La mayor gravitación de la democracia

Emiliano Calarco y Matías Blaustein concluyen su artículo señalando:  «(…) El no emerger como sujetos, el delegar la política en el aparato estatal y en sus representantes, el pretender disputar el Estado (¿cómo podría disputarse una relación social de dominación burguesa?) en lugar de apostar a la lucha de clases, es el terrible aprendizaje del genocidio militar».

 Como efecto de lo anterior, disminuye el peso relativo y la importancia política de los sindicatos de la industria (es decir, el sector históricamente considerado “más combativo” pierde relevancia en el conjunto general de la clase trabajadora).

 Incorporación creciente de la mujer a la fuerza de trabajo.

 Crecimiento de las distintas modalidades de empleo precario y del desempleo, a causa de la expulsión de trabajadores de los circuitos formales por los ajustes de competitividad en las distintas actividades, de la introducción de formas de flexibilización (salarial, numérica y funcional) en las relaciones laborales, y de la reducción en la capacidad de absorción del empleo por la economía.

 Privatización de los conflictos entre capital y trabajo, es decir, se espera que éstos dejen de constituir materia de interés del Estado en cuanto defensor del interés común, para recluirse a la esfera de “conflictos entre privados”. Ello se observa, por ejemplo, en las propuestas de reforma a la legislación laboral.

 Preeminencia de la doctrina del Estado subsidiario, para estimular la eficaz asignación de recursos del mercado y mantener el acceso al crédito de los bancos y organismos internacionales.

 A consecuencia de ello, y como corolario, subyace el objetivo de despolitizar la esfera de la relación entre capital y trabajo, postulando en su reemplazo una cierta noción de “comunidad de intereses” que tornaría fútiles sus diferencias.

Esta reorganización a gran escala no sólo está transformando drásticamente el sistema económico, sino también los procesos culturales, sociales e identitarios, modificando o tornando extemporáneos los patrones clásicos de constitución de actores sociopolíticos y de generalización de intereses prevalecientes, e imponiendo, en consecuencia, restricciones y condiciones nuevas a la fuerza de trabajo en sus posibilidades de constitución como sujeto (Baño y Faletto, 1992 y 1999). (…)»