y todo tipo de desperdicios. Esto reduce el valor individual de cada mercancía, pero los capitalistas que sacan ventaja pueden obtener una ganancia extraordinaria mientras el resto de los empresarios continúe con mayores costos, porque su precio individual estará por debajo del que rige socialmente. Cuando los demás lo imitan, se esfuma la ganancia extraordinaria, pero si las mercancías en cuestión entran en la canasta de consumo de la clase trabajadora, el conjunto de los capitalistas se ve beneficiado porque tiene lugar una reducción del valor de la fuerza de trabajo. Esto significa que pueden pagar menos en salarios sin que se vea afectado el consumo de la clase trabajadora. Como consecuencia de eso, aumenta el tiempo de la jornada laboral durante el cual la fuerza de trabajo genera plusvalor que se apropia el capital; esto ocurre, en este caso, sin que cambie la duración de la jornada laboral, sino por un cambio en las proporciones entre el tiempo de trabajo necesario (que reproduce el equivalente al valor de la fuerza de trabajo) y tiempo excedente. Por eso Marx se refiere a un incremento del plusvalor relativo.

El resultado de la competencia por abaratar las mercancías es la tendencia a aumentar rápidamente la productividad, que significa que durante un mismo tiempo de trabajo se producen más valores de uso. Esto es lo mismo que decir que se transforman volúmenes de materiales cada vez más elevados.

Toda la producción capitalista está dirigida a extraer el máximo plusvalor absoluto y relativo posible “y este gasto unilateral de fuerza de trabajo humano no hace más que distorsionar la relación de la humanidad con la naturaleza” [25]. Dado que tanto la fuerza de trabajo como la naturaleza

son importantes para el capital solo en tanto “portadores” de valor, este actúa en forma negligente hacia los diversos aspectos de estos dos factores fundamentales de la producción, conduciéndolos por lo general al agotamiento. De hecho, Marx describe con lujo de detalles, en El capital, cómo esta negligencia de las dimensiones materiales del proceso de trabajo conduce al deterioro y destrucción de la vida humana y el ambiente [26].

Esta búsqueda de ganar competitividad abaratando las mercancías, en la que cada capitalista participa buscando imponerse sobre sus competidores, transforma completamente las formas en las que se produce. La separación entre los productores y sus medios de trabajo es apenas el primer paso de un dominio mucho más profundo por parte del capital de todas las esferas del proceso laboral. La introducción de maquinarias cada vez más complejas e integradas, crea procesos de producción continuos en los cuales la fuerza laboral y sus destrezas van quedando en un segundo plano. Si el capitalismo empieza históricamente dependiendo de los saberes de los oficios, su desarrollo convierte cada vez más a la fuerza laboral en apéndice y asistente de medios de producción que actúan de forma cada vez más autónoma. Este dominio capitalista de las formas en las que se produce, Marx lo conceptualiza como una subsunción real. El adjetivo real es utilizado para distinguir este avance de la primera instancia en la que la fuerza de trabajo se encuentra convertida en una mercancía, pero el capital todavía no transformó profundamente las formas de la producción, por lo cual la subsunción se define como formal.

La gran industria no implica simplemente mayores volúmenes de producción. En primer lugar, trastocar el modo de producción en una esfera de la industria implica trastocarlo en las demás.

Esto es válido ante todo para esos ramos industriales que están aislados por la división social del trabajo, de modo que cada uno de los mismos produce una mercancía independiente, pero entrelazados sin embargo en cuanto fases de un proceso global. […] Pero la revolución en el modo de producción de la industria y la agricultura hizo necesaria también, sobre todo, una revolución en las condiciones generales del proceso social de producción, esto es, de los medios de comunicación y de transporte. […] De ahí que, prescindiendo de la navegación a vela, radicalmente revolucionada, un sistema de vapores fluviales, ferrocarriles, vapores transoceánicos y telégrafos fue adaptando paulatinamente el régimen de las comunicaciones y los transportes al modo de producción de la gran industria. Pero, a su vez, las descomunales masas de hierro que ahora había que forjar, soldar, cortar, taladrar y modelar, exigían máquinas ciclópeas que la industria manufacturera de construcción de máquinas no estaba en condiciones de crear.

La gran industria, pues, se vio forzada a apoderarse de su medio de producción característico, esto es, de la máquina misma, y producir máquinas por medio de máquinas. Comenzó así por crear su base técnica adecuada y a moverse por sus propios medios. Con el desenvolvimiento de la industria maquinizada en los primeros decenios del siglo XIX, la maquinaria se apoderó gradualmente de la fabricación de máquinas-herramientas. Sin embargo, solo durante los últimos decenios la construcción de enormes ferrocarriles y la navegación transoceánica de vapor provocaron la aparición de máquinas ciclópeas empleadas para fabricar primeros motores [27].

Es notable que Marx escribió El capital cuando la gran industria apenas había atravesado la primera de una serie de oleadas de grandes transformaciones que tuvieron lugar en los últimos 150 años. Tengamos en cuenta que no vio la electrificación ni mucho menos la electrónica, la informática y todo lo que vino después hasta las disrupciones que se esperan hoy con la “internet de las cosas” y la aplicación a la producción de todas las tecnologías de frontera. Los cambios en las tecnologías fueron de la mano de toda una técnica de organización de la producción que no había dado siquiera sus primeros pasos en tiempos de Marx. Esto va desde la llamada “administración científica” de Frederick Taylor y Henri Fayol que reorganizó los procesos productivos desde finales del siglo XIX, para aprovechar las potencialidades de la técnica de manera más eficiente y explotar mejor a la fuerza de trabajo. Tampoco existía cuando salió El capital la línea de montaje popularizada sobre todo a partir de los éxitos de Henry Ford a comienzos del siglo XX. Podemos entonces darnos una idea de la prefiguración que se encierra cuando Marx habla de la integración de las maquinarias como una especie de “autómata” que subordina a la fuerza de trabajo. Cada una de estas “revoluciones industriales” profundizó cualitativamente la tendencia básica de la gran industria, que es que el “trabajo muerto”, cristalizado en maquinarias cada vez más complejas, domina sobre el trabajo vivo de la fuerza de trabajo. La conexión entre medios de producción organiza de manera cada vez más autónoma los procesos productivos, y refuerza el rol de apéndice de la fuerza laboral. En proporción, se requiere una fuerza laboral proporcionalmente menor para poner en movimiento masas de medios de producción y materias primas cada vez mayores, que se plasman en volúmenes de mercancías crecientes. Por eso, a medida que se acrecienta la fuerza productiva del trabajo, ocurre al mismo tiempo que se profundiza la subsunción real y se profundiza la demanda de la locomotora productiva de materiales naturales que puedan nutrirla.

La ciencia al servicio del aumento sistemático de la producción

La producción en masa es la que por primera vez

subyuga las fuerzas de la naturaleza en gran escala (viento, agua, vapor, electricidad) al proceso de producción directo, las convierte en agentes del trabajo social […] su apropiación se produce solo por medio de maquinaria […] Por lo tanto, solo son apropiadas como agentes del proceso de trabajo a través de la maquinaria y por los propietarios de la maquinaria [28].

La gran industria tiene como prerrequisito el desarrollo del conocimiento científico como factor independiente en el proceso de producción. “De la misma manera que el proceso de producción se convierte en una aplicación del conocimiento científico, así, a la inversa, la ciencia se convierte en un factor, una función, por así decirlo, del proceso de producción” [29]. Cada invención se convierte en la base de nuevas invenciones o de nuevos métodos de producción mejorados. Es el modo de producción capitalista el que primero pone las ciencias naturales al servicio del proceso de producción directo, “mientras que, a la inversa, el desarrollo de la producción proporciona los medios para el sometimiento teórico de la naturaleza” [30]. La tarea de la ciencia “se convierte en ser un medio para la producción de riqueza; un medio de enriquecimiento” [31]. Los capitalistas “y sus funcionarios científicos y tecnológicos son libres de aislar y aplicar las formas particulares de riqueza natural que son más útiles para la mecanización del trabajo y la objetivación de este trabajo en mercancías” [32]. El comportamiento instrumental hacia la naturaleza “se vuelve dominante, pues las ciencias se desarrollan desde una perspectiva de utilidad para el capital” [33]. Esto está íntimamente relacionado a un dominio en los campos científicos de lógicas reduccionistas para abordar los fenómenos, que es muy bien criticado por autores como Richard Levins, Richar Lewontin, o Hilary Rose y Steven Rose.

La aplicación de tecnología en la gran industria y la agricultura modernas

no tiene por objetivo establecer una relación sostenible con la naturaleza, sino su utilización rentable. Al igual que la fuerza de trabajo se agota y se destruye debido a la intensificación y extensión de la producción en pos de obtener un mayor plusvalor, así también las fuerzas de la naturaleza corren la misma suerte [34].

El procesamiento instrumental de la naturaleza, “impulsado por el objetivo cuantitativamente ilimitado y cualitativamente homogéneo de la acumulación monetaria”, se produce “sin ninguna preocupación fundamental por las diversidades, interconexiones y capacidades de ajuste limitadas que gobiernan la reproducción de la naturaleza humana y extrahumana” [35]. En la pretensión de someter al conjunto de la naturaleza a la lógica continua y creciente de la acumulación, el desarrollo de la ciencia se convierte en un arma más para perturbar los metabolismos naturales sin ninguna consideración por los efectos que dichas intervenciones puedan producir en el mediano o largo plazo sobre los ecosistemas afectados.

No está dicho que la ciencia solo deba servir para imponer la homogeneización y degradación de la naturaleza. El conocimiento de los diversos metabolismos naturales es una base necesaria para establecer una relación equilibrada con la misma. Pero esta solo puede lograrse si ponemos fin a las condiciones que convierten a la ciencia en una herramienta para la explotación de la fuerza de trabajo y de la expoliación de la naturaleza.

El salto de escalas espaciales y la autonomía del capital respecto a ecosistemas específicos

La transformación de la gran industria conlleva un cambio de las escalas geográficas en las que se desenvuelve el metabolismo social, porque si algo caracteriza a la gran industria “es su celeridad febril en la producción, su escala gigantesca, su constante lanzamiento de masas de capital y obreros de una a otra esfera productiva y sus flamantes conexiones con el mercado mundial” [36]. El aumento de la producción es impensable sin una ampliación de la esfera geográfica de los mercados, que a la vez solo resulta posible con un desarrollo y abaratamiento de los medios de transporte y comunicación. La diversificación y extensión también ocurre en el plano de la extracción de recursos. Obviamente, esto ya está en la prehistoria del capitalismo. La llamada acumulación originaria que dio origen a este modo de producción, como relata el capítulo XXIV de El capital ya mencionada, tuvo entre sus puntos de apoyo el saqueo de oro y plata realizado en las colonias. Pero la expansión capitalista profundiza estas exigencias.

La transformación capitalista de las formas de producción va de la mano de una producción capitalista del espacio, sobre la cual elaboraron ampliamente pensadores marxistas como Henri Lefebvre, David Harvey y Neil Smith, entre otros. El capital se invierte en infraestructuras, que permiten al mismo tiempo acelerar la circulación del capital (trenes, autopistas, puertos aeropuertos, etc., que permiten que las mercancías se transporten más rápido, cableados de telégrafo y teléfono, fibra óptica para transmitir más información a una velocidad reducida) y generar esferas de valorización para los excedentes. Con estas reconfiguraciones, el capital puede aumentar su densidad manejando con facilidad espacios geográficos cada vez más amplios.

Este salto de escala geográfica de los procesos metabólicos sociales tiene varias consecuencias. Entre ellas, significa que el capitalismo resulta mucho menos dependiente que los modos de producción previos de la preservación de ecosistemas particulares y otras condiciones naturales localizadas. La acumulación de capital está menos limitada por áreas terrestres, elementos y formas de vida extrahumanas particulares. Esto ayuda a explicar el hecho de que el saqueo y la degradación de las condiciones naturales por parte del capitalismo, sin precedentes históricos, hasta ahora no han amenazado seriamente la reproducción y expansión de este sistema económico. “El capitalismo, más que las sociedades anteriores de explotación de clases, tiene la capacidad de destruir o degradar los fenómenos naturales mientras se reproduce y expande tanto social como materialmente” [37]. “El capital pugna por obtener un acceso seguro y barato a los recursos naturales, sin reparar en problemas como la contaminación del aire y el agua, la desertificación y el agotamiento de los recursos naturales” [38], de los cuáles se desentiende dejando detrás los pasivos ambientales como un problema ajeno, buscando siempre el próximo territorio todavía sin explotar o subexplotado que le permita reiniciar el ciclo. La explotación brutal de las fuerzas gratuitas de la naturaleza va acompañada de una feroz carrera global para asegurarse el primer lugar en la obtención de los recursos naturales críticos. Imperialismo y apropiación de bienes comunes naturales estuvieron íntimamente entrelazados desde el comienzo. Lo que observamos es que la expansión de los extractivismos profundiza la amputación ecológica que estos imponen sobre las “periferias” que nutren los procesos de producción capitalista, configurados en complejas cadenas de valor globales. Incluso la transición energética, planteada como una clave para el “desarrollo sostenible”, profundiza la exigencia del saqueo de recursos, como el litio que las multinacionales están comenzando a explotar en el NOA Argentino, Chile y Bolivia.

El orden social capitalista, entonces, relaja las limitaciones que imponen las condiciones naturales a la producción gracias a la apropiación en gran escala de las capacidades de la fuerza de trabajo y de la naturaleza en toda la geografía planetaria, y de la expansión de la variedad y el alcance espacial de la producción material.

Crisis ecológicas y perturbación de la acumulación

El capital se posiciona frente a la naturaleza como si fuera una cantera inagotable, que provee recursos utilizables sin costo y otros de los que solo contabiliza los desembolsos de capital requeridos para apropiárselos. Cuando una fuente se agota –ya sea que se trata de una tierra que pierde nutrientes, de una mina que no tiene metales para ofrecer en cantidad suficiente para resultar rentables, un pozo petrolero que no se puede recuperar, o una fauna marina raleada por la pesca indiscriminada que vuelve a dicha actividad económicamente inviable, por citar algunos ejemplos– el capital va en busca de la siguiente. Cuando una fuente energética empieza a encontrar límites, se apuesta por la siguiente para continuar un ciclo que debe perpetuarse. La contaminación del entorno como resultado de la producción, es otra de las facetas que adquiere esta relación alienada entre sociedad y naturaleza que caracteriza al capitalismo.

Sin embargo, la crisis ecológica que tiene múltiples dimensiones, pueden amenazar de distintas maneras al circuito de valorización del capital. Esta crisis ecológica planetaria da lugar a fenómenos muy imprevisibles, ya que combina shocks repentinos (catástrofes) con fenómenos continuos (como son los cambios en las precipitaciones﴿. La crisis climática, que se ubica como causa principal de desastres ambientales como las temperaturas extremas y sequías, viene golpeando severamente en actividades como la agricultura. La imprevisibilidad de las cosechas afecta los precios, aumentando costos y reduciendo márgenes de ganancia y, si la merma en las cosechas es muy fuerte, puede paralizar industrias enteras.

Una de las expresiones claras en las que el capitalismo fagocita sus propias condiciones de sostenimiento es la manera en que lleva al agotamiento de recursos fundamentales. Este puede ser absoluto, como ocurrió con fertilizantes naturales como el guano, utilizado a finales del siglo XIX hasta que sus reservas se agotaron por completo. También puede ser relativo, como está ocurriendo con los hidrocarburos y con otros minerales, de los cuales las reservas resultan cada vez menos puras o de acceso más complejo. Esto se manifiesta por ejemplo en la menor Tasa de Retorno Energético de la extracción de hidrocarburos, que significa que se requiere cada vez más gastos de energía en relación a la que se extrae.

Todo esto significa que la cuestión de la naturaleza se introduce de manera a veces dramática en la ecuación de costos del capital. Estas perturbaciones muestran que, aunque elásticos, existen límites naturales para el capital.

La cantidad de fuerza productiva del trabajo puede aumentar con el fin de obtener el mismo producto, o incluso un producto decreciente, de modo que este aumento de la fuerza productiva del trabajo solo sirve para compensar la disminución en las condiciones naturales de la productividad –e incluso esta compensación puede ser insuficiente–, como se ha visto en ciertos casos de la agricultura, la industria extractiva, etc. [39].

Si debe invertirse más, y dedicarse más trabajo, para extraerse la misma cantidad de valores de uso en actividades como la minería o la agricultura, esto significa que aumentará el valor de estos productos. El resultado es que la elaboración de todos los productos que introduzcan como insumos esos valores de uso afrontará mayores costos en insumos. Si los mayores costos de la agricultura o de otros bienes naturales repercuten en un mayor costo de vida, para el capital significa que la fuente toda su ganancia, la explotación de la fuerza de trabajo, también se ve deteriorada de manera directa, porque esto deriva en un incremento de lo que tendrá que pagar en salarios. Estos mayores costos en insumos y en salarios, repercuten negativamente sobre la rentabilidad y pueden convertirse en catalizadores de crisis económicas –las que nunca suelen estar ocasionadas por un factor excluyente–.

Confrontada por el aumento de costos por agotamiento de los recursos, “la producción capitalista intenta desesperadamente descubrir nuevas fuentes y métodos tecnológicos a escala global para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia” [40]. El capital “no duda en explotar la naturaleza en forma cada vez más extendida e intensiva, sin calcular el impacto sobre el ecosistema” [41].

Podríamos dar cuenta de otras muchas dimensiones en las que la acumulación de capital se ve amenazada por los trastornos ecológicos. Algunos ejemplos son la crisis de los sistemas de seguros (sobre todo agrícolas y de vivienda) ante la multiplicación de los riesgos ecológicos [42]; la caída de la productividad laboral debida al aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor, y sus consecuencias económicas [43]. También [el aumento de los desplazamientos poblacionales creados por catástrofes ambientales –refugiados “climáticos”– se está convirtiendo en un factor que los Estados imperialistas identifican como amenazante.

Desastres ambientales en escala ampliada

La fuga hacia adelante del capitalismo frente a los trastornos ambientales generados tiene una dinámica espacial específica, que es la de los cambios de escala. Así como la circulación de capital en todas sus facetas se ha vuelto más densa internacionalmente, creando redes cada vez más densas e integradas, iguales saltos han ocurrido en las transferencias espaciales de los peores efectos de los trastornos ambientales. Los problemas asociados a la contaminación “no solo se trasladan de un sitio a otro, también se resuelven dispersándolos y transfiriéndolos a una escala diferente” [44]. La autonomía que gana el capital respecto de entornos naturales específicos, cuya perturbación no necesariamente es una amenaza para un orden social que amplía permanentemente la escala geográfica de la acumulación y responde a cualquier amenaza que puedan generar las perturbaciones ecológicas relocalizando los procesos de producción, se choca con barreras cada vez más amenazantes en esas escalas ampliadas. Con los cambios de escala los problemas ambientales son cada vez menos locales (como la contaminación de un río o la niebla tóxica en una geografía acotada) y más regionales o directamente globales, como ocurre con el cambio climático, la destrucción de los hábitats, la extinción de especies y pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas oceánicos, forestales y terrestres, etc. También se acelera el ritmo de los impactos, de manera también exponencial. El desigual reparto de los efectos que generan estas perturbaciones –donde los mayores costos recaen los países dependientes, especialmente en los más pobres– sigue las mismas líneas de demarcación que las relaciones de clase –y de relaciones interestatales asimétricas– que ordenan la economía mundial capitalista como una totalidad jerarquizada imperialista.

La continua reproducción a una escala constantemente creciente de la acumulación capitalista, con sus derivaciones antiecológicas, no hace más que replantear la cuestión de “los límites naturales de la producción al nivel biosférico global” [45]. Por eso, el capitalismo es la primera sociedad capaz de generar una catástrofe ambiental verdaderamente planetaria.

La crítica de la economía política de Marx revela las profundidades de la orientación antiecológica que caracteriza al imperativo de la acumulación de capital. Los capitalismos verdes y todos los planteos de “sostenibilidad” que son cada vez más considerados como de sentido común en ámbitos empresariales –aunque las extremas derechas ponen en cuestión ese consenso desde posturas negacionistas de la crisis ecológica– tienen como presupuesto que la crisis ecológica puede ser afrontada bajo el dominio de la misma clase que la provocó, y manteniendo el imperativo de someter a toda la naturaleza –incluyendo la vida humana– al imperativo de la valorización. El continuo fracaso de las cumbres climáticas pone en evidencia lo falaz de estas pretensiones.

De lo analizado no se deriva, por supuesto, ninguna tendencia al derrumbe o colapso de este modo de producción bajo el peso de las contradicciones ecológicas. El capital puede continuar reproduciéndose incluso en medio de los desastres ambientales, volviendo las condiciones para la vida humana y no humana cada vez más insoportables, incluso si se ve negativamente afectada su rentabilidad y se agravan las contradicciones sistémicas. Debemos tomar en nuestras propias manos terminar con este sistema explotador del trabajo y expoliador de la naturaleza.

Solo restableciendo la unidad entre quienes producen y los medios de producción, expropiando a los expropiadores capitalistas, será posible empezar a establecer una relación sostenible entre los humanos y la naturaleza.

Notas:
capitalistas, será posible empezar a establecer una relación sostenible entre los humanos y la naturaleza.

Notas: (…)
Esteban Mercatante. @EMercatante. Economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Autor de los libros El imperialismo en tiempos de desorden mundial (2021), Salir del Fondo. La economía argentina en estado de emergencia y las alternativas ante la crisis (2019) y La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo (2015).

https://www.laizquierdadiario.com/La-acumulacion-de-capital-y-sus-derivas-antiecologicas
Fuente: https://rebelion.org/la-acumulacion-de-capital-y-sus-derivas-antiecologicas/

Ecología y comunismo

Esteban Mercatante

La manera irrefrenable en la que el capitalismo dislocó el metabolismo socionatural, se ha vuelto quizás una de las muestras más contundentes de la necesidad de superar este modo de producción. Su continuidad se ha vuelto una amenaza para la supervivencia de la humanidad y de muchas otras especies. La seguidilla de eventos disruptivos, vinculados muchos de ellos al cambio climático, pero también a otros trastornos ambientales que produce la dinámica desquiciada de la acumulación, plantean con urgencia la necesidad de activar los “frenos de emergencia”.

La evidencia de que no hay “planeta B”, y que al único que tenemos el capitalismo se lo devora de manera cada vez más acelerada, acerca a sectores, sobre todo de la juventud, a las posturas críticas anticapitalistas. Los proyectos de “capitalismo verde”, que afirman la posibilidad de una transición energética bajo comando de los empresarios y afirman que es posible encaminar este sistema a un sendero “sostenible” en términos ambientales, se paran sobre pies de barro. A pesar de los negocios rentables que muchos sectores vienen haciendo cada vez más exitosamente con energías “limpias”, éstas van de la mano del desarrollo de nuevos desastres ambientales como el que genera el extractivismo del litio, que se desarrolla hoy con métodos altamente invasivos que producen numerosas consecuencias negativas allí donde se desarrollan. Al mismo tiempo, las energías de transición no significaron una disminución en la utilización de hidrocarburos, sino que se sumaron a ésta para aumentar el total de energía consumida.

Esto explica el dinamismo del ecosocialismo, una de las vertientes de la crítica anticapitalista de gran vitalidad en la actualidad. No se trata de una corriente homogénea, sino que, por el contrario, encontramos planteos divergentes de cómo debe responderse a los legados de crisis ecológica que deja el capitalismo y hacia dónde debe apuntar una sociedad poscapitalista, o más precisamente, comunista. Hay dos posturas, que tienden a polarizar el debate en el campo ecosocialista. Son, por un lado, quienes apuntan hacia el decrecionismo, y, por otro, los “ecomodernistas” que depositan un optimismo excesivo sobre las soluciones tecnológicas para responder a la crisis ecológica y continuar con el aumento generalizado de la producción y el consumo. En contrapunto con estas posturas, vamos a proponer algunas coordenadas para pensar la perspectiva comunista ante la necesidad de responder al metabolismo socionatural trastornado que el capitalismo agrava diariamente.

¿De lujo completamente automatizado?

Para una mirada del comunismo que podríamos llamar ecomodernista, la respuesta está en la aceleración del desarrollo tecnológico. El diagnóstico central es que la innovación en el capitalismo se encuentra más limitada para desplegar todas sus potencialidades, porque le cuesta cada vez más traducirse en modelos de negocios rentables que justifiquen las inversiones. Este es el diagnóstico de Aaron Bastani, autor de Comunismo de lujo plenamente automatizado. Liberar el desarrollo tecnológico de estas trabas que le imponen las relaciones de producción capitalistas permitiría, en opinión de Bastani, automatizar plenamente los procesos productivos. Pero esta automatización comunista sería compatible con la resolución de los problemas ecológicos. Abundancia (entendida como acceso a bienes sin fin a la vista) y sustentabilidad pueden ir de la mano, gracias a numerosos cambios, grandes y pequeños, que en algunos casos ya están en marcha, pero se podrían acelerar bajo nuevas relaciones de producción comunistas. Estas iniciativas van desde la introducción en gran escala de energías renovables, a la implementación de mejores métodos de aislamiento para mantener las temperaturas sin requerir calefacción, o aprovechar mejor el calor solar, pasando por el reemplazo de la cría de ganado a gran escala para la alimentación por el consumo de carne sintética. Pero Bastani no se detiene ahí. Como la automatización requiere materiales, y especialmente hará falta capacidad de almacenamiento de energía, imagina que la minería espacial (la extracción de metales de los asteroides) puede ofrecer la respuesta. También debemos imaginar, aunque no lo explicite tan claramente, que el espacio puede ser destino para la chatarra que se acumula de manera cada vez más insostenible en numerosas partes del planeta.

Un supuesto que le permite a Bastani concluir que un comunismo de lujo completamente automatizado y ambientalmente sustentable es alcanzable si se termina con los límites que impone el capital al desarrollo tecnológico, es que, en buena medida, el “lujo” tiende a desacoplarse del impacto ambiental. Aunque no lo explicite así, el autor hace suya la noción de que, con el peso creciente de las tecnologías de la información en los más variados ámbitos de la vida, los procesos de producción se desmaterializan, y por tanto la huella ambiental se reduce en relación con el crecimiento económico. La información, una vez producida, se puede reproducir con costo tendiente a cero. Si extrapolamos esto hacia todas las esferas de una producción que aparece cada vez dominada por la información en el control de distintos procesos, podemos concluir que tiende a haber una desmaterialización generalizada, al menos parcial.

No faltan quienes aportan estadísticas de que este desacople es lo que viene ocurriendo en los países más desarrollados; pero muchas de esas evidencias del desacople se obtienen haciendo abstracción de cómo esos países ricos, imperialistas, sustentan su reproducción (incluyendo con este término los procesos de acumulación capitalista que sus multinacionales comandan desde ahí explotando trabajo y recursos en todo el globo) en numerosos procesos materiales que ocurren fuera de sus fronteras. No hay desmaterialización sino deslocalización de los procesos materiales en terceros países, a donde “tercerizan” los impactos ambientales. Cuando introducimos esta “deslocalización” de la huella material en la ecuación, no ocurre tal desacople.

Sustentar la idea de que un comunismo de lujo automatizado tiene un camino despejado sobre la base de estos débiles presupuestos, puede ser ruinoso.

Para Marx, nos recuerda Terry Eagleton, la posibilidad del socialismo estuvo dada por el desarrollo de las fuerzas productivas que realizó el capitalismo,

pero la tarea de expandirlas no corresponde al socialismo […] El socialismo viene aupado sobre la base de esa riqueza material, pero no es el constructor ni el acumulador de la misma […] La labor del socialismo no consiste tanto en espolear esos poderes como en someterlos a un control humano racional [1].

Bastani no estaría de acuerdo con estas apreciaciones; su “comunismo de lujo” abraza un crecimiento de la riqueza incluso más rápido que el del capitalismo, aunque socializada para todos y todas.

El comunismo de lujo plenamente automatizado de Bastani prefigura más un cambio en la distribución que en las formas de producción y consumo que imprime el capitalismo. Es notable cómo no hay en la hoja de ruta hacia el comunismo que plantea, ningún protagonismo de la fuerza de trabajo, enajenada bajo el capitalismo, para pensar una profunda reorganización y rearticulación de ambos procesos, de producción y consumo, que bajo el capitalismo se encuentran separados por la transformación de la fuerza de trabajo en una mercancía, alienada de los medios de producción y obligada a venderse a cambio de un salario para alcanzar los medios de subsistencia. La clase obrera no aparece, para Bastani, como un agente capaz de ingresar en el terreno de la producción para terminar con esa separación forzada. Se limita a proyectar una automatización plena de la producción, proceso donde la protagonista sería la tecnología en sí misma más que la clase social, y a apuntar en paralelo a una extensión de las formas de consumo vigentes para el conjunto de la sociedad. Una especie de “comunalización” de los patrones de consumo capitalistas, sustentada en proyecciones extravagantes sobre la posibilidad de expandir la extracción de recursos más allá de las fronteras planetarias. No hay una crítica del trabajo alienado bajo el capitalismo, sino una suscripción lisa y llana a lo que Dave Beech denomina los “discursos del rechazo al trabajo, del antitrabajo y del imaginario post-trabajo” [2], tendencia por la que se inclinan la mayor parte de los postcapitalistas contemporáneos.

De esto se desprende, en opinión de Beech, que “la tendencia política contemporánea del poscapitalismo no alinea adecuadamente la abolición del trabajo [que se piensa simplemente como su eliminación, como automatización; N. de R.] con la superación del capitalismo” [3].

No debería sorprendernos, entonces, que muchos postcapitalistas que sueñan con “eliminar” el trabajo, al que rechazan, en vez de pensar en su profunda transformación, proyecten la continuidad, más allá del capitalismo, de formas de consumo que son intrínsecas de este modo de producción, con lo cual contribuyen a naturalizarlas y deshistorizarlas. Como estas no resultan universalizables de manera sustentable en los límites que plantea el planeta, no sorprende la necesidad de imaginar soluciones intergalácticas a los desafíos ambientales, como las que propone Bastani, que nos ofrece una variante “comunista” (de lujo) de los desvaríos espaciales de Elon Musk o Jeff Bezos.

¿Comunismo decrecionista?

Kohei Saito desarrolla, en crítica a los planteos comunistas economodernistas, un planteo diametralmente opuesto. Aunque en su primer estudio sobre las obras más tardías de Marx, La naturaleza contra el capital no lo planteaba tan abiertamente, en sus libros más recientes, como Marx in the Anthropocene, Saito manifiesta claramente que el comunismo hoy debe ser decrecionista, una cuestión que es planteada casi como de sentido común. Con este posicionamiento, no está haciendo más que plegarse a una corriente que viene ganando influencia [4], en la que también encontramos otros autores de posturas anticapitalistas y que coquetean con que el decrecionismo solo puede llegar a ser viable con alguna variante de socialización de los medios de producción, como es el caso de Jason Hickel y –en cierta medida– de Giorgios Kallis, de quienes ya hemos hablado en artículos anteriores. En los últimos tiempos, la publicación Monthly Review, en la que tienen una importante responsabilidad editorial John Bellamy Foster, también ha suscrito a una perspectiva decrecionista.

El planteo comunista decrecionista, se distingue de la corriente más general (y extendida) del decrecionismo que plantea que es necesaria una drástica reducción planificada de la producción social con los fines de bajar la presión sobre los recursos del planeta, pero no es muy clara respecto del tipo de transformaciones sociales requeridas para llevarla adelante. Si bien esta reducción del volumen del metabolismo social está asociada en la mayor parte de los enunciados decrecionistas a una transformación en los modos de “cómo se produce”, nunca termina de estar claro qué tipo de organización de la producción social, alternativa al capitalismo, prefiguran. Tampoco, donde estarían los puntos de apoyo ni los agentes sociales capaces de transformar en estrategia los postulados de “cambio cualitativo” que prescriben. No obstante, estas serias dificultades para articular una perspectiva coherente, la idea de que la salida a los problemas contemporáneos pasa por alguna variante de decrecionismo gana terreno entre sectores del ecologismo crítico del capitalismo. Esto ocurre sobre todo en los países imperialistas desarrollados [5].

Quienes unen la defensa del decrecionismo con la perspectiva del comunismo, como Saito, no son ambiguos en estos aspectos; plantean claramente que este puede ser socialmente equitativa e hipotéticamente viable sólo terminando con el capitalismo. Su énfasis está en que comunismo y decrecionismo pueden acoplarse sin mayores contradicciones, minimizando o ignorando aquellos aspectos de algunos de los principales exponentes del decrecionismo que contradicen o rechazan cualquier horizonte socialista. Obviamente, que algunos decrecionistas sean críticos del comunismo, no es suficiente motivo para afirmar que una estrategia comunista no debería tener en cuenta los planteos decrecionistas o introducir sus coordenadas.

Hay cuestiones, que llevan a estos autores a propugnar un “comunismo decrecionista”, que deben ser tomadas muy en serio, y no se pueden descartar a la ligera. El nivel de expoliación de la naturaleza alcanzado por el capitalismo, que además de traducirse en el calentamiento global y otros varios trastornos significa que en la actualidad se consume cada año el doble de los recursos que el planeta es capaz de reponer, condiciona la manera en que podemos pensar el comunismo hoy. Si la acción revolucionaria de la clase obrera lograra expropiar al capital e imponer una transición al comunismo en porciones considerables del planeta, deberá lidiar con esta herencia de deterioro del metabolismo socionatural producida por el capitalismo. ¿Cómo entender bajo estas condiciones la posibilidad de alcanzar un mundo donde se haga posible el lema “a cada quién según su necesidad”?

Pero la buscada síntesis de perspectivas que se encierra en el “comunismo decrecionista”, termina constriñendo el horizonte de posibilidades con las que podemos contar, si arrebatamos el control de los medios de producción de la minoría capitalista y los gestionamos colectivamente, para establecer un metabolismo socionatural equilibrado. Solo aquellas variantes que sean compatibles con los postulados decrecionistas entran en consideración.

En el caso de Saito, podemos ver que en su “comunismo decrecionista” hay, por momentos, planteos sobre el rol del desarrollo tecnológico que pueden tener rasgos unilaterales. El autor critica correctamente las dimensiones despóticas que conlleva el desarrollo tecnológico en el capitalismo, donde “depende del carácter antidemocrático y verticalista del proceso de producción, con la concentración del poder en manos de unos pocos” [6]. Partiendo de esta advertencia correcta, por momentos parece desestimar la importancia que puede tener un mayor desarrollo de las fuerzas productivas en una sociedad comunista, en la cual el metabolismo equilibrado con la naturaleza sea un objetivo central. Nos advierte que “para Marx en la década de 1870, una sociedad post-escasez no tiene por qué basarse en el desarrollo tecnocrático de las fuerzas productivas” [7]. Por momentos da la impresión de homologar todo aumento de la productividad con aumento del volumen de producción, cuando en realidad puede lograrse produciendo lo mismo en menos tiempo para ahorrar trabajo social, que es lo que podría proponerse una sociedad no basada en la explotación del trabajo como el capitalismo. Al sugerir este tipo de identificación, Saito se inclina por hacer hincapié más bien en que se puede llegar a la abundancia aún bajando la productividad, lo cual, en algunos sentidos, puede ser cierto y necesario, pero no puede necesariamente convertirse en norma.

No podemos dar la espalda a la posibilidad de desarrollar nuevas tecnologías más productivas en una sociedad comunista aunque esta no busque producir siempre más y más como fin en sí mismo –como ocurre en el capitalismo–, sino con la meta de aumentar el rendimiento del trabajo para economizarlo. Es decir, determinados desarrollos tecnológicos pueden ser aliados de una sociedad que busque reducir el trabajo necesario, siempre y cuando se tenga, en todo momento, presente la meta de sostener una relación racional o equilibrada con el metabolismo natural. Al mismo tiempo, las “soluciones tecnológicas” a los problemas ambientales que está dejando como herencia el capitalismo a cualquier formación económico social que lo suceda, que pueden ser falaces como la estrategia de mitigación propuesta por el capitalismo verde para seguir creciendo desenfrenadamente, o en la manera en que son encaradas por los postcapitalistas con su fetichismo tecnológico, pueden ser parte del arsenal necesario en una sociedad de transición al comunismo. No se puede confiar que la tecnología por sí sola resolverá los trastornos del desarrollo capitalista; la tecnología nunca es neutra sino que sus desarrollos dependen de la sociedad en la que se inscriben. Pero tampoco dar la espalda a la posibilidad de introducir, bajo el dominio de otras relaciones sociales basadas en el desarrollo más pleno de las personas y en la búsqueda del equilibrio con el metabolismo natural, mejoras tecnológicas que vayan en el sentido de alcanzar estos objetivos, o de revertir los lastres legados por el capitalismo.

Imponernos que el comunismo deberá ser decrecionista termina cercenando un abordaje más rico de las decisiones que podrán plantearse para una sociedad basada en la socialización de los medios de producción para asegurar un bienestar material para el conjunto de la sociedad, y lidiar al mismo tiempo con el legado de crisis climática, proponerse alcanzar y sostener un metabolismo socionatural equilibrado, sin renunciar a la idea de asegurar un bienestar. Si bien la “herencia” de desastres ambientales que lega el capitalismo restringe las opciones, estás son bastante más amplias que lo que puede compatibilizarse con los planteos decrecionistas, aún en sus variantes más “comunistas”.

Planificar el metabolismo socionatural

En los debates entre exponentes de las posturas mencionadas, hay una tendencia a barrer la complejidad detrás de la polarización, como señala correctamente Ståle Holgersen. Se simplifican las posiciones criticadas, desmereciendo los puntos atendibles que cada perspectiva tiene para aportar. La cuestión se traba en binarismos sobre si una sociedad postcapitalista debe proponerse “menos” o “más”. Pero, “para los socialistas, la cuestión principal no es si estamos a favor o en contra del crecimiento. Esta no debería ser una línea en la arena que divida a los movimientos desde el principio” [8].

Lo que necesitamos, continúa Holgersen, son

programas de transición ecosocialistas para planificar, construir y organizar una nueva hegemonía, y un movimiento ecosocialista para hacerla realidad, para un mundo que dé prioridad a las necesidades humanas dentro de límites ecológicos. Esto lo podemos hacer sin quedarnos estancados en el “crecimiento” [9].

¿Cuáles son las coordenadas por las que debería guiarse ese “mundo que dé prioridad a las necesidades humanas dentro de límites ecológicos”? Troy Vettese y Drew Pendergrass plantean algunas pistas interesantes en su reciente Half-Earth Socialism (Socialismo de medio planeta). Los autores muestran una inclinación claramente decrecionista, y el libro podría criticarse por achacarle a Marx una mirada enteramente prometeica, minimizando los matices y tonalidades que siempre caracterizaron a este respecto al autor de El capital. Esto último lleva a los autores a minusvalorar la centralidad de los aportes marxianos a la crítica ecológica, y en muchos casos vemos ideas claramente alineadas con el pensamiento de Marx que no son justamente reconocidas. Pero más allá de las discusiones que podrían abrirse por estos y otros puntos, Vettese y Pendergrass aciertan en mostrar la fuerza de una planificación socialista del conjunto de los recursos para encarar la emergencia ecológica con la rapidez que esta exige, lo que incluye destinar vastas áreas del planeta a la regeneración de vida silvestre. De ahí la idea de “medio planeta”, que toman del biólogo Edward Osborne Wilson y que resulta fundamental para asegurar la biodiversidad y poner límites a la sexta extinción en curso.

Los autores destacan que la única manera de compatibilizar los objetivos de “proveer a todas las personas las bases materiales para una buena vida –sustento, refugio, educación, arte, salud– mientras al mismo tiempo se protege la biosfera de la desestabilización” [10]. Este es el desafío que se plantea el estudio de “los límites planetarios”, que en opinión de Vettese y Pendergrass solo puede ser un programa de investigación “incompleto si fracasa en reconocer la imposibilidad de alcanzar estas metas dentro del capitalismo” [11].

Los autores construyen su argumento en crítica directa del ambientalismo mainstream, más allá de los matices que pueda haber entre políticas más libremercadistas o de tinte más keynesiano, cuyos límites están marcados por lo que resulte compatible con el capitalismo. Pero el capital, esa personificación impersonal que se guía simplemente por la búsqueda de la acumulación de capital en escala cada vez mayor, “dirige ciegamente la nave de los tontos hacia el desastre ecológico […] el capital puede sentir solo señales de precios para guiar su paso”. Este pasaje nos remite claramente a lo que Marx apunta en El capital cuando analiza el fetichismo de la mercancía, que determina una objetivación de las relaciones sociales, que los individuos personifican pero no pueden alterar sin modificar sus bases sociales.

Si el capitalismo es una sociedad caracterizada por el control inconsciente, entonces el socialismo debe ser la restauración de la consciencia humana como una fuerza histórica. En la práctica, esto significa que el mercado debe ser reemplazado por el planeamiento [12].

Half-Earth Socialism hipotetiza cómo podría llevarse a cabo una planificación in natura, es decir, en términos materiales (es decir, sin necesidad de recurrir a valores). Se apoyan en los esquemas propuestos por Otto Neurath, socialdemócrata alemán que en 1919 fue nombrado responsable de la Oficina de Planificación Económica destinada a promover la completa socialización de la economía bávara. Si el objetivo del socialismo “es permitirle a la humanidad regularse conscientemente a sí misma y su intercambio con la naturaleza”, la mejor forma de alcanzar este objetivo es elegir entre planes alternativos que representen “distintas visiones de cómo la capacidad productiva de la sociedad puede ser desplegada”. Half-Earth Socialism encuentra en la programación lineal desarrollada por el economista y matemático soviético Leonid Kantoróvich un método posible para presentar distintas alternativas de acuerdo a cómo se combinen de manera concreta las “dos restricciones esenciales” que surgen del corpus científico de los límites planetarios: “limitar la extracción para mantener a la biosfera saludable, y al mismo tiempo distribuir de manera equitativa suficientes recursos naturales para proveer a las necesidades humanas”. Objetivos generales que se pueden traducir en múltiples combinaciones, que a través de instrumentos como la programación lineal se pueden convertir en planes alternativos. La planificación, sobre bases socialistas, “puede trazar varios caminos hacia un planeta sustentable e igualitario”. La cibernética de Norbert Wiener, Andrey KLolmogorov, y Anatoly Kitov, entre otros muchos investigadores, así como los aprendizajes que dejó el proyecto Cybersyn llevado a cabo por Stafford Beer en Chile durante el gobierno de Salvador Allende, también juegan su parte para que la planificación pueda desarrollarse y aplicar las correcciones necesarias sobre la marcha. Vettese y Pendergrass muestran también como desarrollos más recientes como los modelos de evaluación integrada usados por los científicos del clima también pueden enriquecer los mecanismos de planificación.

Lo interesante del ejercicio propuesto por Half-Earth Socialism es que sale de los binarismos entre ecomodernismo y decrecionismo. Sin confiar en un prometeísmo tecnooptimista del “comunismo de lujo automatizado” ni resignarnos a las estrecheces que propugna el decrecionismo, poner el eje en la planificación socialista puede permitir discusiones más sobrias sobre la manera en que una sociedad basada en la socialización de los medios de producción que hoy están en manos de una minoría de explotadores, puede hacer compatibles los objetivos de (re)establecer un metabolismo socionatural equilibrado y la satisfacción más plena de las necesidades sociales.

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NOTAS AL PIE: (…)
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Qué Abya Yala

Historia y presente/ Ofensiva del sistema mundo capitalista /
Alternativas emancipatorias

Historia y presente

El aumento de la demanda de aceite de soja para combustibles
amenaza con colapsar la Amazonía brasileña

8 de noviembre de 2022

Ecologistas en acción

Un nuevo estudio analiza la relación entre el incremento del uso de aceite de soja para producir carburantes y los niveles históricos de deforestación de extensas zonas de Brasil.

– Un nuevo estudio analiza la relación entre el incremento del uso de aceite de soja para producir carburantes y los niveles históricos de deforestación de extensas zonas de Brasil, así como con el aumento del precio de alimentos básicos y la destrucción de un ecosistema clave para la vida en el planeta.

– Ecologistas en Acción alerta de que la eliminación progresiva del aceite de palma en la fabricación de combustibles está provocando la utilización masiva de otros cultivos alimentarios como el aceite de soja, con unos impactos muy negativos que deben ser frenados.

– La UE en su conjunto, y España como Estado miembro, deben catalogar el aceite de soja como materia prima insostenible y abandonar de inmediato su utilización para la fabricación de combustibles, tal y como ha propuesto el Parlamento Europeo.

Según el informe publicado hoy por la organización europea Transport&Environment, de la que forma parte Ecologistas en Acción, el fuerte aumento de la demanda de aceite de soja para producir combustibles está directamente relacionado con la aceleración de la deforestación en la Amazonía brasileña, que en 2021 alcanzó su máximo de los últimos 15 años. Una tendencia que se mantiene en 2022, año en el que se ha registrado el mayor nivel de destrucción de la selva brasileña entre los meses de enero y agosto desde 2008.

Tal y como pone de manifiesto el estudio, dicha tendencia coincide con un incremento progresivo en la demanda de aceite de soja para la fabricación de combustibles. En efecto, mientras en 2005 tan solo el 6 % del aceite de soja producido en el ámbito global iba a parar a nuestros depósitos, en 2021 la cifra se había triplicado para alcanzar el 20 %. Si tenemos en cuenta los volúmenes de soja procesados en este periodo, estos han aumentado un 580 %, pasando de 2,1 millones de toneladas en 2005 a 12,2 en 2021.

La UE ha contribuido en gran medida a dicho aumento de la demanda. El fomento de la producción de combustibles procedentes de cultivos alimentarios establecido en la Directiva de Energías Renovables ha provocado que el consumo de aceite de soja en la UE se haya duplicado entre 2015 y 2017. Y esta tendencia podría verse agravada en el futuro: tras la catalogación por Bruselas del aceite de palma como materia prima de alto riesgo en 2019 y el abandono previsto de su uso en 2030, la industria se focaliza cada vez más en materias primas como la soja. De ahí que, según cálculos de Transport&Environment, la demanda de aceite de soja podría cuadriplicarse en los próximos años.

Según el informe publicado, demanda de aceite de soja y deforestación van de la mano. Amplios territorios de selva (como la Amazonía) y de sabana (como El Cerrado, un extensísimo bioma al sur de aquella) han sido arrasados para convertirse en zonas de cultivo de la soja. Incluso tierras deforestadas para ganadería industrial acaban cediendo a la presión del monocultivo de la soja, lo que fuerza a las explotaciones ganaderas a adentrarse aún más en la selva.

Los datos mostrados por el informe son concluyentes: la superficie de terreno dedicada al cultivo de soja en la Amazonía ha aumentado 10 veces entre 2009 y 2019. Algo coherente con las estimaciones de la FAO, que muestra cómo, mientras la superficie para ganadería se ha mantenido estable en Brasil desde el año 2000, las tierras destinadas al cultivo de soja, maíz y caña de azúcar —los cultivos más demandados para la fabricación de combustibles— han crecido en 23, 6,4 y 5,2 millones de hectáreas, respectivamente.

Paradójicamente, ese aumento de la superficie de tierra cultivada no se está empleando para producir alimentos que satisfagan las necesidades alimentarias de personas y animales, como pone de manifiesto el hecho de que las áreas dedicadas al cultivo de arroz o leguminosas ocupan hoy 3,6 millones de hectáreas menos que en 2000.

Por otro lado, la fuerte demanda de cultivos alimentarios para producir carburantes ha provocado importantes subidas en los precios de los aceites vegetales, que alcanzaron un máximo histórico en 2021. La presión sobre una materia prima como la soja genera aumentos inmediatos en el coste de otras materias primas, como aceites vegetales, cereales o productos lácteos.

Intensificada por la guerra en Ucrania, esta situación se traduce en un aumento de los niveles de inseguridad alimentaria en numerosos puntos del planeta: según el Programa Mundial de Alimentos, el número de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda ha pasado de algo más de 200 millones en 2019 a 345 millones a día de hoy.

Paralelamente, la destrucción de ecosistemas para el monocultivo de la soja tiene efectos nefastos sobre la vida en espacios de enorme riqueza natural. Según el estudio de Transport&Environment, se calcula que el jaguar ha perdido en torno al 50 % de sus hábitats originales como consecuencia de la deforestación de la Amazonía. Igualmente, en el informe miembros de comunidades indígenas denuncian situaciones de hostigamiento para abandonar sus territorios, incendios provocados, rociamiento de comunidades con pesticidas o contaminación de sus aguas, entre otras agresiones por parte de la industria.

Para frenar todos estos impactos, el estudio apunta a una serie de recomendaciones políticas para la UE, inmersa en el proceso de revisión de la Directiva de Energías Renovables. En opinión de Pablo Muñoz, portavoz de la campaña de biocombustibles de Ecologistas en Acción, “la UE puede y debe frenar el daño que la expansión de la soja está provocando en Brasil y otros puntos del planeta. Para hacerlo, la Comisión y el Consejo deben simplemente apoyar la propuesta del Parlamento Europeo de abandonar en 2023 el aceite de palma y de soja para producir combustibles”.

Algo que aplica igualmente a los Estados miembro individualmente, según recuerda el portavoz ecologista: “España debe sumarse a otros países de la UE que ya han decidido abandonar tanto la palma como la soja. Seguir quemando alimentos en nuestros depósitos no tiene ninguna justificación, como tampoco la tiene seguir deforestando y agravando la crisis climática que nos afecta”.

https://www.ecologistasenaccion.org/212288/el-aumento-de-la-demanda-de-aceite-de-soja-para-combustibles-amenaza-con-colapsar-la-amazonia-brasilena/
Fuente: https://rebelion.org/740752-2/

  Ofensiva del sistema mundo capitalista

Brasil y Bolivia concentran el 90% de
la deforestación y degradación de la Amazonia

 

Según una investigación, dada a conocer por la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, el bosque tropical más grande del mundo se encuentra a puertas de la “destrucción irreversible del ecosistema”

5 de septiembre2022

Por Andrés Rodríguez

La Amazonia se encuentra inmersa en una crisis o punto de no retorno debido a las altas tasas de deforestación y degradación. Esta situación no es un escenario futuro, sino un estado ya presente en algunas zonas de la región. Países como Brasil y Bolivia concentran el 90% de la deforestación y degradación combinadas, entendidas como perturbaciones en el bosque. Como resultado, la sabanización, proceso que lleva a un ecosistema a convertirse en llanuras con pocos árboles o muy distanciados entre síya se está produciendo en ambos países, de acuerdo conel informe La Amazonia a contrarreloj: un diagnóstico regional sobre dónde y cómo proteger el 80% al 2025, dado a conocer este lunes, en Lima, Perú, en la V Cumbre Amazónica de Pueblos Indígenas, organizada por la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).

La investigación, dada a conocer por líderes indígenas amazónicos e investigadores, aborda la problemática a nivel nacional en los nueve países de la cuenca y evidencia que el 34% de la Amazonia brasileña ha entrado en un proceso de transformación, al igual que el 24% de la Amazonía boliviana, seguido por Ecuador con el 16%, 14% en Colombia y 10% en Perú, que son los países con mayores índices. Asimismo, la sabanización ya es una realidad en el sureste de la región, principalmente en Brasil y Bolivia. Ambas naciones comparten las invasiones o avasallamientos como causa central de la deforestación. Esta problemática pone en el centro de las soluciones a los Estados y sus marcos legales.

La Amazonia se encuentra a puertas de la “destrucción irreversible del ecosistema” debido a las altas tasas de pérdida y perturbación de la selva que, combinadas, ya alcanzan el 26% de la región. Sin embargo, el 74% restante, 629 millones de hectáreas de áreas prioritarias siguen en pie y requieren protección inmediata. La Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) conceptualiza a la Amazonía como un ecosistema integral que cubre un área de investigación de 847 millones de hectáreas. “Sin saberlo, comemos, nos transportamos y nos vestimos con productos que destruyen a la Amazonía. No podemos darnos el lujo de perder una hectárea más. El futuro de la Amazonía es una responsabilidad de todos”, dijo Alicia Guzmán, representante de Stand.Earth, una de las coordinadoras que forma parte de la coalición “Amazonia por la Vida”.

Según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales, dependiente de la Agencia Espacial Brasileña, en los últimos 30 días se registraron vía satélite 31.513 alertas de incendios en la Amazonia, convirtiendo al pasado agosto en el peor desde 2010, cuando las quemas ascendieron a 45.018 en todo el mes. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sugirió que el incremento de los incendios fue causado por eventos naturales o por las comunidades indígenas, según dio a conocer en una entrevista con Globo TV el pasado 22 de agosto.

“En Brasil somos testigos de un Gobierno con una política de Estado frontalmente antiindígena que intenta, de todas las maneras posibles, legalizar lo ilegal. La destrucción y codicia desenfrenada a nuestros territorios ancestrales, nuestra Amazonia, en el norte del país, es la cara visible de la histórica violación de derechos a los que nosotros estamos sujetos hace décadas”, dijo Nara Baré, ex coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña.

Según el mismo informe, desarrollado desde 2021 por la RAISG—con datos desde 1985 a 2020—, la industria ganadera es la mayor impulsora de la deforestación en la Amazonia. La deforestación causada por la ganadería en la selva amazónica representa casi el 2% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) anualmente.La mayor parte de la actividad ganaderaen el mundo tiene lugar en Brasil.

La investigación también señala que el 66% de la Amazonia está sujeta a algún tipo de presión fija o permanente. Apunta a que donde hay fuerte presencia estatal se presentan amenazas y presiones o impulsores “legales” y en sitios donde la presencia gubernamental es débil, se presentan impulsores “ilegales”.Los territorios indígenas y áreas protegidas no están almargen de esta realidad. “Los bloquespetroleros, centrales hidroeléctricas yminas se planifican a lo largo y ancho de la Amazonia. Los marcos legales vigentes generan condiciones para que los Estados concesionen licencias en bosques intactos o territorios indígenas sin el consentimiento libre previo e informado de las poblaciones que habitan la región”, señala el documento.

Otro dato que no es menor, presente en el informe, es que entre 2015 y el primer semestre de 2019, 232 líderes comunitarios indígenas fueron asesinados en la región en disputas por la tierra y recursos naturalesEn 2020, esta tendencia se mantuvo. Mientras que, en 2021, un tercio de todas las violaciones registradas en las Américas fueron contra defensores de los derechos ambientales, territoriales y de los pueblos indígenas. Debido a la alarmante situación de violencia en la región, el pasado julio, el Parlamento Europeo ha adoptado una resolución que condena las políticas de derechos humanos del presidente brasileño y denuncia la creciente violencia contra defensores, indígenas, minorías y periodistas en Brasil, incluido el asesinato de Dom Philips y Bruno Pereira.

Existe una correlación directa entre la destrucción de nuestro hogar y los asesinatos a líderes y lideresas indígenas, defensores de nuestros territorios. Hemos corroborado que el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas de la cuenca amazónica es una solución urgente para salvaguardar el 80% de la Amazonia. Debemos actuar todos en unidad, y debemos hacerlo antes de 2025″, dijo José Gregorio Díaz Mirabal, líder indígena y coordinador general de la COICA.

Fuente: https://elpais.com/america-futura/2022-09-05/brasil-y-bolivia-concentran-el-90-de-la-deforestacion-y-degradacion-de-la-amazonia.html


¿Amazonía en el punto de no retorno?: Brasil y Bolivia son los países

con mayor deforestación y degradación de sus bosques

15 septiembre 2022

Por Ivette Sierra Praeli

  • Un estudio elaborado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada señala que un 26 % de los bosques amazónicos se han transformado de manera irreversible y presentan alto nivel de degradación.
  • La sabanización de la Amazonía ya está presente en Brasil y Bolivia, mientras que Ecuador, Colombia y Perú avanzan en el mismo sentido.

Las cifras de deforestación y degradación de los bosques amazónicos han llegado al 26 % en todo el territorio de la Amazonía que cubre 847 millones de hectáreas: 20 % ha sufrido una pérdida irreversible y 6 % presenta alta degradación. El punto de no retorno de la Amazonía ya no es un escenario futuro, sino del presente en algunas zonas de la región. Además, de los nueves países que conforman la cuenca amazónica, Brasil y Bolivia tienen las mayores cantidades de destrucción y como resultado “la sabanización ya se está produciendo en ambos países”.

Así lo indica el estudio La Amazonía contra reloj: un diagnóstico regional sobre cómo proteger el 80 % al 2025, elaborado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) —en coalición con la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) y Stand.earth— que se presentó en la V Cumbre Amazónica de Pueblos Indígenas realizada en Lima, Perú.

En el estudio se destaca que Brasil y Bolivia concentran el 90 % de la transformación y alta degradación que afecta a la cuenca amazónica. El restante 10 % lo comparten Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela, con cifras de pérdida de bosques amazónicos cada vez más preocupantes.

Cabe precisar que según los estudios de Thomas E. Lovejoy y Carlos Nobre el punto de no retorno ocurre cuando la deforestación y degradación combinadas superan el umbral de entre el 20 % y 25 %, cifra que los científicos consideraron para la Amazonía este, sur y central.

“Estamos destruyendo el agua, la biodiversidad, los alimentos. El ser humano, las empresas extractivas y los gobiernos continúan con una economía de combustibles fósiles y están destruyendo nuestro presente y nuestro futuro. Este es un llamado de emergencia”, dijo José Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), durante la presentación de este informe.

El documento reúne información sobre el estado actual de las áreas prioritarias clave en la Amazonía, datos de la situación de la biodiversidad e identifica los impulsores o drivers de destrucción de los bosques amazónicos. Además,  plantea soluciones para abordar la crisis Amazónica.

El punto de no retorno en la Amazonía

“Nuestros datos demuestran que la protección del 80 % de la Amazonía es necesaria y posible, pero sobre todo, urgente. De continuar la tendencia actual de deforestación, la Amazonía tal como la conocemos hoy, no llegaría al 2025”, dice el informe elaborado por la RAISG, sustentado en el análisis de datos desde 1985 hasta 2020.

Marlena Quintanilla, directora de investigación de la Fundación Amigos por la Naturaleza (FAN) e investigadora principal del informe, indica que en los últimos 20 años la Amazonía ha sufrido la transformación de por lo menos 50 millones de hectáreas. “A muchos nos cuesta dimensionar cuánto significa esta extensión, pero podemos decir que es un territorio más grande que toda España”.

Quintanilla menciona que “el 26 % de la Amazonía ha sufrido transformaciones completas y una degradación profunda” y precisa que Bolivia y Brasil, los países con mayor impacto y transformación de su Amazonía, presentan síntomas importantes de estos cambios. En Bolivia —añade Quintanilla— las lluvias han disminuido en un 17 % y la temperatura se ha elevado en más de 1 grado centígrado. “Estamos en el momento para revertir y restaurar la Amazonia”, advierte y hace un llamado para que se tomen acciones hacia el 2025 “porque para el 2030 puede ser tarde”.

La experta de FAN se refiere así a una de las conclusiones expresadas en el informe: “Un horizonte al año 2030 puede ser catastrófico para el bosque continuo más grande del planeta y para las más de 500 nacionalidades y pueblos indígenas que en él habitan y para la humanidad”.

El informe también detalla que la Amazonía de Brasil —que ocupa el 40 % del bosque tropical del mundo— ha superado el punto de no retorno con un 25% de transformación y un 9 % de alta degradación, es decir, el 34 % de la Amazonía brasileña prácticamente se ha perdido. “Esta realidad amenaza a toda la región por ser Brasil el país que alberga dos tercios de la Amazonía. La pérdida registrada compromete el sur brasilero y también a los biomas bolivianos. La transformación responde primordialmente a la urbanización”.

En esta vorágine de destrucción, Bolivia ha llegado prácticamente al límite del punto de no retorno con un 20 % de transformación y 4 % con alta degradación. Este país tiene un 24 % de su Amazonía arrasada.

Quintanilla también critica que los discursos de los gobiernos plantean la protección de la Amazonía, pero estos ofrecimientos no se concretan. “El avasallamiento de los territorios indígenas y la no titulación son los principales problemas. Muchas de las áreas que demanda Coica como territorios indígenas no han sido atendidas. En el caso de Bolivia, desde el 2012 no ha habido avances en la titulación de territorios indígenas. La titulación es un paso importante para garantizar y no transformar más la Amazonia”.

En ese sentido, la experta de FAN dice que a través de este informe se busca visibilizar cuál es el rol de los pueblos indígenas para proteger la Amazonía y asegura que la lucha contra el cambio climático debe incluir como protagonistas a los pueblos indígenas.

Las causas de la deforestación

Este informe se presenta un año después de que más de 60 estados miembros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aprobara —durante su Congreso Mundial de 2021, realizado en Marsella, Francia— el compromiso de proteger el 80 % de la Amazonía para el 2025.

Ahora, el informe de RAISG indica que se requieren medidas urgentes para salvaguardar ese 80 % de la Amazonía que, en realidad, corresponde al 74 % restante —629 millones de hectáreas— que aún no han sufridos transformación ni alta degradación.

De todo este territorio el 33 % corresponde a Áreas Prioritarias Clave, el 41 % a una Baja Degradación, mientras que un 6 % restante son tierras dedicadas a la restauración (54 millones de hectáreas) de tierras con alta degradación.

Las cifras de este informe también indican que “el 66 % de la Amazonía está sujeto a algún tipo de presión fija o permanente” y especifica que en los lugares con presencia del Estado se presentan amenazas y presiones o impulsores legales, mientras que en donde la presencia estatal es débil, las presiones e impulsores de la destrucción son ilegales.

La actividad agropecuaria es —según el informe— responsable del 84 % de la deforestación amazónica, y las invasiones o avasallamientos, así como los incendios forestales están directamente relacionadas a la ampliación de la frontera agrícola, mientras que la deforestación causada por la ganadería en la selva amazónica representa casi el 2 % de las emisiones globales de CO2 anuales y la mayor parte de la ganadería en el mundo ocurre en Brasil.

La minería es otro de los drivers de la deforestación y degradación de los bosques amazónicos, una actividad presente en los nueve países y que afecta al 17 % de la Amazonía. Además, “la minería ilegal que carece de registros se está expandiendo en toda la cuenca amazónica”, precisa el informe.

La extracción de petróleo también tiene un impacto negativo en el bioma amazónico. Los cálculos de RAISG indican que el 9.4 % de la superficie Amazónica (80 millones de hectáreas) está ocupada por lotes petroleros.

Ecuador es el país donde se extrae más petróleo, pues el 89 % del crudo exportado desde la Amazonía proviene de este país. “Más de la mitad (52 %) de la Amazonía ecuatoriana es un bloque petrolero, 31 % en Perú, 29 % en Bolivia y 28 % en Colombia”, señala el informe. Además, el 43 % de estos bloques petroleros están ubicados en áreas protegidas y territorios indígenas.

Carmen Josse, directora de la Fundación Ecociencia y coautora del estudio, señala que el panel científico ha constatado que en la Amazonía el aumento de la temperatura es de 1.2 grados más, cifra que está por encima del promedio global de 1.1 grados. “Es una de las regiones con más riesgo en la tierra y con más del 90 % de especies expuestas a temperaturas sin precedentes si se ven las estimaciones de los modelos hacia el 2007”.

Josse menciona que el panel científico responsable del estudio ha advertido que estamos muy cerca de alcanzar el punto de no retorno. “Los bosques amazónicos que conocemos ya no podrán existir y serán reemplazados por otros tipos de ecosistemas que no ofrecerán los mismos servicios ecosistémicos que tenemos ahora. Es un efecto en cascada que tendría enorme impacto en el clima y, en consecuencia, en la biodiversidad, agricultura, salud y bienestar de todos los humanos”. (…)

Fuente: https://es.mongabay.com/2022/09/alerta-por-deforestacion-y-degradacion-de-la-amazonia-punto-de-no-retorno/

Alternativas emancipatorias

¿Amazonía en el punto de no retorno?: Brasil y Bolivia son los países
con mayor deforestación y degradación de sus bosques

15 septiembre 2022

Por Ivette Sierra Praeli


(…) Las propuestas de los pueblos indígenas

“Los datos son sumamente preocupantes, estamos al borde de un colapso grave que impacta no solo a los pueblos indígenas, sino a toda la humanidad. Se está dando un aumento significativo de deforestación y relacionado con ese desbosque están las matanzas de los líderes indígenas que defienden su territorio”, señala Ángela Kaxuyana, lideresa indígena de la ​​Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña, en relación con los constantes asesinatos de los líderes indígenas.

Hace tan solo unos días, dos asesinatos impactaron en Brasil. Un primer crimen ocurrió el sábado 3 de septiembre, en el estado de Maranhao, cuando Janildo Oliveira Guajajara, miembro del grupo autodenominado Guardianes de la selva, recibió un disparo por la espalda. En el ataque otra persona resultó gravemente herida. Ese mismo día, también en Maranhao, Jael Carlos Miranda Guajajara fue atropellado por un auto y se sospecha de que se trató de un asesinato selectivo. La policía investiga si estos crímenes se relacionan con la presencia de madereros ilegales en territorios indígenas.

El informe señala que 232 líderes comunitarios indígenas fueron asesinados en la región entre 2015 y el primer semestre de 2019 por disputas por la tierra y recursos naturales. El documento también indica que en 2021, un tercio de todas las violaciones registradas en las Américas fueron contra defensores de los derechos ambientales, territoriales y de los pueblos indígenas.

“La falta de información, vuelve opaco el número real de quienes pierden hasta su vida por proteger sus territorios. La Iniciativa Amazonía por la Vida: protejamos 80 % al 2025 es una medida urgente propuesta por los pueblos indígenas en honor a los que no están y a los que quedamos, y, para frenar la muerte de nuestras familias”, dice Julio César López, Coordinador Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), de Colombia, país con la mayor cantidad de asesinatos de líderes indígenas y defensores ambientales en la región y en el mundo.

Estudios científicos han demostrado que los bosques mejor conservados se encuentran en los territorios indígenas, incluso, con iguales o mayores niveles de conservación que las áreas naturales protegidas. “Esto se debe, principalmente, a la cosmovisión de más de 500 pueblos indígenas que han habitado la Amazonía por milenios”, precisa el documento.

De acuerdo con el informe, los pueblos indígenas, son más vulnerables a los impactos del cambio climático, por tanto, —señala el documento— el camino para una transición justa en la Amazonía tiene que ser liderado por ellos, quienes, a través de su conocimiento milenario, conocen sus secretos más profundos para mantener los bosques amazónicos en pie.

“Es indispensable que la política global y nacional reconozca el rol de los pueblos y territorios indígenas en la preservación de los ecosistemas más sensibles del planeta como protagonistas de las soluciones de la crisis climática que atravesamos”, menciona el documento.

En ese sentido, el informe presenta las soluciones identificadas por los pueblos indígenas para detener el punto de no retorno de la Amazonía, los mismos que deben estar sujetos a un llamado a la comunidad internacional.

“Debemos contar con un plan de acción porque a los pueblos indígenas los están asesinando, encarcelando, contaminando. Este plan de acción vamos a presentarlo  a los gobiernos en la próxima Cumbre Climática Global que se realizará en Egipto y en la Cumbre de Biodiversidad en Canadá”, señala Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de Coica.

Las propuestas para frenar la deforestación amazónica contempla el reconocimiento inmediato de los territorios indígenas que ya están identificados, así como la asignación de recursos para fortalecer la gestión territorial, además, se sostiene que más de la mitad de la Amazonía tiene que entrar en un régimen de gestión territorial para que se pueda preservar toda la región.

En ese sentido, el informe presenta las soluciones identificadas por los pueblos indígenas para detener el punto de no retorno de la Amazonía, los mismos que deben estar sujetos a un llamado a la comunidad internacional.

“Debemos contar con un plan de acción porque a los pueblos indígenas los están asesinando, encarcelando, contaminando. Este plan de acción vamos a presentarlo  a los gobiernos en la próxima Cumbre Climática Global que se realizará en Egipto y en la Cumbre de Biodiversidad en Canadá”, señala Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de Coica.

Las propuestas para frenar la deforestación amazónica contempla el reconocimiento inmediato de los territorios indígenas que ya están identificados, así como la asignación de recursos para fortalecer la gestión territorial, además, se sostiene que más de la mitad de la Amazonía tiene que entrar en un régimen de gestión territorial para que se pueda preservar toda la región.

Para lograrlo se propone la titulación de alrededor de 100 millones de hectáreas que aún están en disputa; la definición de una política forestal y de zonificación que permita la creación de áreas intangibles, sin carreteras y sin actividades extractivas; la restauración de tierras degradadas; la creación de reservas indígenas o áreas protegidas cogestionadas; una moratoria inmediata sobre la deforestación y degradación industrial de todos los bosques primarios.

También proponen, entre otras acciones, detener los impulsores de la deforestación actual y futura, y una condonación de la deuda externa de los países amazónicos. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), para el 2021, la deuda bruta de los gobiernos es del 78 %, en promedio, del PIB regional y representa el 59 % de sus exportaciones de bienes y servicios. Los pueblos indígenas también solicitan que el sector financiero se comprometa a garantizar el cumplimiento de sus derechos y a poner fin a la deforestación en todas las cadenas de suministro que financian.

“Si no planteamos una solución y no invitamos a los gobiernos, los aliados, y todos los que están realizando alguna actividad en la Amazonía, creo que no vamos a lograr defenderla como lo estamos planteando. Estamos ante un problema en todo el planeta y los pueblos indígenas quieren ser protagonistas de la solución”, precisa Diaz Mirabal.

Fuente: https://es.mongabay.com/2022/09/alerta-por-deforestacion-y-degradacion-de-la-amazonia-punto-de-no-retorno/

Algo más que una reforma agraria para
la transformación del sector agropecuario

24 de noviembre de 2022

Por Edgar Fernández | Rebelión

El problema agropecuario ha vuelto a cobrar relevancia en nuestro país, problema que va más allá de la iniciativa de reforma agraria e implica una discusión sobre las políticas mediante las cuales se puede enfrentar la situación de hambre que padecen las mayorías proletarias y populares

El alargamiento y profundización de la crisis del capitalismo colombiano fue puesto en evidencia por las masas populares mediante las inusitadas y disruptivas protestas de 2019 y 2021i. Estos hechos son comprensibles cuando se toma en cuenta que la crisis ha castigado hasta el hartazgo a los sectores populares y que estos fueron reencontrándose con su tradición histórica de exigir y gestionar políticas y recursos a su favor por medio de las protestas, de allí que las movilizaciones de 2008, el paro de corteros de caña de 2013, y los paros agrarios nacionales de 2013, 2014 y 2016 se tradujeran en verdaderos hitos. Es en este marco que la demanda por una reforma agraria se retomó, conteniendo y sobrepasando las exigencias referidas al campesinado como sujeto de derecho y a las zonas o territorios campesinos agroalimentarios.

Como se sabe, la fuerza de las protestas permitió la victoria del gobierno de Gustavo Petro, en la medida que también quebraron el modelo de gestión política de la ultraderecha. En consecuencia, el programa del actual gobierno se comprometió con el desarrollo de la reforma agraria integral y el cumplimiento del punto uno de los acuerdos de la Habana, pero como se argumentará se necesitan programas más abarcantes frente a la situación. A estos hechos se sumó un sostenido proceso inflacionario, que cae con especial fuerza sobre la producción de alimentos, producto de las políticas de gasto público para sostener al capitalismo durante la pandemia del Covid y la guerra entre Rusia y la OTAN en Ucrania.

Son éstas las circunstancias bajo las cuales el problema agropecuario ha vuelto a cobrar relevancia en nuestro país, problema que va más allá de la iniciativa de reforma agraria e implica una discusión sobre las políticas mediante las cuales se puede enfrentar la situación de hambre que padecen las mayorías proletarias y populares, y que exige revisar las condiciones estructurales bajo las cuales se sucede el proceso de producción del sector agropecuario. Esta discusión se ha acelerado en la medida en que el actual gobierno firmó un acuerdo de compra de tierras con el gremio de los ganaderos, y a la vez ha realizado el llamado para que la clase campesina celebre una Convección Nacional, en la que se espera que el tema decisivo sea el qué hacer frente a la situación del campo colombiano.

Por tanto, es importante un ejercicio de síntesis sobre cómo comprendemos el problema agropecuario del país y qué tipo de políticas alternativas promover. Esto, partiendo de considerar las necesidades de la clase proletaria rural, la clase campesina y los demás sectores populares como el indígena, el afrodescendiente y las mujeres rurales, pero también teniendo en cuenta una perspectiva que ayude a posibilitar una salida popular a la crisis estructural de toda la sociedad. Por tanto, esta mirada significa que el llamado problema agropecuario es uno de los varios que enfrentamos, y que su resolución compete a todas las clases y sectores populares, en la medida que está totalmente interrelacionado con el conjunto de la estructura socio-productiva del país, ello a pesar que las poblaciones rurales sean algunas de las más directamente afectadas e interesadas.

En este caso, la síntesis se inicia con una somera enunciación y resumen de las principales condiciones que caracterizan la estructura de producción agropecuaria, señalando en especial el severo retraso en que permanecen las fuerzas productivas. En seguida se explicitan los perfiles generales de una política alternativa conformada por tres líneas programáticas que están interrelacionadas y mediante las cuales se puede enfrentar el problema agropecuario del país: i) reforma agraria integral y popular, ii) economía de fondos públicos para la transformación del campo y, iii) reordenamiento y democratización del territorio. Se finaliza con un breve resumen de ideas, que recoge en forma puntual, a manera de listado, lo que esta propuesta significa. (…)

Comprobamos que Edgar Fernández considera a la RAI mirando hacia solucionar el problema agropecuario del país aun cuando lo enmarca dentro de una salida popular a la crisis estructural de toda la sociedad y por tanto, reconoce el imperativo del involucramiento de “todas las clases y sectores populares, en la medida que está totalmente interrelacionado con el conjunto de la estructura socio-productiva del país, ello a pesar que las poblaciones rurales sean algunas de las más directamente afectadas e interesadas”.

 (…) 2.3. Democratización de los espacios de vida social: reordenamiento del territorio nacional

En la sección uno se señaló la existencia de un proceso anárquico y violento en la apertura de la frontera agrícola. En él ha primado la usurpación de las tierras productivas y su apropiación en calidad de propiedad privada, dando lugar a una estructura altamente polarizada que reproduce los patrones de exigua cooperación y baja productividad. Si bien tal proceso inicio con la conquista y la colonia, realmente fue profundizado con la instauración del régimen republicano en el siglo XIX del que se valieron los sectores con poder para apropiar ilegalmente la mayoría de tierras productivas y someter a los trabajadores (Tovar 2015, LeGrand 2016). Sobre esa condición de poder lograron imponer una política de avance capitalista sobre la gran extensión, logrando no sólo sostener tan ilegitima condición, sino siendo capaces de ampliarla mediante el reciente robo de 6,8 millones de hectáreasxxii.

También se planteó que las posibilidades de un cambio en el papel del sector agropecuario, en particular de una reforma agraria, depende de las alianzas con que cuentan las clases y sectores sociales del país, condición necesaria para establecer fuerzas que posibiliten los cambios socio-jurídicos. Por eso es necesario considerar que los paros y movilizaciones populares de la última década lograron quebrar el régimen político de ultraderecha de modo que, por ahora, han derivado hacia un gobierno que se define progresista y que plantea una transición a partir de ciertas reformas. Así las cosas, el balance es que las fuerzas populares han logrado abrir una brecha política que es necesario profundizar en dirección a lograr una salida popular a la crisis que vive el país, perspectiva que entre otras cosas tiene como reto que el carácter social de la cooperación prime sobre la búsqueda del beneficio privado y sus disgregadoras fuerzas.

La consolidación de la brecha para lograr una salida popular a la crisis requiere de identificar y establecer propósitos en torno a los cuales converjan las opiniones políticas hasta tornarse fuerza material transformadora. En el caso específico del sector agropecuario ese propósito se localiza en el objetivo de garantizar el alimento a toda la población del país, criterio que debe ser entendido como sinónimo de democratización del espacio social. Así, la formulación de una política transformadora para el sector agropecuario debe considerar las oportunidades y limitaciones de la consigna tierra para el que la trabaja y a la vez apropiar otra de mayor talante social, como es el de acabar con la situación de hambre en el país.

Al respecto es importante asimilar que “una de las limitaciones de los constantes intentos de reforma agraria es que han colocado énfasis en las necesidades de los campesinos y en la pequeña burguesía de campo”, perspectiva que reproduce la división de la tierra e impide avanzar hacia formas de cooperación que generan mayores rendimientos productivos y que se acoplan mejor con las necesidades del país. Se trata por ello de una “política –que- se reduce a las necesidades de una particularidad de sectores, que con el paso del tiempo tienen menor peso en la estructura social y en la orientación de la vida política del país, con lo cual se les ha facilitado a los capitalistas y grandes propietarios de la tierra la imposición de sus intereses rentistas. Es así, que una política transformadora del campo debe convocar y comprometer a las mayoría del país, y esto sólo se logra si su objetivo estratégico es el de garantizar el acceso a la comida a todos los colombianos, condición esencial a la vida que por demás no está realmente garantizada por la misma Constitución”xxiii.

Hacer de la satisfacción alimentaria un objetivo estratégico para el país, permite que la política agropecuaria alternativa gane preeminencia y esto la dota de fuerzas y perspectivas para superar las barreras existentes. Es necesario, entonces, ir más allá de la absurda economía que impone la lógica de trabajadores sin tierra y tierra sin trabajadores, en la que impera la cooperación simple, los bajos rendimientos, y en consecuencia el hambre, el desempleo y la violencia, para saltar a otra situación en que el territorio nacional sea considerado como un bien público de carácter social, permitiendo que en su uso y propiedad prime el alcance de los objetivos estratégicos que se establezcan para el beneficio de la nación y todos los habitantes en el país.

Una condición que hace posible tal objetivo es el mismo grado de concentración vigente sobre la propiedad de la tierra. De acuerdo con el Censo 2014 el 0,48% de Unidades de Producción concentran el 77, 28% del territorio censado, y descontando los derechos de las comunidades indígenas, se puede inferir que sólo 11.595 propietarios acaparan cerca de cincuenta millones de hectáreas, esto es el 45% del territorioxxiv. El objetivo principal debe ser que ese pequeñísimo número de propietarios deje de imponerse mediante la fuerza por sobre las necesidades de la mayoría del país y se posibilite un cambio en el que la concentración de la tierra se convierta en una potencia que puede facilitar la mecanización e industrialización de la producción en el sector, reapropiación social que es una condición necesaria para que los productores directos y consumidores finales puedan decidir qué, cómo y para qué producir en el sector agropecuario, decisiones en las que cobra lugar importante el tipo de matriz tecnológica y la forma organizacional de la fuerza de trabajo mediante las cuales se avanza en la transformación.

Lo anterior permitiría acceder a grandes extensiones de tierras en su mayoría planas, bien localizadas, fáciles de mecanizar y por lo general de buena calidad. Este conjunto de condiciones favorecen la producción especializada, industrial y a gran escala que permite multiplicar los rendimientos productivos en algunos productos que el país importa. De igual forma facilitan la selección de productos de acuerdo al tipo de terreno, su vocación y la escogencia de tecnologías disponibles para su aprovechamiento. Tal cambio además permitiría desplegar a plenitud la Economía de Fondos Públicos mediante empresas públicas en el área agropecuaria, las que entrarían a complementar las formas básicas antes señaladas.

A partir de esta realidad, las políticas de reforma agraria y Economía de Fondos Públicos para la transformación del campo requieren complementarse con un reordenamiento del territorio mediante el cual se definan los usos de las tierras y se fijen las diferentes participaciones alternativas, condición sobre la cual se puede entrar a superar los conflictos de concentración de la propiedad, uso y ambientales. En particular, esta política debe entender al territorio nacional como una unidad y a partir de las proyecciones de necesidades reales fijar las metas y límites en usos para: alimentos, materias primas para la agroindustria, materias para la industria y la generación de energía, las áreas de bosques y protección, conservación y uso de las fuentes hídricas y la interacción con los ecosistemas, lo que en particular exige reducir el área que actualmente se destina a pastos y ganadería.

En tal sentido, el reordenamiento del territorio demanda la especificación de potencialidades de las tierras cultivables y su distribución por zonas de acuerdo al tipo de producción dominante y a la orientación de sus productos. De aquí que sea necesario diferenciar y crear:

i) Territorios Campesinos Agroalimentarios en que primen las producciones individualizadas de campesinos –finqueros- pero ya encaminados a la mejora de sus formas de cooperación social, como se señaló en el numeral anterior.

ii) Territorios Industriales Alimentarios donde las tierras pertenezcan al Fondo Público de Tierras y en ellas se desenvuelvan las unidades de propiedad social de los trabajadores proletarios, como las empresas públicas de producción, orientándose a la producción mecanizada, tecnificada y extensiva de alimentos de consumo humano.

iii) Territorios de Materias Primas Agroindustriales destinados a satisfacer las necesidades de industrias con producción diferente al consumo humano inmediato como pueden ser insumos para concentrados de animales o fibras textiles, áreas en las que pueden participar tanto las empresas de propiedad social y públicas, como el capital privado.

iv) Áreas para ganadería, destinada a la producción de leche y carne en pie.

Es así que las medidas de reforma agraria y las diferentes destinaciones de tierra deberán erigirse en consonancia con las necesidades estratégicas del país, función que recae en el organismo orientador de la política del sector, como de los planes indicativos de la Empresa Pública de Plataforma-EPP, ello con el fin de que las normatividades minimicen los conflictos de uso y propiedad generados por las actuales normas referidas a la delimitación de zonas específicas y de frontera agropecuaria.

El propósito de alcanzar un reordenamiento del territorio nacional es el de armonizar las disposiciones de recursos con las necesidades del país y la nación. Más aún, tal reordenamiento es necesario para democratizar las condiciones de acceso a los diferentes espacios sociales evitando que la apropiación privada de la tierra y los recursos naturales se conviertan en un medio eficaz para negar las posibilidades de interacción social a las mayorías populares, en particular las del campo, como hasta ahora ha sucedido. La democratización del territorio es sinónimo de democratización de espacio social por cuanto favorece el acceso al trabajo, a los ingresos, al agua y a los alimentos. Así, reordenamiento del territorio y democratización del espacio social exigen ajustar, en cuanto sea necesario, los tipos de propiedad a la necesidad estratégica de satisfacer la alimentación, condición apenas básica de la existencia social de cada persona en el país.

3. Consideraciones finales

Vivimos en un país que se ha puesto en marcha a raíz de que los sectores populares decidieron transformar su sufrimiento en una fuerza material que exige cambios sustanciales. En este marco se ha reabierto la discusión sobre el papel que debe cumplir el sector agropecuario en el país, y el cómo orientarlo. Este debate es reducido por algunos sectores a la demanda por una reforma agraria clásica, perspectiva que los deja atrapados en el propósito de repartir algunas tierras entre los campesinos, por lo cual ayudan a sostener los patrones de bajo desarrollo y cooperación simple y dejan intacta la fracasada estructura que hasta ahora se ha heredado.

Esta estructura se caracteriza: exigua cooperación social, proceso anárquico en la apertura de frontera, altísima polarización en la propiedad de la tierra, violencia como método de dominación y desalojo de los trabajadores y habitantes rurales, y depredación sobre los recursos naturales. De ahí que las viejas políticas para el desarrollo agropecuario se consideren como un total fracaso porque generan condiciones de opresión, violencia, pobreza y hambre. Así mismo se argumentó que la alta concentración de la tierra y los actuales cambios tecnológicos se convierten en una oportunidad para apropiar métodos de producción y cooperación social complejos que elevan la productividad pero que requieren reorientarse.

Por eso, se han descrito los perfiles generales de una política agraria alternativa que contiene tres líneas programáticas complementarias: reforma agraria para la transformación social, Economía de Fondos Públicos para transformar el campo y reordenamiento del territorio nacional.

Lograr y sostener tales políticas depende de que la actual brecha política de cambio se consolide en la perspectiva de lograr una salida popular a la crisis del país. En tal sentido, el llamamiento a realizar una Convención Nacional Campesina tiene como primer y gran reto que esa convocatoria se extienda a otros sectores y clases fundamentales del país como son los proletarios con trabajos formales, o bajo relaciones de informalidad y precarización, las mujeres… Esto, en consideración a que el problema agropecuario impacta en el resto de la sociedad y que el sector campesino ya no puede por sí solo impulsar las políticas necesarias para transformar los sistemas de producción y vida en el campo, y también en atención a que el gobierno ni siquiera cuenta con mayorías para aprobar las políticas propuestas y demandadas. Tal planteamiento permitiría consolidar varias convecciones por capítulos para que sus conclusiones se decanten en una Convención verdaderamente Nacional concibiéndose ésta como un espacio plural y democrático destinado a establecer los programas y tareas conjuntas tendientes a direccionar y consolidar la salida popular a la crisis, en el corto y mediano plazoxxv.

Por lo anterior, las líneas generales de las propuestas políticas aquí consideradas se pueden resumir en:

a. Reforma agraria integral por la transformación social que contenga:

  • Distribución de una parte de las tierras productivas a los campesinos y definición de territorios campesinos agroalimentarios
  • Creación de empresas sociales y cooperativas que agremien a los proletarios del campo dotándolos de maquinaria y tierra para trabajar en forma cooperada
  • Créditos y subsidios a cadenas productivas: impulso a cadenas de insumos y comercialización que mejoren los precios de venta finales
  • Ampliación de la oferta de bienes de consumo colectivo en el campo: vivienda, salud, educación, vías mediante empresas públicas, cooperativas y de propiedad social.

b. Impulso de una Economía de Fondos Públicos para la transformación del campo, que contiene:

  • Una Empresa Pública de Plataforma que coordine e integre los diferentes esfuerzos de las cadenas de producción y las vincule a nivel nacional: economía campesina, empresas sociales de proletarios del campo, cadenas de insumos y comercialización, empresas públicas o cooperativas de asesoría tecnológica, oferta de bienes de consumo colectivo para el campo.
  • Creación de una instancia pública guiada mediante los criterios de gestión popular, soberanía y seguridad alimentaria, que oriente el papel que cumple el sector y avance en su planificación social
  • Creación de un fondo público de tierras que permita entregarlas en usufructo a las organizaciones proletarias y campesinas
  • Creación de una Empresa Pública para el Desarrollo del sector agropecuario (ENEDA)
  • Consolidación de un Fondo Público de Inversiones del sector
  • Avance y consolidación de los trabajadores del sector mediante un sindicato nacional y una asociación nacional de cooperativas campesinas
  • Con las alcaldías y gobernaciones impulsar a grupos y conglomerados municipales y regionales de empresas cooperativas, sociales y públicas del sector
  • Empresa nacional pública de agroinsumos
  • Empresa nacional pública de máquinas y herramientas para el campo
  • Sistema nacional de acopio y distribución de productos agropecuarios
  • Ampliar y consolidar el sistema nacional de comedores populares, que incluyan al PAE, y los centros de mayores.

c. Democratización y reordenamiento del territorio:

  • Fijar como propósito nacional prioritario la garantía de alimento a toda la población que habita en el país
  • Democratizar el acceso a la tierra y al espacio social como medio para acceder a los recursos de la naturaleza.
  • Establecimiento de la primacía del carácter público y social de la tierra y sus bondades sobre otras formas de propiedad, a fin de garantizar el acceso proporcionado a los recursos de la naturaleza, base sobre la cual puede superar la relación depredadora sobre la naturaleza y sus fuentes.
  • Establecimiento de áreas y territorios de acuerdo a sus especificidades, en particular: Territorios Campesinos Alimentarios-TCAM; Territorios Industriales Alimentarios-TIA; territorios Agroindustriales; y zonas de producción de carne y leche.

d. Celebración de una Convención Nacional que recoja a los diversos sectores y clases del país para que en su conjunto fijen los programas y tareas de mediano plazo tendientes a consolidar la salida popular a la crisis que vive el país.

NotasL…)

Edgar Fernández: Centro de Pensamiento y Teoría Praxis

Fuente: https://rebelion.org/algo-mas-que-una-reforma-agraria-para-la-transformacion-del-sector-agropecuario-2/

Lo anterior permitiría acceder a grandes extensiones de tierras en su mayoría planas, bien localizadas, fáciles de mecanizar y por lo general de buena calidad. Este conjunto de condiciones favorece la producción especializada, industrial y a gran escala que permite multiplicar los rendimientos productivos en algunos productos que el país importa. De igual forma facilitan la selección de productos de acuerdo al tipo de terreno, su vocación y la escogencia de tecnologías disponibles para su aprovechamiento. Tal cambio además permitiría desplegar a plenitud la Economía de Fondos Públicos mediante empresas públicas en el área agropecuaria, las que entrarían a complementar las formas básicas antes señaladas”.