Qué democracia – Septiembre 2021
Setiembre 2021
Con crecientes zonas de sacrificio para avasallar total y totalitariamente los derechos tanto de los pueblos locales como de la naturaleza.

Observamos que las tierras usadas desde siglos en la producción de alimento están siendo desertificadas por ocupación e invasión de vastos monocultivos de forrajeras y agrocombustibles.
Legalidad-legitimidad de la gran burguesía/
Bloqueo de la lucha de clases/
Alternativas emancipatorias
Legalidad-legitimidad de la gran burguesía
Examinemos la gravedad del ensanchamiento y profundización de la legalidad-legitimidad de la gran burguesía hambreadora y devastadora.
Cumbre de la ONU sobre alimentación:
“No beneficiará a los millones de personas con hambre”
septiembre 14, 2021
El Relator sobre el Derecho a la Alimentación de la ONU, Michael Fakhri, denunció que la Cumbre responde a los intereses de multinacionales que son, en gran parte, responsables de la crisis alimentaria. En una entrevista con Tierra Viva, advirtió sobre los posibles impactos en los territorios y propuso alternativas. La agroecología como herramienta de cambio.
Por Lucía Guadagno
Promovida por el Foro Económico Mundial, empieza este 23 de septiembre la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Desde su anuncio, en octubre pasado, llueven las críticas desde diferentes sectores, entre ellos, integrantes de la propia ONU. Relatores especiales y ex funcionarios del organismo internacional advierten sobre la influencia cada vez más preocupante del sector privado concentrado -empresas como Unilever, Bayer, Nestlé, Coca Cola, Pepsico, Google, Amazon, Microsoft- en este tipo de cumbres, donde se acuerdan líneas generales que luego inciden en las políticas públicas de los países.
Una de esas voces críticas es la de Michael Fakhri, relator especial sobre el Derecho a la Alimentación de las Naciones Unidas. Para Fakhri esta Cumbre será una pérdida de tiempo y dinero para los Estados miembros de la ONU, y no beneficiará en absoluto a los pueblos del mundo, menos aún a las millones de personas que padecen hambre. En cambio, sí sacarán provecho un puñado de multinacionales que buscan garantizar sus negocios en el futuro, algunas ONG y los grupos de consultores que trabajan como asesores y en la organización de este tipo de eventos internacionales.
Lo que sí sentirán las personas comunes, tanto en las ciudades como en el campo, son los impactos de esta cumbre en los próximos años. Para Fakhri, lo que se acuerde en la Cumbre influirá en los futuros planes alimentarios que pongan en práctica gobiernos nacionales. Planes que, de acuerdo a cómo se vienen dando los acontecimientos, “es muy probable que violen los derechos humanos”, advirtió el relator.
Le preocupa que la ONU ceda a las multinacionales el poder de influencia y decisión sobre cómo enfrentar la crisis alimentaria en un mundo donde el hambre aumenta desde 2015, según datos de la FAO. Y en un momento en que la pandemia por Covid empeoró todo: se calcula que en 2020, entre 700 y 800 millones de personas pasaron hambre.
Junto a dos relatores anteriores, Fakhri denunció que los organizadores de la Cumbre pasaron por alto órganos ya establecidos y más transparentes para debatir los sistemas alimentarios, como el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial. “De manera flagrante -y quizás deliberada-, la Cumbre desvía la atención de los gobiernos hacia fuera del Comité”, sostuvieron. Y señalaron que las reglas y la agenda de la Cumbre fueron establecidas por un pequeño sector que responde a los intereses de las multinacionales. Por lo tanto, las propuestas que salgan de allí serán “sistemas agrícolas controlados por Inteligencia Artificial, edición génica y otras soluciones de alta tecnología orientadas a la agroindustria a gran escala”, advirtieron.
Desde el anuncio de la Cumbre, por parte del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en octubre pasado, Fakhri produjo varios documentos en los que insistió en la falta de una perspectiva de derechos humanos para abordar los sistemas alimentarios. Uno de ellos fue un informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, otro destinado en especial a los organizadores de la Cumbre, y un reciente reporte para la Asamblea General de Naciones Unidas.
Agencia Tierra Viva conversó desde Buenos Aires, Argentina, con Fakhri, quien vive en los Estados Unidos, donde es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oregon.-¿Tuvo alguna respuesta por parte de las autoridades de la Cumbre a sus críticas y propuestas?
No. Lo último que intenté fue comunicarme con las autoridades y sugerir cómo incluir a organizaciones y movimientos sociales que hasta ahora vienen oponiéndose a la Cumbre. Porque hasta el momento, si bien la Secretaría (autoridad) de la Cumbre se reunió con ellos, en realidad no escuchó sus demandas ni modificó en nada lo que venían haciendo. Pensé que ésta era la última oportunidad y les entregué una propuesta, pero la rechazaron. Luego de esa conversación, mi mensaje es: No es una cumbre de la gente, del pueblo (como había anunciado el Secretario General de la ONU). Esto es una pérdida de tiempo. La Cumbre lleva dos años de organización, aproximadamente 24 millones de dólares gastados y miles de personas que trabajaron de manera voluntaria. Y al final el resultado no va a servir a las personas en los territorios, en el campo, en las fábricas y las ciudades. Las personas que más lo necesitan no se van a beneficiar de esa cumbre.
-¿Y quién se va a beneficiar con la Cumbre?
-Desde el comienzo estuvo claro que las principales personas que idearon la Cumbre estaban todas conectadas con el Foro Económico Mundial. No son necesariamente las multinacionales de manera directa, ninguna empresa figura entre los líderes de la Cumbre. Sino que son organizaciones que trabajan en estrecha colaboración con ellas, que sirven a esas corporaciones y dicen que éstas son parte de la solución. Les pregunté a los organizadores de la Cumbre cómo pueden decir que las multinacionales son parte de la solución cuando en realidad son parte del problema. Y su respuesta fue: ‘Los gobiernos también son parte del problema’. Y esto te dice mucho. Porque los gobiernos no son lo mismo que las corporaciones. Los gobiernos, si bien son parte del problema, al menos en la teoría tienen que rendir cuentas, son responsables. Las multinacionales, no. Por el contrario, tratan de limitar la responsabilidad y generar ganancias. Sabemos lo difícil que es responsabilizar a una multinacional por violaciones a los derechos humanos. Por lo tanto, los sectores que se van a beneficiar son algunos productores agrícolas y de alimentos que quieren dar más poder a las multinacionales y se sienten bien trabajando con ellas. Y las mismas empresas. Lo que no me queda claro es por qué los gobiernos están dispuestos a otorgar poder, a través de las Naciones Unidas, a los asesores, científicos y expertos que trabajan junto a las multinacionales. Quienes también se van a beneficiar son los organizadores de la Cumbre, ese grupo de gente que va a continuar con sus trabajos de consultoría y seguirán siendo tratados como expertos.
-¿Puede dar ejemplos de esas ONGs y empresas, y las soluciones que proponen?
-El presidente de la Vía de Acción 2 (las vías de acción son una especie de comisión dentro de la Cumbre) es Lawrence Haddad, director Ejecutivo de la ONG GAIN (Global Alliance for Improved Nutrition). Lo que él quiere es crear una iniciativa para que las empresas hagan promesas. Esa es la solución. Que las corporaciones digan: ‘Prometemos arreglar el sistema alimentario y hacer un mundo mejor’. Otro ejemplo: los organizadores de la Cumbre crearon algo llamado palancas (o mecanismos) de cambio transversales… quién sabe lo que significa. Pero en fin, son cuatro: Finanzas, Innovación, Género y trataron de crear una sobre Derechos Humanos pero no funcionó. Finanzas está liderada por el Banco Mundial e Innovación por el Foro Económico Mundial. Por lo tanto, ellos pueden destinar todos sus recursos y ser la palanca transversal que pueda influir sobre toda la Cumbre. Y van a escribir el reporte final que va a influir sobre lo que gente piense acerca de esos temas. Lo otro que hizo el Foro Económico Mundial es organizar una reunión justo antes de que se abra la Cumbre. Esa reunión fue casi un espejo de toda la Cumbre. Los que asistieron fueron todas las multinacionales: Coca Cola, Unilever, Monsanto -o como sea que se llamen ahora-, Bayer y todos los líderes de la Cumbre, y sentaron las pautas antes de que el proceso comience oficialmente. Más allá de esto, es difícil dar ejemplos concretos de las soluciones que proponen porque, a tres semanas de empezar la cumbre, nadie sabe bien cuáles son los resultados que se esperan.
“Compromiso Hambre Cero”. Así se llama la iniciativa de la ONG GAIN a la que hace referencia Fakhri, y que es una de las soluciones que promueve la Cumbre. “El compromiso es una declaración no vinculante de las operaciones y planes de inversión propuestos por las compañías. No tiene la intención de crear ningún derecho u obligación legalmente exigible para las empresas”, explica GAIN en su sitio web. Entre los principales financiadores de la ONG figuran las multinacionales BASF, Unilever y Arla Foods así como la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller.
Impacto en los territorios
-¿Cuál será el impacto de la Cumbre en la gente común, en trabajadores, familias campesinas, pueblos indígenas?
-Los impactos no se van a ver de inmediato y eso ya es un problema. El hecho de que no haya impactos positivos inmediatos en una pandemia es un problema. De hecho, la cumbre no se ocupa del Covid de ninguna manera, sino que asume el mundo después del Covid, por lo tanto es una fantasía. Lo que hace la Cumbre es influir sobre los gobiernos nacionales. La mayor parte de las actividades están dedicadas a que los gobiernos anuncien planeas generales de cómo van a cambiar sus sistemas alimentarios. La Cumbre va a conectar a esos gobiernos con inversores y consultores interesados en trabajar con las multinacionales. Y van a asesorar a los gobiernos sobre cómo cambiar sus sistemas alimentarios. Por lo tanto, lo que va a empezar a pasar es que cada vez más países van a desarrollar planes alimentarios.
La mayoría de los países tienen planes agropecuarios, pero no alimentarios. Entonces, habrá cada vez más planes alimentarios diseñados e implementados de una manera que, teniendo en cuenta cómo se han dado las cosas, muy probablemente violarán los derechos humanos. Por lo tanto, vamos a comenzar a ver los efectos en los territorios en un par de años.
Mientras tanto, la pregunta es cómo las personas que están comprometidas con los derechos humanos van a continuar con la lucha a nivel internacional mientras, al mismo tiempo, animan a las personas a manifestarse a nivel local. Porque hay una esperanza y una oportunidad: si hay suficiente presión a nivel nacional sobre los gobiernos para crear planes alimentarios basados en los derechos humanos, eso puede neutralizar a la Cumbre. Al final, el poder local es siempre el más efectivo.
-En varias oportunidades sostuvo que la Cumbre no se ocupa seriamente de la pandemia. ¿Por qué cree que eso sucede?
-No lo sé. Esa es la pregunta que le hice todo el tiempo a la Secretaría de la Cumbre. Les planteé este punto hace un año y medio, pero evitaron responder. Puedo suponer una razón. El hecho de que no hayan incluido al Covid en la agenda ni hayan explicado públicamente el motivo habla de lo desconectados que están de la realidad, de lo lejos que están de las necesidades inmediatas de las personas. Esto habla de que son una elite que puede darse el lujo de no poner el Covid en la agenda. Porque al resto del mundo, si les preguntás cómo lidian con los problemas alimentarios, tienen que enfrentar el Covid, no tienen elección. Por lo tanto, el hecho de que hayan sentido que podían elegir no ocuparse del tema me da a entender que no tienen idea de las luchas reales de la gente.
Responsables del hambre
-Usted afirma, en declaraciones e informes, que el problema del hambre es más complejo de abordar que la pandemia. Y que no es un problema de escasez de comida sino de fracasos políticos. ¿Puede dar algún ejemplo de esos fracasos?
-El hambre siempre es un fracaso político. Y no es sólo del gobierno del país en donde está ocurriendo. Nuestros sistemas alimentarios, incluso los más locales, son parte del mundo, por lo tanto la economía mundial los afecta. Por ende, el fracaso político puede ser de ese gobierno nacional, pero también de otros países que ejercen influencia. En ese sentido, el hambre siempre es un problema global. Y tiene múltiples responsables. A nivel global, el sistema entero de ONU es responsable en este sentido: la gente está tratando de que los gobiernos se junten y coordinen sus respuestas ante la crisis alimentaria, agudizada por la pandemia. Pero un pequeño número de países poderosos se niega a utilizar los foros multilaterales para hacerlo. El foro más grande, el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de Naciones Unidas, es el lugar ideal para que gobiernos, sociedad civil y otros actores puedan sentarse y coordinar respuestas a la crisis, es muy inclusivo. Pero hay un continuo bloqueo político de los países poderosos que no quieren trabajar con otros. Quieren mantener el poder para ellos mismos. Esto es un ejemplo de un fracaso político.
–¿En qué medida las multinacionales del agronegocio son responsables por el hambre?
-Desde 1960 hasta ahora hemos aumentado la producción de alimentos en un 300 por ciento y, sin embargo, el hambre aumenta. El agronegocio se ha enfocado en producir más, más y más comida sin hacerse ninguna otra pregunta: ¿cómo están produciendo la comida? ¿qué daños están causando? Lo que han hecho, con una influencia creciente sobre los sistemas alimentarios, es promover prácticas con pesticidas, semillas transgénicas y monocultivos. Y condujeron a la reducción de la biodiversidad, que es uno de los principales problemas del cambio climático, no sólo del sistema alimentario. Porque se centran principalmente en las ganancias y en concentrar poder. Ahora están tratando de adaptarse, de ser más “sustentables”, según sus palabras. Pero no hay razón para confiar en que van a solucionar el problema.
Al final el problema no es lo que están haciendo sino el poder, quién tiene el poder. Si le das poder a un pequeño grupo de personas, en cualquier situación, nada va a salir bien. Si se mantiene el poder en manos de la gente, la gente sabe lo que necesita, lo saben mejor que nadie, son capaces de adaptarse a su contexto particular y sus ecosistemas.
La dificultad está en lograr que las personas trabajen juntas, en colaboración. Pero eso siempre es un problema en democracia, y es un buen problema. Un mal problema es tener que enfrentar al poder concentrado. Porque, de nuevo, quienes lo concentran están desconectados de la realidad. Ese es el mayor problema. Por lo tanto, la Cumbre refleja muchos de los problemas de los sistemas alimentarios.
Resistencia y caminos posibles
-¿Cuál es su opinión sobre la contra-cumbre Sistemas Alimentarios para los Pueblos, organizada por activistas y movimientos sociales que denuncian que la Cumbre responde a la agenda de las multinacionales?
-Es una inspiración. Porque estos grupos que se unieron, y que representan a millones de personas, no piensan igual e, incluso, tienen posiciones contrarias. Pero han logrado negociar y superar sus diferencias, y encontrar los puntos en común en solidaridad. Ese espíritu de solidaridad debería ser una inspiración también para los gobiernos. Porque si la gente puede hacer esto por sí misma, los gobiernos tienen que ser capaces de unirse, superar sus diferencias y servir a las necesidades de la gente. Por lo tanto, esta contra-movilización, que la gente está haciendo en circunstancias increíblemente difíciles, en medio de una pandemia, lo veo como una inspiración.
-¿Qué caminos propone como Relator para solucionar los problemas de los sistemas alimentarios?
-En primer lugar, si las personas todavía no están involucradas, que lo hagan. En cada ciudad, comunidad y país, hay movimientos de soberanía o justicia alimentaria, organizaciones campesinas, sindicatos, cooperativas. Cuanta más gente participe activamente en las luchas locales, mejor. En cuanto a los gobiernos, hay que tratar de obtener liderazgos. Necesitamos sólo un pequeño grupo de gobiernos que se unan y presionen contra la agenda de las multinacionales. Que sean los defensores de sistemas alimentarios que respeten los derechos humanos. Hay gobiernos que pueden hacerlo pero todos están esperando que otro se mueva primero. Creo que hay esperanza en convocar a esos países a conformar alguna especie de coalición que inspire y lidere a los otros. Por mi experiencia de trabajo, sé que la mayor parte de los gobiernos quieren hacer las cosas bien. Pero, de nuevo, un pequeño grupo de poderosos bloquean todo. El sistemas de las Naciones Unidas tiene fortalezas y debilidades. Una de sus fortalezas es que cuando una mayoría de países encuentran la forma de unirse, pueden influir en la agenda y pueden hacerlo en el buen sentido. Esto ya ha funcionado en el pasado y puede funcionar de nuevo. Lo tercero, que la gente construya nuevas relaciones. El cambio ocurre a partir de la creación de nuevas relaciones y amistades. Lo que me inspiró, por ejemplo, son los movimientos en la India. Estuvieron liderados por organizaciones de agricultores que luchaban por sus derechos humanos. Y lo que ocurrió fue que los trabajadores y los sindicatos se les unieron en solidaridad. Los agricultores y los trabajadores no siempre se llevan bien, es una relación complicada. Pero fueron capaces de desarrollar un nuevo vínculo. Por lo tanto, creo que nuevas relaciones conducen a una nueva política, nuevas ideas, y así es como sucede el cambio.
-En Sudamérica el modelo de agronegocio que combina cultivos transgénicos, agrotóxicos y concentración de la tierra lleva más de tres décadas y los gobiernos siguen promoviéndolos como una forma de desarrollo. ¿Qué opina sobre eso?
-Hay una desconexión entre las políticas alimentarias y las políticas de comercio. Y esto impacta en cómo los países usan la tierra. Si el país está principalmente orientado a la exportación, hace que la tierra se oriente a la producción de commodities, no de alimentos. Esto responde a un modelo de desarrollo: producimos commodities –como si fuéramos una fábrica-, vendemos al mercado internacional, ganamos dinero, lo ingresamos al país y con eso comemos mejor y mejoramos la calidad de vida. Eso es un modelo económico de los años 50. El mundo entero lo implementó. Lo que hemos visto, especialmente en los países del hemisferio sur, es que reorientar el sector agropecuario hacia las exportaciones dio como resultado tres cosas. Lo primero, se reduce la biodiversidad, lo que afecta al ambiente y la salud de las personas, su salud física. Segundo, que no mejoró la condición socioeconómica; solamente algunas personas ricas del país se hicieron más ricas. Vemos esto en la Organización Mundial de Comercio: los países en desarrollo no están conformes con las políticas internacionales de comercio. Y tercero, deja inseguridad alimentaria en el país: exportás alimento, importás dinero, pero la gente pasa hambre. Se crea un absurdo. Tenés un sector agrícola que manda alimentos al exterior mientras tu gente tiene hambre al lado tuyo. Ningún país está haciendo un buen trabajo para conectar el sistema alimentario con el de comercio. Sudamérica puede ser un buen lugar para hacerlo, porque tiene agricultura, tiene una historia de movimientos populares y el comercio siembre ha sido un tema de debate, más que en otras regiones.
Invertir en agroecología
-Tanto usted como relatores anteriores proponen a la agroecología como una de las soluciones a la crisis alimentaria. ¿Qué les diría a quienes sostienen que la agroecología es algo del pasado, primitivo?
-La agroecología se basa en largas tradiciones de cómo cultivar los alimentos. Tiene el poder del conocimiento de las personas que hacen el trabajo: agricultores, pescadores, pastores, campesinos. Proviene de una tradición particular, pero es dinámica. Y está orientada hacia el futuro. El mundo que vivimos hoy comenzó en 1970, cuando comenzó la Revolución Verde y la agricultura pasó a ser un negocio de grandes multinacionales. Es un fenómeno reciente, pero miren la destrucción que generó en sólo 50 años. Por lo tanto, la agroecología es nueva en el sentido de que todavía no nos hemos comprometido a nivel global para, de forma consciente, desarrollar nuestras políticas alimentarias de una manera integrada a los procesos ecológicos. La agroecología tiene una historia, pero todo tiene una historia. El agronegocio es parte de la historia de la industria. Tomaron la agricultura y la pusieron en la historia de las fábricas, de la industria. No fue cualquier avance tecnológico, fue un avance tecnológico para producir commodities con el propósito de generar ganancias. Traigamos de vuelta a la agricultura a la tradición del conocimientos locales, de los agricultores, de los pueblos indígenas. Pero, de nuevo, se trata de una tradición que es nueva, actualizada. Tenemos que crear nuevas tecnologías, invertir dinero, científicos, escuelas y todo eso, y será algo nuevo. La agroecología tiene técnicas que ya se ha probado que funcionan. Debido al cambio climático, los ecosistemas están cambiando muy rápido. En ese sentido, la agroecología por definición es moderna, porque responde directamente a un ecosistema que será nuevo para nosotros. Es más dinámica y más resiliente que la agricultura industrial.
-En su último reporte usted hace hincapié en la necesidad de invertir en agroecología.
-Hay que dirigir la inversión a aquello que está alineado con los derechos humanos, con la preocupación ecológica, y poner el poder en manos de la gente. No hay suficiente inversión en agroecología. En mi trabajo he visto que muchos gobiernos están interesados. Muchos gobiernos quieren hacer la transformación y es casi una cuestión de cuán rápido quieren hacerlo. Esa es realmente la pregunta. Creo que el problema con la agroecología es que el agronegocio trata de hacer dos cosas a la vez: decir que es irrelevante o no productivo mientras que, al mismo tiempo, dicen: ‘Ah, pero nosotros podemos hacer agroecología’. La redefinen para que sirva a sus propósitos y eso confunde. Pero creo que cuánto más claras tengamos las cosas, más gobiernos haya involucrados y más se invierta en agroecología, más rápido se va a dar el cambio. Se está construyendo, sólo que me gustaría que fuera más rápido.
Resumamos posición de Michael Fakhri, relator especial sobre el Derecho a la Alimentación de las Naciones Unidas: si hay suficiente presión a nivel nacional sobre los gobiernos para crear planes alimentarios basados en los derechos humanos, eso puede neutralizar a la Cumbre. Al final, el poder local es siempre el más efectivo.
Es una inspiración. Porque estos grupos que se unieron, y que representan a millones de personas, no piensan igual e, incluso, tienen posiciones contrarias. Pero han logrado negociar y superar sus diferencias, y encontrar los puntos en común en solidaridad. Ese espíritu de solidaridad debería ser una inspiración también para los gobiernos. Porque si la gente puede hacer esto por sí misma, los gobiernos tienen que ser capaces de unirse, superar sus diferencias y servir a las necesidades de la gente. Por lo tanto, esta contra-movilización, que la gente está haciendo en circunstancias increíblemente difíciles, en medio de una pandemia, lo veo como una inspiración.
-¿Qué caminos propone como Relator para solucionar los problemas de los sistemas alimentarios?
–En primer lugar, si las personas todavía no están involucradas, que lo hagan. En cada ciudad, comunidad y país, hay movimientos de soberanía o justicia alimentaria, organizaciones campesinas, sindicatos, cooperativas. Cuanta más gente participe activamente en las luchas locales, mejor. En cuanto a los gobiernos, hay que tratar de obtener liderazgos. Necesitamos sólo un pequeño grupo de gobiernos que se unan y presionen contra la agenda de las multinacionales. Que sean los defensores de sistemas alimentarios que respeten los derechos humanos. Hay gobiernos que pueden hacerlo pero todos están esperando que otro se mueva primero. Creo que hay esperanza en convocar a esos países a conformar alguna especie de coalición que inspire y lidere a los otros. Por mi experiencia de trabajo, sé que la mayor parte de los gobiernos quieren hacer las cosas bien. Pero, de nuevo, un pequeño grupo de poderosos bloquean todo. El sistemas de las Naciones Unidas tiene fortalezas y debilidades. Una de sus fortalezas es que cuando una mayoría de países encuentran la forma de unirse, pueden influir en la agenda y pueden hacerlo en el buen sentido. Esto ya ha funcionado en el pasado y puede funcionar de nuevo. Lo tercero, que la gente construya nuevas relaciones. El cambio ocurre a partir de la creación de nuevas relaciones y amistades
–Hay una desconexión entre las políticas alimentarias y las políticas de comercio. Y esto impacta en cómo los países usan la tierra. Si el país está principalmente orientado a la exportación, hace que la tierra se oriente a la producción de commodities, no de alimentos. Esto responde a un modelo de desarrollo: producimos commodities –como si fuéramos una fábrica-, vendemos al mercado internacional, ganamos dinero, lo ingresamos al país y con eso comemos mejor y mejoramos la calidad de vida. Eso es un modelo económico de los años 50. El mundo entero lo implementó. Lo que hemos visto, especialmente en los países del hemisferio sur, es que reorientar el sector agropecuario hacia las exportaciones dio como resultado tres cosas. Lo primero, se reduce la biodiversidad, lo que afecta al ambiente y la salud de las personas, su salud física. Segundo, que no mejoró la condición socioeconómica; solamente algunas personas ricas del país se hicieron más ricas. Vemos esto en la Organización Mundial de Comercio: los países en desarrollo no están conformes con las políticas internacionales de comercio. Y tercero, deja inseguridad alimentaria en el país: exportás alimento, importás dinero, pero la gente pasa hambre. Se crea un absurdo. Tenés un sector agrícola que manda alimentos al exterior mientras tu gente tiene hambre al lado tuyo. Ningún país está haciendo un buen trabajo para conectar el sistema alimentario con el de comercio. Sudamérica puede ser un buen lugar para hacerlo, porque tiene agricultura, tiene una historia de movimientos populares y el comercio siembre ha sido un tema de debate, más que en otras regiones.
Constatemos hacia dónde rumbea el gobierno de les Fernández:
Argentina sostiene la voz del agronegocio en
la Cumbre de los Sistemas Alimentarios
septiembre 22, 2021
El gobierno argentino llega alineado con el agronegocio a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de Naciones Unidas. Aunque la convocatoria diplomática internacional propone, en lo discursivo, “introducir cambios” en el modelo agropecuario, la Cancillería y el Ministerio de Agricultura adoptaron las propuestas del sector empresario con nula participación de pequeños productores, campesinos e indígenas. Los cambios de Gabinete no modifican la posición.
Por Nahuel Lag
“Fortalecer los Sistemas Alimentarios para el Desarrollo Sostenible”. Con ese título, la Cancillería, encabezada por el ex canciller Felipe Solá, convocó en mayo pasado a tres jornadas de “diálogos” preparativos para la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios que ocurrirá este jueves 23 de septiembre. El 14 de septiembre, en su último llamado a la acción, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, habló de “introducir cambios en nuestra manera de producir, procesar y consumir los alimentos” y destacó el “notable proceso de participación” del encuentro que ocurrirá en paralelo a la Asamblea General. Las conclusiones de los diálogos ocurridos en la Argentina no se hicieron públicas ni tampoco se conocieron las organizaciones invitadas.
A través de un pedido de información pública, Agencia Tierra Viva accedió a los lineamientos surgidos de esos encuentros, que guiarán el debate de la Argentina en la Cumbre: intensificar el modelo agroindustrial con biotecnología y “agtech”; cuestionar el impacto de los monocultivos y la ganadería intensiva en la crisis climática y ausencia de las propuestas de los movimientos campesinos e indígenas y de las organizaciones de la sociedad civil que promueven una transición a la agroecología.
A pesar del énfasis puesto en la comunicación oficial de la ONU para señalar a la Cumbre como “culminación de un proceso global inclusivo”, las denuncias sobre la exclusión del debate y falta de transparencia hechas por los movimientos campesinos, indígenas y de la sociedad civil fueron una constante a lo largo del proceso “participativo” iniciado a fin de 2020. La Vía Campesina y el Relator sobre el Derecho a la Alimentación de la ONU, Michael Fakhri, lo hicieron desde un inicio, poco después de que la convocatoria surgiera como parte de un denunciado acuerdo con el Foro Económico Mundial. La otra voz que se alzó contra la organización de la cumbre y decidió desistir de participar de los encuentros oficiales, que se desarrollarán exclusivamente de forma virtual, fue el Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas —que integra la estructura del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO—. En julio pasado, cuando se dio la PreCumbre, lanzó la campaña “Sistemas Alimentarios para los Pueblos”, con un duro posicionamiento. En estos días se continuarán desarrollando actividades en oposición a la cumbre.
La posición de la Argentina —conducida por el ex canciller Felipe Solá hasta el fin de semana pasado— no desentonó con las denuncias globales sobre la cooptación de los actores corporativos del agronegocio. Los “diálogos” convocados en mayo como parte de la organización de la Cumbre fueron anunciados, pero no así las organizaciones que participaron ni las conclusiones alcanzadas como parte de los ejes que el país llevará a la cumbre. Esta Agencia solicitó varias veces esa información a la Cancillería, pero solo tuvo respuesta a través de un pedido de información pública.
El resultado de los diálogos son 13 páginas de apuntes sueltos de las jornadas realizadas los días 18, 19 y 21 de mayo, pero en los que se nota la fuerte impronta del sector del agronegocio en los tres ejes propuestos por la Cancillería, a tono con el “greenwashing” (lavado de imagen) que denuncian quienes han decidido no participar de la cumbre: «El futuro del sistema agroalimentario argentino: oportunidades y desafios», «Prácticas y experiencias de producción sostenible para compartir con el mundo» y «Sistemas alimentarios sostenibles para dietas saludables».
La lista de invitados para los diálogos se trató de medio centenar de cámaras empresarias del sector agroalimentario —como la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), la Cámara Argentina de Feedlot, y asociaciones y cámaras de cítricos, yerba y vino, entre otros. También participaron representantes de la Mesa de Enlace —como la Sociedad Rural Argentina (SRA) y la Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)— y asociaciones referentes del actual modelo del agronegocio, como la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la Asociación de la Cadena de Soja Argentina (Acsoja) y Maizar. El sector cooperativo solo estuvo representado por la Asociación Cooperativas Argentinas (ACA). En la lista de convocados al “diálogo” es total la ausencia de los movimientos campesinos e indígenas, las organizaciones sociales y académicas que impulsan la agroecología.
Los objetivos del mismo desarrollo
Según la convocatoria del Secretario General de la ONU, la cumbre debería brindar las soluciones para un cambio en los sistemas alimentarios que permitieran avanzar en la concreción de los Objetivos de Desarrollo 2030 y saltar la crisis alimentaria profundizada por la pandemia de Covid-19. Abordar el hambre, el cambio climático, la pobreza y la desigualdad está en la esencia de los objetivos mencionados. La FAO, en su documento de cara a la Cumbre, reconoció que “el número de personas que padecen hambre ha aumentado en los últimos cinco años y actualmente asciende a 811 millones de personas”.
Sin embargo, y a pesar de emitir un reciente documento para impulsar legislaciones que favorezcan la agroecología en América Latina, la FAO es denunciada por su vínculo con corporaciones como Google, Amazon y Microsoft para acaparar la incorporación de las tecnologías en el agro. “Tecnología, innovación, datos y ‘complementos’”, es la propuesta de la FAP para la Cumbre.
El documento surgido de los “diálogos” en la Cancillería argentina se manifiesta a tono con la defensa del actual modelo y su profundización a través de la incorporación de tecnología. Entre las líneas de acción hacia la cumbre se pueden leer varios fragmentos que rechazan cualquier salida del agronegocio. “El camino que plantea la Cumbre ya lo venimos recorriendo. El proceso empezó en la Argentina a mediados de los años 80, a partir del interés por mejorar los suelos y un progreso importante fue la introducción de la siembra directa (SD) y luego con la sustitución de agroquímicos a través de semillas mejoradas. Hoy, el 90 por ciento de la producción se realiza con SD y un gran porcentaje de la producción con semillas que permiten reducir el uso de agroquímicos”, señala el documento de Argentina.
El análisis sin cuestionamiento al actual modelo planta bandera en el documento surgido de los “diálogos”, a pesar de ser contradictorio con los datos reales sobre sustentabilidad de los suelos, el incremento de uso de agroquímicos y la innovación en semillas como el trigo transgénico HB4, que trae aparejado el uso de agrotóxicos más potentes, como el glufosinato de amonio.
Además el documento plantea una mirada crítica respecto de las posiciones que pueden traer los países europeos, donde se avanza en las prohibiciones del modelo atado al paquete químico, y se pone como objetivo: “Contrarrestar una visión en exceso europea en el marco de la Cumbre y reforzar una visión desde otros contextos geográficos como el que nosotros representamos”.
¿Y cómo sería esa visión? Un modelo agroexportador de commodities que se refleja en apuntes como “consensos públicos-privados que permitan un mejor acceso a los mercados internacionales” y reivindicar las alianzas con países productores de soja como Estados Unidos y Brasil. En este sentido, el documento expone el tono de los diálogos y la defensa del modelo agroexportador por encima del objetivo de paliar el hambre con alimentos saludables.
“El enfoque de Naciones Unidas, en particular de la Cumbre, parece estar orientado a modificar las dietas alimentarias en el mundo. Se considera, en cambio, que la Cumbre debería priorizar el acceso a los alimentos en calidad y cantidad, es decir priorizar la ‘seguridad alimentaria’. Para ello se deben fomentar modos de producción que atiendan la sostenibilidad en los tres pilares: social, económico y ambiental, así como modos de comercialización donde el comercio internacional juega un rol central”, sostiene.
“Nuestra economía necesita dólares. Nuestra producción necesita ser sustentable (siembra directa y producción de bajo impacto)”, insisten en el diálogo del sector del agronegocio, entre otras reflexiones, respecto de un modelo cuestionado sobre su posible sostenibilidad, pero que se defiende sin ocultamientos en el documento: “Se deben eliminar algunos prejuicios sin bases científicas que limitan el desarrollo. Las regulaciones se deben basar en el conocimiento científico y no en cuestiones ideológicas o en intereses sectoriales”.
Y se deja en claro el camino que respaldan las cámaras empresarias para continuar profundizando el actual sistema alimentario: “Incrementar la eficiencia productiva de todo el sistema agroalimentario tanto en lo productivo como en el comercio. Hay que destacar los avances en materia de edición genética y defender el uso de la biotecnología ante los mercados que la cuestionan”. Agricultura digital, con tecnologías blockchain (software para el manejo del campo), para la aplicación de agroquímicos y fertilizantes. Ese es el modelo a futuro que surge de los representantes del agronegocio convocados a los diálogos de la Cancillería de cara la Cumbre.
Una posición oficial previsible a favor del actual sistema alimentario
La crisis política generada por el resultado de las elecciones de las PASO decantó en cambios en el Gabinete que inciden en el debate sobre el futuro de los sistemas alimentarios. La Cancillería y el Ministerio de Agricultura son las carteras claves involucradas en estos debates. Felipe Solá fue reemplazado por Santiago Cafiero, tras su salida como jefe de Gabinete; mientras que en Agricultura el nuevo ministro es Julián Domínguez —quien ya ocupó ese rol entre 2009 y 2011— en reemplazo de Luis Basterra. En su primera intervención pública Domínguez anunció “Necesitamos incrementar la producción y calidad con menor huella ambiental, sanidad e inocuidad”.
El objetivo de incrementar la producción fue cifrado en 70 millones de toneladas de soja. El flamante Ministro eligió para su primera aparición pública un conversatorio de la Asociación de la Cadena de Soja Argentina (Acsoja) —organización presente en los “diálogos” organizados por la Cancillería—. El modelo atado al paquete agroquímico y las semillas transgénicas persiste y Domínguez se encargó ayer de reafirmarlo: «Esta agricultura moderna nos permite mostrar resultados frente al dilema de la seguridad alimentaria, y de atención de múltiples mercados y demandas». La elección de la palabra «seguridad alimentaria» y no «soberanía alimentaría» marca la continuidad de la política agropecuaria.
El Gobierno dejó un camino de pistas sobre su posición. Antes de la Cumbre hubo dos debates claves dentro del sistema ONU. Se trató de la aprobación de las Directrices Voluntarias sobre los Sistemas de Alimentación y Nutrición, un debate de cuatro años en el que la Argentina actuó en bloque con los países agroexportadores para bloquear cualquier posibilidad de cambio. En ese debate, la posición oficial fue solicitar ajustar los parámetros de “inocuidad alimentaria” al sistema de comercio internacional —permisivo con los residuos de agrotóxicos— y minimizar el rol de los mercados de producción local para la agricultura familiar.
El otro debate fue el de las “Recomendaciones políticas sobre enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores”. Allí la oposición de la Argentina también fue en bloque con el resto de los países agroexportadores y se notó desde el título de un documento que debía debatir sobre “agroecología” y se forzó a poner “otros enfoques innovadores”, para poder incorporar allí el mercado de las Agtech (nuevas tecnologías del agronegocio). En mayo pasado, pocos días antes de que la Cancillería convocara a los “diálogos” preparativos para la cumbre, una carta firmada por 2600 organizaciones solicitó a Solá y Basterra un cambio de posición.
Basterra tuvo su último participación en torno a la cumbre en julio pasado, cuando viajó a Roma para la PreCumbre organizada por la ONU. Allí la posición del Ministerio de Agricultura fue otra vez actuar en bloque con los países agroexportadores para mantener el diseño del actual sistema alimentario. La posición se consolidó en una presentación conjunta a través del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). El documento conjunto resalta que en materia de “estrategias de producción y asuntos ambientales” se debe avanzar en el “aprovechamiento de las innovaciones en ciencia y tecnología, la digitalización y la bioeconomía, entre otros aspectos”.
Todas estas negociaciones estuvieron comandadas por el subsecretario de Coordinación Política, Ariel Martínez, y por el embajador argentino ante la FAO, Carlos Cherniak, quienes hasta el momento continúan en sus cargos. Martínez acompañó el viernes pasado a Basterra en su último acto oficial como funcionario. Fue en la cumbre de Ministerio de Agricultura del G20 en Florencia, Italia. En su intervención, el subsecretario de Coordinación Política resumió la posición del Gobierno: «En Argentina, estamos convencidos que nuestros sistemas son parte de la solución, no del problema, aun cuando haya cosas por mejorar.»
Sin voz para otro modelo
Mientras 2600 organizaciones decían presente en una carta pública para pedir al Gobierno un giro hacia la agroecología, la Cancillería no registraba la existencia de esas organizaciones en sus “diálogos” para la Cumbre. En la lista de convocados a las que accedió Agencia Tierra Viva solo se registran dos excepciones a la amplia convocatoria centrada en el actual modelo del agronegocio.
Una es la del Mercado Central de Buenos Aires (MCBA), presidido desde marzo de 2020 por el coordinador nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), Nahuel Levaggi, que impulsa un modelo de producción agroecológico, con acceso a la tierra para los pequeños productores y la creación de mercados de cercanía con alimentos sanos y a precio justo del productor al consumidor. Sin embargo, desde la UTT confirmaron que -a pesar de figurar en la lista- no existió participación en esas jornadas de “diálogo”.
La otra excepción de la lista es la del Movimiento de Productores Orgánicos (MAPO), lo que explica que en solo un párrafo de 13 páginas de conclusiones figure la palabra “Agricultura regenerativa”. La palabra “agroecología” está ausente en todo el documento, a pesar de que el Gobierno creó bajo la órbita del Ministerio de Agricultura, la Dirección de Agroecología.
Entre las pocas concesiones a otros modelos de producción presentes en el documento figura en algunos apuntes como “transición hacia la sostenibilidad en los sistemas productivos”, sobre los que se marca “deben ser graduales” y ponen en el plano de “alternativo” el fomento a las cadenas cortas de comercialización, aunque se reconoce “los aspectos positivos en las dimensiones ambiental, social y económica”.
Al hablar de “dietas saludables”, la impronta marcada por los sectores del agronegocio en el documento otorga esas tareas a la educación y las iniciativas individuales, disociadas de un modelo productivo integral. “Se indicó la importancia de generar huertas en las familias y la capacitación en las escuelas para lograr hábitos saludables para, en alguna medida, complementar la nutrición y la seguridad alimentaria”, concede el documento elaborado por la Cancillería.
Y tampoco se escapa de un debate demorado y transversal a los sistemas alimentarios. “Se remarcó la relevancia de avanzar en un sistema de rotulado frontal en favor de una alimentación saludable”, se reconoce en el documento, donde también se olfatea la presencia de la Copal en aclaraciones cómo “informe adecuadamente sobre las características de los alimentos sin demonizarlos”, frase usado por el lobby de la industria alimenticia que aún resiste la aprobación de la Ley de Etiquetado en el Congreso.
¿Qué Cambió Climático?
En otra de sus expresiones al convocar la Cumbre, António Guterres señaló la necesidad de modificar los sistemas alimentarios por tratarse de «una de las principales razones por las que no nos mantenemos dentro de los límites ecológicos de nuestro planeta». Las razones fueron claramente expuestas en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y enumeradas por Guterres: emiten alrededor de un tercio de los gases de efecto invernadero; causan la deforestación y provocan alrededor del 80 por ciento de la pérdida de biodiversidad. El principal gas de efecto invernadero emitido por los sistemas alimentarios está en la ganadería, en particular, la ganadería intensiva: se trata del metano.
Los representantes del agronegocio argentino convocados por la Cancillería rozan el negacionismo. Los documentos preparativos para la Cumbre cuentan con reflexiones como: “Hay que propugnar en ámbitos internacionales, como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climatico (IPCC), por el uso de sistemas de medición de capturas de carbono y no solo de emisiones, lo que contribuiría a limitar la hostilidad contra el comercio y consumo de carnes. Que el metano no se considere como equivalente a dióxido de carbono”.
La idea de “huella de carbono” y “huella hídrica” propuesta por los representantes del agronegocio ponen como ejemplo a la industria forestal que busca sistemas de compensación, pero no de reducción de emisiones. La política es conocida como el “cero neto” y es una estrategia impulsada por la industria petrolera. Según el último inventario de emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) local, en la Argentina un 37 por ciento de las emisiones provienen de la agricultura, ganadería, silvicultura y otros usos de la tierra, mientras que el 53 por ciento proviene del sector energético.
“Es necesario que se modifiquen los sistemas de medición en ganadería, que solo consideran emisiones de GEIs y no el secuestro de carbono. En ese caso, el balance sería positivo. Se debe considerar el ecosistema en su conjunto y no solo a la producción animal”, insisten los representantes del agronegocio en el documento de la Cancillería y agregan en otro apartado: “Tenemos muchas demostraciones de que la Argentina tiene muchos servicios ecosistémicos. Lo importante es quién y cómo los miden”.
La misma posición se sostiene en torno a los impactos del modelo de agricultura intensiva atada al paquete agroquímico. “Es necesario revertir una imagen negativa que no tiene fundamentos sólidos, evitando la difusión de falacias o verdades a medias”, señalan. E incluso proponen como objetivo de debate en la Cumbre “armonizar criterios en lo que se considere ‘positivo para la naturaleza’”.
La preocupación por demostrar “sostenibilidad” tuvo un bloque de debate especial a lo largo de las tres jornadas convocadas y se denominó «Prácticas y experiencias de producción sostenible para compartir con el mundo». ¿Qué experiencia se destacaron? La Red de Buenas Prácticas Agropecuarias (PBA), la Plataforma Agroideal y el Acuerdo entre las estatales INTA y Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con las asociaciones Aapresid y la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea). Aapresid y Aacrea —pilares del actual modelo de paquete químico— figuran como “referencia” en el documento en los segmentos en los que se puntean las conclusiones respecto de la “producción sostenible para compartir con el mundo”.
Otra referencia particular es una dirección web creada por la ONG estadounidense The Nature Conservancy, que participó de los “diálogos”. La web ofrece datos digitalizados sobre los biomas de la Amazonía y del Chaco argentino para la producción de soja y ganadería. En los últimos 20 años, la Argentina perdió 6,5 millones de hectáreas de bosques nativos por el avance de la frontera sojera y ganadera. El 87 por ciento en la Región Chaqueño, el segundo foco de desmonte más grande de Sudamérica (luego del Amazonas).
El 23 de septiembre será el momento de la cita en la ONU. La promesa es una “cumbre popular y cumbre de soluciones, que ha reconocido que todos, en todas partes, deben actuar y trabajar juntos para transformar la forma en que el mundo produce, consume y piensa sobre los alimentos”. La Argentina no muestra señales para ir hacia ese camino.
Accedé al documento completo sobre los diálogos nacionales para la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, aquí.
* Este artículo forma parte de la serie «Recuperando la narrativa de los sistemas alimentarios», que cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/argentina-sostiene-la-voz-del-agronegocio-en-la-cumbre-de-los-sistemas-alimentarios/
En consecuencia, entre quienes están en contra del sistema de agronegocios, predomina la creencia en que las diversidades de abajo sólo pueden unirse para presionar a gobiernos y éstos unirse contra las transnacionales. Se menosprecia la mayúscula concentración y centralidad del Capital. También que la legalidad-legitimidad de la gran burguesía hoy se ha afianzado en ‘democracias’ locales e internacionales como encubridoras de los oligopolios cuyos privilegios e intereses lucrativos rigen al sistema mundo capitalista.
Todos los poderes locales han entramado negocios con los capitales y estados imperialistas. Pero la base para la expansión de esa acumulación de riquezas y poder contra los pueblos, los trabajadores y la naturaleza radica en el régimen latifundista que expropia tanto las vidas humanas como las condiciones y medios de trabajo social e histórico.
Bloqueo de la lucha de clases
Prosigamos analizando consecuencias gravísimas con origen en que el sector privado concentrado -empresas como Unilever, Bayer, Nestlé, Coca Cola, Pepsico, Google, Amazon, Microsoft- usa cumbres de la institucionalidad capitalista para acordar las líneas generales que luego inciden en las políticas públicas de los países.
Documento– 100 organizaciones de todo el país preguntamos:
¿De la pandemia del agronegocio quién nos cuida?
Mientras millones de argentinos y argentinas nos quedamos en nuestras casas para preservar nuestra salud ante la pandemia global de coronavirus, el agronegocio continúa regando nuestros territorios con agrotóxicos que comprometen la capacidad de nuestro organismo para hacer frente al virus.
Entre las actividades “esenciales” que el Estado exceptúa de la obligatoriedad de suspender la actividad está “la producción agropecuaria”; sin distinción, como si fuera lo mismo sostener la producción de alimentos que la de commodities de exportación o agrocombustibles.
En paralelo está en curso una enorme operación publicitaria: aprovechando la pandemia las organizaciones del agronegocio se muestran “preocupadas por la salud” de las comunidades y “solidarias”, ofreciendo las mismas máquinas fumigadoras con las que liberan al ambiente sus agrotóxicos para “combatir a los mosquitos trasmisores de dengue” y otras enfermedades. Una nueva mentira, porque además de ser inefectivos para el control del vector generan deriva de los piretroides afectando la biodiversidad y contaminando el ambiente, como quedó demostrado con el estudio científico del Ing. Qco. Marcos Tomasoni (5). También están ofreciendo el uso de mosquitos fumigadores para rociar hipoclorito de sodio como mecanismo para combatir el coronavirus, sin ninguna evidencia científica que respalde la efectividad de esa medida.
También ofrecen “silos-bolsa para fabricar ropa de protección para el personal sanitario”, material que se encuentra contaminado con biocidas y debe ser tratado como residuo peligroso conforme la Ley Nacional N° 24.051. Si realmente son solidarios y se preocupan por nuestra salud paren de fumigarnos y cambien a la agroecología.
Durante estos días de aislamiento ha habido “incidentes” con fumigaciones en Santiago del Estero, Buenos Aires, Santa Fé, Entre Ríos o Chaco; en aquellas zonas donde la producción de commodities se realiza parece haber vía libre para fumigar(nos). Esto no es nuevo, es la trágica cotidianeidad de los Pueblos Fumigados de nuestro país, donde se liberan cada año alrededor de 500 millones de kilos/litros de agrotóxicos (1) en miles de formulados comerciales y con principios activos prohibidos en buena parte del mundo sin control alguno, e incumpliendo la Ley General del Ambiente nro 25.675.
Está comprobado científicamente y reconocido por las mismas empresas que elaboran estos agrotóxicos que estas sustancias producen inmunodepresión, irritan las vías respiratorias y gastrointestinalesjunto a un largo rosario de enfermedades por exposición crónica; lo que las comunidades y la ciencia digna han puesto de manifiesto.
El agronegocio ha cambiado la forma de enfermar y morir en nuestros pueblos (2), y en medio de esta emergencia el Estado no puede seguir mirando para otro lado. Mucho más cuando el efecto inmunodepresivo de los agrotóxicos, científicamente demostrado, pone a la población en una situación de riesgo ante la actual pandemia (3). ¿Cómo puede soportar un virus agresivo una persona en tratamiento por cáncer con todas sus defensas destruidas?
También es impactante saber que este mismo agronegocio sigue destruyendo nuestros bosques. En plena cuarentena organizaciones del Chaco denuncian que “las topadoras trabajan a apenas 8 km de la estación biológica que opera en el Parque Nacional El Impenetrable, lugar donde hace pocos meses se encontró uno de los últimos ejemplares de yaguareté del Chaco. El desmonte afectará 7 mil hectáreas de la estancia La Fidelidad, en la provincia de Formosa” (4)
Es inaceptable que distintos estamentos del Estado acepten estos “generosos ofrecimientos” mientras siguen sin escuchar lo que venimos denunciando hace años. Olvidan además que esta “explosión de solidaridad” viene del sector que hace menos de un mes realizó 4 días de paro agropecuario, acaparando granos y carne, contra el aumento de 3% en los derechos de exportación para grandes productores de soja; hecho que fue repudiado por el campo que produce alimentos y amplias franjas de nuestra población, tanto urbana como rural.
Como dijo Alberto Fernandez “Una economía que cae siempre se levanta. Una vida que se termina no la levantamos más.”. Ojalá esta frase quede sonando fuerte más allá de sofocada la pandemia.
La terrible paradoja, es que existen evidencias a nivel global que vinculan fuertemente al modelo del agronegocio con el surgimiento de las pandemias. En una entrevista reciente el investigador Rob Wallace afirmaba: “El aumento de la aparición de virus está estrechamente relacionado con la producción de alimentos y la rentabilidad de las corporaciones multinacionales. Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial de la agricultura y, más específicamente, la producción ganadera. En la actualidad, pocos gobiernos y pocos científicos están preparados para hacerlo. Más bien todo lo contrario.” (6)
La sociedad global debe recoger la experiencia de otras grandes pandemias, como la Peste Negra, donde la avaricia y la acumulación de los señores feudales fue a contramano de las necesidades alimentarias de la población desencadenando aquella gran pandemia. Hoy el Coronavirus vuelve a tener la misma aliada: la malnutrición, ahora junto a inmunodepresores.
Sabemos que toda crisis es una oportunidad. Mientras las organizaciones del agronegocio la usan para lavarse la cara frente a la sociedad a la que envenenan cotidianamente mientras destruyen el ambiente, acaparando recursos y poder; quienes firmamos al pie les pedimos a nuestros gobernantes (una vez más) que defiendan nuestra salud. Y entendemos, como millones en todo el mundo, que es tiempo de cambiar este modelo agropecuario basado en transgénicos y venenos, para impulsar y consolidar a la agroecología como base de un nuevo modelo agropecuario, con tierra y dignidad para las familias productoras rurales y alimentos sanos a precios justos para quienes viven en las ciudades; en fin Soberanía Alimentaria para nuestro pueblo.
Argentina, 31 de marzo de 2020
1- Investigación de Naturaleza de Derechos (Junio de 2019)
4- Somos Monte denuncia desmonte a 8 km del Parque Nacional El Impenetrable
5- No hay fumigación controlable. Generación de Derivas de Plaguicidas – Ing. Qco. Marcos Tomasoni
6- La responsabilidad de la agroindustria en el Covid-19 y otras enfermedades virales
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Campanas-y-Acciones/De-la-pandemia-del-agronegocio-quien-nos-cuida
En marzo de 2020, esas organizaciones señalan: “Sabemos que toda crisis es una oportunidad. Mientras las organizaciones del agronegocio la usan para lavarse la cara frente a la sociedad a la que envenenan cotidianamente mientras destruyen el ambiente, acaparando recursos y poder; quienes firmamos al pie les pedimos a nuestros gobernantes (una vez más) que defiendan nuestra salud. Y entendemos, como millones en todo el mundo, que es tiempo de cambiar este modelo agropecuario basado en transgénicos y venenos, para impulsar y consolidar a la agroecología como base de un nuevo modelo agropecuario, con tierra y dignidad para las familias productoras rurales y alimentos sanos a precios justos para quienes viven en las ciudades; en fin Soberanía Alimentaria para nuestro pueblo”.
Pienso que esas organizaciones, a raíz de la Cumbre de Naciones Unidas en acuerdo con el Foro Mundial y de cómo participó el gobierno de Alberto y Cristina Fernández, no insistirán en pedirle. Cabe tener en cuenta a Leonardo Rossi destacando el contraste del discurso presidencial con la realidad concreta para comenzar el fomento de otro modelo.
Leonardo Rossi
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«El mundo cuenta con Argentina para seguir contribuyendo con alimentos sanos, inocuos y nutritivos, producidos de forma sostenible» (Alberto Fernández) en la Cumbre de Naciones Unidas. Cargados de tóxicos, en suelos desnutridos y ecosistemas devastados, y siendo justos con la historia agrocultural humana, no son alimentos. El «sistema agroalimentario argentino» es una verdadera catástrofe ecológica, social, económica y política. Una catástrofe producto de una economía de guerra contra la vida. Reconocerlo es un primer paso para fomentar otro modelo. O estamos frente a una ingenuidad suprema o ante un cinismo descomunal. Hay negacionismos y negacionismos…
Otra forma de bloquear la lucha de clases es la que señala Silvia Ribeiro
El sueño de la razón
18 agosto 2021
Silvia Ribeiro
Somos, sabemos, podemos
Contra el discurso de la desesperación
Desde una pandemia que nunca se acaba a la crisis climática que nos matará de calor, sed o inundaciones, estamos sumergidos en alertas de emergencias globales. Un ambiente que siembra miedo y fragmentación y que ante la falta de reflexión y organización colectiva, favorece la sumisión y la continuidad del mismo sistema que causa los problemas.
Leer los datos del más reciente informe del IPCC (Panel intergubernamental de expertos sobre el cambio climático) es desolador. Peor aún si se agrega que nos quedan pocos años –ahora dice ese organismo que solamente cuatro años (!)– para evitar los efectos de sobrepasar el aumento de 1.5 grados de temperatura promedio a nivel global, meta que el IPCC fijó para evitar una serie de efectos catastróficos.
¿Es equivocado que el IPCC emita estos informes? No, son datos que necesitamos conocer y sobre los que necesitamos actuar. El problema es el contexto dónde los ponen y el discurso que los acompaña. No identifican a los culpables del desastre -solamente hablan de la “influencia humana” en el clima, como si todas y todos fuéramos las causantes cuando la injustica climática es brutal.
Apenas un centenar de empresas transnacionales y el 10 por cierto más rico de la población mundial causan de la mitad a las tres cuartas partes de los gases de efecto invernadero (GEI). Son los mismos que se han beneficiado de la devastación producida por la civilización petrolera. Es decir, por el modelo de producción y consumo industrial y globalizado, basado en combustibles fósiles –petróleo, gas y carbón– base de la gran mayoría de las industrias, desde la agro-alimentaria a las manufacturas, transportes, minería, contrucción. Cuestionar radicalmente ese modelo y la enorme injusticia económica, social y ambiental no aparece en el texto del IPCC. Tampoco el hecho de que los ejércitos y especialmente el Pentágono están entre los mayores emisores de GEI.
Los plazos y el contexto que pone el IPCC abonan a establecer un “estado de excepción” que para nada cuestiona las causas del desastre sino que plantea arreglos tecnológicos que serán nuevos negocios empresariales. Desde el uso de energías renovables hasta propuestas tecnológicas de alto riesgo, como la energía nuclear y la geoingeniería. Aun cuando la mayoría de éstas ni estén desarrolladas ni sean viables y causarán un mar de nuevos problemas. Incluso el uso de energías renovables, que puede sonar bien, es un desastre si son megaproyectos de empresas trasnacionales eólicas y grandes parques solares que invaden, contaminan y desplazan a comunidades indígenas de sus territorios, como sucede en México.
En cualquier caso, ninguna tecnología será suficiente si las mayores empresas y los más ricos del planeta siguen emitiendo esa brutalidad de gases GEI. Entender la crisis climática, sus causas y orígenes, así como los impactos que conlleva, necesariamente nos lleva a cuestionar las bases mismas del capitalismo y del modelo industrial de producción y consumo masivos.
La lógica subyacente al discurso de la emergencia climática y sus propuestas tecnológicas se parece mucho a la aplicada en la pandemia de Covid-19. Desde los gobiernos y sus expertos no dejan claro dónde, quién y cómo originó la pandemia, pero aparentemente no podríamos hacer otra cosa que rendirnos a ser conejillos de indias de vacunas experimentales, con efectos imprevisibles a mediano y largo plazo.
Más allá de los problemas que pueden tener esas vacunas transgénicas, éste es sin duda el más estrecho de todos los posibles enfoques para enfrentar una pandemia. No hace nada para prevenir el surgimiento de nuevas pandemias (todas las causas siguen totalmente intocadas) ni para cuestionar o mucho menos cambiar lo que causa las co-morbilidades que son el principal factor coadyuvante en los decesos por Covid-19.
Además, sea por la escasez de vacunas fomentada intencionalmente por las transnacionales farmacéutica o por la presión selectiva sobre los virus que acelera el surgimiento de nuevas variedades, cada día aumentan la dependencia (y el gran negocio) de las transnacionales, que ya recomiendan terceras dosis y en poco tiempo dirán que frente a las variantes delta, lambda y luego equis y zeta, solo queda vacunarse tres veces cada año. Todo mientras empezamos a oír que las restricciones debidas a la pandemia llegaron para quedarse por varios años, un hecho muy conveniente para reprimir manifestaciones y prevenir reuniones. Y aunque nos vacunemos, nos podríamos volver a contagiar y contagiar a otros, por lo que las medidas de control internacional y las diferentes medidas aplicadas a nivel nacional -en algunos países draconianas y represivas- seguirán hasta donde el horizonte permite ver.
En los dos temas que aquí tomo como ejemplo, la sensación que generan es una mezcla entre desolación y resignación. Estemos de acuerdo o no, tendríamos que aceptar lo que imponen, porque el desastre es tan inmenso que no hay manera de abarcarlo.
Eso es justamente lo que tenemos que combatir primero: la fragmentación de la información y la separación de cada una o uno de las comunidades —sean urbanas, rurales, de pensamiento, trabajo, etc— desde donde podemos entender causas y contextos (y por tanto desarmar la enormidad), pensar colectivamente el mundo, resignificar presentes y futuros, organizarnos y actuar autogestionariamente.
Las crisis son graves y existen. Por eso mismo, no tenemos tiempo de dejarnos llevar por la desesperación o ignorar las raíces de los problemas y creer en que se resolverán con más tecnología y otras “soluciones” que nos quieren vender los que defienden el mismo modelo que los causó.
Tanto en la crisis climática, como en las crisis de salud y en la pandemia hay una enorme diversidad de propuestas desde muchas comunidades, barrios, organizaciones de base, movimientos, pueblos. No son solamente propuestas, son también acciones que ya se realizan -como proveer alimentación al 70 por ciento de la humanidad, al tiempo que previene el calentamiento global y cuida la salud desde las redes campesinas, o los muchos ejemplos de cuidados de salud colectiva, de clínicas preventivas y de atención primaria – y muchas otras que podemos compartir, desarrollar y fortalecer.
La vida, resistencia, construcción y luchas permanentes pese al genocidio renovado desde hace más de 500 años de los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes en América Latina, la transformación profunda y de largo aliento de los movimientos feministas y de cuestionamiento al patriarcado, el viaje “imposible” en barco de los zapatistas que arriban a Europa y la nombran Tierra Insumisa, nos muestran realidades y caminos colectivos que es esencial reconocer para enfrentar lo que más que crisis, son ataques sistémicos contra todos los nosotros.
Fuente: https://desinformemonos.org/somos-sabemos-podemos/?fbclid=IwAR0gFhupu8NGfIYjEwBU43LC1vEXOTgB9Fv1bP17srBUzg2VLriTJZ5bGGo
En consecuencia, abajo y a la izquierda, ante todo debemos asumir nuestro enfrentamiento y generalizar esa percepción (conocimiento y toma correspondiente de partido) respecto al binomio indisoluble del Capital-Estado con empeño en ataques sistémicos contra todos los nosotros, como Silvia Ribeiro advierte. Que nos explica:
(…) En cualquier caso, ninguna tecnología será suficiente si las mayores empresas y los más ricos del planeta siguen emitiendo esa brutalidad de gases GEI. Entender la crisis climática, sus causas y orígenes, así como los impactos que conlleva, necesariamente nos lleva a cuestionar las bases mismas del capitalismo y del modelo industrial de producción y consumo masivos.
La lógica subyacente al discurso de la emergencia climática y sus propuestas tecnológicas se parece mucho a la aplicada en la pandemia de Covid-19. Desde los gobiernos y sus expertos no dejan claro dónde, quién y cómo originó la pandemia, pero aparentemente no podríamos hacer otra cosa que rendirnos a ser conejillos de indias de vacunas experimentales, con efectos imprevisibles a mediano y largo plazo. (…)
Eso es justamente lo que tenemos que combatir primero: la fragmentación de la información y la separación de cada una o uno de las comunidades —sean urbanas, rurales, de pensamiento, trabajo, etc.— desde donde podemos entender causas y contextos (y por tanto desarmar la enormidad), pensar colectivamente el mundo, resignificar presentes y futuros, organizarnos y actuar autogestionariamente.
Las crisis son graves y existen. Por eso mismo, no tenemos tiempo de dejarnos llevar por la desesperación o ignorar las raíces de los problemas y creer en que se resolverán con más tecnología y otras “soluciones” que nos quieren vender los que defienden el mismo modelo que los causó.
Tanto en la crisis climática, como en las crisis de salud y en la pandemia hay una enorme diversidad de propuestas desde muchas comunidades, barrios, organizaciones de base, movimientos, pueblos. No son solamente propuestas, son también acciones que ya se realizan -como proveer alimentación al 70 por ciento de la humanidad, al tiempo que previene el calentamiento global y cuida la salud desde las redes campesinas, o los muchos ejemplos de cuidados de salud colectiva, de clínicas preventivas y de atención primaria – y muchas otras que podemos compartir, desarrollar y fortalecer.
La vida, resistencia, construcción y luchas permanentes pese al genocidio renovado desde hace más de 500 años de los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes en América Latina, la transformación profunda y de largo aliento de los movimientos feministas y de cuestionamiento al patriarcado, el viaje “imposible” en barco de los zapatistas que arriban a Europa y la nombran Tierra Insumisa, nos muestran realidades y caminos colectivos que es esencial reconocer para enfrentar lo que más que crisis, son ataques sistémicos contra todos los nosotros.
Alternativas emancipatorias
Reparemos que es clave en la actual inflexión histórica generalizar la ruptura con el sistema global de agronegocios pero conjugándola con la de los otros extractivismos. De ahí la importancia emancipatoria de la agroecología si es desde y con los movimientos sociales de base de todas las autoorganizaciones populares por las justicias social y la socioecológica.
Agroecología en disputa: corporaciones quieren
vaciar de contenido esta lucha campesina
21 septiembre 2021
Por Radio Mundo Real
Organizaciones denuncian cooptación del concepto por parte de ONU y del Foro Económico Mundial. Llaman a defender esta práctica campesina. El jueves 23 de setiembre se desarrolla la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios convocada por el Secretario General de Naciones Unidas, en el marco del acuerdo de asociación estratégica entre las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial. En el proceso de armado de la Cumbre, la organización ignoró a la agroecología, pero luego la incorporó de forma muy diferente a cómo la conciben y viven los campesinos y las campesinas, los pueblos indígenas y otros productores a pequeña escala en todo el mundo.
Ante este panorama, REDES-Amigos de la Tierra Uruguay, junto Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) desde Chile, de Sempreviva Organización Feminista (SOF) de Brasil, la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) y la Fundación Heinrich Boell Cono Sur convocan al webinario «La agroecología en disputa» este viernes 24 de setiembre a las 18 horas Cono Sur, 17 horas Bolivia. El webinario se podrá seguir por el canal de YouTube y el Facebook de REDES-Amigos de la Tierra.
En el webinario, representantes ANAMURI, SOF, SOCLA, REDES y GRAIN-Acción por la Biodiversidad en Argentina, van a proponer un análisis colectivo sobre los procesos que tienen lugar en la región que niegan el carácter profundamente transformador de la agroecología y pondrán en valor su dimensión social, política y económica, así como los desafíos que enfrentan las organizaciones que históricamente han promovido la soberanía alimentaria y la agroecología.
Pablo Galeano, integrante de REDES-Amigos de la Tierra y panelista en el webinario, brindó a Radio Mundo Real más detalles sobre los motivos de organizar esta actividad: «Desde que la FAO toma la agroecología como propuesta (en 2018), varios gobiernos toman el concepto intentando sacarle su sentido político y solo usarlo como un conjunto de técnicas para manejar los agroecosistemas de una manera más amigable. La agroecología no es eso: la agroecología tiene componentes de movimiento, de organización, apunta a democratizar los procesos de decisión y construir soberanía alimentaria».
Carlos Vicente, integrante de GRAIN y de Acción por la Biodiversidad, nos explicaba desde Buenos Aires que la Cumbre de la ONU incorpora a la agroecología «vaciándola de contenido», tomando solo “la cuestión técnica”, sin profundizar en otras transformaciones necesarias, que van desde la soberanía alimentaria hasta la redistribución de la tierra. «La cooptación pasa por cómo las corporaciones que manejan el sistema alimentario agroindustrial quieren vaciar de contenido la agroecología, tomando solo la cuestión ‘técnica’ y no profundiza en otras transformaciones necesarias, que van desde la soberanía alimentaria hasta la redistribución de la tierra”.
¿Qué pasa en Uruguay, donde varias organizaciones como REDES y la Red de Semillas Nativas y Criollas lograron a fines de 2018 la aprobación de una ley que promueva la agroecología a través de un Plan Nacional? Es un proceso que hoy, con el gobierno de Luis Lacalle Pou, está «trancado», dice Galeano.
Desde Brasil participará Mirian Nobre de Sempreviva Organización Feminista. Esta activista, dedicada a estudiar cómo la agroecología promueve prácticas de economía feminista y fortalece alianzas entre mujeres del campo y de la ciudad, explicó su preocupación en torno a que la agroecología sea tomada como una práctica por parte de las corporaciones para compensar servicios ambientales.
“Pensando en la cooptación de la agroecología, las preocupaciones que estoy empezando a mirar tienen que ver con la certificación agroecológica y las certificadoras, porque acá en Brasil intentamos un proceso de certificación participativa, que siempre tuvo límites. Ahora está fuerte el tema de certificaciones relacionadas al pago de servicios ambientales como requisito para algunos proyectos de financiación. También lo que está pasando es que algunas certificadoras reconocidas acá están siendo compradas por certificadoras internacionales”.
El pago de servicios ambientales es una suerte de “compensación financiera por servicios prestados al medioambiente”. El capitalismo que se pinta de “verde” quiere lograr la privatización y comercialización generalizada de los distintos componentes de la biodiversidad. La realización de contratos de pago por servicios ambientales, como la sustitución de agua, la captura de carbono, la regulación de lluvias, generación de nutrientes para el suelo para la agricultura para dar fertilidad de los suelos o incluso la polinización realizada por insectos y pájaros, supone poner precio a estos componentes de la biodiversidad para que puedan ser comprados y vendidos. En este caso sería recibir compensaciones financieras si se produce agroecológicamente.
Por su parte, la referente campesina chilena Francisca «Pancha» Rodríguez de ANAMURI remarcó que la cooptación de la agroecología es una respuesta desde las corporaciones ante la crisis del sistema alimentario actual:
«Estamos frente a uno de los peligros más grandes que azota a la humanidad (junto con todos estos virus) que es: cómo se siguen apoderando de nuestros sistemas alimentarios y nos convierten en seres dependientes de una agricultura que provoca cambios increíbles en nuestra forma de ser, en nuestra vida, en nuestra salud, y todo lo que nosotros hacemos termina siendo ganancia de las empresas, desde nuestro trabajo, nuestro consumo, nuestra salud, el aire que respiramos, el agua que podemos beber, todo queda en manos de las empresas. Por eso buscamos la liberación de este capitalismo avasallador que se ha apoderado de una parte importante de nuestra alimentación. Y cuando se apoderan de tu alimentación, se apoderan de tu vida. Por eso nuestra lucha es por la vida, y es una lucha que tenemos que dar todas y todos, sin excepción».
Vicente y Rodríguez destacaron la importancia de involucrarse en la defensa de la agroecología, como parte de la defensa de la soberanía alimentaria, de la democratización en las formas de producir alimentos sanos y de luchar por el acceso a la tierra.
Fuente: https://www.biodiversidadla.org/Multimedia/Audio/Agroecologia-en-disputa-corporaciones-quieren-vaciar-de-contenido-esta-lucha-campesina
Tengamos en cuenta qué remarca la referente campesina chilena Francisca «Pancha» Rodríguez de ANAMURI:
«Estamos frente a uno de los peligros más grandes que azota a la humanidad (junto con todos estos virus) que es: cómo se siguen apoderando de nuestros sistemas alimentarios y nos convierten en seres dependientes de una agricultura que provoca cambios increíbles en nuestra forma de ser, en nuestra vida, en nuestra salud, y todo lo que nosotros hacemos termina siendo ganancia de las empresas, desde nuestro trabajo, nuestro consumo, nuestra salud, el aire que respiramos, el agua que podemos beber, todo queda en manos de las empresas. Por eso buscamos la liberación de este capitalismo avasallador que se ha apoderado de una parte importante de nuestra alimentación. Y cuando se apoderan de tu alimentación, se apoderan de tu vida. Por eso nuestra lucha es por la vida, y es una lucha que tenemos que dar todas y todos, sin excepción».
Revisemos porqué superar visiones desde izquierdas predominantes a causa de analizar, luchar y declarar según criterios enraizados en la adaptación al capitalismo.
Argentina. «La opción contra la derecha y las luchas palaciegas es: Pueblo o Poder Económico»
Resumen Latinoamericano, 19 de septiembre de 2021.
Declaración de las ORGANIZACIONES LIBRES DEL PUEBLO-RESISTIR Y LUCHAR (OLP-Resistir y Luchar)
Los resultados electorales son el emergente de una disputa entre diversas expresiones que priorizan la continuidad de un capitalismo con dos opciones: una, de reducción del alcance del Estado y otra, defendiendo discursivamente la importancia del Estado, pero en la práctica tributando a los negocios con los grupos de poder nacional e internacional. La lucha pública entre los políticos del gobierno produce confusión y temores en el pueblo, pensando que, de acuerdo a como se resuelva, dependerá la vida cotidiana de cada familia.
No se trata de cambios de unos ministros por otros, o de que CFK lo mande a la lona a AF y viceversa, esos son solo “jueguitos” para la tribuna. De hecho, la incorporación al nuevo gabinete de uno de los máximos responsables del asesinato de Maxi y Darío, como es Aníbal Fernández (nada menos que para la cartera de Seguridad) o del anti abortista Juan Manzur (como jefe de gabinete) y la permanencia del cuestionadísimo, por el campo popular, Martín Guzmán, en Economía, hablan a las claras que el pueblo seguirá perdiendo en esta pugna intercapitalista. El FMI y Soros siguen siendo los dueños de la pelota.
Como OLP Resistir y Luchar, expresamos, en nuestro documento del 24 de marzo de este año, nuestro desacuerdo con “legalizar la deuda fraudulenta, los despidos y suspensiones, la flexibilización laboral, la vergüenza de la pseudo expropiación de Vicentín, la continuidad de la represión en los barrios a través del gatillo fácil, el avance extractivista, la entrega de la soberanía, la ausencia de una política de género activa, y una política exterior sinuosa y discordando con la integración de la Patria Grande. Y fuimos acusados -como tantos- de «hacerle el juego a la derecha». Hoy, cuando desde las filas del kirchnerismo, se hacen esas críticas, se dan por ciertas, pero no para rectificar el rumbo sino para seguir acentuando la puja interna por franjas de mayor poder.
La grieta
La grieta que alimentan los medios periodísticos, los partidos y las redes sociales, no es tal. No hay grandes desacuerdos entre ellos con las políticas y acuerdos con el FMI.
En otros puntos como salario, seguridad, educación, salud, los discursos pueden tener algunas diferencias, pero quienes los pronuncian no utilizan cotidianamente -como los de abajo- la salud o la educación pública. Ellos viven mayoritariamente en barrios cerrados, y no dependen del salario como un trabajador o una trabajadora.
Por eso no es lo mismo pontificar “peronismo» o “progresismo» desde Recoleta y Puerto Madero, que padecer las angustias y carencias extremas de los hombres y mujeres de las barriadas bonaerenses.
El resultado electoral pone en evidencia que la crisis existía y ella no estaba contenida en la “grieta” de la que tanto se habla. Como en la falsa opción entre Estado Si y Estado No, la grieta que nos proponen también es una trampa que oculta la influencia del FMI y los resultados socioeconómicos. Propone una escena donde hay dos opciones, unos son los villanos, y los otros, si los apoyamos, «nos van a salvar» de ese infierno con empatía, proponiéndonos como alternativa la sobrevivencia. Que amplios sectores no les creen, se demostró en la gran abstención electoral y el voto en blanco, o por desgracia, en correrse hacia el voto a la derecha de la derecha, incluso en barriadas humildes.
La unidad
El temor a regresar al pasado cercano, hace surgir la demanda de unidad del actual gobierno, unidad de dirigentes, de cúpula. De “los de arriba”, nunca mejor dicho.
Sin embargo, ocurre que la mayor parte del pueblo peronista –insistimos, no la dirigencia de sus estructuras institucionales- forma parte de otra grieta, la de los pobres y humildes, la del pueblo llano frente a los poderosos, que siguen creciendo y acumulando ganancias al calor de estos gobiernos.
Para responder a las necesidades de ese peronismo-pueblo o de quienes no se sienten identificados con esa ideología pero luchan desde siempre por los de abajo, es necesario tomar otras orientaciones, para dar respuesta a las tradicionales demandas de «Paz, pan, tierra, techo y trabajo». Una de esas cuestiones a resolver -tal vez la central- tiene que ver con el FMI y las deudas truchas con las que nos tiene acogotados. Desgraciadamente, casi toda la dirigencia no parece ver esa realidad y sigue apostando a una negociación y acuerdos que terminarán por hundirnos del todo.
No tenemos dudas que hay que frenar con todo a la derecha macrista, y a la que está infiltrada en el mismo Gobierno o a la ultra de características hitlerianas que se cuela por el lado de Milei, pero para hacerlo hay que definir qué tipo de unidad queremos:
· Para nosotros la unidad parte del barrio, del municipio, partiendo de una perspectiva de clase, la unidad con los patrones ya sabemos cómo termina.
· Ante tantas frustraciones crece la posibilidad de una nueva perspectiva. Se trata de avanzar en la articulación de los sectores más afectados por esta crisis, reunir sus voluntades e irlas colocando en el escenario.
· De esta manera transitamos otro camino con la finalidad de depender de nosotros mismos. Repetimos que “solo el pueblo salvará al pueblo”, y eso desde el punto de vista político se traduce en algo que en nuestra organización es parte de su ADN: la unidad de los peronistas revolucionarios, de los marxistas y de las experiencias más combativas del anarquismo, debe expresarse en la lucha en las calles de todo el país. No queremos una Colonia dependiente de los yanquis o europeos, sino una Patria liberada, que en el continente reivindique la unidad con los pueblos que luchan contra el imperialismo y el capitalismo.
RESUMIENDO:
· La grieta mediática nos propone cuatro opciones electorales: a) La derecha, b) la derecha de la derecha, c) una alternativa “progresista”, y d) la izquierda parlamentaria. Esa es la trampa, pensar que el camino democrático es votar cada dos años y esperar si el resultado nos favorece como pueblo. Salvo en unos pocos meses de 1973, esto último no ha sucedido.
· Desde la OLP-Resistir y Luchar pensamos que la democracia real parte de la construcción de un sistema económico popular distinto al capitalismo.
· Sabemos, y la realidad lo demuestra, que la forma de representación y gestión de la democracia formal, está agotada y estos resultados electorales son el emergente.
· La verdadera grieta es:
PUEBLO O PODER ECONOMICO, lo que en otros tiempos se traducía en LIBERACIÓN O DEPENDENCIA. El camino es la unidad de los de abajo, desde el barrio, en la lucha política en las comunas y los municipios.
No nos quedan dudas que para producir políticas diferentes, tememos que transitar caminos diferentes, y convocamos a debatirlo en los barrios, en las fábricas, en colegios y universidades, promoviendo el espacio de las mujeres que son el principal sostenedor de la vida y la lucha en nuestras barriadas.
Convertir la bronca en lucha
Unirse desde abajo, organizarse combatiendo
Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/09/19/argentina-la-opcion-contra-la-derecha-y-las-luchas-palaciegas-es-pueblo-o-poder-economico/
Destaquemos que las Organizaciones Libres del Pueblo-Resistir y Luchar persisten estatistas y esencialmente peronistas. Por eso, creen como solución a la expropiación de Vicentin y como sujeto del cambio al Pueblo. Pero, además, aprecian la unión urbana de los diversos de abajo. Otra falsa alternativa abajo y a la izquierda la desarrolla el siguiente artículo. Se refiere a que los extractivismos se deben a la política de endeudamiento-desendeudamiento como la gran mayoría de las izquierdas creen y no a que es la manera de sostener al capitalismo local e internacional con base en agotar las llamadas ventajas comparativas y sin pagar las ‘externalidades’ de ecocidios con sus correspondientes genocidios silenciosos, silenciados e invisibilizados.
Argentina. Deterioro de la salud socio-ambiental y deuda externa: las dos caras de la moneda
Por Roberto Pozzo*, Resumen Latinoamericano, 17 de septiembre de 2021.
El fraude de la Deuda
Uno de los discursos más frecuentes de la dirigencia política y de los autollamados “especialistas económicos” en nuestro país, es el que se repite como una letanía: “tenemos que honrar nuestras deudas para así integrarnos al mundo y acceder a las inversiones que vendrán a motorizar nuestro desarrollo”. (…)
(…) El “mito” de la soja cómo “solución salvadora”
El cultivo de la soja en nuestro país data de los años 60´s, pero tomó un acelerado impulso en la segunda mitad de los años 90´s, cuando fue autorizada en nuestro país la soja transgénica, por una resolución del entonces ministro de agricultura del Gobierno menemista ( y actual canciller) el Ing Felipe Solá. Es así que la producción de soja pasó de 4 millones de toneladas en 1980 a 11 millones en los 90 y a 35 millones en 2002 y se prevén entre 80 y más de 100 millones en 2021.
Que es la soja transgénica? Básicamente, es una semilla a la que se le ha incorporado, mediante ingeniería genética, un “gen” extraño, proveniente de otra especie vegetal (o incluso animal) que le da alguna propiedad que no tendría sin este “injerto” artificialmente incorporado. Dicho “gen”, la hace resistente a determinados agroquímicos que son letales para cualquier otra especie vegetal. De esta forma “rociando” los cultivos con estos “venenos químicos” (el más comúnmente usado es el Glifosato) mueren todas las especies consideradas “malezas” quedando “viva” solamente la soja.
En la actualidad los 14 millones de hectáreas ocupadas por la producción sojera constituyen más de la mitad de la superficie destinada a la producción de granos en el país, esto es el 52% de la cosecha total de granos. Casi la totalidad de esta producción sojera se dedica a la exportación.
Como la tierra cultivable no es infinita, esto trajo como consecuencia que de los 30.000 tambos que había en el 88 desaparecieron 17000. Lo mismo pasó con miles de hectáreas dedicadas a la horticultura y quintas. Las frutas y hortalizas que antes se producían en los entornos de las ciudades y pueblos, tienen ahora que trasladarse largas distancias, incluso como productos de importación, para llegar al consumidor. Esto contribuye al calentamiento global y a la contaminación ambiental, por el uso indiscriminado para su transporte, de buques de ultramar y de camiones movidos con combustibles fósiles; cuyos fletes inciden además, en el alza de los precios de los alimentos básicos de consumo popular.
Entre los censos de 1988 y 2002 desaparecieron 87.000 explotaciones agropecuarias, esto es, 6.000 por año. Y las que desaparecieron fueron fundamentalmente las de menos de 200 hectáreas. Aumentaron en cambio las de más de 500 hectáreas. Como además la producción con transgénicos necesita muy poca mano de obra (un operario cada 500 hectáreas) el agro argentino se transformó en una agricultura sin agricultores. También se arrasó con los bosques y montes nativos, corriendo la frontera agropecuaria con topadoras y -a veces- “detrás” del fuego intencional.
Nos encontramos así frente a la paradoja de que nuestro país con una producción creciente en forma de monocultivo, que ascenderá en la presente campaña a más de 100 millones de toneladas de granos, tiene, no menos de 20 millones de personas bajo el nivel de pobreza, 6 millones de indigentes, 5 millones de desempleados y 80 niños que siguen muriendo por día por causas vinculadas al hambre. Y esto no es más que el resultado de un colosal desplazamiento de miles de familias de agricultores, campesinos, y peones rurales.
Esta inmigración interna, despojada de sus fuentes de sustento derivados del laboreo racional de la tierra, de la cría de sus animales de granja, de sus tambos y de sus huertas; pasó a integrar, en su gran mayoría, los cordones de barrios marginados de las grandes ciudades, con viviendas precarias sin instalaciones básicas (agua potable, luz, cloacas) y donde sus hijos y nietos, sin trabajo y sin educación básica adecuada, se convierten en clientes apetecibles de los circuitos de la droga y del crimen organizado.
No menos nefastos son los efectos de este modelo de producción sobre la salud de los pobladores cercanos a los campos fumigados con agrotóxicos, parte esencial de dicho modelo. Entre 300 y 400 millones de litros de glifosato y otros venenos se fumigan por año en nuestro país, cantidades que van en aumento porque las “malezas” se hacen resistentes a los efectos letales de estos -mal llamados- “fitosanitarios”.
Esto significaría que alrededor de 10 litros de venenos se tiran al ambiente por habitante, considerando la población total de la argentina (40 millones). Pero como esos 400 millones de litros son esparcidos casi en su totalidad en la pampa húmeda ‘(Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires ) donde habita un 60 % de la población total del país, esta relación de litros por habitante prácticamente se duplica.
Las consecuencias de esta macro contaminación ambiental se manifiesta en los efectos letales en zonas y poblaciones cercanas a los campos fumigados, las que han sido repetidamente documentadas por investigaciones de campo realizadas por equipos de médicos e investigadores en biodiversidad de nuestras universidades y ratificados por estudios científicos en nuestro país y en diversas de laboratorio del mundo.
En este sentido resultan pertinentes las investigaciones realizadas por el recordado Dr, Carrasco, investigador superior del Conicet, quien, investigando con larvas de ranas y embriones de pollo demostró fehacientemente que, concentraciones mil veces inferiores a las utilizadas en las fumigaciones en los campos, el glifosato es teratogénico, esto es, activa mecanismos que producen serias malformaciones en los embriones.
A similares conclusiones arrivaron el Dr Rafael Lajmanovich y la Dra Mónica Muñoz de Toro, en la UNL, estudiando los efectos de los agrotoxicos sobre anfibios y yacarés, respectivamente. Si tenemos en cuenta que las etapas de desarrollo embrionario de los seres humanos (sobre todo las primeras) es común al de todos los animales, de estas investigaciones (y de muchas otras existentes en la literatura científica) se puede inferir con bastante certeza que un embrión humano que se desarrolle en la placenta de una mujer que respire aire contaminado con Glifosato, tiene serios riesgos de sufrir malformaciones.
Así lo demuestran los campamentos sanitarios llevados a cabo por docentes del Ciclo de Práctica Final de la Carrera de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario, y coordinados por el docente investigador Daniel Verseñassi, como parte de los requisitos para la graduación de sus estudiantes. y similares investigaciones realizadas por equipos de la Universidad Nacional de Córdoba dirigidos por el médico Medardo Ávila Vázquez. Dichos campamentos se instalan durante varios días en pueblos inmersos en las zonas sojeras de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, y Córdoba realizando encuestas, casa por casa, indagando a los vecinos acerca de las enfermedades que más comúnmente se manifiestan y las causas de fallecimiento en el pueblo.
De sus informes surge que se duplicaron o triplicaron en las localidades investigadas, los porcentajes medios nacionales de malformaciones en los nacimientos y los abortos espontáneos, así como de enfermedades como el cáncer, insuficiencia de tiroides, diabetes, alergias de la piel y respiratorias,. Estos mismos indicadores habían sido ya detectados por numerosos médicos rurales en sus consultorios.
Ante este panorama podemos preguntarnos: qué “beneficios” trae la soja para ser tan promovida su producción por este sistema económico devastador que rige en la Argentina, además de las substanciales ganancias de productores, exportadores y monopolios proveedores de semillas transgénicas y de insumos químicos?
Como lo señalamos anteriormente y lo reiteramos: generar divisas para pagar deuda externa. Esto es, su producción no es necesaria para el pueblo argentino sino para los acreedores externos de la fraudulenta deuda sistemáticamente reconocida (aunque nunca legitimada) por el actual gobierno nacional y por todos sus antecesores, y los que aparecen en perspectiva de sucederlos.
Y como cerrando este círculo vicioso de acreedores y “generadores de divisas”, para “honrar deudas”, gran parte de los “fondos de inversión” (Black Rock entre los más destacados) que se presentan reclamando “acreencias”, son a su vez titulares de acciones en las empresas monopólicas que venden el “paquete tecnológico” (semillas y agrotóxicos) asociado a la producción del monocultivo de soja, (Bayer-Monsanto, BASF, Syngenta). Y son también accionistas de las mineras (Barrick Gold Co., La Alumbrera, Agua Rica, Xstrata, entre otras) que destruyen nuestra cordillera y nuestros glaciares con su minería a cielo abierto, extrayendo y exportando (generando divisas) ingentes cantidades (contabilizadas sólo a declaración jurada) de oro y plata y otros muchos minerales de gran valor estratégico (no declarados) .
La deuda en el banquillo de los acusados
Este mecanismo de saqueo quedó bien al desnudo en el “Juicio Popular a la Deuda Externa” llevado a cabo en el 2020, en plena pandemia. En el mismo se realizaron, 15 foros virtuales semanales, más de un centenar de denuncias en torno al nefasto impacto de la deuda pública sobre la salud y el ambiente, el hambre y la soberanía alimentaria, sobre jubilados, sobre poblaciones sometidas al extractivismo; sobre (falta de) trabajo, educación, cultura, mujeres y disidencias, pueblos originarios, hábitat, niños y niñas, jóvenes, energía, y violencias institucionales, entre otras. Se receptaron además numerosos informes y peritaje de reconocidos estudiosos sobre los temas de denuncia.
Los jueces del tribunal: Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas, Nina Brugo, Alejandro Bercovich y Miguel Julio Rodríguez Villafañe, dieron lectura a su Sentencia frente al Congreso de la Nación Argentina -luego de seis meses de escuchar los testimonios y los alegatos de los fiscales y de la defensa- en un acto popular dando cierre al Juicio y exigiendo el cumplimiento a la misma.
Su dictamen final fue contundente: “declaramos la nulidad absoluta de las deudas públicas y los acuerdos con al FMI, no obstante su reiterada restructuración y afirmamos el derecho del pueblo y de la Nación a rechazar su pago, más aún en situaciones de extrema necesidad como la que actualmente se viven en el contexto de la pandemia del Covid-19”. Por esa razón, se solicita “poder llevar adelante una auditoría integral, con participación ciudadana, de la deuda pública y de los acuerdos firmados con el FMI, a fin de establecer la legalidad y legitimidad de los mismos, se peticiona con firmeza al Congreso de la Nación y al Poder Ejecutivo Nacional que tomen las medidas necesarias, para su implementación.
Existen caminos alternativos?
Es posible imaginar alguna alternativa a este modelo que solo enriquece a grandes empresarios exportadores y grandes pulpos financieros internacionales? Un modelo basado en la producción de 100 millones de toneladas de granos y oleaginosas transgénicos y minería contaminante, cuyo principal objetivo es ser “fuente de divisas” destinadas a pagar deuda externa, al costo de la pérdida de nuestra soberanía alimentaria y nacional, arrasando además con los bosques nativos, degradando las tierras, contaminando las aguas, y enfermando a las poblaciones con agrotóxicos y otros venenos químicos?.
La respuesta es simple, aunque no fácil de llevar a cabo. Los poderes económicos y político-mediáticos a enfrentar son poderosos y dispuestos a defender sus intereses a como dé lugar. Se hace necesario pensar colectivamente en un proyecto de país soberano que, en primer lugar, cuestione, investigue y deje de pagar la deuda ilegítima e ilegal. Que promueva al mismo tiempo un modelo de producción agroecológico, sin venenos, basado en la agricultura familiar, con mercados de cercanía y en la explotación racional de nuestros bienes comunes, respetando los derechos de la naturaleza.
Su implementación permitiría alimentar a los millones de hambrientos en nuestro país, cultivando las tierras productivas respetando la biodiversidad y denunciando el terricidio en curso. Terminaría con los monocultivos transgénicos contaminantes, se detendría la tala de bosques y se reiniciaría un proceso de reforestación con especies nativas fomentando además la práctica de una minería respetuosa, de nuestros glaciares y fuentes de agua. Así podríamos volver a ser un país multifacético en el campo y en el desarrollo industrial. Tarea inmensa y que parece utópica. Pero posible, si sumamos en forma organizada y plural los esfuerzos de cientos de organizaciones y voluntades que venimos bregando por reivindicar los derechos de la Pacha Mama a lo largo y ancho de nuestro país.
*militante de la ONG «Multisectorial Paren de Fumigarnos» de Santa Fe. y de la Campaña por el NO pago de la Deuda Publica
Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/09/17/argentina-deterioro-de-la-salud-socio-ambiental-y-deuda-externa-las-dos-caras-de-la-moneda/
En consecuencia, abajo y a la izquierda, ante todo debemos asumir nuestro enfrentamiento y generalizar esa percepción (conocimiento y toma correspondiente de partido) respecto al binomio indisoluble del Capital-Estado en despliegue de ataques sistémicos contra todos los nosotros, como Silvia Ribeiro advierte. Implica que nuestra unión en diversidad es anticapitalista y antiimperialista como la está concretando la Unión de Asambleas de las Comunidades por la vida y el territorio, contra el saqueo y la contaminación(UAC). La arraiga en los territorios clasificados de “zonas de sacrificio” o proclives a esa conversión por los poderes constituidos mediante terrorismos de estado y paraestatales en los setenta.
La UAC se propone detener la destrucción de seres y ambientes (considerados como un todo); revisar el modo hegemónico actual de producción y consumo; pensar nuevas formas de existencia y relaciones en el planeta. Denunció con fuerza las nuevas formas de articulación entre empresas y Estado, redescubrió el arte comprometido y la autogestión. Logró ser espacio de libertad, relación y de origen de una nueva democracia: la popular, que lejos está de los parámetros actuales y con ella de un nuevo lenguaje, a partir del cual aprendemos a construir y comprender el mundo del que sólo somos solo una parte.
No se define anticapitalista ni antiimperialista pero en los hechos, enfoques y objetivos se va perfilando como tal. Tampoco aclara su antirracismo ni su carácter antipatriarcal y sin embargo lo es al acoger de modo protagónico e ideológico a comunidades-naciones indígenas y a activistas de feminismos independientes tanto del Estado como de la Iglesia Católica. Asimismo de es antilatifundista por luchar en defensa y recuperación de los bienes comunes naturales En fin, se posiciona decolonial tanto del poder como del saber al mirar hacia y luchar por el «buen vivir» de los pueblos.