ACTÚAN CONTRA EL CAMBIO SOCIAL

LOS NAC&POP E
IZQUIERDISTAS ELECTORALEROS

«Partimos de la elemental distinción entre extractivismo y regímenes extractivistas. Estos últimos hacen referencia a formaciones socio-geo-económicas en las que la sobre-explotación exportadora de la naturaleza de materias primas se erige en el principal patrón organizador y regulador de sus estructuras económicas, socioterritoriales y de poder.

Dos elementos clave definen estos regímenes: la concentración de poder en torno a la sobre-explotación de bienes naturales, y su orientación exógena o exportadora.

La noción de sobre-explotación hace referencia a una tasa de extracción de recursos superior al de los tiempos biológicos, químicos y geológicos de reposición natural; mientras que la de orientación exógena da cuenta de la dependencia estructural de este tipo de formaciones, respecto de aquéllas a las que se destinan sus productos. Esto último es clave, pues marca que el extractivismo no alude a estos regímenes en sí, sino como partes de la economía-mundo.»

«Cuando hablamos de fractura colonial, aludimos al hecho de que el capitalismo, como sistema-mundo, “está dividido jerárquicamente entre un centro y una periferia de naciones que ocupan posiciones fundamentalmente diferentes en la división internacional del trabajo, y en un sistema mundial de dominación y dependencia”30,

y que sólo por esa división estructural y en función de ella se hace posible el “crecimiento del centro del sistema a tasas insustentables”, cuyo costo inexorable es “la continua degradación ecológica de la periferia”31.

Así, el extractivismo expresa esa fundacional y estructurante división imperialcolonial de la producción y el consumo material a escala mundial. Surge de y con la conquista y colonización de “América” y se va consolidando y transformando correlativamente a la mundialización del capital.

El extractivismo es, por tanto, un fenómeno indisociable del capitalismo; como éste, a su vez, lo es de la organización colonial del mundo. No sólo está en las raíces ecológicas, geo-económicas y geopolíticas del capitalismo, sino que es un efecto y una condición necesaria para el funcionamiento de la acumulación a escala global.

Ahora bien, en cuanto el extractivismo es una dimensión estructural (ecológico-geográfica) y una función constitutiva del sociometabolismo del capital como sistema-mundo, los regímenes extractivistas son las formaciones coloniales-periférico-dependientes de aquél; tales regímenes dan cuenta de la modalidad específica que el capitalismo adquiere en la periferia32.

Eso significa que mientras en su conexión hacia afuera cristalizan un vínculo de dependencia estructural, hacia el interior esos regímenes están en la raíz de la estructuración oligárquica de las formaciones sociales emergentes33.

Y hablamos de oligarquía tanto para caracterizar los regímenes políticos, como para dar cuenta del rígido sistema clasista-racista de estratificación social. Uno y otro no son aspectos accidentales ni fenómenos independientes de los regímenes, son expresiones específicas e inherentes de su modo de dominación interno.

*Crítica de la razón progresista. Una Mirada marxista sobre el extractivismo/colonialismo del Siglo XXI” por HORACIO MACHADO ARAOZ. Revista Actuel Marx. Intervenciones N° 19, segundo semestre 2015

La transición ecológica:
el rostro verde del
nuevo colonialismo

Por Héctor López Terán/ Rebelión

En el epicentro del debate global, la transición ecosocial se presenta como la respuesta hegemónica e ineludible a la crisis climática.

Sin embargo, esta agenda, lejos de constituir una solución universal, opera como un sofisticado mecanismo de poder que perpetúa y profundiza las dinámicas neocoloniales, imponiendo una nueva fase de dependencia sobre América Latina y el Sur global. La tesis es clara: la narrativa ecológica impulsada por las potencias de Occidente se erige como una forma de colonialismo “enverdecido”, un proyecto de subordinación estructural disfrazado de progreso. Para deconstruir esta hegemonía es necesario examinar la lógica económica que la sustenta, sus devastadoras consecuencias geopolíticas y la urgencia de articular una alternativa soberana desde el Sur.

Comprender la geopolítica de la transición energética hegemónica exige desentrañar su motor económico. La crisis ecológica, lejos de provocar un cuestionamiento del sistema, se ha convertido en una nueva y lucrativa frontera de acumulación para el capital. La lógica dominante presenta el cuidado del planeta como una oportunidad para rentabilizar, mediante “acuerdos enverdecidos” que no buscan alterar el metabolismo del monstruo, sino asegurar que “no hay fracaso posible para los capitales”.

Este modelo, impuesto como la vía más woke de gestionar la crisis, es ecológicamente insostenible. La pretendida sustitución de la matriz energética por fuentes “verdes” descansa sobre un ciclo de vida que continúa dependiendo de recursos fósiles y que, además, exige una destrucción acelerada de la naturaleza para extraer los minerales indispensables para su manufactura. Lejos de resolver la contradicción entre una acumulación infinita y un planeta finito, este paradigma refina los mecanismos de apropiación y consolida una estructura global de ganadores y perdedores que profundiza las asimetrías de poder existentes. (…)

Héctor López Terán. Economista, Doctorando en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Fuente: https://rebelion.org/la-transicion-ecologica-el-rostro-verde-del-nuevo-colonialismo/ 

 

Introducción a Extractivismo en Argentina. Saqueos, resistencias y
estrategias en disputa

Resituando el extractivismo en una mirada estratégica marxista

 (…) En definitiva, la única forma de llevar adelante los aspectos progresivos de la perspectiva posextractivista, en sus distintas variantes, es mediante la vinculación de la problemática del extractivismo con un cuestionamiento de raíz de las condiciones del capitalismo dependiente argentino, y subrayar la importancia de que los movimientos que se encuentran luchando hoy en los territorios –como las comunidades originarias o las asambleas socioambientales– apunten a articular alianzas junto a los trabajadores, reconociendo el poder social que tiene esta clase para paralizar y reorganizar la producción; que los trabajadores –a su vez– den pelea contra el corporativismo en las organizaciones sindicales, incorporando la lucha antiextractivista a sus programas, y que cada trabajador sea un “tribuno del pueblo”, que denuncie cada uno de los agravios y plantee un horizonte en clave socialista. (…)

«el extractivismo es una dimensión estructural (ecológico-geográfica) y una función constitutiva del sociometabolismo del capital como sistema-mundo, los regímenes extractivistas son las formaciones coloniales-periférico-dependientes de aquél; tales regímenes dan cuenta de la modalidad específica que el capitalismo adquiere en la periferia32.

Eso significa que mientras en su conexión hacia afuera cristalizan un vínculo de dependencia estructural, hacia el interior esos regímenes están en la raíz de la estructuración oligárquica de las formaciones sociales emergentes33

*Crítica de la razón progresista. Una Mirada marxista sobre el extractivismo/colonialismo del Siglo XXI” por HORACIO MACHADO ARAOZ. Revista Actuel Marx. Intervenciones N° 19, segundo semestre 2015

 (…) La transición ecológica no es un proyecto técnico, sino un campo de batalla geopolítico donde se reafirman las jerarquías globales. En este nuevo orden “verde”, América Latina y el Sur global son posicionados como proveedores subordinados, forzados a sostener y subsidiar la transición de los países centrales y de potencias emergentes como China. Al hacerlo, la región adopta una agenda ajena, impulsada por y para el beneficio del capitalismo del Norte.

Esta dependencia estructural se expresa en la sumisión a los preceptos de Occidente, aceptando un marco que no nace de sus realidades ni responde a sus intereses. Las consecuencias de esta subordinación trascienden lo económico: al asumir una agenda impuesta, los estados del Sur renuncian a su heterogeneidad social y cultural, ignorando los saberes comunitarios y las herramientas locales que encarnan otros modos posibles de habitar el mundo. Se impone así un modelo homogéneo que es, en su esencia, imperialista, pues subordina al Sur a los parámetros ecológicos de quienes más contaminan y a formas de vida ajenas e inalcanzables.

Lo anterior no constituye un rechazo a la transformación ecológica, sino un llamado a la acción estratégica. Reconocer el carácter imperialista y colonial de la transición verde hegemónica es un prerrequisito indispensable para que los pueblos del Sur global puedan forjar un camino propio y soberano. La narrativa impuesta funciona como una nueva ancla que profundiza la subordinación, sostenida por un capitalismo “enverdecido” incapaz de trastocar las estructuras de dominación y jerarquía que lo sustentan. No ofrece alternativas reales, sino la perpetuación del rol asignado al Sur como proveedor de materias primas para un desarrollo que le es ajeno.

Frente a ello, la alternativa debe surgir desde la multiplicidad de metabolismos y formas de vida que resisten a la homogeneización. Es allí donde los pueblos del Sur deben encontrar las claves para construir su propia hoja de ruta: una agenda definida por sus necesidades, sus tiempos y sus intereses. La verdadera transición no consistirá en adoptar tecnologías foráneas, sino en la lucha por una autonomía real que permita edificar futuros justos y sostenibles frente a las nuevas y sofisticadas formas del colonialismo.

Héctor López Terán. Economista, Doctorando en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Fuente: https://rebelion.org/la-transicion-ecologica-el-rostro-verde-del-nuevo-colonialismo/ 

(…) Para torcerle el brazo a los intentos de expandir el extractivismo de manera definitiva es necesario enmarcar la lucha contra el mismo con el planteo de otro horizonte, comunista, de organización de la producción social. Es decir, con la perspectiva de poner fin a la opresión imperialista y romper con las dinámicas en círculo vicioso del capitalismo dependiente. La transformación revolucionaria de la sociedad, para terminar con las relaciones enajenadas que caracterizan al capitalismo y poder dirigir de manera consciente nuestro metabolismo social, es condición para otras formas de articulación del metabolismo socionatural, en las cuales la búsqueda de asegurar condiciones materiales adecuadas para la vida de toda persona vaya de la mano de asegurar las condiciones de reproducción adecuada de los ecosistemas.

En esto consiste, en nuestra opinión, una perspectiva ecosocialista para el siglo XXI, que solo podemos alcanzar a través de una alianza de la clase trabajadora con el conjunto del pueblo oprimido, y con las comunidades originarias amenazadas por el avance extractivista. Poner en manos del conjunto de la sociedad los principales medios de producción que hoy están en manos de una pequeña minoría, para que dejen de estar puestos en función de la ganancia y pasen a estar organizados en función de las verdaderas necesidades sociales, es el puntapié inicial para poner fin a las nefastas herencias ecológicas del capitalismo. Conquistar nuevas relaciones de producción que se apoyen en la deliberación colectiva no asegura que podamos, de un día para el otro, revertir los trastornos ecológicos producidos por el funcionamiento de este orden social. Pero sí podrá abrir el camino para decidir, a partir de la deliberación democrática basada en la más amplia participación de los trabajadores y las comunidades, cómo lidiar con esas consecuencias y encarar la necesaria reparación de los ecosistemas. Al mismo tiempo, esto creará condiciones para decidir democráticamente cómo y en qué grado se desarrollarán las actividades de extracción. De esto depende no solo el establecimiento de un metabolismo equilibrado con la naturaleza, sino también la búsqueda de una articulación entre la ambición comunista de lograr asegurar “a cada quien según su necesidad” y el respeto a los modos de apropiarse de la naturaleza de las comunidades que hoy siguen resistiendo al margen de (y resistiendo a) las formas de valorización capitalista.

Desde el PTS apoyamos, impulsamos y somos parte activa –allí donde podemos–, no solo con nuestra vasta militancia sino también con nuestros referentes y parlamentarios, de las luchas del movimiento socioambiental en la Argentina. Desde allí intentamos aportar al desarrollo de las luchas antiextractivistas desde una perspectiva estratégica socialista. En algunos casos, incluso, alcanzamos un rol destacado en los momentos álgidos, como atestiguan las peleas contra el fracking en Neuquén, contra la megaminería en Mendoza y Chubut, o por el agua frente a la amenaza del extractivismo del litio en Jujuy. También desde las fábricas bajo gestión obrera, como Madygraf y Zanon, y siendo parte de la pelea de los pueblos fumigados y por la Ley de Humedales, entre otras. En las páginas de este libro, el lector encontrará no solo un análisis de los principales enclaves extractivistas, sino un despliegue de nuestra intervención concreta en cada una de las principales luchas, desde la organización de base en lugares de trabajo y estudio hasta el parlamentarismo revolucionario desde cada banca. En este sentido, se trata de un libro militante y apostamos a que su lectura contribuya a este objetivo.

Fuente:https://www.laizquierdadiario.com/Introduccion-a-Extractivismo-en-Argentina-Saqueos-resistencias-y-estrategias-en-disputa

(…) En ese marco, consideramos el Consenso de Beijing como la expresión emblemática de la reconfiguración del colonialismo/ colonialidad en el siglo XXI.

De tal modo, a la par de las nuevas dinámicas y tecnologías espaciales del capital (financiarización, electronificación, desregulaciones, relocalizaciones selectivas, concentración vertical de sectores y ramas, control de cadenas globalizadas de valor por parte de holdings y grandes corporaciones combinadas con una mayor fragmentación social y territorial del trabajo)39, se desencadena un proceso (en curso) de securitización de materias primas, militarización de territorios40, expansión del poder corporativo privado sobre bienes y servicios ambientales, mercantilización creciente de entidades, fenómenos y procesos de la naturaleza y, en general, la reconfiguración semiótica de los problemas y conflictos ecológicos bajo el paradigma hegemónico de la “economía verde”.

La actual fase de la globalización neoliberal puede entenderse y analizarse como el resultado combinado de ambos procesos. Son estas nuevas dinámicas de expropiación y subalternización de poblaciones, territorios y recursos –dirigidas a asegurar la acumulación asimétrica en tiempos de agotamiento del mundo– las que definen al neoliberalismo. (…)

*Crítica de la razón progresista. Una Mirada marxista sobre el extractivismo/colonialismo del Siglo XXI” por HORACIO MACHADO ARAOZ. Revista Actuel Marx. Intervenciones N° 19, segundo semestre 2015

«(…) La lucha del Pueblo Palestino y la lucha mapuche son resistencias contra el colonialismo y todas sus manifestaciones, porque en el fondo se trata de luchas contra la supremacía racial y el fascismo COMO EXPRESIÓN DESESPERADA DEL CAPITALISMO. Se resiste contra el control ideológico y político y la explotación de los territorios, en definitiva, es una lucha contra el exterminio como forma de dominación.

Lo que nos une como resistencias es la lucha contra la opresión, contra la ocupación y el colonialismo, independientemente que haya algunas diferencias respecto al tipo de colonialismo opresor (tiempo y espacio) así como las formas en que se asumen las resistencias y las propuestas político-territoriales para la reconstrucción y liberación de nuestros Pueblos.

En ese sentido, vale hacer un breve repaso de lo que ha sido la realidad histórica de confrontación que hemos sufrido, tanto de la lucha palestina como de la lucha en el Wallmapu, para así referirse y comprender al neocolonialismo sionista que tan brutalmente golpea en estos momentos, frente a lo cual no podemos quedar indiferentes. Hemos de hablar con propiedad porque los mapuche sabemos de masacres y campañas de exterminio. Por ello afirmamos que la lucha del Pueblo Palestino es también nuestra lucha. (…)».

Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/07/20/nacion-mapuche-la-palabra-de-hector-llaitul-palestina-y-wallmapu

(…) Recuperar el territorio no es sólo ni principalmente retomar algo que había sido robado, sino que se trata fundamentalmente de un proceso mucho más complejo, que consiste en reparar algo que ha sido dañado. No es volver a tener la propiedad de algo que había sido robado, sino que es cambiar la matriz de la forma en que nos relacionamos con eso que ha sido expropiado; y no solamente expropiado, sino dañado, destruido, arrasado. Recuperar no es retomar la posesión y cambiar el sujeto poseedor, sino que es desarmar esa relación, esa matriz de apropiación que piensa lo otro —con vida— como objeto de expropiación y de conquista.

En definitiva, recuperar el territorio es recrear la trama de vincularidades, los flujos, las interconexiones, las interdependencias que hacen a los procesos de vida humana, y más que humana, aquí en la Tierra. Cuando las hermanas y los hermanos indígenas dicen «vamos a recuperar el territorio», no solamente están diciendo vamos a tomar la posesión de esto, sino que nos están queriendo enseñar otra forma de relacionarnos entre nosotros y con todos los seres vivos que con-forman nuestras condiciones de (co)existencia. Recuperar es una forma de producir un espacio habitado; de crear habitabilidad, es decir, también, convivencialidad. Porque sin condiciones mínimas de convivencia, no hay habitabilidad posible.

En ese sentido, recuperar es lo contrario de “hacerse propietario”. La recuperación tiene que ver con la pertenencia, no con la “propiedad”. Recuperar el territorio es recuperarse: saber-se y sentirse parte-de una comunidad de vida. Recuperar no tiene que ver con “anteponer o imponer un derecho”, sino con responder a las ob-ligaciones de con-vivencia mutua. Recuperar es la antítesis a todo “derecho de posesión” y de “explotación”. La pertenencia supone respeto y cuidado. Su objetivo no es la rentabilidad, sino la habitabilidad que es, por excelencia, una propiedad-común. Producir habitabilidad no requiere explotar, sino detener toda relación de explotación. Supone mudar de un patrón de relaciones de explotación hacia una matriz de relaciones de cuidado, crianza, cultivo. Ser y sabernos parte de una vida-en-común.

Como especie, los seres humanos hemos prosperado y nos hemos viabilizado a través del arduo y complejo proceso de aprendizaje de tareas de cuidado mutuo y crianza recíproca. El proceso de hominización ha sido fundamentalmente un proceso de aprendizaje en las complejas artes del cuidado. Como individuos y como especie, somos hijas e hijos de las mujeres; son ellas las que han realizado principalmente ese gran proceso. Maternar ha sido un acontecimiento y un proceso eminentemente y profundamente político. Porque es a partir de esas prácticas que la especie ha adquirido una extraordinaria sensibilidad y capacidad para sostener la vida en su forma más frágil (porque no hay vida más frágil que la de una criatura humana recién nacida). Cada recién nacido, cada vida humana, para prosperar y subsistir, ha necesitado una extraordinaria inversión en cuidados amorosos, en energía física, intelectual y emocional que ha estado atenta a sus necesidades y requerimientos vitales. Criarnos en reciprocidad y mutualidad nos ha hominizado. Cuidarnos es lo que nos humaniza. Nos hace humus: partes ontológicamente emergentes y sobrevinientes de la Madre Tierra.

Recuperar la Tierra es recuperar-nos en cuanto conciencia de especie; consciencia de comunidad.

Retomar la Tierra, es retomar nuestro proceso de hominización/humanización que ha sido roto, quebrantado y desviado por el proceso letal de la conquistualidad. Entonces, recuperar la tierra es disolver la matriz de la conquistualidad y sustituir las relaciones de propiedad por vínculos de pertenencia.

Tomar consciencia de pertenencia es clave para nuestra sobrevivencia. Sentir-nos parte de la vida terráquea; saber-nos hijas e hijos de la Madre-Tierra para poder reconocer-nos y reconstruir los vínculos de con-fraternidad. Re-conocer la vida como una creación colectiva, transgeneracional, multiespecies, transespecies.

En la medida que cada lucha anti-extractivista busca impugnar el derecho de propiedad/conquistualidad y anteponer el derecho fundamental de pertenencia, en esa medida están creando un nuevo horizonte para re-imaginar y recrear radicalmente la noción de Derechos Humanos, la noción de Justicia. Están refundando y reafirmando la noción más radical de democracia: el derecho de un pueblo a la autodeterminación; del derecho de una comunidad de vida a decidir libremente sobre sus medios, condiciones y modos de existencia: su territorio-propio; su lugar de pertenencia. (…)

*Colectivo de Ecología Política del Sur (IRES, Conicet-UNCA).

**Ponencia presentada en la mesa «Extractivismo y derechos humanos», en el marco de los veinte años del No a la Mina de Esquel.
Fuente original: Agencia Tierra Viva