PREDOMINIO DE VISIÓN PROGRESISTA IMPLICA(I)

23 de mayo de 2023

Rebelión o Extinción / publicado por Agencia TierraViva

Los efectos globales del agronegocio están a la vista: desalojo de millones de agricultores, pérdida de biodiversidad y calentamiento global. Como exigen los movimientos campesinos, es urgente debatir la redistribución de tierras y fortalecer la agroecología para desandar el camino del hambre y la dependencia alimentaria.

El agronegocio es una estrategia de explotación propia del capitalismo que tiene como principal objetivo producir commodities, productos primarios para exportación o mercado interno que cumplen estándares y tienen un valor de mercado. El complejo agroindustrial del que forma parte, responsable en la Argentina del 38 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, fue diseñado para beneficio de unos pocos, los dueños de los medios de producción: tierra, semillas, insumos artificiales, maquinaria y tecnología moderna. De hecho, esta estrategia, que no fue pensada para alimentar a la población o derramar riqueza, es una de las actividades que más contribuyen al calentamiento de la atmósfera y está destruyendo la estabilidad climática que hizo posible la agricultura. (…)

Esta expansión que no cesa, y que con la necesidad de dólares para pagar la deuda externa sufrirá un incremento aún mayor, es inherente al capitalismo. No olvidemos su mito fundacional: “Crecer o perecer».

Si bien resulta obvio que el crecimiento ilimitado es físicamente imposible, la mayoría de las plataformas políticas enarbolan al neoextractivismo como algo normal y deseable: la solución a todos nuestros problemas de desarrollo. Nos quieren hacer creer que solo es posible pagar la deuda con más destrucción de territorios, hábitats humanos y naturaleza (conceptos que deberían ser percibidos y acuerpados como una misma cosa). ¿Es posible honrar un compromiso mal habido sabiendo sus consecuencias catastróficas? (…)

Es aquí donde los modelos agroecológicos de producción diversificada, de base indígena, familiar y campesina, son los que tienen más posibilidades de adaptarse, de ser resilientes.

Esta forma de vivir y producir no busca producir dólares, como el agronegocio, sino alimentos. Pero la realidad grita que del “campo que alimenta”, en su gran mayoría pequeños productores, más del 80 por ciento alquila la tierra en que trabaja.

Mientras, la Ley 27.118 de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena fue aprobada en 2014 pero nunca fue reglamentada ni contó con presupuesto.

El proyecto de Ley de Acceso a la Tierra propone una línea de créditos para que los productores de la agricultura familiar puedan comprar tierras rurales. Por otra parte, apunta a crear un banco de tierras, es decir que el Estado destine parte de las tierras públicas ociosas para su venta a los agricultores familiares y campesinos mediante un sistema de créditos blandos (Procrear Rural).

No hay reclamo más genuino que el de quienes luchan por la tenencia de la tierra que trabajan, porque el plazo de un período de alquiler impide construir viviendas dignas o establecer cualquier tipo de cuidado agroecológico: todo emprendimiento que recicla energía, agua y nutrientes tarda un tiempo en establecerse y llegar a un equilibrio. (…)

La tierra para quien la trabaja y la cuida

Garantizar alimentos sanos y nutritivos para la población debería ser la prioridad absoluta de cualquier gobierno, por eso necesitamos con urgencia un debate público, responsable y concluyente alrededor de la propiedad y el uso de la tierra.

Desde Rebelión o Extinción creemos que la forma de instalar ese debate en la sociedad es mediante la acción directa para forzar la voluntad política en pos de un reclamo más que justo, imprescindible. Proponemos una transición hacia la agroecología descentralizada y sin intermediarios.

Existe absoluto consenso científico: estamos transitando el colapso del clima y los ecosistemas. Sin embargo, tenemos una pequeña ventana de oportunidad para repensar el lugar de la agricultura dentro de un nuevo paradigma más realista que el actual, que es claramente inviable.

Para lograrlo es preciso pasar cuanto antes a sistemas agrícolas diversificados que garanticen la soberanía alimentaria, que no dependan del mercado externo de commodities, que estén basados en la agroecología y que no sean el negocio de unos pocos. Un sistema que regenere y revalorice el trabajo humano digno, que reduzca insumos, que permita el acceso a la tierra y, sobre todo, que asegure que la transición hacia una nueva realidad ecológica y climática sea justa y equitativa.

Hoy más que nunca es necesario anteponer la vida, en todas sus manifestaciones, a la generación y concentración de riqueza.

Ignorar la información científica es la ceguera política más criminal de este tiempo. (…)

https://agenciatierraviva.com.ar/agronegocio-y-crisis-climatica-acceso-a-la-tierra-y-agroecologia

Fuente: https://rebelion.org/agronegocio-y-crisis-climatica-acceso-a-la-tierra-y-agroecologia/